En la casa de al lado vive mi tía. Hasta hace poco habíamos tenido una relación totalmente normal hasta un día muy señalado. Me pidió que le hiciera un pequeño trabajo de fontanería en su casa.
Tras acopiar lo materiales me dispuse a realizar dicha labor ya que mi mujer, mi hija y mi suegra iban a estar toda la mañana fuera de casa haciendo unas compras. Siempre había sido una mujer muy tímida como la mayoría de las solteras.
Estaba entretenido con mi labor cuando oigo que suena su teléfono móvil y habla con una cuñada. ¡El tema se las traía!. Estaba preocupada porque tenía que ir al ginecólogo y tenía vergüenza porque a su edad no había estado nunca con un hombre.
Al acabar su conversación me dijo que se iba a dar una ducha. Al cabo de un rato me pidió que entrara en el cuarto de baño. Estaba en ropa interior de color negro.
Me preguntó si la consideraba atractiva a lo cual respondí afirmativamente. Al decirle esto me comentó que aunque era vergonzoso para ella debía pedirme un gran favor.
Cuando le pregunté de que se trataba ella me respondió sonrojándose: ¡Que me hagas el amor porque yo nunca….!. Ante la proposición noté casi de forma automática mi erección. No me lo pensé dos veces puesto que mi mujer ya no quería tener sexo de forma asidua.
¡Va a ser a mi manera le susurré al oído!. Empecé besando su nuca y pasando mi lengua sobre sus lóbulos auriculares. Arqueó su cuerpo y suspiró. Seguí bajando y recorriendo lentamente su cuerpo. Cuando llegué al sujetador metí mis manos por debajo del mismo y empecé a masajear sus pechos. ¡Estaba muy excitada!.
Con voz entrecortada y jadeante me dijo: ¡Quítamelo y cómeme las lolas! ¡Así fue!. Quedaron ante mí unas tetas de tamaño normal tirando un poco a grande con los pezones a punto de estallar.
Obedecí y devoré ávidamente sus pechos. Cuando acabé seguí bajando hacia su ombligo. Le metí la punta de mi lengua en el mismo y comenzó a jadear de nuevo.
No aguanté más y fui al grano. Le bajé las bragas y abrí sus piernas. Tenía un sexo rasurado y muy bello. Comencé a comérselo con la maestría que me caracteriza. Mi lengua lo devoraba todo. ¡Clítoris, labios mayores, labios menores!. Hasta perderse en su agujerito. ¡No sé la de veces que se pudo haber corrido!. Estaba tan excitada que llegó un momento que me pidió que la penetrara.
Cuando iba a complacer su petición cogió mi miembro erecto para hacerme una felación. ¡Fue maravillosa!. Por fin la penetré y sentí un ¡ay! salir de sus labios para acto seguido jadear y repetir ¡sigue, sigue! ¡Había desvirgado a una mujer con 58 años!.
Debido a la costumbre le comenté que no me había puesto preservativo. A lo que ella respondió: ¡Fóllame cuanto quieras y a pelo que ya no tengo la regla!. Cabalgué sobre ella una y otra vez hasta que no aguanté más y me corrí dentro. Con una sonrisa pícara exclamó: ¡Que bien follas!.
Al cabo de un rato volví a tener mi polla a punto y volví a repetirle la faena. Ya me había corrido dos veces. Fue un momento al servicio y a la vuelta vino con tubo de vaselina en la mano. ¡Quiero hacerlo una vez más pero por detrás!.
Volví a ponerme a cien ante tal proposición. Untó su ano y luego mi glande. Al meterla ya sentí su calor y empecé a fornicar su culo sin piedad. Tras un buen rato nos corrimos casi al mismo tiempo.
Aquel día fue una auténtica pasada. Lo mejor es que ha venido repitiéndose a menudo con gran satisfacción para mí. ¡Con tías así da gusto!.
Autor: Antonio