Amor filial Hetero, Tía y sobrino. Empezaré mi relato por platicar quien es mi tía.
Diana, la hermana menor de mi madre, es una mujer que cuando yo tenía 18 años ella tenía aproximadamente 34. Para ese tiempo ella había pasado por un divorcio, trabajaba como ejecutiva en una empresa, tenía su propio coche, vivía en su casa propia, y en su tiempo libre participaba como corredora en un club de maratonistas.
Como mi madre y todas sus hermanas (7 en total) era de piel blanca y ojos verdes pero a diferencia de las demás ella es rubia. El constante ejercicio al que se sometía la había convertido en una hermosa mujer con un cuerpo increíble, unas piernas largas y torneadas, una cintura estrecha con un abdomen ejercitado y un par de pechos redondos, casi perfectos.
Como les comenté, yo tenía 18 años y ya había tenido mis primeras dos experiencias sexuales, una con una prostituta y otra con una chica que vivía cerca de mi casa, pero en mis noches de soledad me pajeaba pensando en mi tía, ya que para mí era la mujer perfecta, y aparte por el hecho de ser de la familia inclusive ya la había visto en ropa interior, cosa que para ella era de lo más normal porque yo era, su sobrinito preferido.
Para los 16 yo había decidido comenzar a ejercitarme en un gimnasio, dedicándole hasta tres horas diarias. Esto me ayudó ya que como tengo el cuerpo de un jugador de fútbol americano, quemé la grasa que me excedía y en esos dos años había logrado unos muy buenos pectorales y mis brazos lucían bastante ejercitados. En alguna ocasión mi tía, quien parece que despertó de verme como un niño y se dio cuenta de que era algo más, me dijo «Oye, que brazotes, te estás poniendo muy bueno…»
Ya para entonces sabía conducir autos y mi tía me empezó a pedir favores, que si llevaba su coche a afinación, que si a arreglarle el escape y algunas tareas en su casa. Un día me pidió que me quedara en su casa porque vendrían a fumigarle su hogar, en la mañana pasó por mí, la llevé a su trabajo y me fui a pasar el día en su casa. Como aún faltaban horas para que llegaran los de la fumigación, me dediqué a ver la tele hasta que se me despertó el morbo y comencé a hurgar su casa.
Abrí los cajones donde guardaba su ropa interior y me puse a admirar su colección de sensuales tangas, el miembro se me ponía duro al hacer esta labor fetichista, acariciando sus pequeños panties en gran variedad de colores, viendo lo grandes que eran las copas de sus sostenes. Después de ahí fui al baño y me puse a revisar su ropa sucia.
Imagínense mi gusto al encontrar unos pantys usados ahí, los tomé y me puse a oler la zona donde se supone que descansa su chocha, mmm… el aroma de un fino perfume combinado con el olor de su sexo me puso calientísimo. Después de ahí abrí su closet y me encontré con una maleta. La abrí y cual fue mi sorpresa al descubrir un álbum de fotos y una gran colección de revistas porno. Esto me sacó de onda pero me encantó… en el álbum de fotos había una gran colección de imágenes de ella en sus viajes de vacaciones a la playa con sus amigas.
Encontré varias de ella en un minúsculo bikini en la playa y decidí quedarme con la mejor, una donde estaba recostada en la arena, en pose de modelo, con sus piernas entreabiertas que dejaban ver el bultito donde se encontraba su sexo y con los pezones erguidos apretujados debajo del top del bikini. Me puse a hojear las revistas porno y me hice una paja con la que me corrí como nunca en mi vida.
Rato después llegaron los que fumigarían la casa y la tarde transcurrió sin mayor problema. Al llegar la noche fui a recoger a mi tía a su trabajo y me dejó en mi casa… todo normal.
Pasaron los días y sobra decir que mi motivador para realizarme las pajas a la hora de dormir era la foto que me había robado de casa de mi tía, me imaginaba que estaba con ella en el cuarto de un hotel en la playa y le quitaba ese bikini que traía en la foto para posteriormente follármela como loco.
Así pasaron los días, salí de vacaciones de la escuela y me encontraba en mi casa sin nada interesante que hacer. Un sábado mi tía llamó y pidió hablar conmigo, quería que la acompañara a recoger un horno de microondas que había comprado en una mueblería para llevarlo a su casa.
Ese día recuerdo bien que me puse una tanga negra, de esas pequeñas que hacen que se te vea enorme el paquete, unos jeans ajustados y una camiseta que hacía lucir mi pecho y mis brazos (cuando uno hace mucho ejercicio en el gimnasio se empieza a comprar ropa que haga lucir el trabajo, no?) mi tía pasó por mi y cuando subí a su coche me dijo que me veía muy guapo vestido así y que había cambiado mucho, dijo que me veía «fuerte»… mientras lo decía pasó una mano por mi pecho y apretó mi brazo.
Obviamente eso hizo que la pinga se me despertara, pero obviamente por tratarse de una hermana de mi madre, todo esto lo veía como un imposible.
Fuimos a recoger el dichoso aparatejo y nos fuimos a su casa, baje la ostentosa caja, le ayude a sacarlo de su empaque y lo emplazamos en la cocina. Ese día mi tía vestía unos pegados shorts de algodón bajo los que se dibujaba la silueta de unas breves bragas que se perdían en medio de sus redondas y duras nalgas. Una camiseta de algodón blanca y debajo de ella un bra de encaje que aprisionaba sus suculentas tetas. Yo aprovechaba cualquier oportunidad en la que ella no me viera para admirar su cuerpo… era delicioso.
Ya que su horno de microondas estuvo listo, se puso a probarlo, calentando rosetas de maíz y algunos alimentos que tenía guardados en el refrigerador. Como a esa hora no tenía hambre me di la vuelta y salí de la cocina para dirigirme a una de las dos habitaciones de su casa donde tenía un equipo de sonido, un gran sillón y una bicicleta para hacer ejercicio. Puse un disco (si, de esos de acetato que ya no hay, esto fue antes de que se conociera el compact disc) y me puse a escuchar a Queen.
No habían pasado más de 4 canciones cuando mi tía llegó y se sentó en el piso conmigo. Comenzamos a charlar de puras banalidades y se puso a buscar un disco, sacó uno de música popular para bailar que acá en México se conocen como «Cumbias». Quitó el disco de Queen y puso el disco de «cumbias» empezaron a sonar los primeros acordes y ella me dijo «esta música es muy padre para bailar…. y tú que onda? Sabes bailar?»
«Si.» le contesté, «más o menos me se mover.» Ella me dio la mano para que me parara del piso. «A ver» me dijo, «muéstrame». La tome de la cintura con la derecha y le tomé la mano con la izquierda y comenzamos a bailar al compás del disco. «Oye!» exclamó, «si te sabes mover». Cabe señalar que con este tipo de música los cuerpos se pegan mucho, así que yo sentía las dos tetas de mi tía pegadas en mi pecho y mi pelvis se rozaba con la suya, lo cual hacía que me pusiera mas y más caliente. Como yo y mi tía Diana siempre bromeábamos, decidí hacer un movimiento arriesgado esperando que no se enojara conmigo… le dije que si no sabía bailar de «cajita de cerveza».
«De cajita de cerveza, como se baila eso?» me preguntó. «Así es», le dije y le tome las manos para que las pusiera alrededor de mi cuello y sin importarme nada con mis dos manos la agarré de las nalgas para restregarla contra mi verga. Yo me quedé viéndola a los ojos esperando que se molestara y me regañara, fueron segundos que se me hicieron eternos. Vi sus ojos como cambiaban de expresión pero sus labios en lugar de fruncirse en señal de enojo esbozaron una sonrisa ligera mientras decía algo así como «wow». Las siguientes palabras que dijo, las dijo con la voz que hacen las mujeres cuando te dicen cosas en medio del sexo… ese tipo de voz que es como una exhalación gozosa «así que… este es el baile… de cajita de cerveza?».
«Te gusta?» le dije. «Si, me gusta mucho…» contestó. Imagínense como me daba vueltas la cabeza cuando sentía que metía su pierna en medio de las mías, frotándola contra mis bolas. Como les digo, no recuerdo exactamente como esto se fue dando el hecho es que yo ya estaba como autómata acariciando sus nalgas de arriba a abajo y tan entretenido en eso estaba que casi ni me percaté que ella ya había bajado las suyas para acariciarme las mías.
Ya no seguíamos el ritmo de la música, estábamos en medio del cuarto, parados, acariciándonos las nalgas mutuamente. No me importó nada y acerqué mi cara a la suya y le planté un beso en los labios. Húmedo, intenso y eterno, ella apretó más su cuerpo contra el mío y me siguió el juego. «Ya esta hecho», pensé, «me voy a follar a mi tía». El beso siguió, nuestras cabezas se movían de un lado al otro mientras nos comíamos los labios. Los dos estábamos ebrios de lujuria, a mi tía le importó poco que yo fuera el hijo de su hermana y a mí que ella fuera hermana de mi madre.
Metí mis manos por debajo de su short y le acaricié las nalgas que estaban al descubierto por lo breve de sus bragas. Ella seguía besándome y nuestras lenguas llevaban su propia lucha. Mientras que con mi mano izquierda le acariciaba un glúteo, con la derecha subía por su abdomen por debajo de la blusa para acariciar la copa de su bra. No bien había llegado ahí cuando ella se separó y me apartó completamente. en estas fracciones de tiempo pensé que eso era todo, que el hecho de que le agarrara el pecho la hizo despertar de su letargo y darse cuenta de que lo que hacíamos estaba muy mal…. de la consternación pasé al gozo ya que lo que hizo fue desprenderse de su blusa para dejar al descubierto sus grandes y generosos pechos cubiertos por el bra.
Yo estaba a mil por hora al verla, como muchas veces la había visto, pero ahora estaba con ella para hacerla gozar. Con sus dos manos tiró de sus shorts para dejar al descubierto unas braguitas blancas que tenían una clara mancha de humedad en la parte baja de adelante.
Se acercó a mí y me besó largo y profundo una vez más, se separó nuevamente y me despojó de mi camiseta. «Qué bueno te has puesto» dijo con ese cachondo tono de voz mientras acariciaba mi pecho que ya tenía un parche de vellos en el centro. Me besó nuevamente mientras me quitaba el cinturón y desabotonaba mis jeans. Yo en ese mismo instante me despojaba de mis zapatos y ella, ya en plena excitación tiró de ellos para dejar al descubierto mi tanga que no se daba abasto para contener mi erección. Con la mano agarró mi pene por encima de la tela y comenzó a masturbarlo por unos momentos, después de esto me condujo al sillón, hizo que me sentara.
Mi tía Diana se sentó encima de mí con sus hermosas piernas a los lados y con su sexo encima del mío. Me abrazó del cuello mientras seguía besándome y simulaba el coito ya que nuestros sexos estaban resguardados por la ropa interior. Yo acariciaba sus nalgas y de ahí me dirigí al broche de su bra. Como siempre, este broche es un gran impedimento que ella tuvo que remediar al quitarse ella su sostén.
Ante mi ahora se encontraban esas dos tetas con las que siempre me pajeaba, blancas, redondas y nada caídas, con unos grandes pezones rozados erguidos que pedían ser mamados. Como loco me puse a chuparlos mientras ella seguía frotando su coño contra mi ya adolorida pinga, Mamaba uno mientras el otro lo estrujaba entre mis dedos… no se cuanto tiempo pasó pero para mi fue una eternidad.
De repente, ella se levantó de encima de mi y se puso de rodillas ante mi, con sus manos tomó mi tanga y comenzó a jalarla para liberar al monstruo. Yo levanté las nalgas del sillón para ayudarla a desprenderme de mi tanga. Y ahí estaba yo con mi verga apuntando al cielo a centímetros de la cara de mi tía.
Mi tía la tomó en su mano derecho y comenzó a pajearla con una extraña sonrisa en sus labios, «si sientes que te vas a correr me avisas» me dijo, lo que yo asentí con la cabeza mientras abría más los ojos al ver que la dirigía a su boca… la prostituta con la que había tenido mi primer experiencia me había hecho sexo oral pero en este momento me di cuenta de que era una inexperta para mamarla, ya que mi tía me pegó una mamada de campeonato, se la tragaba toda hasta que su nariz tocaba los vellos de mi pubis, luego la recorría con la lengua desde los huevos hasta la punta, y así repetía el tratamiento por un largo rato que no quería que terminara. Francamente no me explico como es que para ese momento no me había corrido… serían los nervios por la situación, no lo sé, el hecho es que seguía al pie de la lucha sin rendirme.
Después de un rato se incorporó aún pajeando mi verga ardiente y sonriendo me dijo, «ven, vamos a mi recámara»… Me levanté del sillón y me tomó de la mano, ella caminando delante de mi, yo como autómata la segui, con mi vista clavada en ese culo hermoso que tiene que se movía contoneandose en cada paso que daba, todo esto sentía yo que transcurría en cámara lenta, ya que el camino de una habitación a la otra se me hizo eterno.
Llegamos a su recamara, me soltó de la mano y con su culo apuntándo a mi, se despojó de sus bragas, al agacharse para quitárselas de entre sus pies, me dió un espectáculo maravilloso, sus dos grandes nalgas dejándo ver su pequeño y rosado ano y debajo de él un chocho rosado que se dejaba entrever en sus piernas, caminó a su cama, se subió en ella y, boca arriba, separó sus piernas para ver toda su chocha expuesta que pedía ser atacada.
En mis dos experiencias previas no había tenido la oportunidad de comerme un chocho, el de la prosti, francamente no se me antojaba para eso y la chica de por mi casa nunca me dejó, así que aquí tenía mi oportunidad. Con la experiencia adquirida en películas porno y en revistas sabía exactamente lo que tenía que hacer, sabía lo que era el clitoris, donde se encontraba y como debía «manejarlo», así que me subí a la cama y me fuí directamente a poner mi rostro en su sexo.
Me quedé viéndolo, extasiado, mi tía por lo visto dió su consentimiento, ya que lo único que hizo fue acariciar mis cabellos. Con mi mano derecho acaricié su sexo que se encontraba súper húmedo, pase mi índice alrededor de los labios y lo metí dentro de ella. Ella gimió y cerró los ojos. Con la izquierda abri los labios de su sexo y ante mi vi claramente la perlita brillosa que coronaba ese hermoso sexo. Hundí mi rostro en su chocha y comencé a comermelo como loco, mi tía seguía gimiendo y acariciándome los cabellos. «Así, chiquito, sigue asi, que bien lo haces, comeme toda que soy tuya» decía mientras mamaba como desesperado.
Nuevamente el tiempo pareció eterno mientras devoraba el sexo de mi tía, sentía sus vellos en mi naríz y el aroma me emborrachaba. Cuando levanté la vista vi lo que pensé sólo pasaba en películas porno, mi tía con los ojos cerrados se pellizcaba y acariciaba los pezones. Esto me puso aún más caliente y seguí con mi labor, ya que por lo visto, lo estaba haciéndo bastante bien.
Así transcurrió otra eternidad hasta que me dijo: «Ya por favor, te quiero sentir adentro de mi». Entonces comencé a avanzar encima de ella, me detuve para besar nuevamente sus tetas, «ya por favor, métemela toda» me dijo, me puse encima de ella y antes de cualquier cosa ella tomó mi miembro con su mano y lo frotó contra su sexo para acto seguido poner la cabeza en la entrada.
Como buena mujer divorciada (y no dudo que despés de su divorcio haya tenido sus aventurillas), no estaba nada estrecha pero estaba deliciosa. De un empujón metí toda mi verga mientras ambos exhalabamos. Puso sus pies sobre mis nalgas y comencé el meti-saque. lento, después con más y más ritmo. Después de todo lo que había pasado (que ya era demasiado) no tardé mucho en correrme. No lo pude evitar, demasiadas emociones para un día, en ese momento me preocupé porque ella todavía no estaba en su climax, pero cuando terminé de correrme y me quedé petrificado encima de ella, ella me dió un beso y me dijo, «espera, que ahora sigo yo».
No sabía a lo que se refería pero lo que hizo es que me acostó boca arriba y se montó sobre mi verga que a pesar de que acababa de disparar su ración, aún se encontraba durísima. Su chocha estaba repleta de mi semen y por obvio super lubricadísima, asi que empezó a jinetearla como una experta con sus manos sobre mi abdómen, yo empecé a acariciar sus ricas tetas que se bamboleaban al ritmo de sus embatidas, y ahí pude ver como se corría… fué la cosa más increíble, mi tía gemía incontrolablemente, gemidos cortos con una cara que parecí
a como si fuera a llorar… empezó a paralizarse, sus gemídos parecían chillidos, apretaba los dientes y si, parecía como si estuviera a punto de llorar… estaba teniendo un sensacional orgasmo.
Cuando recuperó sus sentidos se inclinó para besarme los labios… «me quiero quedar con tu verga dentro de mi, no quiero que me la saques». Yo jugueteaba con sus tetas y después de unos minutos se acostó a mi lado, ahí seguimos besándonos por un rato, desnudos, sudorosos y exhaustos.
Toda esa tarde evadimos la realidad de nuestras vidas, nos dimos un duchazo, nos lavamos el cuerpo el uno al otro, nos secamos, cenamos desnudos en la cocina, anduvimos jugando desnudos por toda la casa, nos pusimos a bailar desnudos y para finalizar lo hicimos en el sillón de la otra habitación. Fue increíble.
Ya más noche me llevó a mi casa, en el camino hablamos de la situación y dijimos que era nuestro secreto y que quizás no volvería a pasar nunca más.
Mi tía conoció a un buen hombre años después y se casó nuevamente, ya pasaron más de diez años de esa vez y una segunda y última ocasión que lo volvimos a hacer de la cual les contaré en mi siguiente relato.
Bien redactado pero se nota que el autor no tiene gran experiencia en el sexo.