Les voy a contar una historia real que me pasó hace unos meses con una vecina mía. Primero déjenme que me describa. Tengo 32 años y vivo solo en un apartamento de una gran ciudad. Delante de mi apartamento vive Raquel. Es una mujer de unos 45 años, de cabello pelirrojo, gordita, con un buen par de tetas y un culo que quita el hipo de lo bien puesto que lo tiene. Para su edad está todavía muy bien, y no es extraño ver a los obreros de la construcción mirándola cuando se pasea por la calle. Raquel enviudó hace unos años y desde entonces vive sola.
Desde que llegué aquí, con Raquel siempre hubo un buen entendimiento. Ya los primeros días se presentó y me ayudó a instalarme. Ya saben lo complicado que se vuelve una mudanza. Y desde entonces mantenemos pequeñas charlas siempre que nos encontramos en la escalera, o bien yo le pido a ella algún ingrediente de cocina que se me ha olvidado comprar.
Ya desde hace unos meses que vengo observando que Raquel ha aumentado el número de contactos conmigo. No pasa día sin que me la encuentre por la escalera para entablar una conversación o bien me llame para pedirme algo. Y, para que les voy a engañar, a mí me gusta. Además, veo su cuarto de baño desde mi cocina, y no es raro las veces que la pillo secándose después de una buena ducha o cambiándose. La primera vez que la vi me quedé con la boca abierta.
Solo le vi la parte de arriba de su cuerpo, pero eso me bastó para contemplar sus enormes tetas que me dejaron sin respiración. Fue un instante breve, pero muy impactante. Desde entonces siempre estoy mirando por la ventana de la cocina por si la vuelvo a pillar. Y, también, últimamente se deja la ventana abierta, y pienso que ella sabe que la estoy observando. Debe ser por eso que cuando se cambia o se seca parece que no tiene prisa. Como pueden entender, yo no dejo pasar oportunidad y me hago una paja que siempre llega a ser de campeonato.
Hace unas semanas se me ocurrió una idea perversa. Resulta que la ventana de su habitación da justo a la ventana de mi habitación. Así que pensé en hacerme una señora paja cuando ella estuviera allí. La idea me dio mucho morbo, y me dediqué a observar cuándo podría ser el mejor momento para ello.
Cierto día que sabía que se iría a dormir tarde, esperé hasta ver que encendía la luz. Yo me empecé a desnudar en mi habitación, mientras observaba un espejo puesto estratégicamente para ver qué hacía ella. Vi que ella se fijaba en mí y acto seguido apagaba la luz. Ya la tenía en mi plan. Me fui desvistiendo hasta quedarme en calzoncillos. Entonces me estiré en la cama y me quité la única prenda que me quedaba. Me la empecé a menear suavemente hasta que se me puso recta. Mientras la observaba por el espejo, y pude ver que estaba totalmente fija mirándome.
De repente, vi cómo se quitaba su vestido y se empezaba a tocar. Así seguí hasta que me corrí. Y también la vi a ella cómo se había quitado sus sujetadores y se tocaba. Supuse que también se estaría masturbando, pero no lo pude comprobar. La idea me había gustado, por lo que la puse en práctica otros días. Y en todos ellos, Raquel se acercaba hasta la ventana y empezaba su toqueteo.
Cierto día, Raquel me llamó porque tenía un problema con una lámpara de su casa. Sin pensármelo dos veces me fui a ver qué le pasaba. Y cuando me abrió la puerta me la encontré con una bata muy ajustada y bastante corta. Solo de verla se me puso tiesa. Pasé al comedor y ella me indicó la lámpara que era. Me acercó una escalera y me subí a ver que pasaba. No noté nada, por lo que se lo dije y ella me comentó que lo quería ver. Desde arriba de la escalera le podía ver el escote con ese par de melones que estaban deseando escaparse. Bajé de la escalera y ella se dispuso a subir.
Me pidió que le sujetase la esc
alera para mayor seguridad. Lo hice y ella empezó a subir. A medida que ella iba subiendo, pude ver lo que siempre me había imaginado. La bata era muy corta y cuando estuvo arriba de la escalera pude ver que solo llevaba debajo un tanga minúsculo. Y la visión que tenía era de un fenomenal culo.
Me ladeé un poco para ver su coño, pero estaba tapado por el tanga (aunque no sé qué era mejor si verlo sin el tanga o con él puesto). Me quedé mudo. No supe qué decir. Y noté cómo mi polla se quería salir de mis pantalones, y cómo mis huevos me empezaban a hacer daño de la cantidad de leche que debían estar produciendo.
Raquel bajó de la escalera y notó cómo estaba. Me sonrió y me preguntó si estaba bien. Como pude le dije que sí. Entonces me dijo si me apetecía una copa. Asentí. Ella me invitó a sentarme en el sofá y se fue a por la copa. Se acercó a un mueble que tenía allí y se inclinó a coger las bebidas. Y de nuevo me mostró ese espléndido culo que tiene. Y de nuevo mi polla se puso más dura. Y de tanto ponerse dura, me hacía daño. Ella volvió con dos copas y me dio una. Y acto seguido se sentó a mi lado. Brindamos y me sonrió.
Yo la miraba y no hacía más que pensar que estaba buenísima. De repente, me quitó la copa y la puso encima de la mesita. Y ni corta ni perezosa, me desabrochó el pantalón y me lo bajó. Yo me quedé quieto, sin saber qué hacer. Ella sonreía pícaramente mientras me cogía la polla con su mano. Entonces me miró y me dijo que ya era hora de dejar de hacernos solitarios y pasar a disfrutar los dos. Acercó su cara a la mía y me besó en los labios. El beso fue muy largo y sensual. Mientras su mano me la meneaba con una maestría genial.
Se puso de pie y se quitó la bata que tenía. Y entonces pude ver en todo su esplendor ese pedazo de cuerpo de mujer con sus dos enormes tetas al aire que me dejaron extasiado. El tanga apenas le tapaba nada, cosa que la hacía más sensual. Me cogió de la mano y me puso de pie. Me abrazó y me dijo al oído: «¿verdad que me vas a dar mucho placer?»
Eso me puso a mil y le contesté: «no lo dudes, pero dime ¿qué quieres que te haga?». Ella me contestó: «Quiero que me trates como a una putita a la que le gustaría disfrutar de todos sus agujeritos». La miré a los ojos y le sonreí. Y le dije: «así será». Nos fuimos a su habitación y la acosté en la cama. Entonces me fundí en un beso apasionado donde comprobé que masajeaba su lengua con una maestría que hasta ese momento no conocía. Entonces empecé a acariciar su pechos, a lo que ella respondió con sus pezones poniéndolos duros.
Yo no me lo podía creer, tener ese pedazo de mujer preparada para cualquier cosa que se me ocurriese. Seguí acariciándole sus tetas, mientras seguía trabajándome su boca con mi lengua. Empecé a bajar mi mano hacia abajo siguiendo un suave masaje. Ella me cogió mi polla que ya estaba apunto de reventar y me la empezó a mover en un movimiento lento. Me entretuve jugando con su vello púbico mientras notaba como su cuerpo se iba estirando y relajando a la vez.
Entonces dejé de besarla y me moví para mamarle ese coñito que estaba ya totalmente mojado. Fue una delicia. Primero besé sus labios vaginales, totalmente mojados. Le abrí las piernas y ya tuve una imagen genial. Entonces con mis manos le abrí ese magnífico coño y empecé a chupar. Ella se arqueaba con cada movimiento de mi boca.
Luego pasé a utilizar mi lengua y se la metía cuanto daba de sí. Y para acabar de rematarla, le empecé a acariciar la entrada de ese magnífico culo. Primeramente le acaricié la parte de fuera, y luego me mojé el dedo y se lo fui metiendo dentro. Poco a poco, se lo metía y se lo sacaba, y por los grititos que hacía me daba la impresión que le estaba gustando mucho.
Imaginaos la escena, mi lengua se trabajaba su coñito y con mi dedito le estaba dando por el culo. Aceleré los dos movimientos mientras ella me pedía que parara, que se iba a correr. Pero como mis planes eran que ella tuviese el máximo de placer, seguí los movimientos hasta que definitivamente se corrió. Y después que ella llegase, seguí, pero ella me pi
dió no siguiese porque estaba hipersensible. Paré. Me miró y me dijo que ahora le tocaba a ella.
Me tumbó en la cama con mi polla totalmente tiesa. Entonces me la cogió con una mano mientras que acercaba su boca para hacerme una mamada salvaje. Empezó con una serie de besos y lametones en la punta. Y siguió metiéndose toda mi polla en su boca. Empezó un movimiento de abajo a arriba que me estaba volviendo loco. Fue acelerando poco a poco hasta que en cierto momento dejó de agarrarme mi pene con su mano.
Entonces acercó su mano a la entrada de mi culo, y me hizo lo mismo que yo le había hecho anteriormente. Me metió un dedo. Era la primera vez que me lo hacían, y la verdad es que me gustó. Se notaba que Raquel era toda una profesional en esas lindes. Yo estaba a punto de explotar con esa mamada y con ese ritmo frenético. Y no pude aguantar más y me corrí. Se lo dije, esperando que ella retirara su boca, pero no fue así. Se tragó toda la leche que lanzaba mi polla.
Cuando acabó, levantó su cabeza, me miró y me dijo: «qué buena que está y cuánto tiempo hacía que no la bebía». Noté que todavía tenía su dedito en mi culo, y le dije que si le gustaba. Ella me dijo que al que le tenía que gustar era a mí y que hasta que no tuviera mi polla otra vez en posición me tenía que dejar hacer. Intuí lo que quería y no sabía si me iba a gustar. Pero me gustó.
Con su dedo empezó a meterlo y sacarlo rítmicamente, mientras me iba agrandando mi culito. Eso me estaba volviendo loco. Era la primera vez que me lo hacían y era genial. No tardé nada en tener mi polla otra vez tiesa. Y Raquel me dijo: «vaya, vaya, así que esto te gusta». Yo le respondí: «¿y a ti, te gusta?». A lo que respondió: «¿por qué no lo pruebas más tarde?».
Raquel sacó su dedito de mi culo, y me señalo su coño. Entendí que había llegado la hora de follármela, y eso iba a hacer. Ella se tumbó en la cama y se abrió de piernas. El espectáculo era genial. Su coño estaba chorreando y ella empezó a decirme que la follase como a una puta. Acerqué mi polla a la entrada de su coño y empecé a introducírsela. Su chocho ardía. No me costó nada metérsela toda hasta el final. Ella no hacía más que decirme que siguiese, así que empecé un movimiento de sacarla y meterla.
Al principio despacito, pero cada vez más hasta que la embestía con mucha fuerza. Empecé a decirle cosas como: «vaya puta que estás hecha», «¿quieres más, guarra?» Y a cada frase que le decía, le ponía más cachonda. Paré y le hice una señal para que se pusiese a cuatro patas. Ella obedeció, y me dispuse a romperle ese magnífico culo que tiene. Primero le metí la polla en su coño, en un ritmo acelerado. No paraba de gemir. La muy puta se lo estaba pasando muy bien. Con un dedo, lo metí en su coño para lubrificarlo y se lo empecé a introducir en su culo.
Cuando ella lo notó, empezó a mover el culo para sentirlo más adentro. Eso me encantó, por lo que le metí dos dedos. Ella gritaba de placer. Por eso, saqué mi polla de su coño y me dispuse a clavársela en su culo. Y dicho y hecho. Le puse mi polla en la entrada de su culo y de un movimiento se la metí toda en su culo.
El grito que dio fue fenomenal. Me acerqué a su oído y le dije: «¿quieres más, mi putita?» Su respuesta fue afirmativa, por lo que empecé a follármela por su culo de forma desenfrenada. Ella llegó dando gritos, y yo no pude aguantar más y me corrí. Me debió salir mucha leche, porque la noté como salía de su culo y le resbalaba por la pierna. Saqué la polla y me quedé admirando su culo con ese agujerito totalmente dilatado. Ella se dio la vuelta y se metió la polla en su boca. Me la estuvo chupando hasta que quedó totalmente limpia. Luego nos tumbamos y nos abrazamos.
Esa fue la primera vez de una relación totalmente pasional. Desde entonces conozco la puerta del cielo y del infierno: es la misma y se llama Raquel.
Autor: Manolo