Soy una chica colombiana, de 24 años, morena y bajita, que habita desde hace unos años en España, y voy a contaros una historia que me pasó
Un día, estaba yo mirando por la ventana, cuando vi a una de mis vecinas de enfrente, una chica pelirroja de unos 26 años de edad. Nunca antes me había fijado en ella, me la había cruzado por la calle varias veces, pero nunca me había fijado en ella como en ese momento.
Ella iba con un top rojo, muy sugerente, y una minifalda negra, tan mini, que parecía un cinturón ancho. En ese momento me pareció muy guapa, la persona más guapa del mundo, y eso que yo soy heterosexual.
La seguí con la mirada durante todo el trayecto mientras pude. Cruzó una o dos calles, y se perdió de vista al girar a la derecha por una callejuela muy estrecha. Hasta ese momento, todos los hombres que se cruzaron con ella se quedaron embobados mirándola. Todos, sin excepción alguna.
Desde ese momento, estuve pensando en ella. Pasaron unas dos o tres horas, y no sabía qué podía hacer para sacármela de la cabeza. Pensaba que eso no podía ser posible, si me gustan los chicos, no podía ser que una chica me haya cautivado tanto.
De repente, me dio por volver a mirar por la ventana, y la casualidad hizo que la volviera a ver. Allí estaba ella, cruzando la calle con su top rojo y su minifalda negra, volviendo para casa. Me dieron ganas de salir al rellano para esperarla y hablar con ella, pero no quería que se diera cuenta de que me había fijado tanto en ella.
Pasada una media hora, me armé de valor, y fui a llamarla a su casa, para comprobar si de verdad era tan guapa y tenía una figura tan perfecta como me pareció por la ventana.
Salí de casa, y, sin cerrar la puerta, me acerqué a la suya. Ella vivía justo en frente, en la puerta que daba de cara a mi puerta, así que no era necesario cerrar la puerta, pues sólo quería hablar con ella, poniéndole cualquier excusa, y volver rápido para casa.
Llamé al timbre, y allí estaba ella, abriéndome la puerta. Todavía llevaba el top rojo, apretándole las tetas de forma que parecía que se le iban a salir. No llevaba sujetador, pues el top era de cuello abierto, y se le habría visto, y me fijé en que tenía los pezones erectos, se le marcaban mucho en el top. Además, iba enseñando el ombligo, y la minifalda apenas le tapaba nada.
Le pedí un poco de sal, con la excusa de que se me había acabado, y en este momento están las tiendas cerradas (eran ya las nueve de la noche).
Ella me invitó a pasar, y yo le dije que no podía estar mucho tiempo, ya que estaba esperando visita para cenar. Pese a todo, ella me insistió tanto, que cerré la puerta de mi casa, pasé y estuvimos hablando un rato.
Me dijo que se llamaba Sonia, y que trabajaba de secretaria en un gabinete de abogados.
Me trajo un salero pequeño, para que me lo llevara esta noche, y me invitó a tomar algo. Yo le dije que no, que de verdad que no podía, que esperaba visita, pero me insistió tanto nuevamente, que accedí a tomarme un vaso de licor con ella.
Mientras lo tomábamos, estuvimos hablando, con tan mala suerte, que en un momento dado, imitándome a su jefe, le dio un golpe al salero y éste cayó al suelo. Cuando se agachó para cogerlo, me di cuenta de que no llevaba bragas, y le vi todo el coño, de arriba a abajo. En ese momento me excité mucho, y le dije que me tenía que ir, que mi visita debía estar al llegar, y no quería hacerla esperar.
Realmente, me había parecido muy guapa, y tenía un cuerpo perfecto. Y tan excitada como yo estaba, me puse a pensar en ella y empecé a masturbarme. Pensé en esos pezones erectos marcándose en el top, en ese coño sugerente, y en su voz suave. Me imaginé su cuerpo desnudo frente a mi, mirándome… Y cual fue mi sorpresa, cuando al mirar por la ventana del baño, mientras me masturbaba, vi que ella estaba entrando en su ducha, pues la ventana de mi baño daba justo frente a la ventana del suyo.
Creo que me vio, pues sonrió cuando miró de reojo por la ventana. Yo, sonrojada como estaba, ajusté la ventana, intentando disimular, pero seguí mirando, a ver que hacía. Dejó la cortina de la ducha entreabierta mientras se duchaba, y empezó también a masturbarse. Me di cu
enta que de vez en cuando miraba hacia la ventana, sonriendo. Estuvimos las dos masturbándonos así como quince minutos, pasado ese tiempo, ella salió del baño, y yo también.
Al día siguiente, sobre la misma hora de la otra vez, volví a mirar por la ventana, para ver si la veía. Tardó un poco, pero efectivamente, ella estaba saliendo del bloque, para hacer el mismo recorrido que el día anterior. Hoy llevaba un top blanco, y una minifalda roja.
Sobre las nueve de la noche, en cuanto le oí abrir la puerta, fui a buscar el salero, y me dirigí a su puerta para devolvérselo.
Llamé al timbre, pero no contestaba nadie. Insistí, pero seguía sin recibir respuesta alguna. Me daba la vuelta para dirigirme hacia mi piso, cuando oigo que abren la puerta.
Era ella, estaba con el mismo top blanco que llevaba por la tarde, sin sujetador, con los pezones erectos, marcándose sugerentemente en el top, justo como el día anterior, pero ya no llevaba la minifalda, en su lugar llevaba una toalla que le tapaba menos aún.
Le devolví la sal, le di las gracias por ella, y cuando estaba dispuesta a irme, volvió a invitarme a pasar a su piso, diciéndome que se iba a duchar, pero que no le importaba tomar algo antes. Le dije que no hacía falta, que se duchara y que ya tomaríamos algo otro día, pero se negó, volvió a insistir hasta que entré de nuevo.
Para ir rápido, esta vez le pedí un vaso de agua. Estaba dispuesta a bebérmelo rápido, hablar cinco minutos e irme, pues me estaba excitando nuevamente al verla así. Cuando fue a por el agua, la oí tropezar, y cuando llegó con el vaso de agua, vi que tenía todo el top mojado, y se le transparentaba todo.
Ella actuaba como si no hubiera pasado nada, pero yo notaba que me iba excitando más y más. Ella se quitó el top delante mío, enseñándome su cuerpo desnudo, y mientras se lo sacaba me preguntó si lo había pasado bien el día anterior. Le dije que sí, que estuve toda la tarde con la persona que estaba esperando que viniera, y que estuvimos hablando toda la noche.
Ella me dijo que sabía que se refería a eso, que me había visto cuando se duchaba, y que estuve todo ese rato en el baño, masturbándome, y preguntaba si me lo había pasado bien masturbándome.
Yo me sonrojé, y ella me dijo que suponía que sí. Al acabarse de sacar el top, se le cayó la toalla, quedándose completamente desnuda. En ese momento no sabía donde meterme, pero ella me dijo que si tan bien lo había pasado el día anterior, que lo repetiríamos hoy, pero esta vez no estaríamos una en cada baño.
Me llevó a su baño, y se metió en la ducha, dejando esta vez toda la cortina abierta. Me dijo que no tenía por qué avergonzarme, que masturbarse era la cosa más normal del mundo, y empezó a tocarse mientras se enjabonaba.
Yo no sabía qué hacer, no sabía si irme corriendo, si intentar hacer como si no viera nada, o si empezarme a masturbar de nuevo, pues tengo que reconocer que la chica me excitaba, y sus movimientos más aún.
Como vio que yo simplemente estaba sentada en la taza del baño sin hacer nada, salió de la ducha, se acercó un poco a mi, y me tiró agua, mojándome la camiseta que llevaba, haciendo que se me transparentara el sujetador. Luego empezó a tocarse los pechos mientras me miraba a los ojos.
Se me acercó más y más, hasta estar justo delante de mí. Me quitó la camiseta y empezó a tocarme los pechos, por encima del sujetador. Tengo que reconocer que empecé a excitarme más cada vez, y antes de darme cuenta, estaba ella quitándome el sujetador, la falda y las bragas.
Le comenté que parara, que yo era heterosexual, y que me gustaban los chicos, que no quería que ella pensara lo contrario, y me respondió que me callara, que ella tenía novio, pero que era bisexual, y que seguro que yo también, pues vio que me sentía atraída por ella. Entonces pensé que no podía perder nada por probar, y me dejé llevar por la excitación.
Me invitó a pasar a la ducha, y nos duchamos mutuamente. Empezó ella enjabonándome la espalda, mientras me hacia un masaje. Luego me enjabonó los pechos, masajeándomelos como nunca ningún chico lo había hecho. Reconozco que me excit&oacu
te; muchísimo, tanto, que necesitaba tocarla, necesitaba hacerle saber que estaba excitada, necesitaba excitarla a ella también, por lo que empecé a jugar con sus pechos.
Al cabo de un rato así, cuando yo creía que no podía estar más excitada, la mano de ella se deslizó entre mis piernas, tocándome la vagina. Yo ya estaba a cien, y ella lo notaba. Mis manos apretaron fuertemente sus pechos, mientras ella seguía rozándome la vagina con sus dedos.
En ese momento, se agachó, y me pasó la lengua por el clítoris mientras introducía un par de dedos dentro de mi vagina. Yo me sentía completamente excitada, necesitaba hacer algo, gritar, desahogarme, y eso hice, cerré los ojos y me dejé llevar. Empecé a gemir, haciendole notar a Sonia lo bien que lo estaba pasando con ella.
De repente, ella paró de tocarme, y me sentí a morir. Necesitaba seguir, necesitaba esa mano acariciando mi barriga, esos dedos entrando y saliendo de mi, esa lengua succionando mi clítoris. Cuando abrí los ojos, ella estaba ya al lado de la puerta, haciéndome gestos con la mano para que la siguiera. No tenía nada que perder, y necesitaba seguir con lo que estábamos haciendo, puesto que me había quedado a medias.
Ella se dirigió hacia una habitación al otro lado del pasillo. Cuando entré, vi que había una cama de matrimonio, y que Sonia tenía un vibrador en la mano, y una polla de látex en la otra. Mis ojos se abrieron de par en par mientras ella se tumbaba en la cama, ponía en marcha el vibrador y me daba la polla de látex.
La cogí y me tumbé junto a ella, sus labios fueron hacia los míos, su lengua chocó con la mía en un beso, mientras sus dedos frotaban nuevamente mi clítoris. Noté como introducía el vibrador dentro de mi vagina, hasta el fondo, hasta que no pudo introducirlo más, me sentía nuevamente a mil. En ese momento empecé a llevar mi mano hacia su vagina, introduciéndole la polla de látex.
Ella parecía q no estaba cómoda en esa posición, pues se giró, y acabamos haciendo un 69 lésbico, acariciándonos el clítoris con la lengua, mientras nos introducíamos mútuamente el vibrador y la polla de látex por la vagina. Cada vez me notaba más y más excitada, y a juzgar por los gritos que daba ella, parecía que también.
Seguímos sin parar, introduciendo y sacando los aparatos una y otra vez de nuestras vaginas, moviendo nuestras lenguas cada vez a más velocidad, con más dulzura, sintiendo más placer cada vez.
Nuestras manos iban cada vez más y más rápidas introduciendo los aparatos en la vagina, nuestra lengua también, acariciando con ella el clítoris, y con la otra mano ella me metía un dedo en el culo, lo q recibí con aún más placer, por lo que le respondí con el mismo gesto.
A ella parecía que le gustaban las penetraciones anales, dado que cuando le metí el dedo, le noté el ano abierto, y tuve que introducirle dos dedos más para rellenarselo.
Luego, ella sacó su dedo de mi ano, y empezó a pasarme por él la lengua, mientras de vez en cuando me lo besaba. El placer que sentí era indescriptible, imagináos, la vagina llena con un vibrador en marcha, el ano acariciado por una lengua húmeda, y por besos dulces y tiernos, y el clítoris frotado por unos dedos hábiles y precisos. De mi boca no salían más que gemidos y gritos de placer, por lo que no pude seguir con el 69, y me tuve que limitar a seguir introduciéndole la polla de látex por la vagina, y los dedos por el ano.
Finalmente, no pude más, y acabé corriéndome, dejándola impregnada de líquido vaginal. Entonces ella me besó en la boca nuevamente, compartiendo conmigo mis propios flujos. Luego me comentó que no quería quedarse a medias, y que siguiera yo con lo que estaba haciendo, pero ahora se introdujo el vibrador por el coño, y me dijo que quería que le introdujera también la polla de plástico por el ano.
Eso hice, mientras le acariciaba la vagina con mi lengua, y el clítoris, y con la otra mano le rozaba su poco bello púbico, pues se notaba que se depilaba el coño de vez en cuando.
Finalmente, tras un buen rato de esfuerzo con la polla de látex, mi manno y mi lengua, conseguí que se corriera entre gritos de placer.
Deb
o reconocer que nunca nadie me había hecho sentir como me había hecho sentir ella. Fue mi mejor experiencia sexual hasta ese momento, la experiencia en que recibí más placer.
Yo estaba tumbada en la cama sin poder ya moverme, cuando ella se acercó al armario y sacó una polla de látex más larga aún, de esas de dos lados, y empezó a chupar un lado, como si fuera una polla de verdad.
Me introdució el otro lado en la vagina, y empezó a moverlo dentro y fuera. Yo no podía más, me sentía a morir ya, pero me volvía a excitar. Empezaba yo a dejarme llevar, cuando ella paró y se introdujo por la vagina la parte que hace nada estaba chupando, hasta el fondo, hasta que su vagina y la mía se estaban tocando ya, y empezó a moverse, y yo también. Parecía inagotable, y yo ya estaba medio muerta.
Tras un rato de mutuo estudio, su cuerpo y el mío parecían uno solo, moviéndose al mismo ritmo, haciendo penetrar a la vez la doble polla de látex, y claro, cuando estaba introducida completamente en nuestras vaginas a la vez, sus pelos del coño y los míos se tocaban, y eso nos producía más placer aún, así q sin darnos cuenta, estabamos llevando las dos a la vez nuestras manos hacia el clítoris.
En ningún momento dejamos de movernos, mientras nos frotábamos el clítoris, mientras gemíamos de verdadero éxtasis, mientras llegabamos a los límites del placer. Nuestra vagina era penetrada una y otra vez, cada vez de forma más veloz, pues ya nos habíamos habituado al ritmo, y cada vez nos tocábamos entre nosotras al ser penetradas con más fuerza, con más velocidad, y nos sentíamos más la una a la otra.
Yo ya no podía aguantar más, y ella tampoco. Nuestros gemidos de placer se convirtieron en gritos durante cinco minutos más, hasta que al final, casi nos levantábamos las dos de la cama, pidiendo más y más velocidad, más y más polla dentro de nosotras, más y más placer.
Yo intentaba aguantar, no correrme todavía, porque sabía que en cuanto me corriera, dejaría de moverme, y a lo mejor eso le cortaba el orgasmo a ella, y dado que ella era quien me había hecho sentir tanto placer, no quería que se quedara a medias. Ella seguía gritando de placer, como nunca había oido gritar a nadie antes. La cama estaba completamente deshecha, y se movía ya de un lado a otro de la fuerza con la que nos movíamos, con la que nos penetrábamos.
Hasta que al final no pude más, y por suerte para mí, ella tampoco. Nos corrimos nuevamente, y empecé a rezar para que ella no estuviera aún con ganas de más.
Para mi suerte, me dijo que si yo no necesitaba nada más, eso era todo por hoy. Le dije que no, que no podía más, y estuvimos un rato las dos juntas, abrazadas, besándonos y acariciandonos en la cama, confesándonos que nunca ningún chico nos había hecho sentir así.
Después de esta experiencia, al principio quedábamos una o dos veces a la semana para repetirlo, pues por más chicos con los que me acostaba, no había manera de que ninguno consiga llegar ni a la mitad de placer del que me hizo sentir Sonia, y a ella le ocurría lo mismo con su novio.
Desde hace un año y medio, vivimos juntas, y disfrutamos de nuestra bisexualidad cada día, ya sea solas, o acompañadas de uno o dos chicos, pero esas experiencias sexuales os las contaré otro día. O tal vez no…
Autor: colom24na
colom24na ( arroba ) yahoo.es