Siguiendo con el recuento de mi vida, dejenme contarles un poco más. Me casé joven (yo de 21 años y mi esposa de 19). Ella siempre ha sido muy fogosa. Le encanta el sexo, pero no se aventura a más allá de lo tradicional, así que aun cuando le he insinuado que nos exhibamos juntos, nunca se ha animado. Por lo que aun cuando mi vida sexual era y sigue siendo satisfactoria, las ganas de exhibirme a las mujeres no ha disminuido (Tal vez es una enfermedad? ;-)
Bueno, continuando con el relato de mi vida, al casarnos tan jovenes (y sin pensarlo bien realmente) pues no teníamos donde vivir, así que en un principio nos mudamos con mis padres, por lo que igual no tuve mucha oportunidad de practicar mi exhibicionismo.
Poco tiempo despúes, mis padres se mudaron a una casa nueva con mis hermanos y nos dejaron la casa vieja a mi esposa y a mi. Era una casa muy grande y los dos trabajabamos, por lo que mi esposa siempre procuró tener a una chica que ayudara con la limpieza.
La primera fue la hija de unos amigos de la familia de mi esposa, que vivian en otro estado. Mandaron a la jovencita con mis suegros porque su mamá estaba enferma y necesitaban dinero, por lo que mi suegra la envió con nosotros,
Era una niña muy bonita de unos 16 o 17 años en ese entonces. Nos ayudaba en la limpieza en general y además también ayudaba en la cocina a mi esposa. En ese entonces mi esposa trabajaba como secretaria en un hotel, por lo que se iba por la mañana y no regresaba hasta la noche. Yo por el contrario iba a casa a la hora de la comida y por la tarde regresaba al trabajo.
Con ella lo unico que pasó es que cuando yo llegaba a casa a comer, mientras ella calentaba la comida yo iba a mi habitación, me quitaba el pantalón, con la verga dura que se notaba a través de la truza y me recostaba un rato, haciendome el dormido. Ella entraba en mi cuarto para despertarme y avisarme que la comida estaba lista. En varias ocasiones se quedaba bastante rato mirándome antes de «depertarme» y también varias veces yo estaba tan excitado que la punta de mi pene salía por la parte superior de la ropa interior. Nunca pasó más alla de eso y al poco tiempo regresó a su lugar de origen.
Por aquel entonces conseguimos una casa más chica para vivir y nos mudamos. Esta casa era de esas antigüas que todavía tenian puertas con cerraduras por las que se puede ver hacia el interior de la habitación.
Mi esposa encontró a otra chica para ayudar en la casa, la cual se quedaba toda la semana y regresaba a su pueblo los fines de semana. Tambien entonces mi esposa fue ascendida en su trabajo, por lo que ahora salía más temprano en la mañana y regresaba más tarde por la noche, dándome tiempo a solas con la muchacha del aseo.
A ella me exhibí varias veces y de diversas formas. La primera vez me metí a bañar y «olvidé» la toalla, por lo que al terminar le grité a la muchacha que por favor me trajera una toalla. Ella tocó la puerta y le dije que pasara. Ella abrió la puerta con cautela, pero al ver que yo seguía atras de la cortina entró de lleno al baño. En eso yo abrí la cortina como si nada y tomé la toalla de sus manos, dándole las gracias. Ella solo se quedó viendo directamente a mi pene (que por cierto estaba completamente erecto), se puso completamente roja y salió lo más rápido que pudo.
En otra ocasion esperé a que se fuera mi esposa, me desnudé y me quedé en la cama haciéndome el dormido, hasta que llegara ella a hacer el aseo de la habitación. Ella como de costumbre abrió la puerta sin tocar y yo con los ojos entrecerrados vi como ella abrió los ojos como platos y salió de inmediato. Ya afuera tocó la puerta y yo hice comoque depertaba, me puse una bata y le dije que pasara.
En una ocasión más después de bañarme regresé a mi habitación a vestirme, pero me quedé desnudo y dejé la puerta abierta. Como el closet con la ropa estaba atrás de la puerta, me quedé ahi de pie y esperé hasta que ella subiera a limpiar el cuarto. Como vió la puerta abierta entró sin pensarlo y me vió de arriba a abajo.
Ya para ese entonces yo creo que ya se estaba acostumbrando a verme desnudo, pues aunque escenas como éstas se repitieron varias veces y ella seguía poniendose roja cada vez, ya no salía corriendo de inmediato ni desviaba la mirada de mi pene. Incluso yo creo que le gustó, pues en más de una ocasión me pareció ver una sombra en la cerradura de la puerta del baño cuando yo estaba terminado de bañarme.
Hasta aquí la segunda parte de mis historias de exhibicionismo. Si les gustó seguiré contandoles más.