No saben las tantas veces, que escuché decir eso a mi marido. Al principio lo tomé a broma, pero después de diez años de matrimonio, una casa y un sin fin de deudas. El escucharlo decirle eso, a sus amigos me indignaba. No es que lo hiciera a diario, pero cuando se reunía en casa con sus amigos o los vecinos, como de costumbre salía a relucir el tema de los autos. Y como de costumbre, Juan traía a la conversación el tema de prestar los coches. Casi de inmediato soltaba su oración favorita. Mejor presto a mi mujer que mi auto. De vez en cuando no faltaba que alguien le preguntase ¿Por qué él decía eso? y su respuesta me dejaba mucho más indignada aún. Mi auto, lo pueden rayar, darle un golpe, sobre calentarlo, ponerle gasolina de la barata o peor aún fundirle el motor, en pocas palabras, me lo pueden joder. Mientras que mi mujer, con que se lave bien el coño tengo. Esa fue la gota que derramó el vaso, yo rogaba que algún día, alguien le tomase la palabra y le dijera. OK ya que no me puedes prestar el auto, préstame a tu mujer para echar un polvo. De más esta decir, que la mayoría de nuestras discusiones, se debían a eso.
No es que yo sea una Santa, pero a diferencia de él, las veces que me he acostado con otros hombres, Juan nunca se ha enterado, sencillamente por que se me cuidar. Pero como me conoce bien, siempre tiene la sospecha de que algo yo he hecho, pero como no tiene pruebas, ni yo acepto ninguno de sus comentarios, termina por quedarse callado. A diferencia mía, que cada vez que se revuelca con alguna de las putas, con las que trabaja, siempre de una u otra manera, termino enterándome de todo y finalmente él lo confiesa cuando discutimos. Para rematar todo, Juan siempre terminaba la discusión diciendo. Pero es que eso es verdad, tú con que te laves bien el coño tengo, ya que nunca me entero de las cosas que has hecho. Claro que después de esas fuertes y calientes discusiones, tanto él como yo como que nos excitamos y terminamos teniendo relaciones.
Hace como un mes, llegó su hermano menor llamado Ricardo, de visita a la casa, realmente necesitaba hacer unas gestiones, por lo que en medio de la cena inocentemente, le pidió el auto prestado a mi marido. Juan se llenó la boca con su celebres palabras, las que después de escucharlas, Ricardo se sintió sumamente avergonzado. Ya que la manera en que ocasionalmente me mira, no es muy santa que digamos. Juan se lleva el condenado auto, a la oficina donde lo tiene estacionado todo el día, hasta que regresa a casa. En medio de todo se me ocurrió algo para darle una lección a mi marido. Por lo que cuando Juan se levantó para ir al baño, le indique a Ricardo que me pidiera prestada, con la excusa de que él no conocía la ciudad. Apenas regresó Juan Ricardo le dijo bueno ya que no me prestas el coche, préstame a tu mujer para que… en ese instante Juan lo interrumpió diciendo, no hay problema ella de seguro te podrá ayudar en todo lo que necesites. De inmediato viendo a Ricardo de manera sensual, sin que Juan lo notase le dije que estaba de acuerdo, pero que necesitábamos de todas maneras el auto, pero para conducirlo yo, y su respuesta fue. Mira mi amor, sabiendo como tu manejas, prefiero que te den por el… y se quedó callado. Quien sabe que barbaridad pensaba decir. Entonces la que se sintió avergonzada fui yo.
Al día siguiente hablé con mis padres, me prestaron su camioneta y le dije a Ricardo que podíamos hacer todas sus gestiones. Ya después de que comenzó a caer la noche, regresamos a casa, casi de tras de nosotros regresó Juan. Bastante apurado me dijo debía ir al aeropuerto ya que salía de viaje de negocios y regresaba en tres días. Al ver la camioneta de mis padres me dijo. Que bien, así no tengo que pagar un taxi que me lleve al aeropuerto. Cerró su auto con llave y casi después de recoger algo de ropa lo llevamos. De regreso a casa acompañada de Ricardo, yo iba conduciendo, con toda la intención lo hice manteniendo mis piernas lo más abiertas que pude, la corta mini que estaba usando, casualmen
te se me fue subiendo dejando ver claramente mi oculto coño tras la casi transparente tela de mis pantaletas. Ricardo aunque de manera bien discreta, no dejaba de fijar sus ojos entre mis piernas. Por lo que yo de cuando en cuando de manera casual me hacía como que algo me molestaba y de la manera más inocente introducía ligeramente los dedos de mi mano izquierda entre mis pantis y mi piel. En uno da esas agarré a Ricardo observándome sin perder detalle, pero al levantar su mirada se topó con la mía, lo que de inmediato hizo que él pobre se pusiera rojo como un tomate. En ese momento dije de la manera más normal. Es que me depilé esta mañana y al parecer se me irritó la piel. Para mi era evidente, que Ricardo se encontraba excitado, con lo poquito que había visto, discretamente procuraba ocultar la erección que se le marcaba en su pantalón. Pero en lugar de seguir hablando sobre eso, me hice la tonta y terminamos de llegar a casa. Ricardo y yo, nos pusimos a conversar, mientras comencé a lavar los platos, en ese momento se me ocurrió otra travesura, por lo que disculpándome con él le dije que me iba a cambiar de ropa por algo mucho más cómodo para seguir arreglando la casa.
Cuando regresé me había puesto una bata casera, solo que su tela cuando le da la luz de cierta manera casi se hace transparente. Por lo que por unos momentos, no notó que bajo la bata me encontraba completamente desnuda. Ricardo me preguntó ¿cómo podía agradecerme toda la ayuda que le había prestado? De inmediato le dije, simplemente ayúdame un poco en arreglar la casa. La idea no era abrirle las piernas a mi cuñado y ya, aunque creo que también eso hubiera funcionado de seguro, yo deseaba jugar un rato, antes de irme a la cama con él. Movimos uno que otro mueble de la sala, y en cierto momento me puse de manera que la luz de una de las lámparas de mesa me iluminaba por completo todo mi cuerpo, dejando que la pequeña bata trasluciera. La cara que puso Ricardo, fue única. Tartamudeo, al parecer no encontraba la manera de decirme palabra alguna, se puso colorado, en fin lo que vio lo debió impresionar. De la manera más inocente dándole la espalda, me incliné hacia delante para acomodar supuestamente, unos pequeños arreglos de mesa. Se que mi culo y gran parte de mi coño los estaba observando fijamente. Sentí como se acercaba a mi, me tomó de manera algo torpe, entre sus brazos, y nuevamente tartamudeando me preguntó que era lo que yo buscaba con él. Yo en esos momentos lo que deseaba, era vengarme de las tantas veces que Juan me había sacado por el techo, al escucharlo decir su oración preferida. Pero eso no se lo dije a Ricardo, actué de la manera más tonta que pude, diciéndole. Que yo no sabía, de que él hablaba, pero al mismo tiempo moví mis nalgas contra su cuerpo.
Noté que la mirada de mi cuñado era más que lujuriosa, pero no se atrevía a decir ni hacer nada. Fue cuando le dije, acuérdate lo que dice tu hermano. Mejor te presto a mi mujer que a mi auto. Bueno tómalo como un pequeño préstamo, además como también dice tu hermano. Después de que terminemos, con que me lave bien el coño tiene. En esos momentos, dejé que la pequeña que yo estaba usando, cayera al piso de la sala. Como ya les dije, Ricardo siempre me ha visto con ojos más haya que de cuñado. Pero al verme completamente desnuda, ante él sus ojos parecían salirse de sus orbitas. Lentamente me di vuelta y le dije de la manera más seductora que pude, jugueteando con su cabello al tiempo que ambos nos sentábamos en el sofá de la sala. ¿Qué esperas? eso como que fue el pequeño empujón, que mi cuñado necesitaba para poner manos a las obra. De inmediato me dio un soberano beso, al que yo también puse bastante de mi parte, sus manos comenzaron acariciar todo mi cuerpo mientras que una de las mías buscaba la manera de sacar a su miembro de su encierro y cuando vinimos a darnos cuenta ya me había penetrado divinamente. Sentí como todo su miembro, como se abría paso dentro de mi húmeda vulva. Por un largo y sabroso rato, hicimos casi de todo, lo único que faltó fue que me diera por el culo, pero como sufro de hemorroides, ni pensar en eso. Una de las cosas más excitantes de esa noche fue, que yo estaba del todo desnuda, mientras que él aun se mantenía con toda su ropa encima.
Cuando terminamos en un sabroso clímax, descansamos por un
momento, luego lo conduje a mi habitación, donde lentamente le fui quitando toda su ropa, para luego dedicarme a mamar toda su verga. Ya a los pocos segundos Ricardo se encontraba en la mejor condición para seguir follando conmigo. Por los siguientes tres días Ricardo me usó a gusto y gana, claro que con la total aceptación de mi parte. Pero para hacer nuestros encuentros más excitantes, se me ocurrió el hacerlo fuera de la casa, en un parque público, ocultos tras los arbustos, como dentro del reservado de una discoteca a la que fuimos juntos, así como también dentro de un confesionario de una vieja iglesia. Cuando regresó Juan de su viaje de negocio, mi cuñado se había marchado ese mismo día en la mañana, no sin antes de haberse vuelto acostar conmigo. A Juan lo trajo un taxi del aeropuerto, cuando subió a nuestro dormitorio, me encontró en el baño, sentada en el vide con las piernas bien abiertas lavándome el coño. Al verme me preguntó tontamente que hacía a lo que yo, le respondí, aquí lavándome bien el coño para que con eso tengas. Al parecer Juan no comprendió la indirecta, por lo menos no de inmediato. Luego me preguntó por su hermano y le dije que se había marchado y que le daba las gracias por haberme prestado. Cosa que por lo visto tampoco captó la indirecta, aunque procuré ser bien directa.
El siguiente fin de semana, mientras se encontraba reunido con sus amigos, lo escuché decir sus repetidas palabras. Mejor te presto a mi mujer que a mi auto. Por suerte otro de sus amigos, le preguntó el por que decía eso. En ese instante al terminar de decir. Mi mujer, con que se lave bien el coño tengo. Fue que se dio cuenta de lo que yo le había dicho aquel día mientras yo me lavaba el coño. Al poco rato me llevó a la cocina y asustado me preguntó, ¿Qué hiciste con Ricardo? A lo que le respondí, lo que tú has dicho una infinidad de veces, que mejor me prestas a mí, que a tu mugroso auto. Pues bien, tu hermano me tomó prestada por estos días que tú no estabas y como a ti te basta con que yo me lave bien el coño, eso hice. Juan parecía que las venas del cuello le iban a estallar, pero quizás por que la casa estaba llena de sus amigos, se sosegó casi de inmediato.
Después en la noche después de que todos se marcharon, me volvió a preguntar que había hecho con su hermano, a lo que le conté con lujo de detalles, lo que su hermano y yo habíamos estado haciendo, mientras él se encontraba fuera. Al terminar de hablar nos hemos dado una clase de revolcada en la cama, que de haberlo sabido, le hubiera dicho con anterioridad, las muchas veces que le he sido infiel, desde hace tiempo. Por unos pocos días ni nos hablamos, pero finalmente se le pasó el coraje o rabia que tenía conmigo, pienso que como fue con su hermano menor, todo quedó en familia. Claro que cuando Ricardo ha vuelto de visita a casa, Juan le presta su auto, no toca el tema, pero tampoco me deja a solas con él. Lo bueno de todo eso, es que más nunca lo he vuelto a escuchar decir. Mejor te presto a mi mujer que mi auto.
Autor: Narrador narrador (arroba) hotmail.com