Disfruta aqui de la primera parte de «Mi Adorable novia Virginia (XVII) – En el restaurante»
Al llegar, don Onofre la esperaba al lado de tres señores que se sorprendieron al verla bajar del coche:
– Esta es mi novia, Virginia – y la besó en los labios. Ella se ruborizó y molestó, pero disimuló y saludó con un besito en la mejilla a los tres hombres. Ellos la devoraban con los ojos al ver su generoso escote y sus bonitas piernas, pero lo que no podían creer es contemplar casi completamente sus nalgas cuando entró delante de ellos al restaurante. Pensaron, con razón, que no usaba braguitas. El más joven de los empresarios, Gerardo Garcías, separó la silla para que mi novia se sentara y olió su perfume, cosa que le embriagó. Al sentarse a la mesa, todos pudieron comprobar que no llevaba nada debajo de su faldita ya que, sin poder evitarlo, ella les mostró su vulva, que adivinaron con ilusión que llevaba completamente rasurada. Otro de los señores, Fabián Mayoral, vio que mi chica tenía el sexo algo húmedo e incluso se diría que le resbalaba algo de su flujo por los muslos. Ella se ruborizaba y excitaba al verse tan admirada y se estiró sin éxito la faldita y sólo consiguió mostrar algo más la barriguita. El mayor de los señores, don Fernando Fernández del Todío, uno de los empresarios más ricos del país, creyó ver además que mi Virginia llevaba un brillante en el culo, pero enseguida la mesa impidió ver más.
– Quítate la chaquetita, Virginia, que aquí hace algo de calor! – le aconsejó el abogado.
– No, Onofre, estoy bien.
– Va, venga, la chaqueta fuera! – se levantó y se la quitó amablemente. Todos alucinaron con la rigidez de los pezones de mi novia, que parecía que iban a romper la fina tela blanca del top, y se alegraron de ver incluso algo de aureola per encima del escote. Ella no sabía qué hacer y además saberse tan exhibida la excitaba mucho.
Don Onofre le acercó su mano al muslo pero mi novia enseguida se la apartó y, simulando darle un beso en la mejilla, le recordó en un susurro:
– Don Onofre, usted me dijo que sólo una cena. Nada de toqueteos ni ningún otro beso en los labios, o me voy ahora mismo!
– De acuerdo, de acuerdo, vamos a comer y ya está. – aceptó en voz muy baja.
– Su novia es muy cariñosa y amable, don Onofre – dijo don Fernando.
– Sí, y muy joven! – se admiró don Fabián.
– Y muy guapa, si se me permite decirlo – exclamó Gerardo.
– Son ustedes muy amables. – dijo tímida mi novia.
Cuando Virginia me vio entrar al restaurante, dijo “Mi novio y su familia, No!” y no se le ocurrió otra cosa que esconderse debajo de la mesa. Cómo iba a explicar que estuviera cenando con cuatro desconocidos y vestida como una pilingui!? Yo iba con mis padres y mis tíos. A todos les había apenado que ella no hubiera podido venir con nosotros por encontrarse mal, después de haberle preparado esa sorpresa durante tanto tiempo. Nos sentamos cerca de la mesa del abogado y los otros tres caballeros, a quienes saludamos amablemente. Don Onofre hizo un gesto a sus invitados para que no dijeran nada y ellos disimularon, sorprendidos por la situación. Fue pasando el rato y ella, de rodillas, no sabía cómo salir de debajo de la mesa sin ser descubierta. Iba oyendo como todo el mundo comía y se moría de hambre, de vergüenza y de miedo. Pensó en un momento salir a gatas hacía el lavabo, pero la verían otros comensales y los camareros, no podía ser, y menos vestida así. Tocó la pierna de don Onofre y le susurró:
– Don Onofre, deme algo para comer, por debajo de la mesa, por favor, que me voy a desmayar de hambre.
El abogado, travieso, vio que era su ocasión y se bajó la cremallera del pantalón, se sacó el pene algo morcillón y se lo presentó a mi novia. “Come, come” – dijo en voz baja.
Ella lo apartó de su cara y lo quiso volver a poner en el pantalón, pero lo único que consiguió es que el pene del abogado se endureciera y creciera más. La verdad es que al verlo tan tieso ella se excitó y le entraron ganas de llevárselo a la boca. Y más cuando vio que empezaba a humedecerse con gotas de líquido preseminal. No pudo evitar la tentación y lo cogió con las dos manos y empezó a mamar desenfrenadamente, ávida de comer y beber. El abogado disimulaba como podía pero sus invitados se dieron cuenta y empezaron a calentarse ante la situación. Mi novia se admiró de cómo iban creciendo los bultos en los pantalones de los tres señores y todavía se excitaba más y chupaba desesperadamente el miembro del abogado. Éste no se hizo más de rogar y explotó en una eyaculación abundante en la boca de la chica, que se relamió y se bebió entera toda su leche. Los pantalones de los empresarios parecía que iban a reventar y mi novia, para evitarlo, se giró hacía los del más joven y le desabrocho como pudo los botones de la bragueta hasta que salió disparado un misil de proporciones considerables. Ella se lo llevó a la boca y lo chupó con fuerza y pasión de manera que el mísil crecía más y más. Mi novia hizo por tragárselo entero, pero era en vano. Entonces notó que el joven acercaba una mano hacia su escote y lo bajaba unos milímetros que fueron suficientes para liberar completamente los pechos de la chica y empezar a acariciarlos. Eso excitó más al joven y su verga creció todavía unos centímetros, cosa que agradó a mi novia y lo chupó más desenfrenadamente y susurró:
– Dame tu leche, venga, que me muero de hambre! Por favor!
Esas palabras y manosear el pecho de la chica calentó sobremanera al joven Gerardo, pero evitaba correrse todavía. Mi novia se sobresaltó al notar unas manos en sus nalgas y enseguida se excitó porque alguien tomó el extremo del plug anal y lo movía en su culo. Se trataba de don Fernando, que tenía curiosidad por comprobar si era cierto que mi novia llevaba un brillante ensartado en el agujerito. Al ver que sí, el caballero se excitó mucho y se sacó el pene y empezó a masturbarse. Ella no pudo evitar un orgasmo por el movimiento del enorme pene de Gerardo en su boca, por los masajes en su pecho y por el placer que sentía en el culo. Al darse cuenta, el joven eyaculó en la boca de ella, que bebió sin dejar una gota, hasta que notó que el señor mayor le empapaba las nalgas con su semen. Ella se dio la vuelta enseguida y se tragó la verga del empresario y se bebió toda la leche que le quedaba, y después, recogió la que había vertido en sus nalgas y se la fue comiendo. Con agradecimiento, mi novia se sacó su tapón anal y se lo puso en las manos del viejo empresario. Él lo tomó y lo olió con agrado. Al verlo, don Onofre lo cogió y lo olió también y lo pasó al joven, que se admiró de su aroma y humedad, y lo dio a Fabián, que al olerlo y pensar en el culo de mi novia, se excitó y se sorprendió al notar que le bajaban la cremallera del pantalón y le sacaban el pene y se lo empezaban a chupar. (Continuará)