Conocí a Paula un día de primavera cuando ambos estábamos terminando la escuela secundaria. Yo ya tenía los 19 cumplidos y ella 18. Pelirroja, bastante bonita y con un conjunto de culo y tetas nada despreciables. Al poco tiempo nos pusimos de novios y al mes accedió a tener sexo conmigo. La verdad es que pronto nos fuimos entendiendo cada vez mejor dentro y fuera de la cama, sintiéndonos enamorados. De entrada hubo un acuerdo en que nuestros encuentros sexuales fueran en cualquier sitio menos en su casa; a pesar de que a los tres meses de noviazgo me presentó a sus padres. La madre me recibió muy bien y amablemente, pero el padre no fue demasiado demostrativo. Además me intimidó un poco su presencia física ya que era bastante corpulento y alto. Pero igualmente nunca tuvieron problemas en que visitara a Paula y nos quedáramos charlando hasta tarde ya fuera en la cocina o en la sala.
Hacía ya varios meses que salíamos a todos lados, cogíamos muy bien, yo iba a su casa… en fin, lo que hacen dos novios enamorados. Sin sexo en su casa hasta aquel día que recordaré para siempre. Llegué a casa de mi noviecita y ella estaba sola. Nos sentamos en la sala y de la conversación pasamos a los besos. Más temprano que tarde nos encontramos acariciándonos ya bastante calientes.
-¡Cógeme!, me dijo Pau -¿Aquí? -No, tonto, en mi habitación.
-Digo aquí en tu casa. Nunca lo hicimos y… -Pero ahora me muero de ganas y no me importa nada. ¡Dale, háceme el amor!Y me arrastró a su cuarto donde se pegó a mi cuerpo y empezó a besarme, acariciándome la pija por sobre el pantalón. Realmente estaba muy caliente y yo también, especialmente cuando se puso en cuclillas frente a mí, me bajó el cierre y se puso a chuparme la verga como nunca. Tuve que detenerla para que no me hiciera acabar allí nomás. Nos fuimos desnudando para tirarnos en la cama donde me di un festín succionando sus tetas y esa su tierna conchita que se abría tentadora entre sus piernas. Siempre teniéndola boca arriba la monté para penetrarla despacito primero y con un ritmo más veloz de «mete y saca» luego. Gemíamos de puro placer. Se la enterraba hasta los huevos y ella levantaba bien las piernas para recibirme dentro suyo. Yo me puse con las rodillas algo encogidas y la hacía deslizar sobre mis muslos para clavarla una y otra vez haciendo chasquear mis huevos contra sus nalgas.
Pero de pronto algo me petrificó. Sin que hubiera oído entrar a nadie en la habitación, dos manazas me aferraron por las caderas y cuando intenté incorporarme, las piernas de Paula me hicieron una pinza sobre la espalda mientras me abrazaba aún más fuerte por el cuello.
-¡Soltame…! ¡Suélteme…! dije desesperado.
-Cógeme, mi amor… seguí… no pares, decía ella.
Pero yo lo que quería era zafar porque me daba cuenta que algo no marchaba nada bien con aquellas manos inmovilizándome por la cintura.
Y de repente lo que oí a mis espaldas fue el vozarrón del padre y por poco muero ahí mismo: -Dale, seguí cogiéndola, que yo te voy a devolver lo que le das a mi hija… -¿Qué hace? ¡Suélteme! ¿Está loco? -Dale mi amor. Cógeme fuerte. No pares… -Paula… por favor, ¿qué pasa? -Nada bebé, cógeme, cógeme… -Si, cógela como yo te voy a coger a vos… putito -Yo no soy puto… suélteme.
Pero no hubo caso. Aprisionado por Paula con una fuerza que le desconocía, sentí como una mano me seguía aferrando en tanto la otra me untaba el culo con una crema o algo viscoso. Y ya un dedo me ganó el agujero para mayor desesperación de mi parte. Mi pija seguía dentro de Paulita, pero se me había aflojado un poco con semejante susto. Ella seguía pidiéndome más y yo quería escapar aunque no podía. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando capté que algo más gordo que un dedo se apoyaba en la entrada de mi culo y me penetraba sin más. El grito que lancé fue ahogado por el abrazo de Paula que me apretó más contra su pecho. Un dolor insoportab
le crecía con cada centímetro que la verga de su padre avanzaba dentro de mí. Mis gritos eran ya solo ronquidos y los ojos se me habían llenado de lágrimas. Me la sacó un poco y volvió a meterla luego de embadurnarme con más crema. Yo ya me sentía perdido y a punto del desmayo. Paula me pedía una y otra vez que no parara de cogerla. Yo estaba dentro de ella y a la vez me estaba violando su propio padre, cogiéndome sin detenerse.
Pero por fortuna el dolor fue menguando y comprobé con cierta culpa que mi verga se había endurecido de una manera que parecía explotaría en cualquier momento. Las palabras de Pau susurraban en mi oído: -¡Ay, papito!, cómo se te puso y ¡lo gruesota que la siento…! Cógeme con «eso», ¡¡¡cogéme!!!Y para colmo su padre también estaba como en trance a mis espaldas: -¡Uf, nenito…! Qué culito apretado que tenés. Me vas a hacer acabar, putito… nunca me cogí un culito así…Entonces… para qué negarlo. Empecé a experimentar placer. Un placer que mi mente pretendió ignorar, pero que me dominó como una borrachera.
Lentamente comencé a moverme de nuevo dentro de mi novia con la pija como garrote, mientras su padre seguía mis movimientos sin dejar escapar su vergota de mi maltrecho culo. Sentía que cuando acabara soltaríamos litros de leche. Sentía, sentía… mi pija clavada en Paula y la de su padre en mí. E increíblemente ya no solo era el placer de sentir mi miembro apretado en la maravillosa conchita de Paula, sino también el ir y venir de esa otra verga extraña por mi ojete ya bien abierto… aunque me cuidara para no demostrarlo. Pau se aferraba a mí, atenazándome con sus piernas para que mi palote le llegara hasta el fondo mismo de su cuerpo; en tanto las manos de su padre aprisionaban mi cintura dándome golpes de pija que sentía muy adentro. De repente sucedió algo que pareció sincronizado: Mis huevos no aguantaron más y soltaron todita su leche dentro de Paula que se convulsionó en un genial orgasmo… justo cuando la verga de su padre se puso aún más dura, inundándome el culo con su líquido viscoso. Fue algo increíble. Entonces y solo entonces el tipo me la sacó y se fue sin decir palabra.
Yo me aflojé y comencé a llorar mientras Pau me abrazaba y acariciaba en un gesto casi maternal.
-Perdóname mi amor, perdóname si te hicimos doler. El no me obligó. Solo me lo propuso y yo me calenté tanto cuando lo hizo que solo pensé en nosotros tres hasta hoy. Te amo… sos mío… mi hombre a pesar de lo que pasó.
Solo prométeme que no te irás de mí porque te amo. Pensá en eso. No quiero perderte porque sos mi amor y siento que ahora hay algo que nos une aún más. No le dije nada. Me vestí y me fui. Lo único que puedo decir es que no la dejé, pero eso ya forma otra parte de la historia.
Si les gustó el relato de mi vivencia o pasaron por algo similar… espero sus comentarios.
Autor: Claudio claudior78 (arroba) yahoo.com.ar