Tras ese nuevo polvo, Geles se quedó otro rato dormida con Beni en sus brazos.
Ya avanzada la mañana nos levantamos y Beni se tuvo que ir y nos dijo que no volvería hasta el día siguiente. Durante todo el día Geles me trató en un tono normal ante la gente y yo le traté como un marido recién casado, atento y cariñoso. Le acompañé de compras y me ocupaba de pagar con mis tarjetas (aunque, tras pagar, se guardaba mi cartera con el dinero y mis tarjetas diciéndome que yo no lo necesitaba), llevé sus bolsas, le abría la puerta del taxi, luego en la piscina del hotel me hizo darle crema, me envió a por refrescos, le acercaba la toalla tras el baño, etc.
Ya por la noche en nuestra habitación se sentó en una silla y me dijo: ven siéntate en el suelo frente a mí, te has portado muy bien todo el día y, como premio, te voy a contar mi verdadera historia.
Quiero que sepas que no es cierta la historia que te conté cuando nos conocimos hace un año pues no soy la chica sin más familia que un padre abogado, con el que discutí por haberse echado un ligue tras la muerte de mi madre, y con el que mi única relación era la pensión mensual que me pasaba.
La verdad es que nací en un pequeño pueblo, mi padre es albañil, y no me gustaba nada la humilde y limitada vida que llevaba encerrada en el pueblo.
En el pueblo había poca gente joven, unos veinticinco o treinta varones entre los dieciséis y los treinta años. Tuve una buena relación con el hijo del pastor con el que, en nuestra pubertad, descubrimos juntos lo que se disfrutaba el sexo y una buena penetración. También probé las vergas de casi todos los otros jóvenes del pueblo y aunque pasaba buenos ratos follando y mamando pichas, yo era ambiciosa y a mí ese mundo se me quedaba pequeño, pues me gustaba el lujo que veía en las películas y aspiraba a relacionarme con gente más refinada.
Me daba cuenta de lo atractivo que es mi cuerpo, con estas firmes y grandes tetas que a ti tanto te gustan (lo dijo sujetándose con las manos sus maravillosos pechos y sonriéndome), y sabía que con mi físico y ese toque de jugueteo y perversión que sabemos usar las féminas, lograba atraer a todos los chicos que me apetecían, incluso a los recién casados, con los que me daba un morbo especial juguetear sabiendo que al final sus pichas estaban a mi merced. Y, no es por ser presumida, pero es que yo estoy mucho más buena que el resto de las chicas del pueblo.
Por ello, sabiendo lo bobos que sois los hombres y confiada en que podía encontrar al chico de mis sueños, decidí abandonar el pueblo cuando tenía 19 años, lo cual hice aprovechando la visita de tres moteros a los que me ligué en la discoteca del pueblo. Con uno de ellos, que se llamaba Rafa, me lié y me vine para la gran ciudad.
Estuve un mes viviendo con Rafa en su piso hasta que me dejó porque volvía su novia de Londres (el muy cabrón me había estado follando todo el mes sin decirme que tenía novia). Con ello me quedé sola y casi sin dinero, pues sólo tenía unos pocos ahorrillos y una pequeña ayuda que me dio Rafa al tener que echarme rápidamente de su piso antes de que le pillara su novia.
Yo no quería volver al pueblo con la humillación que me suponía la experiencia vivida en la gran ciudad y además, como te he dicho, era un mundo demasiado pequeño para mis aspiraciones. Ante ello tuve que buscar trabajo y a los pocos días logré colocarme como empleada de hogar.
Dos años trabajé en una casa en la que estuve bastante a gusto, pues aunque no eran demasiado ricos y mi sueldo me permitía pocos lujos, me trataron correctamente y me suponía un lugar para comer y dormir, además los fines de semana me gastaba mi sueldo disfrutando de los chicos de la ciudad (con los que es más fácil ligar y divertirse que con los de mi cerrado pueblo). Era un matrimonio con dos hijos, uno un año mayor que yo y el otro un año menor. A mí me parecían ambos
bastante atractivos, por lo que, ni que decir tiene que, al poco de entrar en la casa y gracias a mis coqueteos, comencé a recibir las visitas nocturnas de ambos. Al principio eran visitas esporádicas pero poco a poco comenzaron a venir todas las noches, hasta el punto que llegaron a coincidir en mi dormitorio y comenzaron a discutir entre ellos para ver a quién le tocaba follarme. A mi me apetecía seguir con ambos pues los dos estaban muy bien dotados, el menor con una picha de tamaño normal aunque muy gorda y el mayor con una verdaderamente larga, las dos eran muy duritas y con su fogosidad me hacían alcanzar el éxtasis.
Acabé proponiéndoles que uno se metiera en la cama conmigo en cuanto sus padres se acostaran y que el otro vendría por la mañana al amanecer. Tras más de un año a ese ritmo, por el día me encontraba agotada pero mi coño estaba muy satisfecho.
Los fines de semana recibía sesión extra, especialmente cuando sus padres estaban fuera (lo que ocurría con mucha frecuencia) pues, además de los tíos que me ligaba en las discotecas, algunos amigos de los chicos también se aprovecharon de lo generosa que yo era abriéndome de piernas y tuve el honor de poder desvirgar a varios de sus amigos.
Un fin de semana que estábamos solos en la casa, los dos hermanos organizaron una fiesta con otros nueve amigotes, en la que fui la protagonista. Tras beber bastante alcohol, y yo divertida bailando a tope y excitando a todos (yo era la única chica), hicieron un concurso de pichas en el que yo era el jurado. Ganaría el que tuviera la mejor picha, debía otorgarles la puntuación considerando su tamaño, su dureza, su olor y su sabor. Me metí en una habitación y fueron pasando uno a uno mientras yo valoraba sus atributos. La verdad es que lo tuve difícil pues todas me gustaban, eran pichas jovencitas y se ponían duras con muchas facilidad, casi todas se empinaban rápidamente ante mis ojos según les bajaba los pantalones y alguno entró ya empalmado a mi habitación. Aún recuerdo que dos sobrepasaban los veinte centímetros y únicamente una me pareció mucho más pequeña que las demás, por lo que no me pareció nada apetecible y fue a la única a la que descalifiqué en mi puntuación, otorgándole un rotundo suspenso. Aunque debes saber mi amor que, aunque me pareció birriosa en ese momento y en mis numerosas experiencias posteriores solo he conocido a otro chico tan escasamente dotado, su pichilla era algo más grande que la tuya.
Como puedes imaginar el premio fui yo y la picha ganadora fue la primera en descargar su leche dentro de mi coño. Luego fueron pasando uno a uno a mi cama, por el orden mismo en que les había calificado, y recibí una completa ración de pollas en que acabé con el coño totalmente irritado y dolorido pero increíblemente satisfecha. Me inundaron con tanta leche que mi cama y mis piernas acabaron completamente empapadas de semen. Estaba muy divertida siendo la protagonista y al único al que no le dejé penetrarme fue al del pito pequeño, con el que me divertí burlándome de sus atributos delante de los demás, pues con tantas buenas pollas a mi disposición no necesitaba la suya y preferí sacarle diversión siendo un poco perversa, diciéndole que un coño tan bueno como el mío no merecía recibir una picha que suspendía los exámenes, todos nos reímos de él aunque al final, para que no me odiara, le compensé dejándole sobar mis tetas mientras se meneaba su pichita.
Mi estancia en la casa acabó súbitamente el día que la madre me pilló follando con el mayor, por lo que me echó con cajas destempladas.
Como el poco sueldo que recibía me lo gastaba en ropa aparente y en salir a divertirme los fines de semana, me vi en la calle con cuatro perras.
El mismo día que me despidieron y teniendo que buscarme la vida, coqueteé en una discoteca con cuatro estudiantes que compartían piso. No me fue difícil convencerlos para que me dejaran vivir en su piso, aunque como solo tenían cuatro camas y eran jóvenes con pollas deseosas de encontrar agujeros donde descargar sus repletos huevos, me dijeron que si quería tener alojamiento y comida gratis tendría que dormir cada noche con uno de ellos.
Yo acepté pues ninguno me parecía rechazable físicamente y me proporcionaban un sitio donde alojarme, por lo que me pasé un buen tiempo rodando c
ada noche de cama en cama mientras cumplía como una buena inquilina, ordeñándoles hasta dejarles bien vacíos los huevos. Como era prácticamente mi única ocupación diaria, aparte de dejar un poco recogido el apartamento y preparar alguna comida, por la noche yo estaba bastante descansada y podía cumplir fiel y celosamente con mi obligación de satisfacer las necesidades sexuales de cada uno de ellos. Como mi compañía solo les tocaba una noche de cada cuatro y eran jóvenes de mi edad, solían pillarme con unas ganas locas y no se conformaban con una única corrida. Además, eran bastante gallitos, por lo que fardaban entre ellos comentando quién había logrado darme más caña cada vez que les tocaba su turno. Algunas veces alguno intentó metérmela por el culo, y a mí verdaderamente me apetecía probarlo, pero nunca pude rematar la faena ya que me dolía demasiado y les hacía desistir de sus intentos.
Durante ese tiempo me divertí bastante, me llevaba bien con ellos, mis necesidades sexuales estaban bien servidas y disponía de comida y cama caliente, aunque eran estudiantes bastante pelados de dinero que ni siquiera podían darme una paga, por lo que no satisfacían mis expectativas de vida.
Ante ello, busqué un nuevo trabajo de empleada de hogar, asegurándome que fuera una familia bien acomodada económicamente.
Los cuatro estudiantes, aunque pesarosos porque les abandonara, me dieron una fiesta de despedida en toda regla y me pasé todo un fin de semana en bolas mamándoles las pollas y dejándoles que descargaran su semen en mis agujeros cuantas veces pudieron, aunque, como te he dicho, manteniendo mi ano virgen.
Encontré trabajo en una casa, en la que duré tan solo cuatro meses, ya que se dieron cuenta de que les sisaba todo el dinerillo que podía y algún que otro objeto del que me encapriché. Al ser despedida me volví unos días al apartamento de los estudiantes (que me recibieron con mucha pasión), hasta que pocos días después volví a encontrar trabajo en otra casa.
Era un matrimonio joven y bien acomodado con una hija pequeña. En seguida logré obtener un jugoso sobresueldo secreto que me entregaba el marido a cambio de hacerle buenos trabajos con mi coño y mi boca. Así estuvimos mucho tiempo hasta que la esposa comenzó a sospechar de mí, por lo que el marido consideró más prudente que me fuera de la casa y me estuvo unos meses pagando el alquiler de un apartamento, en el que pasé a vivir sola, recibiendo sus visitas cada vez que él podía venir a follarme. Cuando él me avisaba de que no podía venir a verme, yo me ocupaba de satisfacer mis necesidades sexuales con mis amigos y con los chicos nuevos que iba conociendo en mis salidas nocturnas. Fueron unos meses de bastante trajín ya que pasaron por mi cama unas cuantas decenas de tíos.
Ese es el apartamento en que vivía cuando me conociste hace un año y del que te dije que pagaba con la pensión que me pasaba mi padre con el que estaba reñida.
Como en esos tiempos estaba viviendo sola y con las necesidades básicas cubiertas, y teniendo ropa sexy y cara que me compraba mi amante, me dediqué a buscar «al hombre de mi vida». El día que llegaste a la discoteca en que nos conocimos, montado en tu nuevo Mercedes, bien vestido y con tu aspecto chulito y de superioridad, me pareciste una buena pieza, por lo que decidí ligarte y ya sabes el resto.
Creo que el único tío que visitó mi apartamento pero no me folló fuiste tú mi amor, pues yo quería mantenerte bien caliente y asegurarme de que me desearas con todas tus ganas. Por otra parte, yo ya era follada todas las veces que me apetecía y tus intentos amorosos eran bastante torpes por lo que no me ponías cachonda como el resto de los tíos.
¿Qué te parece descubrir que no te has casado con una virgencita e independiente hija de abogado sino con una humilde empleada de hogar bien folladita? ¿Te gusta mi amor?, me preguntó con cara de malicia.
Yo, que la escuchaba asombradísimo, sin casi poder articular palabra, me levanté del suelo y le contesté: eres una hija de puta, una grandísima puta y pienso anular nuestro matrimonio.
Ella pasó a tono enfadado respondiéndome: serás imbécil, te has tomado los cuernos de ayer con Beni y tu sumisión como un inocente juego, pero te tengo cogido por las pelotas. O ¿es que te has olvidado del papel que te he
hecho firmar esta madrugada, en que te humillas reconociendo tu inferioridad y que aceptas ser mi cornudo? Si intentas dejarme o desobedecerme en lo más mínimo, todos tus conocidos tendrán copias de dicho papel. No podrás soportar la vergüenza ante tu familia, vecinos y amigos y supongo que tus clientes también te abandonarán en cuanto conozcan «tus confesiones»; además supongo que la donación de tus bienes que me hiciste será válida. Tendrás que huir donde nadie te conozca y estarás sólo y arruinado. ¿Vas a lograr vivir de tu asquerosa pichita al igual que yo he vivido de mi coño?, no me hagas reír. ¿Te enteras maricón?
Continuó diciendo: ahora, como no me ha gustado nada tu falta de respeto, te concedo dos minutos para que te lo pienses. Puedes irte y atenerte a las consecuencias o puedes pedirme perdón de rodillas y suplicarme que te perdone.
Yo sentía debilidad en mis piernas y notaba sudores fríos. Me di cuenta de que no tenía opciones, estaba verdaderamente atrapado por esa arpía con la que me acababa de casar, por lo que me arrodillé ante su silla y quitándole las alpargatas, comencé a besarle los pies y a rogarle que perdonara mis insultos, prometiéndole que sería obediente y no la volvería a disgustar.
Ella sonriendo triunfalmente dijo: muy bien esclavo veo que me has entendido, sigue así pero desnúdate. Yo totalmente vencido, lo hice y me volví a arrodillar basándola y lamiendo los pies que, con el calor del día y al haber estado metidos en alpargatas es esparto, soltaban un penetrante aroma que me comenzó a excitar y provocó una erección.
Sonriente empujó su pie contra mis huevos y me pisó fuertemente, haciéndome bastante daño y dijo: así me gusta cornudo, que demuestres tu inferioridad ante mí, pero no te voy a perdonar tan fácilmente el que me haya llamado puta. Como castigo te prohíbo que te corras en las dos semanas que nos quedan de luna de miel y si me desobedeces atente a las consecuencias.
Ahora, dado que esta noche no va a estar Beni aquí para follarme, quiero que le pidas al botones del hotel que nos trajo las maletas, que venga aquí a nuestra habitación. Nunca he follado con un moreno y me ha parecido que marcaba un paquete verdaderamente grande, me apetece probar si es cierto eso de que los negros la tienen más grande. Dile que eres un inútil que no logras satisfacer sexualmente a tu mujer y que necesita una buena verga dentro. Aunque no creo que ponga ningún reparo, si le ves dudoso, ofrécele dinero para que se folle a tu mujer, ¿comprendido?
Sí mi AMA, le contesté totalmente empalmado, mientras me vestía para ir a cumplir su mandato.
Lo que ocurrió después ya lo contaré otro día.
Como ya sabéis, Mi AMA me ha ordenado que cuente esta historia para que todas las mujeres sepan cómo un hombre con un pito de tan sólo 10 cm puede satisfacer tanto a una mujer. Si tenéis algún comentario os contestaré en mi correo.
Autor: JAVI 10 CM.
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