Una semana después de los acontecimientos que les conté en «Mi hermano 2», mi madre Marta dijo que tenía que hablar seriamente conmigo. Primero me asusté, ¿Acaso sabía o sospechaba que cuando ella no estaba, yo tenía maravillosas sesiones de sexo con su novio Roberto, o con mi hermano Jorge? Imposible, ella cree que aún soy virgen.
Mi madre es una mujer excepcional. A sus más de 40 años tiene un cuerpo estupendo, envidiable, de carnes firmes y vibrantes. Sus pechos son algo más grandes que los míos, tiene buenas caderas, un trasero que los hombres juzgan atractivo y hermosas piernas. Y desde que se divorció de mi padre su vida sexual mejoró, Roberto la tiene bien abastecida. La única crítica que se le puede hacer es que a veces es demasiado ingenua. Fíjense que cree que aún soy virgen…
A la tarde nos quedamos solas y hablamos.
-Antonella, creo que ya estás en edad de tener tu primera relación sexual.
Respiré con alivio. Mi madre nada sospechaba.
-Tenés 19 años, y es la edad justa. Para una mujer es muy importante la primera vez que tiene intimidad con un hombre. Debe ser un momento especial porque te marcará para siempre. Si es satisfactorio, aprenderás a disfrutar del sexo. Pero si en tu primera vez tenés una experiencia desagradable, te costará superarla.
Hice que sí con la cabeza, mientras recordaba la primera vez que me cogieron. Fue durante un campamento escolar, casi una violación delante de otros chicos, y gocé como perra. Ese día supe que nunca me cansaría de recibir hombres entre mis piernas.
-Por eso -continuó mi madre- estuve pensando mucho en tu primera vez con un hombre. Bueno, eso en caso que vos quieras… si sos lesbiana no tenés más que decirlo, yo lo comprenderé.
Me acordé de mi amiga Julia, que una vez me dio un beso con la lengua en la boca mientras me frotaba la concha sobre el jean. Me gustó, pero definitivamente yo no era lesbiana.
-Bien, en mi opinión el primer hombre con el que te acuestes debe ser alguien especial, que te quiera mucho, y no una aventura pasajera. Eso te garantizará satisfacción plena y nada traumático.
Hice que sí con la cabeza. ¿Adónde quería llegar?
-Hay una tradición en la familia, con la que estoy de acuerdo y es hora que la conozcas. Nadie mejor que un padre para iniciar a una hija. Mi papá, tu abuelo, fue el que me inició a mí cuando tenía tu edad. Y también a mi hermana Nora, tu tía.
No podía creer lo que escuchaba. Eso sí que era un secreto de familia.
-Tu padre, a quien le correspondería desvirgarte, no vive con nosotras, pero yo hablé con Roberto y está dispuesto a ocupar su lugar. Es un hombre bueno, te ama mucho como a una hija y quiere lo mejor para vos. Por supuesto voy a estar a tu lado para que no te pase nada y tengas confianza.
Ay ay ay. Roberto iba a cogerme delante de mi madre. ¿Entendí bien? No podía creerlo.
-Estoy de acuerdo mamá, lo que vos digas.
-Bueno, entonces lo haríamos esta noche, en mi dormitorio.
-¿Y Jorge?
-También pensé en tu hermano. No sé muy bien qué hacer, yo no tuve hermanos varones. Supongo que me corresponde hacerme cargo de la iniciación sexual de mi hijo, pero creo que todavía no es tiempo.
-¿Por qué no? -pregunté. Minetras tanto pensaba que sin saberlo, yo había cumplido con la tradición familiar: había desvirgado a mi hermano.
-¿No tendríamos que esperar?
-No creo mamá, es un chico muy avanzado.
Pensé en su verga. Cuando mi madre la vea se va a caer de espaldas.
-De acuerdo, hablaré con él entonces. Y quedaremos para esta noche. Vestite con algo provocativo, eso ayudará a Roberto.
Después de la charla corrí al teléfono, llamé al móvil de mi hermano y le conté todo.
-Cuidado cuando mamá hable con vos, no tiene que sospechar nada. Ella cree que somos vírgenes.
Estuvo encantado con las novedades.
Esa noche me preparé en mi cuarto con todo esmero. Me hice dos trenzas en el cabello, para tener aspecto más adolescente aún y me maquillé, pintándome los labios de rojo. Me depilé los pelitos de la vagina dejándome apenas unos poquitos, y me coloqué unas bragas blancas de encaje. Sólo me vestí
; con un camisolín semi transparente, que dejaba ver mis pezones un poco más oscuros que la piel, y se adivinaban las formas de mis pechos, caderas y trasero. Unas medias con liguero y zapatos de taco altísimo completaban mi atuendo.
Llegué hasta la habitación de mi madre, toqué la puerta y me respondieron con un «adelante». Sobre la cama estaban sentados mi madre, mi hermano y Roberto esperándome. Fue increíble la cara de excitación que pusieron los dos cuando me vieron así vestida. Es que estaba como desnuda pero cubierta apenas por un velo, y sé que eso excita mucho a los hombres.
-Estás hermosa hija -me dijo mi madre, que se levantó para recibirme- Este es un momento muy importante en tu vida, tratemos de que sea lo mejor posible para vos. Jorge, empezaremos iniciando a tu hermana, después seguimos con vos.
Mi hermano, que llevaba sólo un boxer, se sentó en un sillón a observar. Roberto no me sacaba los ojos de encima. Un slip le cubría el bulto. Mi mamá vestía un camisón rojo, muy corto, escotado, que hacía lucir sus pechos.
Se acomodó en la cabecera de la cama, sentada sobre sus talones, el torso erguido.
-Vení Antonella, acostate.
Me recliné en la cama, mi espalda sobre los muslos de mi madre y la cabeza apoyada contra su vientre. Si miraba hacia arriba veía sus tetas apenas cubiertas por el escote. Me acarició con ternura el cabello.
-Todo va a salir bien, relajate, dejálo hacer a Roberto. Abrí un poco las piernas.
Obedecí. Roberto nos miraba a las dos, parecía que no sabía por dónde empezar.
-Necesito algo de estimulación -dijo con una sonrisa.
-Vení Roberto, vamos a ayudarte -lo llamó mi madre- Hija, una de las maneras que tenemos las mujeres para excitar a los hombres es el sexo oral. Si no te gusta no lo hagas, pero te aseguro que es muy placentero para quien da y quien recibe.
Él se bajó el slip y exhibió su verga, a medias endurecida. Ella la tomó con delicadeza entre sus dedos, tiró el cuero hacia atrás para dejar expuesto el glande y se la llevó a la boca. Yo no podía creerlo: a centímetros de mi rostro, mi madre le estaba haciendo una mamada al novio.
Se la chupó un rato, gimiendo de placer. Roberto gruñía de gozo. Era muy buena haciendo eso, incluso mejor que yo. Succionaba cambiando el ritmo de fuerte a suave y otra vez suave, llevaba al hombre hasta el éxtasis pero se detenía justo un segundo antes para que no eyaculara con rapidez y todo durara mucho más. Se la metía por completo en la boca, hasta la base, cada tanto le pasaba la lengua y se la volvía a comer. Era muy caliente observar sus mejillas infladas cuando se la metía como de costado y no recta hasta el fondo de la garganta.
Mi madre dejó de mamar, la verga estaba cubierta de su saliva, la misma que chorreaba de sus labios.
-¿Querés probar Antonella? Abrí la boca, y mi madre guió la pija de su novio hacia adentro de mi. Le hice una mamada mientras ella me acariciaba las trenzas del cabello.
-Así hijita, muy bien, lo hacés muy bien. Damela un poco a mí otra vez.
Sin tocarla con la mano, la expulsé de mi boca y la empujé con la lengua hacia la boca de mi madre abierta a mi lado. Nuestros labios se rozaron un poco. Las dos le chupamos la verga al mismo tiempo, mezclando nuestras salivas. Había un ambiente de excitación tremendo, y la barra de carne de Roberto estaba como piedra.
Cuando mi madre succionaba la cabeza, yo lamía el tronco o los huevos, luego al revés, yo me la metía en la boca y ella se comía los testículos. También le pasamos la lengua a lo largo las dos a la vez, rozando las puntas sobre el lomo de la verga. Espié a mi hermano, no nos quitaba un ojo de encima y se acariciaba sobre el boxer.
-Ya está lista -dijo mi madre, y me dio un ligero beso en los labios que me hizo estremecer- Ahora te toca prepararte a vos.
Roberto se acomodó entre mis piernas, subió el camisolín, me quitó la tanga y empezó a chuparme la concha de una manera que nunca había hecho. Creí que me volvería loca. Yo seguía recostada sobre las piernas flexionadas de mi madre, y ella me acariciaba los pezones, los estiraba, los hacía rodar entre sus dedos y amasaba mis tetas.
-Tenés pechos preciosos hija.
Sentí que me venía un orgasmo tremendo. Roberto daba golpecitos en mi clítoris con su lengua, me la hundía, me chupaba el sens
ible espacio entre la concha y el ano, mordía el interior de mis muslos, acariciaba mis nalgas. Estaba chorreando jugos de tanta excitación.
Mi madre se chupó dos dedos, los ensalivó bastante y me los metió en la boca. Los succioné con avidez, y cuando sentí que la verga de Roberto se deslizaba dentro de mi vagina completamente mojada, tuve un orgasmo bestial.
-Qué bien Antonella… disfrutalo hija… estás entregando tu virginidad.
Tuve que fingir que me dolía, con la esperaza de que ella no se percatara que no sangraba. Uf, recuerdo que eso me pasó el día que perdí la virginidad de verdad, y me asusté bastante.
Roberto me tomó por el doblez de las piernas, hizo que las flexionara hasta que mis rodillas quedaron sobre mis tetas, inclinó todo su cuerpo hacia delante y empezó a bombear. Al mismo tiempo que me daba una cogida espectacular besaba a mi madre, quien a su vez seguía metiéndome dedos en la boca.
Luego mi amante rasgó el camisolín para dejar mis tetas plenamente libres. Las chupó y mordió con avidez, sin dejar de mover fuerte sus caderas para clavarme a fondo.
-Despacio Roberto, es su primera vez y debe estar un poco estrecha. No la tiene abierta como yo -dijo mi madre con suavidad.
-No te preocupes -la tranquilizó él- le cabe perfecta, es una chica profunda y si mi pija midiera seis o siete centímetros más también le entraría completa.
Yo gemía y gozaba fuera de mí de tanto placer. Marta metió dedos de sus dos manos en mi boca, acariciaba mi lengua, le ofreció sus tetas a Roberto, acarició sus huevos, me manoseó la concha y me dio a probar mi jugo, acarició el pedazo de pija que quedaba afuera… todo terriblemente excitante.
Roberto me dio vuelta y quedé en cuatro, con la cara pegada contra la concha de mi madre.
-Esta es una noche especial para tu hija, voy a abrirle todos los agujeros.
-No Roberto, vas a lastimarla.
-No creo. Algo me dice que incluso vos vas a poder aprender algo de Antonella.
Roberto se dedicó a lamerme el ano y morderme las nalgas. Me puso un chorro de aceite, acomodó su verga en mi huequito y empujó. Grité como si me estuviera matando, pero apenas sentía dolor. El placer en cambio era inmenso.
-¿Ves Marta? Tu hija se la come por el culo casi sin quejarse…
Ella se acercó a mirar, hasta observar bien de cerca la penetración.
-Apenas puedo creerlo… yo nunca pude soportar el dolor.
-Es maravilloso mamá, tenés que probar esto -dije yo entre gemidos.
Mi madre abrió un poco las piernas. Desde atrás, Roberto me empujó la nuca y hundió mi rostro en la concha que tenía allí a centímetros de mi cara. Marta dio un bramido de placer.
-Así Antonella, chupale la concha a tu madre… ah que rico espectáculo, madre e hija…
Aquel sí que era un debut para mí, nunca antes había hecho eso. La vagina de mamá estaba abierta, olorosa, muy sudada. Tenía un clítoris notable que chupé con pasión y suavidad mientras Roberto me rompía el culo cada vez con más entusiasmo.
-Hija que lengua… me encanta… seguí… seguí…
Ahora era ella la que me empujaba la cara contra su entrepierna mojada, movía sus caderas y me empapaba todo el rostro con sus jugos.
Luego mi madre dijo:
-Jorge, no pienses que me olvidé de vos. Sacate el boxer hijito.
Mi hermano se puso de pie y le obedeció de inmediato. Cuando mi madre le vio el pedazo de carne que tenía entre las piernas se quedó sin habla.
-Hijito del alma no lo puedo creer… en eso no te parecés a tu padre ni a tu abuelo…
Creo que hasta Roberto se quedó admirado.
Siguiendo indicaciones de mi madre, Jorge se subió a la cama y le metió la pija en la boca.
-Despacio hijo, tenés una herramienta fabulosa y tenés que aprender a usarla para no lastimar a ninguna mujer y darle mucho placer.
Como una experta que era, le hizo una mamada colosal. Le dedicó larguísimo rato, succionando, lamiendo, saboreando. Le chorreaba saliva por el mentón. Mi hermano hacía esfuerzos para no acabar, pero aquello debía ser irresistible para él.
-Mmmm las mujeres se van a pelear para hacerte esto… -dijo mi madre tomando aire y se la volvió a comer.
Le dio una arcada y se puso bizca cuando se la enterró por completo en la boca, hasta la garganta. Su nariz quedó pegada al vientre de mi hermano y así
se mantuvo varios segundos. Después la fue expulsando poco a poco y se la volvió a hundir, toda, completa. Admirable. Definitivamente mi madre chupaba mejor que yo, tenía mucho que aprender de ella.
Marta hizo acostar en la cama a mi hermano boca arriba y lo montó.
-Si la chica con la que estás es muy estrecha, dejala que vaya arriba y se la vaya metiendo de a poco ella sola hasta que se acostumbre -explicó en tono didáctico- Tené en cuenta esto Antonella, si alguna vez te topás con una pija demasiado grande: no permitas que te la metan de golpe cuando estás abajo o en cuatro, elegí ir arriba.
Yo apenas escuchaba, estaba en otro mundo gozando mis orgasmos. Roberto me separaba las nalgas al máximo con sus manos, y metía y sacaba su verga de mi hoyo abierto, escupía en él y la metía otra vez.
Mamá tomó la verga de su hijo con la mano, se la frotó por la concha y se sentó sobre ella lentamente. Cuando estuvo ensartada por completo tuvo un orgasmo enorme, clavó las uñas en el pecho de Jorge, lo rasguñó, y hasta parecía que lloraba de placer.
Se dedicó a cabalgarlo con un ritmo impresionante. Se escuchaba el chasquido de la verga entrando en su concha empapada. Yo había cambiado de posición con Roberto y también lo cabalgaba, pero siempre ensartada por el culo.
-Así mi amor así… te estás cogiendo a mamita… ¿te gusta?
-Me encanta mamá -respondió mi hermano, que a juzgar por su cara estaba en el paraíso.
-Ahhh qué verga hermosa tenés hijito…. la hacés muy feliz a mamá… me llenás toda la concha… toda llena de tu pija estoy… tengo tu carne dura bien metida…
Ella se inclinó hacia mí para darme un beso de lengua. Madre e hija estábamos siendo cogidas a la vez, una junto a la otra, yo por su novio y ella por su hijo y hermano mío. La tradición familiar se estaba cumpliendo.
Volvimos a cambiar de posición. Me senté sobre Roberto, siempre ensartada por el culo pero ahora dándole la espalda. El lo invitó a Jorge.
-Vení, probala un poco a tu hermana… vamos a hacerla gozar los dos…
Mi hermano no se hizo rogar y me enterró su enorme verga por la concha mientras Roberto me clavaba por el culo. Quedé aprisionada entre los dos hombres.
No sé si alguna vez han disfrutado una doble penetración. No es sencillo, porque a los hombres les cuesta ponerse de acuerdo y pueden hacernos un poco de daño. Pero cuando encuentran el ritmo, el goce para nosotras es indescriptible. Bueno, así fue esa noche.
Después de bombearme un rato y chuparme las tetas, Jorge anunció:
-Voy a acabar, no aguanto más.
-Bien, última prueba para tu hermana. Vaciate en su boca.
Desde atrás, con sus manos enormes Roberto me sujetó la cara por las mejillas y metió dedos en mi boca para que la abriera bien. Jorge se masturbó un poco, a toda velocidad, apenas veía el movimiento de la mano. Apuntó y lanzó varios chorros de leche que fueron directo a mi garganta. Mi madre me tomó por la cabeza y el mentón, obligándome a cerrar la boca.
-Tragá hija, todo… te va a gustar. El semen de los hombres es exquisito…
Como si hiciera falta que lo dijera… Me bebí hasta la última gota.
-Ahora me toca a mí -dijo Roberto- Yo acabo sólo en la concha. Me tendí en la cama boca arriba, él se trepó sobre mí, me ensartó y no tardó casi nada en acabar una buena cantidad. Apenas se retiró me empezó a escurrir, de tanta que había descargado desbordaba mi vagina. Mi madre vio el líquido blancuzco, semi transparente que me salía y dijo.
-Hay que quitarlo todo, puede quedar embarazada.
Con lengua experta, me chupó la concha y se comió la leche que su novio me había dejado allí. Yo no paraba de tener orgasmos. Mi madre agachada con el culo apuntando hacia arriba fue una tentación demasiado grande para mi hermano, que ya estaba listo para otra sesión. Se acomodó detrás de ella y la ensartó.
-Ahhh hijo síii… ahora dale toda la leche a mamá…
Cuando mi hermano estuvo a punto ella giró, se tragó su verga y recibió la acabada en la lengua. Bebió un poco y el resto me lo pasó a mí con un beso.
-Hemos compartido todo, como una verdadera familia -dijo mi madre satisfecha.
Luego nos dormimos abrazadas, con mi hermano acostado de
trás de mí y Roberto detrás de mi madre. Entre sueños me di cuenta que Jorge me penetraba otra vez, pero estaba demasiado cansada para decir algo.
Nuestra vida sexual fue intensa desde entonces. Con Marta teníamos excelentes sesiones de lesbianismo, porque como dice mi madre, «es algo que disfrutamos todos, las mujeres haciéndolo y los hombres mirando».
En efecto, Jorge y Roberto se calentaban mucho mientras nosotras nos besábamos en la boca, nos comíamos los pechos, y frotábamos nuestras conchas una contra la otra con las piernas entrelazadas. Lo que no logramos todavía es que mi madre se deje por el culo, solamente permite que yo le meta uno o dos dedos. Roberto, en cambio, se dio el gusto de meterme a mí su mano entera.
Tantos actos sexuales tuvimos a partir de ese día que sucedió lo que debía suceder: mi madre y yo quedamos preñadas al mismo tiempo, sin saber si de mi hermano o de Roberto, o una de cada uno.
Los hombres disfrutan mucho cogiéndonos, y del espectáculo de la madre madura y la hija casi adolescente, ambas besándose y acariciándose. Pero eso lo contaré en otra oportunidad.
Si les gustó mi relato les agradecería que me lo hagan saber a Ladysun_1999 (arroba) yahoo.com
Autor: Ladysun_1999
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