1.- Como empezó mi transformación – Mi Infancia
Todo empezó y sucedió tan rápido que no me dic tiempo a darme cuenta de lo que hacía y de lo que me pasaba; ya tenía 2 tetas; debía usar diariamente sostén o sujetador y pantaletas, y por mi apariencia debía usar también vestido y falda; era una mujer; que pena; en fin, Uds. dirán.
Esta historia es real, o al menos así lo creo, pues todavía mi cabeza está aturdida, como que me da vueltas, y no sé todavía cual es la realidad, mi realidad; todo pasó en tan poco tiempo, todo pasó tan rápido…
Me presentaré primero a ustedes: soy Marta Salgado, tengo 51 años de edad, actualmente vivo solo en la Ciudad de México y trato de rehacer mi vida.
Soy algo hombre, o lo que queda de él y algo mujer; y digo trato de rehacer mi vida pues antes la viví como un hombre normal; vamos, era un «señor» común y corriente; hoy…, hoy la tengo que vivir como ¡mujer¡, se imaginan ustedes?… Vivir la vida como «mujer», y además como mujer madura.
Las mujeres maduras que me lean, me entenderán bien esto que les digo, y si tengo un poquito de suerte, quizás hasta me aconsejarán.
Como mujer estoy empezando desde cero; en la actualidad tengo tres o cuatro mudas de ropa a lo mucho, algo de maquillaje, lo más elemental, y ni cuidarme como mujer madura sé, pero eso, y otras muchas cosas, debo aprenderlas, y rápido; qué como fue? Me preguntarían… Ni yo misma lo sé bien… a ciencia cierta… todo sucedió tan rápido… tan repentino… que fue… en cinco?… seis meses?…. no sé… aún estoy aturdido… o debo decir mejor aturdida… fue tan rápido el cambio que aún no me acostumbro a mi nueva realidad… mi realidad de mujer….
Todo empezó hace 6 años; en ese entonces tendría yo unos 45 años; era un hombre normal, de estatura mas bien baja como de un metro 62 cm. de altura, unos 56 kgs. de peso, de piel blanca, pelo rizado, corto, peinado hacia atrás, rostro medianamente varonil sin llegar a ser un adonis ni mucho menos, emprendedor, ingeniero titulado, casado con una linda mujer de 42 años en ese entonces, y con una hija de 19 años, o sea la vida de cualquier hombre normal.
Teníamos como pareja una casa, modesta, pero era nuestra, amueblada claro, también modestamente, pero teníamos lo necesario, también contábamos con un coche, algo viejito, pero funcionaba y nos llevaba al trabajo a mi esposa y a mí.
En una palabra, la vida normal de un hombre, de un señor de 45 años; pero…
Dije mal, no empezó hace 6 años, yo creo que más bien empezó en mi infancia, a los 10 o 12 años de edad, no recuerdo bien, época en que los niños despreciábamos a las niñas y por extensión a todas las mujeres. Despectivamente las llamábamos «viejas». En nuestros juegos decíamos frases que hoy diría que son despectivas e hirientes, como «vieja el último que llegue», «vieja el que se raje», y así otros dichos por el estilo; las viejas eran las «nenitas», «niñitas», «mujercitas», y claro, por añadidura, también decíamos «maricas», «jotos», etc… que supuestamente significaba lo mismo que «viejas»… toda esa terminología propia de los niños. Ya de adultos, los hombres aún seguimos refiriéndonos a algunas cosas propias de mujeres como «cosas de viejas», como podría ser una revista de viejas, un programa de televisión de viejas, la sección de la tienda «de viejas», una charla en una reunión «de viejas» y así en un sin número de cosas y situaciones. Quien iba a pensar que años después yo era una … «vieja» más; aquello que yo despreciaba despectivamente, ahora era parte de ello; si, era parte de ello, pero sin saber como debía serlo.
En esa época de mi infancia, mi familia y yo vivíamos en una casa grande, con mucho jardín, que se localizaba en barrio algo alejado del centro de la Ciudad, con mis padres y 4 hermanos, 2 varones y 2 hembras. Yo era uno de los dos «varones», que ironía verdad?. Mis hermanas eran mayores que nosotros los varones así que todo lo que veíamos diariamente mi hermano y yo en casa durante esa infancia eran las actividades propias de las mujeres hogareñas tanto de mi madre como de mis hermanas, como
de las sirvientas que ayudaban en casa: lavar, cuidar ropa, cocinar, limpiar la casa, barrer, arreglarse; a nuestro padre lo veíamos muy poco pues llegaba del trabajo a casa ya muy noche.
Así fue que en una ocasión se nos ocurrió como un inocente juego más a mi hermano y a mi vestirnos como mujeres; para eso escogimos ropa de mis hermanas, ropa que ellas ya habían dejado pues les quedaba chica, y por eso la tenían ya separada de su armario habitual, en un cuarto aparte que llamaban cuarto de costura.
La escogimos cuidadosamente, una prenda de cada tipo para cada uno de nosotros, dos pantaletas, dos brasieres y dos vestidos de una sola pieza y la escondimos en un cuarto alejado de las habitaciones principales de la casa, para que no la fuera encontrar alguien.
Debo aclarar que en México se usa el término brasiere como palabra común y corriente y que he visto que en otros países usan sostén o sujetador; en este relato utilizaré este término. Las mujeres me entenderán bien.
Esa noche nos fuimos a dormir como siempre a la hora habitual, pero nos hicimos los dormidos y como a las 12 de la noche nos levantamos sigilosamente y casi a gatas nos fuimos al cuarto donde teníamos las prendas; ahí nos quitamos las pijamas y nos vestimos con mucho trabajo, con las prendas femeninas; y digo con mucho trabajo pues no sabíamos abrochar el brasiere, ni el vestido; ¡que complicada es la ropa de las mujeres! comentamos entre nosotros, pero la sensación y la emoción que sentíamos de estar haciendo algo prohibido, eliminaba todo problema que se presentaba. Al llegar al brasiere pues fue obvio que faltaba el «relleno» así que metimos los calcetines que llevábamos puestos y así quedó resuelto el «problemita». Estábamos terminando con los últimos «toques» cuando repentina y sigilosamente se nos aparece nuestro padre…. Menudo susto nos llevamos… todo a obscuras… todo en silencio por la hora… y enfrente nuestro padre… nos quedamos sin poder hablar ni hacer nada… que vergüenza nos dio… y más vergüenza nos dio al escuchar que nos ordenaba: «vengan para acá para que los vea su madre»… así como están… se nos caía la cara de vergüenza… pero así «vestidos», que más que vestidos parecíamos unos mamarrachos, tuvimos que ir a que nos «viera» nuestra madre. Ya ni recuerdo que nos dijo ella, o si nos dijo algo, pero por lo que recuerdo y se ve, no pasó a mayores.
Yo en lo personal, ya sin mi hermano, me vestí de mujercita en mi infancia dos o tres veces más, no tengo muy precisos mis recuerdos de entonces; pero en todas las ocasiones me agradaba hacerlo; me sentía muy excitado; no sé si por que hacía algo prohibido, o por que exacerbaba mi lívido.
Así empecé a familiarizarme con las prendas de vestir femeninas.
Ya en ese entonces noté que había una gran diferencia entre las femeninas y las masculinas; las primeras tenían listoncitos, cintitas, moñitos brochecitos, en fin un sin numero de elementos que hacía que el vestir prendas femeninas era más complejo.
Tal vez eso hizo que yo dejara de vestirme de mujercita, no sé…
Así pasó el tiempo, seguí estudiando, no lo volví a hacer, me titulé de Ingeniero, puse mi propio despacho; tuve un relativo éxito inicial; mi despacho me causó una cómoda independencia económica.
Espero les haya gustado la forma como empecé mi historia; son once capítulos, algunos cortos y otros un poco mas larguitos; si les gusta mi historia, les agradecería me lo hicieran saber.
Les mando a todas y todos un beso muy cariñoso Mi mail es
Autor: Marta
MartaE_SN ( arroba ) yahoo.com.mx