La historia que voy a contarles me fue narrada por su misma protagonista, persona con la que estoy íntimamente ligado, por lo cual doy fe de su autenticidad. Obviamente he cambiado los nombres pero he respetado, en la medida lo posible, su narración tal como ella me la transmitió, pero antes voy a hacerles una breve introducción:
Hace unos meses me reencontré accidentalmente con Silvina, una amiga con la que tuve hace muchos años una breve relación sentimental, nos alegró el encuentro y nos hicimos de unos minutos para tomar un café y conversar. Rápidamente descubrimos coincidencias: Separados y sin pareja, Silvina tenía un hijo que vivía con su novia y yo no tenía hijos, es decir que los dos estábamos solos, idénticos gustos y parecidas historias, cómoda situación económica y, lo más importante, nos sentíamos maravillosamente bien juntos. Silvina aceptó con alegría mi invitación a cenar el próximo viernes.
Fue una cena encantadora en la que hablamos durante horas y al final de la noche, aunque aún no lo decíamos, sabíamos que algo muy importante estaba naciendo entre nosotros. Cuando la llevé a su casa nos comprometimos a cenar el próximo fin de semana. En nuestra segunda salida ya estábamos seguros de nuestros sentimientos y, luego de una copa en mi casa, nuestros cuerpos al unirse fueron la última coincidencia que necesitábamos para convencernos que nos habíamos encontrado en el justo momento.
Cuando luego de amarnos la tenía estrechamente abrazada le propuse unirnos para continuar caminando por la vida juntos, entonces Silvina me respondió: "Roberto, antes de debo contarte algo que nadie conoce, un episodio muy grave que no puedo ocultarte, primero escúchalo y, en tanto, hagamos de cuenta que no me has propuesto nada, si luego prefieres olvidarme lo comprenderé.
Estas palabras me inquietaron ¿Qué episodio tan grave podía haber vivido una mujer como Silvina como para impedirle integrar una pareja? Entonces me contó: "Cuando mi marido nos abandonó Sebastián tenía catorce años y fue un golpe durísimo para él, quizás más que para mí, se transformó en un chico reservado y ensimismado sin demasiadas inquietudes, no era ni buen ni mal alumno ni se destacaba en nada en particular, pero tampoco daba problemas.
Me vi obligada a trabajar y solo nos veíamos por las noches, no teníamos demasiado diálogo a pesar de mis esfuerzos, él era de hablar poco y yo estaba siempre muy cansada para insistir, de todos modos nuestra vida comenzó a encausarse, sobre todo cuando Sebastián descubrió la que sería su gran pasión: El ajedrez.
Pasaba horas frente al tablero reproduciendo partidas que sacaba de libros y un día me dijo que quería asociarse a un club de ajedrecistas. Lo acompañé a firmar la solicitud de ingreso, dado que era menor, y el ambiente me pareció de gente seria y me alegró su elección ya que esas personas compartían su misma pasión. Así comenzó a ir todas las noches de viernes y sábados y las tardes del domingo a jugar partidas y torneos que solían durar casi hasta la madrugada, pero me sentía tranquila porque sabía que allí se encontraba protegido.
Pasó el tiempo y Sebastián terminó el colegio y comenzó la universidad y también comenzó a trabajar y a ganarse su dinero para sus gastos, yo ganaba ya un poco mejor y, con el ingreso adicional de mi hijo, nuestra situación económica mejoró notablemente, sobre todo porque yo no gastaba casi en nada que no fuese estrictamente necesario, solo para la comida y el mantenimiento de la casa, pero una noche cambió todo en nuestras vidas.
Sebastián ya tenía veintidós años y acabábamos de cenar cuando me dijo:
– Mamá tengo que hablar de algo muy serio con vos. Se me encogió el corazón porque esas palabras dijo mi ex marido antes de anunciarme que nos dejaba. – Si, claro.
Dije asustada. – Mamá, soy virgen… – ¿QUE? Pregunté asombrada. – Que me asustan las mujeres, soy virgen y necesito tu ayuda. Y agregó: – Mamá ¡No puedo más! ¡No soporto más mi virginidad, vivo masturbándome y si no me cojo a alguna mujer pronto me van a explotar las pelotas…! ¡Mirá como estoy! Dijo señalando su abultado pantalón. Te aclaro que uso sus mismas expresiones para que tengas una idea clara de la crudeza con que se expresaba y cómo se sentía, pero continúo:
Me quedé helada y sin saber que responderle hasta que se me ocurrió decir: – Deberías consultar a un psicólogo, él podría… -¡Te acabo de decir que me van a reventar las pelotas si no cojo pronto y me sales con un psicólogo! ¡Pueden pasar meses o años hasta llegar a una solución y yo no puedo esperar ni siquiera una semana! – Busca una chica y sal con ella… – Pero… ¿No entiendes de que hablo? ¡Necesito una solución urgente! Gritó fuera de si.
Al sugerirle acudir a una profesional del sexo, su respuesta fue: – ¿Crees que no lo pensé? Eso fue lo primero, pero no quiero perder mi virginidad con una puta, me sentiría sucio y sería peor, no, las putas descartadas. Concluyó dejándome sin más argumentos. – Entonces no sé como puedo ayudarte. – Acuéstate conmigo mamá. Dijo serio mirándome a los ojos. – ¿Estás loco?
Fue lo único que atiné a responder y agregué: – ¿Sabes que quiere decir incesto? Soy tu madre y no puedo ni pensar en la posibilidad de cometer tal barbaridad. Pero enseguida respondió: – ¿Una madre no daría la vida por su hijo? ¿O estaría dispuesta a cualquier sacrificio por su felicidad? – Si. Contesté. – Pero lo que pides es inmoral…
Entonces dejó de lado todo argumento racional: – Dale mami, porfa, se buena, que te cuesta, mirá como estoy (señalando nuevamente su entrepierna) Una vez solita, dale, hazlo por mi mamita querida, una vez sola y nada mas, porfa, porfa… (Con voz plañidera) ¿O preferís saber que estoy en mi cama masturbándome toda la noche? ¿Podrías dormir con la conciencia tranquila? ¿No es peor eso?"
Mi hijo me planteaba una alternativa de hierro: Cometer incesto y vivir con la culpa el resto de mi vida o ceder a sus pretensiones y dejarlo satisfecho aunque tal decisión me condenase para siempre, era él o yo y no tenía opciones. Entonces dándome por vencida dije: – Esta bien, dame media hora para prepararme y luego ven a mi habitación.
Me bañé, me peiné y me puse un camisón de mangas largas y cerrado hasta el cuello, quería tener la imagen menos sexy posible, y me acosté en mi cama tapándome con las cobijas esperando, como un condenado en el altar donde será sacrificado. Unos minutos después entró m hijo con una sonrisa de oreja a oreja y sin ninguna sutileza, estaba totalmente desnudo y lucía una ostentosa erección.
Se acercó a la cama sin dejar de sonreír y me destapó, la sonrisa se le borró. – Estás vestida. Dijo con desilusión y agregó: – Así no vale, desnúdate. – Entonces apaga la luz. Pedí, pero se negó rotundamente: – ¡No! ¡Quiero verte desnuda! Me quité el camisón y volví a acostarme tapando con mi brazo izquierdo mis senos y con la mano derecha cubriendo mi sexo entre las piernas apretadas, pero me obligó a mostrarme sin tapujos y, cuando lo hice, exclamó: – ¡Guauuu! ¡Qué buena que estás!
Cerré los ojos y me dispuse a lo que imaginé se avecinaba: Mi hijo se abalanzaría sobre mi cuerpo desnudo intentando una rápida penetración y seguramente la excitación lo traicionaría y tendría una eyaculación precoz, entonces podría contenerlo y quizás todo no pasaría más allá de eso, esta idea me consoló, pero fue muy distinto a lo que pensaba.
Se acostó a mi lado y tomándome delicadamente entre sus brazos me besó largamente con un beso intenso, apasionado pero también calmo, no jadeaba descontrolado ni gemía, ni temblaba y no perdía la calma. Mientras me besaba me acariciaba suavemente los senos con la yema de los dedos, jugaba con mis aureolas y mis pezones con delicadeza excitándolos lentamente. Luego dejó de besarme en la boca y continuó con mi cuello mientras sus manos se deslizaban desde mis hombros a lo largo de mis brazos y después tomaban mis pechos y los masajeaban con suavidad, cuando su boca lleg&oa
cute; a mis pezones no pude evitar un gemido de placer.
Entonces me di cuenta, mi hijo era un teórico del sexo del mismo modo que era un experto ajedrecista, aunque no tenía la práctica se le notaba que había leído e informado sobre qué se debe saber sobre la sexualidad, lo que estaba haciendo conmigo era llevar a la realidad todo aquello que tan bien había estudiado, como lo hacía con las partidas que reproducía en su tablero, me maravillé de la inteligencia de mi hijo.
Pero él continuaba: Luego de construir con mis pezones dos gigantescas pirámides su boca había bajado a mis estómago y su lengua jugaba con mi ombligo mientras sus manos descendían y separaban mis muslos preparando el camino a lo que inevitablemente sucedería. Cuando sentí sus labios jugando con mi vello púbico no pude evitar un estremecimiento y cuando sentí un dedo penetrando en mi vagina tuve un orgasmo inesperado. Hacía muchos años que mi sexualidad estaba adormecida y de pronto despertaba irrefrenable. Perdí completamente la cabeza y los prejuicios me abandonaron definitivamente, el que me estaba enloqueciendo de placer era un hombre ya no era mi hijo.
Se tomó su tiempo para prepararme, me masturbó largamente y su boca hizo de mi clítoris su juguete preferido. Los orgasmos me arrasaban uno detrás de otro y mi gemido ya era un bramido que nacía en el fondo de mi pecho y que escapaba de mi boca entre palabras entrecortadas: – ¡No! ¡Si! ¡Ay! ¡Sebas! ¡Por favor! ¡Basta! ¡Me vuelves loca hijo! Pero él tenía su plan y mis súplicas eran parte de lo que esperaba seguramente, mi rendición incondicional, que finalmente llegó cuando mi cuerpo agotado por la sucesión de orgasmos quedó abandonado sobre la cama para que me tomase a su entero placer.
Me besó con la boca empapada por mis flujos, sabiamente me llevaba mi propio sabor a la boca para excitarme más aún, si eso fuera posible y mientras lo hacía me penetró. Un gemido visceral escapó de mi pecho al sentir su miembro caliente y duro penetrando mí cuerpo olvidado ya de la última vez que me marido me había amado. Pensé que era el pene más grande que jamás había penetrado en mi vagina y, sin dudas el más caliente de todos.
Comenzó a moverse con lentitud, entraba y salía de mí, se movía de un lado a otro y sentía que su glande tocaba prácticamente todos los rincones del interior de mi vagina, de pronto imprimía a su verga un rápido movimiento de rotación y me arrancaba nuevos gemidos, después me penetraba profundamente y se sostenía unos segundos para luego aflojarse de golpe, eso me hacía gritar, pero lo que me enloquecía era cuando se retiraba casi por completo de mí y sentía que su glande estaba a punto de escapar de mi vagina, en ese momento se me paralizaba el corazón imaginando que mi placer no se concretaría, pero volvía a enterrarme profundamente el pene y el alivio me hacía sollozar. Finalmente el orgasmo nos alcanzó.
Fue cuando Sebastián quiso y lo que sentí es algo que no puedo describir y que tampoco quiero hacer porque es lo más íntimo e importante que sentí en toda mi vida, solo puedo decir que fue el mayor orgasmo que jamás tuve y que fue tan intenso que hasta perdí el conocimiento por algunos segundos. Cuando lo recuperé Sebas jadeaba con su boca hundida en mi cuello y sentía su saliva caliente correr por él, entonces me di cuenta que lo tenia aferrado de las nalgas y le clavaba fuertemente las uñas. Eyaculó largamente y mi sexo latió varios minutos también con fuertes contracciones, entonces comenzó a reír.
Sebastián se reía de alegría y felicidad. – ¡Mami es divino! ¡Gracias! ¡Gracias mami! ¡Mamita querida! ¡Que lindo! ¡Que lindo! Nunca pensé que era tan lindo! Y muchas otras expresiones más de alegría y sorpresa por lo que había descubierto entre mis brazos.
Permanecimos unidos largo rato mientras Sebastián me besaba y besaba mientras reía de felicidad hasta que le pedí que por favor me dejase ir al baño, recién entonces se retiró de mi y lo hizo delicadamente, me llamó la atención el sorprendente tamaño que aún conservaba su miembro. Cuando me paré me sentí mareada, pero me encaminé al baño porque sentí que una cantidad inusitada de semen corría por la parte interior de mis muslos como
un torrente, el rostro que vi en el espejo del baño me pareció desconocido, me veía ruborizada y sonriente y hasta más joven y comprendí que recuperar mi sexualidad me había cambiado.
Cuando volví a la habitación ya no me importaba caminar desnuda delante de mi hijo que me miraba detenidamente mientras se sobaba la verga que tenía nuevamente erecta, y cuando me pidió que le practique sexo oral me alegré porque deseaba hacerlo pero no podía pedírselo, aún sentía pudor ante él. Luego que bebí su semen estaba tan eufórico que no paraba de hablar y reír entusiasmado con el recién descubierto placer sexual y, tan excitado estaba, que recuperó la erección en pocos minutos, entonces me pidió:
– ¿Me das la cola mamá?" Me negué rotundamente porque nunca lo había hecho, pero comenzó nuevamente con su plañidera cantinela hasta que me vi obligada a acceder, eso si, le pedí que se lubrique con una crema para manos que tenía en mi mesa de noche.
Igual me dolió terriblemente, pero confieso que luego el placer que experimenté superó con creces el dolor inicial y la euforia y felicidad de Sebastián también fueron un bálsamo para mi dolor, pero mi hijo era incansable y prolongó esa noche inicial hasta que el día aclaraba y solo se durmió luego de poseerme tres veces más y de que le practicase otra vez sexo oral, yo estaba tan agotada que estuve a punto de no ir a trabajar, pero hice un tremendo esfuerzo y me bañé y vestí. Cuando volví a la habitación Sebas dormía con tanta cara de felicidad que olvidé mis escrúpulos y el resto de culpa que podía sentir, mi sacrificio había valido la pena, mi hijo estaba feliz y además yo había vivido la noche más ardiente de toda mi vida.
Cuando volvía a casa esa noche Sebastián me recibió estrechándome en sus brazos y besándome apasionadamente y volví a perder la cabeza: Me hizo el amor completamente vestida sentándome en la mesada de la cocina, ni siquiera me quitó la bombacha, solo me corrió el elástico para penetrarme y, cuando acabamos, corrí al baño chorreando semen mientras reía como una chiquilina, mi vida había dado un vuelco inesperado. Esa noche me amó por horas nuevamente y la siguiente y la siguiente hasta el viernes, noche sagrada para Sebas, noche de ajedrez.
Ni siquiera el reciente descubrimiento del sexo lo alejaba de su más grande pasión, la rutina de viernes y sábado por la noche y domingos por la tarde no se alteraría, así que pude descansar y recuperar el sueño aunque lo extrañé.
Semanas después la intensa actividad sexual me había rejuvenecido notablemente y comencé a sentirme orgullosa de mi cuerpo y me anoté en un gimnasio, me compré ropa más moderna e iba a la peluquería una vez por semana, lo confieso: Me sentía feliz, pero un domingo a la tarde toda mi felicidad se desmoronó de un solo golpe.
Sebas estaba en su club de ajedrez cuando llamaron a la puerta. Al abrir me encontré con una bella joven a la que reconocí inmediatamente por aquellos inolvidables ojazos: ¡Julieta! Había sido hacía muchos años compañera de mi hijo hasta que la empresa en la que trabajaba el padre lo trasladó a Suecia y allí se fue toda la familia, recuerdo que Sebas lamentó mucho perder a su amiga.
Julieta tenía tomado de la mano a un niño que me pareció conocido y, cuando la hice entrar a la casa, me preguntó si estaba Sebastián y le conté de su ajedrez, entonces dijo: – ¡Qué lástima! Quería que mi hijo conozca a su padre. Sentí un mazazo en la nuca. – ¿QUEEEE?? Grité sin poder contenerme. – También es su nieto señora y quería que lo conozca, pero hable tranquila el niño no entiende nuestro idioma.
Alegué imposibilidad, mencioné que me constaba que el inicio sexual de mi hijo había sido tardío, que no podía ser, que me hubiese dado cuenta y muchas otras cosas pero Julieta destruyó mis argumentos fácilmente. – Señora ¿Usted me vio antes alguna vez en su casa? Ante mi negativa respondió: – Entonces le voy a demostrar que digo la verdad. ¿Acostada en su cama usted ve un árbol que da flores blancas? Asentí y continuó: – ¿El espejo de su baño era ovalado y tenía un marco de mader
a patinada? Volví a asentir.
– ¿En esa época usted no tenía una salida de baño blanca con sus iniciales bordadas en rojo? Respondí nuevamente que si. – Yo la usaba cuando salía del baño desnuda, entonces me llegaba a los tobillos… Y agregó ante mi mirada de estupor: – Quédese tranquila, no vengo a reclamar nada, ni siquiera su reconocimiento, lleva mi apellido y solo quiero que mi hijo conozca a su padre, que sepa que existe y que tenga un rostro que pueda recordar, también quiero que Sebastián conozca a su hijo, él no lo sabe aún y yo no tengo derecho a seguir ocultándoselo.
Luego continuó contando: – Sebastián y yo debutamos sexualmente en su cama, salíamos de estudiar y corríamos hacia aquí a hacer el amor, lo hacíamos cada día hasta que imprevistamente nos trasladamos a Suecia donde me enteré que estaba embarazada, oculté a mi familia quien era el padre del niño hasta hace poco tiempo, ahora vine a visitar familiares por unos días y luego volveré a Oslo donde vivo y tengo a mi familia, a mi pareja, mis estudios y mis amigos, no quiero causarle problemas ni a Sebastián ni a usted…
Se interrumpió cuando me vio llorar e intentó consolarme, pero no sabía que lloraba por mí y no por ella, ni por el niño, al que ahora reconocía parecido a mi hijo, ni por Sebastián, lloraba por haber sido vilmente engañada, por la perversidad de mi hijo, por su canallesca actitud, me sentía violada, ultrajada, abusada sexualmente por el ser más vil del mundo, mi propio hijo que me había transformado en su amante con cama adentro.
Convinimos que volvería al día siguiente a la hora de la cena y que yo no le diría nada a Sebastián y, apenas se fueron, llamé por teléfono al club de ajedrez. No lo conocían, finalmente me pasaron la secretaría donde me informaron que mi hijo había dejado de concurrir hacía ya cinco años. Comencé a llamar a amigos alegando que habían llegado amigos del exterior y quería ubicarlo urgentemente. Una amiga me preguntó si había llamado a la casa de María Eugenia y cuando le dije que no tenía el número me lo dio asegurándome que debería estar allí porque la noche anterior habían salido juntas las dos parejas y Sebas se había quedado a dormir con su novia como todos los fines de semana. ¡El crápula tenía novia y dormía con ella todos los fines de semana!
Esa noche alegué estar indispuesta y tener un fuerte dolor de cabeza para que no me toque y tuve que hacer un terrible esfuerzo para aceptarlo en mi cama, sentía indignación y asco, pero la noche siguiente tuve mi revancha. Julieta llegó con el niño a la hora prevista y la sorpresa de Sebastián al enterarse que era padre fue la mayor de su vida, pero se tranquilizó cuando se dio cuenta que Julieta no le reclamaba nada y hasta prometió llamar periódicamente al chico, cuando se fueron fue mi turno.
Le reproché su vileza y solo respondió que todo comenzó cuando hacían el amor intensamente con Julieta y que cuando ella se fue del país se sintió desolado y transfirió hacia mí su sexualidad recién descubierta. Durante toda su adolescencia me había deseado con toda su alma pero no sabía como manifestárseme y buscó consuelo acostándose con todas las chicas que podía, pero ninguna lo colmaba sexualmente hasta que, elaboró la mentira de su virginidad, yo era la única a la que deseaba, las otras solo eran cuerpos que pasaban entre sus brazos hasta que me tuvo, pero no pude creerle y le pedí que se vaya de mi casa.
Se fue a vivir esa misma noche con María Eugenia, su novia, y con ella sigue. Con el tiempo lo he perdonado y a veces me visitan o yo los visito, pero algo está definitivamente quebrado entre nosotros, no pude volver a considerarlo mi hijo, es como un ex marido con el que mantengo ahora una relación amistosa, cordial pero distante.
Silvina terminó su relato entre mis brazos y luego de un momento de silencio dijo: "Bueno, ahora que conoces mi historia hagamos de cuenta que no me propusiste nada, mejor me visto que es tarde y debo volver a casa, llámame un día de estos y…" La callé besándola apasionadamente, qué podía yo reprocharle a una madre que había hecho el mayor de los sacrificios por su hijo. Al final de esa noche me dijo las palabras más maravillosas que un hombre puede
escuchar de una mujer: "Jamás nadie me había hecho sentir lo que me has hecho sentir esta noche, te amo."
Autor: Roberto roberto_tec (arroba) yahoo.com