Se sentó a horcajadas sobre mi sexo, haciéndolo desaparecer en su gruta de placer, yo aún no acababa de creerlo: Me estaba follando a mamá. Acariciando mi pecho con sus labios, mordisqueando mis pezones, no cesaba de cabalgar sobre mi miembro erecto, su respiración se agitaba, estaba en el umbral de un nuevo orgasmo, un salvaje orgasmo.
Sí, es estupendo mantener relaciones sexuales con miembros de mi familia, aunque yo, por desgracia, no lo hago con la asiduidad de antes, pues ahora no vivimos en la misma ciudad, pero en verano, nos encontramos en Tarragona, en un conocido camping nudista donde, eso si, con toda discreción damos rienda suelta a nuestras actividades sexuales, este año con el aliciente de la participación de mi cuñado, pues mi hermana Eva se casó el año pasado, y la incorporación de la nueva estrella de la familia, Ana, mi hermanita.
Nuestras aventuras comenzaron de pequeños, crecí junto a 4 hermanos (tres chicas y un chico) y prácticamente sin padre (parecía el hombre invisible) mi madre y abuela, esta fue una mujer muy liberal y defensora de las libertades sexuales, eso lo heredó mi madre, ella inició a mí madre en las prácticas sáficas desde muy joven, luego entre ambas, por ser yo el mayor, decidieron hacerse cargo de mi educación sexual, prodigándome todo tipo de atenciones y mimos. Me inició mi madre, pues siendo aun adolescente ya me permitía dormir en su lecho, fue así como inicié mi andadura en el mundo del sexo.
Todo empezó en una playa nudista, junto a mi madre y mi abuela, mis hermanas, Rosa y Berta, eran aún pequeñas para tomar parte en nuestras relaciones, yo era el hombre de la casa con mis 18 años. Bueno, mi madre siempre me ponía crema solar, yo me hallaba en pleno desarrollo, y sentir endurecer mi miembro ante la desnudez de otra persona, empezaba a dejar de ser algo nuevo para mí, y claro, a mi madre (y la suya) no les pasaba desapercibido mi grado de excitación (y el aumento del tamaño de mi pene), así que aprovechando el momento de ponerme crema por la espalda, empezó a acariciarme, primero las nalgas, luego entre los muslos, mi pene se puso duro como el acero, no lo podéis imaginar, yo estaba rojo de vergüenza y excitación, menos mal que estaba boca debajo de espaldas a ellas, luego, mi madre deslizó sus manos untadas en crema solar entre mis nalgas y su dedo se recreó en el contorno de mi esfínter.
Yo me excitaba más por momentos, mi pene pugnaba por traspasar la toalla y clavarse en la arena, yo no sabía donde dirigir la mirada, y para colmo escuchaba como ella y mi abuela murmuraban algo entre risas y en voz baja; sin previó aviso, mi madre, tomándome por la cadera me volteó y me dijo:
– Ahora le toca al pecho, no te vayas a «quemar», dijo con voz socarrona.
Desde luego, mi culito y mis nalgas se habían llevado una buena ración de caricias, pero nada comparado con lo que se avecinaba; nada más darme la vuelta mi miembro se disparó hacia el cielo como empujado por un resorte, mi abuela rompió a reír, y mi madre ante mi azorada mirada, y yo, sin poderme contener, me derramara entre sus dedos llenándoles con mi leche, ellas se pusieron a reír, «mira, más crema, dijo la abuela», al unísono estallaron en carcajadas, yo estaba que no me lo creía, mi madre se relamía los dedos llenos de leche y los llevaba a la boca de la abuela, esta sin más, le espetó: «Prefiero beber de la botella», y ante mi incrédula mirada y el asentimiento y sorpresa de mamá, se inclinó sobre mi regazo y tomando mi polla ente sus dedos, la llevó a su boca, lamiendo y tragando hasta la última gota del semen derramado.
Aquella fue mi primera y real experiencia sexual, luego, más reposado, ellas me tranquilizaron y me hicieron ver que todo estaba bien. ¡La familia que folla unida…! Por la noche, ya en casa y acostadas mis hermanas, mi madre me dijo que fuera a verla a su habitación, que quería hablarme de algo muy importante, y ya creo que lo hizo, esa noche, como en la playa pero sin crema, empezó a colmar mi cuerpo de besos y caricias, al tiempo que me hablaba sobre lo aburrido que era pasar las noches sin un hombre en su cama (mi padre nos abandonó antes de nacer mi hermana Ana) que no le apetecía meter a un desconocido en casa, y que bueno, en parte sus necesidades sexuales eran satisfechas por la abuela, que por cierto, por aquel entonces era una señora de muy buen ver a pesar de tener 58 años, y que había llegado el momento de ocuparse de mi educación sexual, y como no, ¿quien mejor que ellas dos para ocuparse de un inocente e inexperto joven de 18 años?
A mí me excitaba sobremanera contemplar el cuerpo desnudo y bronceado de mi madre, con unas redondeces muy apetecibles, no era la primera vez que sentía un cierto hormigueo en la entrepierna al verla desnuda, tenía unos pechos duros y firmes, un culito respingón y prieto, y como no, un coñito sensacional, cálido y angosto, coronado por un clítoris bastante desarrollado como una polla en miniatura, que no me cansaría de chupar jamás, y unos labios diminutos y rosados, como si fuera una jovencita (eso lo supe más tarde al ver el de Rosa, mi hermana.
Aquella noche entre caricia y besos, mi polla se puso de nuevo como el acero, ella me enseñó como darle placer con mi lengua y mis dedos, me enseñó a buscar mi «caramelo» entre los pliegues de su sexo, al tiempo en que lamía mi empinada polla y acariciaba mis huevos y mis nalgas mientras introducía su dedo lubricado por los jugos de su sexo en mi agujero (jo, como me gustaba aquello) yo buceaba con el rostro inmerso en su sexo, lamía su clítoris como un poseso…
Sentí a mi madre explotar en un orgasmo, apretando más su coño contra mis labios, aprisionando mi cabeza entre sus muslos empapados, mi lengua no cesaba de jugar en su agujero rosado, y como no, me volví a derramar, esta vez en su boca, ella tragó toda mi leche sin dejar que una sola gota escapara de entre sus labios, luego con suavidad, pasó su lengua entre mis nalgas recreándose en mi esfínter, jugando en él con mis dedos e introduciéndolos dentro, y claro, yo no yo iba a ser menos, y de la misma forma le correspondí, eso la ponía como una moto. Apenas unos minutos después, mi polla estaba de nuevo en pie de guerra, está vez, tumbándome de espaldas, se sentó a horcajadas sobre mi sexo, haciéndolo desaparecer en su gruta de placer, yo aún no acababa de creerlo: ¡Me estaba follando a mamá!
Acariciando mi pecho con la palma de sus manos, con sus labios, mordisqueando mis pezones, no cesaba de cabalgar sobre mi miembro erecto, su respiración se agitaba, estaba en el umbral de un nuevo orgasmo, de repente, una voz sonó a sus espaldas ¡Vaya, vaya con mamá! Nos sorprendió el menor recato, tuvo un salvaje orgasmo sobre mi rostro enrojecido, exhaustos los tres, nos quedamos dormidos sobre el lecho, yo en medio, arropado por el cálido abrazo que ellas se dedicaron.
Yo quedé exhausto, inmerso en un sueño placentero, sólo unos jadeos interrumpieron mi sueño, entreabrí los ojos, y pude contemplar como madre e hija se dejaban llevar por el deseo, ambas inmersas en una vorágine de pasión y sexo, enlazadas en un 69, dando rienda suelta a su imaginación, entregadas a las caricias sáficas; la espléndida visión de las nalgas torneadas de la abuela, la cabeza de mamá encajada entre sus muslos, hundiendo su lengua en el coño de la abuela, me provocó una potente erección…
No lo pensé dos veces, situándome tras ella, tomándola por la cadera, enterré mi miembro en su sexo de un golpe seco y certero, mi madre excitada por la situación no cesaba de lamer como una desesperada, su lengua pasaba de mis bolas al clítoris de la abuela, por un momento, esta, se detuvo y emitió un hondo suspiro, se había corrido por la excitación provocada ante el inesperado ataque de su nieto.
Acto seguido, llevó su mano hasta mi miembro, lo sacó de su encharcada raja y con suavidad lo llevó hasta la boca de su agujero negro ¡Empuja! Me dijo entre jadeos, y no iba a ser un muchacho el que cuestionara sus gustos o dejara de complacer su deseo…
Así que la abuela, ensartada por sus dos agujeros entre la lengua de su hija que proporcionaba placer a su encendido sexo, y el endurecido miembro de su nieto que llenaba su agujero trasero, empezó a encadenar un sin fin de orgasmos hasta quedar rendida y exhausta sobre el lecho…
Ni decir que me corrí de nuevo, esta vez entre las prietas nalgas de la abuela, luego me dediqué, con ternura y dando muestras de agradecimiento, a recoger con mi lengua los flujos pasionales de entre sus muslos y su sexo, ante la mirada complaciente de mamá, que inmediatamente reclamó para si, las mismas atenciones que su adorable hijito había dedicado a la abuela minutos antes.
Así, mi estimados amigos, me inicié en estas prácticas sexuales, o mejor dicho, me iniciaron, luego, como supondrás, a medida que fueron creciendo los demás miembros de la familia, se sumaron a nuestras orgías, mi hermano y hermanas.
La menor, Ana, cumple años hoy, esta noche le daremos una calurosa fiesta de cumpleaños, pero esta es una historia de la que hablaremos más adelante.
Autor: JosJos
Estubo bueno.
Me gusto
Estubo muy lindo
Estubo rico