Estaba un poco cansado y me metí en la ducha para refrescarme en cuerpo y alma. La tarde había dado mucho de sí pero estaba ansioso por ir a la fiesta que las chicas habían preparado.
Me puse lo más guapo que tenía y bajé a la calle donde me esperaba Juan. Pensé en pasar por casa de Marisa para despedirme pero no me hubiera dejado ir sin echarle un polvo antes.
Abajo estaba Juan con un par de botellas que llevaríamos como nuestra aportación a la fiesta. Caminando hacia el metro se lo tuve que contar. Juan flipaba porque aquello que le contaba parecía ciencia-ficción. El no daba crédito y esperaba en esa noche resarcirse de tantos años de virginidad. Me enseñó los condones que había comprado y me dio un par de ellos, esa noche los usaríamos.
Llegamos a la casa de la fiesta. Había más gente de la que esperábamos. Nosotros sólo conocíamos a las cuatro chicas que estaban la noche anterior de marcha, pero estaban tres tías más y cuatro pibes que no habíamos visto en la vida.
Nos presentamos y allí estuvimos escuchando música y bebiendo, la verdad es que aquella fiesta pintaba bien aunque al principio Juan y yo estábamos un poco marginados. Lydia apenas habló conmigo y lo mismo sucedía con Marta, la chica que se había enrollado Juan. Lydia estaba increíble aquella noche, llevaba un vestido corto de tirantes y unas botas militares.
Recuerdo que uno de los tíos le tiraba los trastos, yo al principio pasaba pero llegó un momento en el que me harté y me acerqué a ella. Estábamos los tres de pie y como no sabía cómo meterme en la conversación y mandar a aquel gilipollas a tomar por culo, cogí a Lydia por la cintura y le di un morreo bestial. No sé lo que hizo el pibe o la cara que puso, porque el morreo duró bastante y Lydia en vez de apartarme me abrazó y me metió la lengua hasta el fondo de la boca. Fue una bonita manera de asegurarnos de lo que los dos queríamos, de disfrutar de la fiesta con la tranquilidad de que allí había una chica preciosa que quería estar conmigo.
Después de un par de horas unos cuantos habían desaparecido, entre ellos Marta y Juan. Después nos llegaría el turno a nosotros, Lydia me cogió de la mano y me llevó a una habitación de la casa. Por la decoración supuse que era la de Ana, la chica que hizo la fiesta. Nos tumbamos en la cama y allí estuvimos un largo rato besándonos y magreándonos.
Los dos estábamos muy excitados y yo metí mi mano por debajo del vestido de Lydia, fui bajando hasta encontrar el borde de sus braguitas y escondí dentro mis dedos, comencé a acariciarla. Estaba realmente empapada, llevábamos mucho tiempo jugando y era lógico estar tan caliente. Primero la toqué muy suavemente de arriba abajo.
Ella estaba tan cachonda y concentrada en el placer que ya era incapaz de besarme, cerraba los ojos, retorcía la cabeza y gemía suavemente como si de un sueño erótico se tratara. Luego le abrí los labios y con la yema de los dedos unté de sus propios fluidos toda la vulva, acercándome a su clítoris y jugando con él. Lo apretaba y después lo rozaba, ella estaba gozando mucho.
Entonces pensé en poner en práctica las lecciones de su mamá. Metí la cabeza por debajo de su vestido, aparté las húmedas braguitas y en pocas palabras le hice una buena comida de coño, ¡Joder! Estaba tan mojada que cuando se corrió pensé que se había meado encima. Entonces cogí sus piernas y me las colgué a los hombros y en esa postura me saqué la polla y la embestí hasta dentro. Era mi tercer polvo en el día y tardé bastante en correrme, ella lo hizo varias veces, era una chica de orgasmo fácil.
Me tomó por un experto follador cuando realmente había perdido mi virginidad sólo una semana atrás. Por supuesto no le conté como. La verdad es que fue un polvo difere
nte a lo que había vivido con la madre.
Volvimos al salón y allí se había montado una discusión entre Ana, su novio y un colega. Estaban algo bebidos y la cosa se salió de madre. Lydia intercedió, pero la fiesta se fue a la mierda. Era la una de la noche y Juan y yo estábamos en la calle solos.
Juan al final no folló. La tía era virgen también y se había rajado. Así que os podéis imaginar el humor de Juan, con sus condones impolutos en el bolsillo del pantalón. Como nosotros íbamos un poco borrachillos pensamos en llamar a Marisa y acabar la noche como debíamos. Yo no tenía tanto interés (iba servido), pero Juan lo necesitaba. Entonces nos acercamos a una cabina y llamé a Marisa, que rápidamente cogió el teléfono.
– ¿Diga? – Hola, soy Mateo.
– Hola, ¿Qué tal la fiesta? ¿Ya se ha acabado? – Si, la verdad es que ha sido un poco decepcionante.
– Bueno, pues vente a casa y lo arreglamos.
– Verás, es que estoy con un colega…
– Pues que se venga él también.
– Ya, ya. Pero pensé que podías llamar a alguna amiga de esas que me dijiste.
– Ah… ¡Joder con los niños! ¡Qué rápido aprenden! – Ya… jeje.
– Bueno, vosotros venid aquí, ya lo arreglaré.
– Venga, hasta ahora.
– Adiós.
– Adiós.
Ostias, se avecinaba un gran final de fiesta. Juan estaba emocionado, porque sabía a ciencia cierta que aquella noche follaría por fin. Y los dos de camino a casa de Marisa especulábamos con las supuestas amiguitas de ella.
Llamamos a la puerta y nos abrió Marisa. Yo me la esperaba con un camisón o algo de andar por casa por la hora que era, pero se había vestido de fiesta. No hago mas que repetirlo, pero una tía con su edad estando tan buena le da mil vueltas a la niña más preciosa. Imaginad una tía buenísima, ¿ya?… Pues Marisa estaba todavía más buena, sobre todo aquella noche.
Llevaba una camiseta estilo top con tirantes, un escote precioso, qué tetas. Y una minifalda de escándalo, medias oscuras y zapatos de tacón. Juan la miraba, me miraba a mí y se le saltaba una sonrisa de incredulidad y felicidad total. Por un lado la ensalzo a ella, pero la verdad es que Juan y yo también, aunque fuéramos unos chavales, estábamos muy bien. Vamos, que éramos los guapos del grupo (modestia aparte).
Marisa nos invitó a pasar al salón. Tenía música puesta, sonaban Los Rodríguez. Nos sentamos y sobre la mesa parecía estar todo preparado para una fiestuki, botellas, cubitera, vasos, refrescos… bien montado. Nos estuvimos tomando algo y hablando de la fiesta de la que veníamos, siempre sin revelar la presencia de Lydia, claro. Al poco rato sonó el timbre y Marisa se fue a abrir. Juan me miraba y me decía «no me lo puedo creer, cabrón, esto es increíble».
Aparecieron en el salón dos tías además de Marisa. Tres para dos pensé inmediatamente. La primera parecía mayor que Marisa, unos cuarenta años. Una rubia de pelo corto, aspecto de señora bien, muy delgadita. Vestida de traje de falda, muy seria. Muy pintada, labios muy carnosos, de tetas normal, pero en general estaba muy buena la señora. La primera impresión era que parecía estar fuera de lugar, sobre todo viéndola al lado de Marisa. Tenía pinta de secretaria del director general, algo así, en principio nada lujurioso. Esta se llamaba Clara.
La otra, Eva, era una tía de la misma edad que Marisa, pero aparentaba algo más. Estaba un poco rellenita y no tenía la clase de Clara. Pelo largo rizado negro, blusa y vaqueros. Eso sí, tetas inmensas que se advertían desde el escote de la blusa blanca y por el volumen del sostén de encaje blanco que se transparentaba. De cara muy guapa, pero en ella si se veía mucha lujuria.
Bien, pues allí estábamos los cinco tomando unas copitas. En un principio Juan y yo nos encontrábamos un poco acorralados, éramos el centro. Clara, la más seria, estaba divorciada como Marisa, y Eva se iba a casar en el mes de Octubre, nos contó. La verdad es que Juan y yo parecíamos dos pardillos allí. Cuando la conversación comenzó a ponerse interesante…
Clara, a la que llamaré «la secretaria» por su aspecto, estaba sentada justo enfrente de mí con las piernas cruzadas. Me miraba todo el rato, yo estaba un poco nervioso. En ese momento
me dijo:
– Marisa me ha contado que le comiste el coñito muy bien, y eso que era la primera vez.
– Todo lo que gusta se hace bien.
– Noooooo, no todos los chicos lo hacen bien.
– Pues será un «don».
– Ese es un buen don, no lo pierdas.
Mientras hablábamos, ella se había descruzado las piernas con lo que pude ver su coño, ya que no llevaba ropa interior. Entonces sin ningún reparo se subió un poco la falda y mirándome a la cara comenzó a masturbarse, y me pidió que le contara con detalle como le había comido el coño a Marisa. Y lo hice.
Ella seguía masturbándose, y a mi lado, Juan, no podía creerse todo aquello. Perdió el control y se abalanzó sobre «la secretaria» y delante de todos nosotros la tumbó en el suelo muy violentamente, le desabrochó el traje y la blusa y le empezó a chupar las tetas como un loco, estaba muy excitado. Todos mirábamos lo que estaba pasando, callados. Juan se sacó el miembro, ella lo cogió con la mano y se lo introdujo, se pusieron a follar como locos, gimiendo.
En ese momento, Eva se puso a mi lado, se fue quitando la ropa y vi las tetas más grandes que jamás he visto, increíbles. Ella estaba un poco gordita, pero estaba muy buena, y encima con esas tetas… Estuve a punto de ponerme a chupárselas, pero ella no me dejó y me desabrochó el pantalón, me sacó la polla, que ya la tenía tiesa y empezó a lamerla como si fuera un helado. La chupaba y me miraba a los ojos. Marisa también se puso junto a mí y me tomó una mano para que se la ponérsela entre las piernas, por debajo de la minifalda. Le estaba tocando el coño pero por encima de las medias, no llevaba braguitas esa noche.
Creo que sólo los chicos llevábamos ropa interior. Juan se corrió, estaba eufórico. Y cuando Marisa lo vio le llamó para que fuera a comerle el coño. Juan se levantó del suelo y vino hacia el sofá. Marisa se abrió de piernas y le dijo:
– cómeme el coño por encima de las medias, me pone mucho
Miré al suelo, y allí estaba la secretaria viendo todo el espectáculo masturbándose. Parece que Juan no había acabado de satisfacerla. Yo mientras, estaba en la gloria. La muy puta de Eva la chupaba genial, y se la sacó de la boca y empezó a hacerme una cubana, me dijo «la tienes más grande que mi novio, cariño, quiero que te corras en mis tetas», pero desde el suelo habló «la secretaria» y dijo: «No, no córrete en mi culo», y se dio la vuelta mostrándome la entrada de su culito mientras se pasaba los dedos por el coño y el culo.
Yo que estaba a punto de correrme, me quité a Eva de encima y me fui hacia «la secretaria» para darla por detrás. Ella me dijo que le escupiera en el culo para que le entrara mejor, así que lo hice y le hinqué mi polla en el ojete. Ella gritó no sé si de dolor o de placer, creo que de ambas cosas. Eva se abrió de piernas delante de «la secretaria» para que le comiera el coño mientras yo le daba por el culo. Estaba viviendo una auténtica orgía.
Por otro lado, Marisa ya se había desnudado junto a Juan y le estaba montando en el sofá. Juan yo nos miramos y nos reímos juntos de la situación. Yo noté que ya me iba a ir y comencé a darle muy fuerte a Clara por el culo, muy fuerte, sin parar.
Creo que ella ya no podía ni comerle el coño a la otra por los movimientos y por el placer. Nos corrimos los dos al mismo tiempo y de una manera increíble. Los dos caímos rendidos. Entonces Eva, que se había quedado a medias vino a colocarse sobre mi en forma de 69, y no dejó que mi polla se cayera, me decía «cómeme el coño que me voy a correr en tu cara». Yo le chupaba y lamía el coño como mejor sabía hacerlo. Se puso tan cachonda que se dio la vuelta y se sentó sobre mi cara, yo saque los brazos para jugar con sus grandísimas tetas, y de repente comenzó a temblar con espasmos de placer y se corrió en mi cara llenándome de sus flujos; «bébetelos, ¡bébetelos!» me decía, y claro, yo seguí chupando.
Clara «la secretaria se colocó mi polla en la boca y me la chupaba. Eva se volvió a correr de nuevo, y eso me excitó tanto que yo también le llené la boca a Clara con mi leche. Yo ya no podía más, estaba en el cielo, y creo que ellas también. Al lado, en el sofá, Juan y Ma
risa nos miraban mientras ya se fumaban un cigarrillo. Hicimos lo mismo.
Nos sentamos desnudos a fumarnos un cigarrillo después de la orgía, que no tenía pinta de acabar en aquel momento. Pero eso ya es otra historia. Me alegré por Juan y su pérdida de virginidad.
Vuelvo a recordaros que esto sucedió hace unos años, pero que la situación no ha terminado, aunque lo de aquellos días fue inolvidable.
Seguiré contando cosas de lo que allí sucedió y que me han sucedido con mi vecina favorita,… por cierto, su hija siguió siendo mi novia durante mucho tiempo.
Autor: DiMateo