Siempre pensé que el sexo era cosa de dos, sobre todo por el tipo de educación que recibí en casa, desde muy jovencita. Cuando me casé, fue con mi esposo, con el que comencé a descubrir lo grandioso que es la intimidad, el juego previo en la pareja, en la búsqueda del placer, hasta alcanzar la cima del goce.
Con Eduardo tuve la oportunidad de tener sexo en situaciones realmente morbosas, que nos condujeron al placer de los dos, como también a disfrutar de maravillosos orgasmos que han hecho que nuestra vida sexual, sea cada día más placentera.
Terminadas nuestras vacaciones en casa de mi familia, regresamos a nuestra casa, y a nuestras labores, pero con un sabor nuevo, un deseo de renovar nuestra intimidad, de probar cosas nuevas. Comenzamos a disfrutar mucho más de nuestra vida en común, lo que hizo que nos sintiéramos más unidos el uno del otro. Era el fin de semana, y un día algo caluroso, así que nos metimos a la piscina, al poco rato salí del agua y me saqué la parte superior para luego colocarme una blusa bastante transparente, que dejaba ver bien mis pechos con sus pezones duritos. Por supuesto que no estábamos solos, estaban allí, unos muchachos solteros, que viven también en el edificio y que Eduardo y yo, en otras ocasiones habíamos notado que se me quedaban mirando como embobados, mientras sus manos discretamente buscaban su entrepierna.
Me tumbé en una reposera junto a mi marido, me coloqué anteojos oscuros, y me puse a observar a los chicos, que dicho sea de paso eran dos muchachos muy guapos. Observaba su nerviosismo y el movimiento de sus manos, mientras le iba describiendo a Eduardo lo que iba ocurriendo. Fue entonces que él metió su mano por debajo de la tela de mi blusa, hasta mi pecho y comenzó a masajearlo, dejando como al descuido, a la vista de aquel par, aquellos dos volcanes que ya anhelaban la boca que calmara su erupción. Los chicos, creyendo que no lo veíamos, sacaron sus penes, para poder masajearse mejor, y ya no pudiendo más con su excitación rompieron en potentes chorros de esperma, como si fuera de competencia, una vez calmados, se tiraron a la piscina, para luego salir y tomar el ascensor de regreso a su departamento.
Eso nos satisfizo a mi marido y a mí, pero aquel juego, había encendido en nosotros el deseo, y aprovechando que ya no quedaba nadie que nos viera, él me pidió que me levantara, que me sacara el bikini y que le chupara su pene que ya estaba bastante grande. Yo así lo hice, me hinqué a su lado y golosamente me llevé aquel caramelote, a mi boca. Con mi lengua comencé a jugar por aquellas venas gruesas, mientras que mi mano tomaba sus testículos apretándolos muy suavemente como si quisiera saber su peso en ese instante.
Engullí todo su miembro y en casa, me comentó: – algo maravilloso ha ocurrido desde que nos fuimos de vacaciones a casa de tu familia, espero que esa magia no termine, se siente bien todo, incluso hemos comenzado a experimentar cosas que antes ni siquiera habíamos pensado hacer, y me parece grandioso. Te quiero mi dulce. Yo me sonreí, pues si que sabía lo que había cambiado en ese viaje, era yo, que descubrí las maravillas del sexo prohibido y tentador.
Pasó el tiempo, y nuestra vida seguía su recién estrenado curso, llena de sorpresas y novedades, que fueron favoreciendo la unión de la pareja. Comenzamos a charlar y a descubrir nuestras fantasías, y una que resultó común a los dos, era la de intentar un trío, compartir la pareja con una tercera persona, que enriqueciera aún más la vida en común, y estuvimos mirando por algún tiempo quien pudiera ser aquella persona, si hombre o mujer, si este o aquel amigo o amiga, y por supuesto si estaríamos dispuestos a participar activamente con la seleccionada, y ella con nosotros. Finalmente por acuerdo mutuo, llegamos a la conclusión, que sería mejor un hombre, pero ¿quién?, mientras tanto nuestra vida siguió su curso.
Cuatro meses después de haber regresado de nuestras vacaciones, recibo un llamado de mi
tía, en donde me comunica que Gaspar, su marido, tenía que hacer un viaje de negocios a nuestra ciudad, y que ya que no conocía la ciudad, si podía indicarle un hotel donde hospedarse durante su estancia. Sin tardanza y sin pensarlo dos veces, le respondí a mi tía, que estaba segura que a mi marido, le encantaría poder alojarlo con nosotros, ya que se llevaban muy bien y que de alguna manera, podríamos agradecer, los hermosos días que nos habían brindado en su estancia. Mi tía me agradeció y me dijo que en dos días estaría Gaspar, llegando a nuestra ciudad, y que quedaba muy tranquila de que estuviera con nosotros.
Cuando Eduardo llegó a casa, le comenté el llamado de mi tía a la oficina, y que le había dicho que no se preocupara que estaríamos encantados de alojar a Gaspar, por el tiempo que fuera necesario, como agradecimiento por sus atenciones con nosotros. El me respondió que estaba muy bien, que yo sabía cuanto le agradaba la compañía del tío, que era muy agradable.
Ya en la cama, dispuesto a descansar de un largo día de trabajo, le dije:
– Amor, ¿Qué te parece el tío Gaspar, para que sea el tercero? – ¿Te parece?, ¿Crees que acepte?, ¿Nos sentiríamos cómodos con él? – Pues todo sería cuestión de preguntar y si está de acuerdo, probar. – Pues sabes no me parece mala idea, todo quedaría en familia, jajajaja – Ya hablaremos de eso con él, pero habrá que ir con cuidado, no lo vaya a tomar a mal siendo tú, su sobrina. – No lo creo, pero ya se irá dando la ocasión de planteárselo.
Un rato después, luego de haber jugado un poco, nos quedamos dormidos.
Por fin llegó el día, Gaspar llegaba a las 10 de la mañana, ese día, mi marido y yo, decidimos tomarlo libre, para enseñarle un poco de nuestra ciudad al tío. Dieron las 10:10, cuando Gaspar salió al recibidor del aeropuerto, y fui yo la que le vi primero, me acerqué rápidamente a él, y le abracé fuerte, en ese momento, me dijo muy quedo al oído:
– Chiquilla como te he extrañado, sólo pensar que te vería me hizo poner malito en el baño del avión.
– Mmmmm, mi vida, no sabes la sorpresa que te tenemos. – ¿Ah sí? – Después te cuento.
En eso se acercó Eduardo, que le dio un fuerte abrazo a Gaspar, la charla de a poco se hizo más fluida y amena, incluso con algún que otro chiste de los dos hombres, riendo los tres de las ocurrencias que se iban dando. También charlamos de cómo nos iba en los negocios y de lo grande y cómodo que era el departamento. Fue una charla tan relajante, que no nos dimos cuenta del tiempo que había pasado, así que después de un rápido y sencillo almuerzo, decidimos tomar un descanso, para luego, salir a cenar a un bar restaurante muy agradable, con lo que estuvo nuestro tío de acuerdo.
A las 8 de la noche, salimos en el auto a dar una vuelta, hasta hacer el tiempo, para la hora en que habíamos reservado y así que Gaspar, fuera ambientándose con la vida nocturna del lugar. Al llegar, nos condujeron a la mesa y ahí pedimos al mozo unas copas de vino, y comenzamos a charlar animosamente, los temas eran varios, un poco de todo. Fue cuando el tío, lo cual nos sorprendió, preguntó cómo iban nuestras relaciones. Hubo un corto silencio, y una vez repuestos, Eduardo le dijo que no podíamos quejarnos, que siempre había algo nuevo que probar y que lo disfrutábamos a pleno, que incluso en ocasiones habíamos sido bastante osados en nuestras aventuras. Entonces yo agregué que para nosotros era muy natural nuestra intimidad y que esto hacía de nuestras relaciones, algo pleno y satisfactorio, que charlábamos mucho de lo que nos gusta y que si las situaciones que experimentábamos eran osadas mucho mejor.
Gaspar quiso saber algo más, si es que no nos molestaba hablar de eso, y le dijimos que no, que no era costumbre nuestra hablar de nuestra vida sexual con nadie, pero que él nos hacía sentir cómodos. Fue entonces que con una mirada cómplice, Eduardo le expresó lo último que habíamos conversado, el de hacer un trío y que estábamos buscando la persona ideal para eso. Le manifestamos que no sabíamos si seríamos capaces de hacerlo, pero que esperábamos algún día realizarlo. A Gaspar se le iluminó el rostro y dijo: – Pues si alguna vez se deciden, y yo estoy cerca, no duden en hab
larme, también a mi me gustaría probarlo, y que mejor que con ustedes, mi familia.
Hicimos silencio, y fue cuando sin esperar más, le dije, me gusta la idea, me da mucho morbo pensar en tenerlos a los dos en la cama, incluso se me ha mojado la tanguita de sólo imaginarlo.
– ¿Quieres decir que te gustaría probar? – La verdad sí. ¿A ti no? – Por supuesto que si, de sólo pensarlo ya cierta parte de mi cuerpo comienza a reaccionar. – Eduardo, ¿y tú que dices? – Si estamos todos de acuerdo, yo encantado.
Los tres sonreímos evidentemente, algo exaltados por la situación que se presentaba. Por supuesto era indudable que los tres estábamos dispuestos a probar y luego de terminar de consumir nuestras copas de vino, pagamos y abordamos el auto rápidamente rumbo al departamento.
Una vez en el edificio, esperando el ascensor, le pregunto a mi marido como se siente, y me responde que lógicamente muy asustado, pero excitado frente a esa nueva experiencia, le di un beso en los labios y le dije yo también lo estoy, pero con deseos de probar. Entramos al departamento, y sin saber muy bien que hacer, ninguno de los tres, Eduardo fue al baño, mientras que Gaspar y yo nos sentamos en el sofá.
– ¿Cómo estás bebé? – Muy excitada y queriendo saber como irá todo, es la primera vez. Aunque ya los conozco a los dos, nunca estuve en esta situación. – Relájate cielo, también será mi primera vez, y cómo se lo que eres entre mis brazos, estoy seguro que lo disfrutaremos mucho. Mi marido salió del baño, nervioso y preguntó: – ¿Y ahora?
Mi marido, comenzó a desvestirme, me sacó el vestido dejándome muy pronto en ropa interior y medias, mientras yo procuraba hacer lo mismo con él. Ambos se acostaron y fue cuando tomé su pene pasando un dedo sobre su cabeza ya húmeda de sus líquidos. La excitación de Gaspar se hacía más evidente, y comenzó a despojarse de su ropa, mientras esperaba el momento en que le llamáramos a participar.
Eduardo y yo, nos dimos en la tarea de disfrutar a pleno de nuestras respectivas caricias y fue cuando introduje su pene en mi boca y llevando un ritmo moderado comencé a chuparlo mientras veía como Gaspar se iba quedando desnudo, notando su sexo en todo su esplendor. Mientras Eduardo alcanzaba mi tanguita y haciéndola a un lado, tocaba mi ya mojada cuevita, que comenzó a masajear lentamente, provocando en mí oleadas de pequeños temblores, con los cuales perdía el ritmo de la chupada que le estaba haciendo a su pene.
Al cabo de unos minutos, en dónde la excitación era aún más evidente, mi marido me terminó de desnudar dejándome sólo las medias puestas, y me preguntó que si quería que él me penetrara primero y luego mi tío, le respondí que sí. Él se reclinó mientras yo me acomodé sobre él introduciendo su pene en mi cuevita mojada y deseosa de sexo, luego mientras lo cabalgaba despacio apretando mis músculos vaginales, llamé a Gaspar y le pedí que introdujera su pene en mi boca. No resultaba fácil la tarea de cabalgar y chupar a la vez, pero a pesar de todo trataba de hacerlo lo mejor posible. Así seguimos mientras que entre gemidos de los tres, tuvimos nuestro primer orgasmo, largo y placentero, pero aunque yo había derramado mis jugos sobre el sexo de mi esposo, ninguno de ellos, había acabado, y nuestros cuerpos pedían más.
Me levanté y mientras chupaba el miembro de Eduardo, Gaspar se colocó detrás de mí, y comenzó a preparar ese agujerito que ya conocía bien y que tantas satisfacciones le había dado. Una vez que estuvo listo, me fue introduciendo su pene, mientras al mismo tiempo yo seguía chupando a mi marido. No pude evitar soltar un leve grito de placer, mientras el pene de Gaspar se iba metiendo cada vez más en mi culo hambriento de caricias.
La excitación de los tres aumentó mucho más y mi respiración se fue haciendo cada vez más entrecortada, hasta que no pude más y nuevamente dejé correr mis jugos, y fue tanto mi placer, que saqué el pene de mi marido de la boca y tomándolo con una de mis manos comencé a masajearlo casi con desesperación, haciendo brotar su preciada lechita sobre mi rostro, mientras que mi tío comenzó a lanzar gritos de placer para culminar expulsando todo su vigor dentro de mi ardiente trasero.
Nuestros cuerpos se relajaron después del esfuerzo reali
zado. Los tres sonreíamos y era evidente que lo ocurrido entre nosotros, había sido delicioso y que todos nos sentíamos contentos de haber tenido la experiencia. Después de unos minutos Eduardo se levantó para ducharse, Gaspar se fue a sentar en el sillón frente a la cama y yo mirándolo con ternura le pregunté: – ¿Te gustó? Él me respondió: – ¡Mucho!, ha sido sensacional. – ¿Te gustaría repetir? – Por supuesto, aún queda mucho por experimentar. – Sabes hoy te sentí mucho más grande dentro de mí.- ¿Te parece que fue poco lo vivido? – Claro que no.
Tener a mis dos amores juntos, fue una experiencia maravillosa y la verdad la disfruté mucho.
Mientras decía esto, me levanté de la cama, me acerqué a los dos, esperando que Eduardo me penetrara por mi trasero, y Gaspar pudiera jugar con mi vagina.
Eduardo no se hizo esperar y sin prisa fue introduciendo su pene en mi culito caliente, mientras que mi tío, comenzó a jugar con mi clítoris que estaba crecido de pasión, para luego ir metiendo un dedo en mi vagina. Yo al borde del éxtasis me abandoné al placer que estaba recibiendo, mientras mis dos amores, hacían todo lo posible por hacerme alcanzar la gloria.
Gaspar loco de pasión, metió su rostro en mi entrepierna y con su lengua comenzó a invadir mi agujero que pleno de excitación, comenzó a temblar y a derramar sus jugos llenando su boca, mientras mi marido lanzaba quejidos de placer. No pudimos más y rompimos en un triple orgasmo, mientras nuestros jugos se mezclaban. Terminamos exhaustos, pero satisfechos de haber podido compartir nuestros cuerpos.
La estadía de Gaspar en nuestra casa, duró un mes, y lo que ocurrió después, quizás se los cuente más adelante, pero ya se pueden ir imaginando que lo disfrutamos mucho, y que cada vez nos fuimos haciendo más unidos.
Autor: Gaby creativa
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