Después de un rato de delicioso metisaca, un tiempo que me pareció brevísimo que yo hubiera querido prolongar, oí, qué ricura de culo el tuyo, primo. Está más sabroso y rico de lo que imaginaba, ya me estoy viniendo, primo, ya sale mi leche, me provocó una gran alegría haberle proporcionado aquel rato de intenso placer a mi querido primo.
Cuando mis padres me avisaron que mi primo Armando vendría a vivir con nosotros, no supe si ponerme contento o sentirme molesto. El motivo era que la carrera que pretendía estudiar no la había en la Universidad de la ciudad en donde vivía y mis padres, enterados de ello, y le ofrecieron ayuda.
Su nombre era Armando Ríos y sus amigos le decían Armando Líos pues, por su carácter explosivo, su valentía y atrevimiento, era el primero en entrarle a un pleito cuando surgía una discusión en la competencia deportiva, en un encuentro entre grupos de adversarios o por una diferencia en una reunión de compañeros de escuela Yo, que antes vivía en la misma ciudad que él, lo conocía bien y sabía, mejor que nadie, que en el fondo era un muchacho noble, compañero leal y amigo confiable. Sin embargo había un detalle que hacía que mi relación con él no fuera totalmente buena y ese era la broma que, constantemente me acostumbraba hacer y que, aunque yo trataba de no darle importancia me hacía sentir una molesta incomodidad.
Para comprender lo anterior hay que advertir que nuestras características eran totalmente opuestas. Por ejemplo, aunque teníamos la misma edad (él sólo cuatro meses mayor)en lo físico éramos totalmente diferentes, él era alto, 1.82 de estatura, de piel morena clara, pelo negro y unos ojos oscuros que al mirar lo hacían de frente y con un descaro que sentías que penetraba en ti hasta adivinar tus más íntimos pensamientos; yo era de piel blanca, pelo rubio y ojos azules que reflejaban cierta inseguridad y timidez: su cuerpo era, además de complexión atlética y, cuando corría, saltaba o se estiraba levantando los brazos, su cuerpo era una sinfonía de armoniosa exhibición de músculos prominentes o en tensión y sus piernas, brazos y pecho (nunca vi lo demás) estaban cubiertos de una vellosidad que, sin ser exagerada lo hacía lucir sumamente varonil; yo, por el contrario era más bajo de estatura, 1.70, esbelto sin ser flaco, por lo que sin tener huesos salientes, si carecía de músculos voluminosos.
Su voz era grave y potente y la mía suave y calmada y mi cuerpo, salvo la zona pélvica y las axilas, era totalmente lampiño. La broma a la que me refería arriba era que, en el momento más inesperado, cuando platicábamos, ya sea de noche, en el jardín de la casa o durante el día, dentro de ella, me miraba fijamente, me tomaba la cara por debajo de la barba, me levantaba la cabeza (era más alto que yo) y, viéndome a los ojos, me decía: -Primo, qué bonita cara tienes, me gustan tus ojos, tu boca, tu pelo, tu piel, Tú deberías de haber sido mujer. Mi respuesta era siempre de enojo: -No me gusta que me digas eso, primo, siento que me tratas como si fuera marica.
Con el tiempo, me fui acostumbrando a esa broma que, al principio me parecía ofensiva, pero que agradecía que nunca me la dijera delante de los demás, sino únicamente cuando estábamos a solas.
A los quince años de edad, por necesidades de trabajo de mi padre, hubimos de cambiarnos de ciudad y perdí el contacto con él, ahora que teníamos dieciocho volveríamos a encontrarnos.
A pesar de que había una habitación vacía, mis padres acordaron que, para que no se sintiera solo, mi primo durmiera en la misma habitación que yo puesto que había ahí dos camas de las cuales, lógicamente sólo ocupaba yo una, a lo que no me opuse.
Fuimos a recibirlo al aeropuerto, su aspecto me impresionó, a nuestra edad, tres años marcan cambios notables y se lo dije, el opinó lo mismo de mí; y algo importante que descubrí, en ese momento, es que le tenía un gran afecto, cosa que nunca había yo reconocido. Después de los saludos y abrazos de rigor, nos dirigimos a casa, llevamos su maleta a mi habitación y, mientras paladeábamos la deliciosa cena servida por mi madre, conversamos largo rato. Luego nos dispusimos a ir a nuestra habitación.
-Espero que no se desvelen mucho, chicos -dijo mi madre-mañana hay que levantarse temprano porque tengo ya un programa de actividades para agasajar a Armando, como se lo merece, llevándolo a conocer esta ciudad ¿De acuerdo?-Buenas noches -nos despedimos.
Ya en nuestras respectivas camas la plática se alargó recordando los mil incidentes vividos juntos y haciéndonos las confidencias de nuestras recientes aventuras amorosas, hablando de nuestras novias y de nuestras escasas experiencias sexuales, procurando superar cada uno, con su relato, lo que acababa de contar el otro, hasta que se oyó la voz de mi madre que nos gritaba desde su habitación, que estaba junto a la nuestra. —Ya, muchachos, duérmanse, mañana continuarán platicando; se están desvelando y, además, no nos dejan dormir a nosotros.
Nos quedamos callados hasta que oí a mi primo decirme en voz baja.
-Si no tienes sueño, primo, ¿puedo pasarme a tu cama, para platicar un rato más en voz baja? Hay mucho que contar de estos tres años que estuvimos separados.
Sin pronunciar palabra, moví la cabeza en señal de asentimiento y mi primo se levantó de su cama. No llevaba puesta ropa de dormir (yo tampoco la uso) y pude observar su cuerpo mientras caminaba hacia mi cama. El cuerpo de mi primo no era ya el de un muchacho, era ya todo un hombre con una figura estupenda, parecía haber alcanzado ya un grado de madurez física que lo hacía verse espectacular, ese atractivo juego de sus músculos en todas las partes de su cuerpo que parecía haber alcanzado ya su pleno desarrollo. Sentí una gran admiración por él; admiración que hubiera sido envidia si no le hubiera tendido el afecto que acababa de descubrir que le tenía.. Me recorrí hacia un lado para dejarle lugar y, levantando las cobijas se metió a la cama pegándose a mí.
A partir de ese momento empezamos a hablar, muy unidos uno al otro y casi en secreto. Una extraña sensación, semejante a una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo al contacto con el suyo, traté de controlarme y lo primero de lo que se me ocurrió hablar, no sé por qué, fue de aquella broma del pasado.
-¿Te acuerdas, primo, de la frecuente broma que me hacías respecto a mi cara, que supongo te parecía un poco infantil y que en aquel tiempo yo tenía? Ahora ya no podrías decirme lo mismo, he cambiado.
Y mientras hablaba volví a sentir aquella sensación de extraña incomodidad de otros tiempos.
-Ahora mi cara se ha endurecido y creo que luzco más varonil. Sigo siendo lampiño, pero, como dice un amigo, es que tengo la barba cerrada, tan cerrada que no me sale -y reprimí la risa para que mi madre no nos escuchara. -Te equivocas, primo, sigo sintiendo tu piel tierna, dulce y suave como antes y, debo confesarte que, lo digo sin que vayas a ofenderte, me excita sentir en mi piel, la tersura de la tuya.
Sentí una súbita incomodidad que me hizo voltearme de espaldas a él como si quisiera decirle con ello que sus palabras me molestaban y no quería escucharlo y para ocultar el inicio de una erección que no podía controlar.
Mi primo pegó su cuerpo al mío y su pene, con una tremenda erección, quedó colocado en medio de mis nalgas, las palpó acariciándolas y masajeándolas. -¡Qué lindas nalgas tienes primo, tú debiste de ser mujer!—repitió la broma de siempre, haciéndola ahora más atrevida-Lo siento, primo, desde hace mucho, no sé desde cuándo, tengo esa fijación en mi cabeza y mi gran fantasía es poseerte, penetrándote con mi falo que está, como puedes sentir, tremendamente duro por ti, cada vez que te recordaba mientras estabas lejos, ansiaba tenerlo dentro de ti, penetrando en tus entrañas con todo el amor de que soy capaz, porque, te lo aseguro, lo que me motiva no es morbo ni vicio, sino un sentimiento que no logro explicarme, primo, ni lo logro reprimir; he llegado a masturbarme pensando en ti, sin embargo, te quiero y te respeto tanto que nunca haré nada contra tu voluntad, si tú me lo pides, en este momento me levanto y me regreso a mi cama. Como si tratara de impedir la penetración, metí mi mano entre su cuerpo y el mío, quedando entre mis dedos su calientísimo y descomunal falo (largo, grueso y puntiagudo). Sentir esa barra de carne ardiente, palpitando de deseo por penetrar en mí, me perdió y. sin poderme contener, le pregunté en voz baja.
-Espera primo, eso nunca lo he hecho, ¿me prometes que todo lo que pase esta noche en esta cama, quedará entre nosotros y no lo sabrá nadie?—Claro, primo, será nuestro gran secreto. -¿Me lo prometes? insistí.
Como si esa pregunta hubiera sido mi aceptación, sentí sus dedos ensalivados lubricando mi ano, mientras me decía, con sus labios pegados a mi oído, en una tono de alegre regocijo.
-Te lo repito PITO y te lo prometo METO.
Sentí los espasmos de su risa contenida, celebrando, él mismo, su curioso juego de palabras, al tiempo que su glande intentaba penetrar suave, pero firmemente en mi culo, ya en ese momento dispuesto a la penetración.
-Espera, primo, así no —me apresuré a protestar pensando, en mi inexperiencia (nunca lo había hecho) que eran necesarios algunos otros preliminares antes de la penetración.
-Tienes razón, si vamos a hacerlo, hay que hacerlo bien. Y, volteándome boca arriba, levantó mis piernas poniendo mis talones sobre sus hombros y, de un solo empujón metió su dulce, cálida y amorosa herramienta hasta lo más profundo de mis entrañas.
Nunca pensé que, algún día eso me iba a pasar; sobre todo con mi primo y mucho menos llegué a imaginar el enorme placer que invadió todo mi cuerpo, la sensación, pasado el dolor inicial, era de intenso placer, tanto que me hizo exclamar, conteniendo el volumen de mi voz para no gritar: -Así primo, así, métemela toda. Me estás llevando al paraíso. ¡Qué ricura, primo! ¡Qué enorme placer! Tienes una verga deliciosa. Dale duro, empuja, empuja fuerte, primo. Métela toda. Quisiera que no la sacaras nunca. Nunca. Sigue, primo, sigue. Así, no te detengas… Y cooperaba con mis movimientos llenos de entusiasmo y pasión agilizando la penetración.
Después de un rato de delicioso metisaca, un tiempo que me pareció brevísimo y que yo hubiera querido prolongar hasta el infinito, oí, nuevamente en un íntimo secreto dicho entre gemidos acallados, junto a mi oído.
-¡Qué ricura de culo el tuyo, primo! Está más cálido, sabroso y rico de lo que imaginaba! Nunca había penetrado en un culo tan delicioso. Ya me voy a venir, ya me estoy viniendo, primo, ahí van, ya sale mi leche, ya sale y es para ti primo…Tómala ya, ya, yaaaaaaaaaaaaa.
Sentí una felicidad enorme, me provocó una gran alegría haberle proporcionado aquel rato de intenso placer a mi querido primo, porque en ese momento confirmé cuánto lo quería.
Sacó su satisfecha pija de mi satisfecho y recién desvirgado culo, se recostó junto a mí y emitió un profundo suspiro.
-Gracias, primo -me dijo satisfecho.
Mi pene estaba a punto de reventar, lo tomé con mi mano en un movimiento compulsivo y empecé a masturbarme con mucho empeño acelerando poco a poco para calmar mi calentura.
-Espera, primo, me detuvo la mano, es justo que ahora yo corresponda a este generoso regalo que me has hecho.
Se incorporó, poniéndose de rodillas, luego se inclinó y se puso en cuatro, adoptando la posición de perrito y volteando a verme.
-Es todo tuyo, primo -me dijo sonriendo-ponle mucha saliva y hazlo con cuidado. También es mi primera vez…
Extremando las precauciones, primero para no lastimarlo y después para no ser escuchados, previa la ensalivada de rigor, inicié la penetración que me supo a gloria y me elevó a las alturas del máximo placer. Nunca en la vida, con ninguna mujer (relaciones con hombres no había tenido) disfruté del sexo anal como la noche que mi candente tranca penetró, entre los vellos que rodeaban el exquisito ano de mi primo Armando.
Ya satisfechos ambos, permanecimos largo rato, acostados uno junto al otro, en silencio, tomados de la mano. Antes de que se pasara a su cama, le pregunté en secreto, acercando mis labios a su oído..
-¿Vendrás mañana a mi cama, antes de dormir?-Claro que si, primo-y agregó con picardía-, te lo repito PITO y te lo prometo METO, y haciendo un simpático guiño con uno de sus hermosos ojos negros se pasó a su cama a dormir.
Como de costumbre, sus comentarios y críticas, favorables o no, serán bien recibidos.
Autor: Aquel
¿Pareja, Sexo el fin de semana? No pierdas más tiempo entra: http://www.yunu.com/
M excitó tanto que me imaginé que yo era tu. Ojalá tuviera un primo como el tuyo para que me inciara en ese munod homo que me imagino que ha de ser más plcentero que el hetero
Me gustó mucho, es muy exitante y bien escrito. Parece una historia real, aunque hay detalles que me hacen dudar, por lo que no sé, si es una fantasía o si por el contrario, es real y cambiaste un poco los hechos para hacer quedar bien a tu primo. Dudo mucho, que después que te gozó, se haya puesto en 4 patas sin más, tampoco, creo cuando dices que «nunca se te habia pasado por la mente que tu primo te follara» de seguro fantaseaban ambos con eso y sólo falto la oportunidad precisa. Claro esto, son especulaciones mías y tal vez pueda estar equivocado. Felicitaciones y gracias.
me encantó este relato!!!
te felicito.
:)
exelente!!!!!