Le metí uno de mis dedos en el culo a la mujer, ella gritó como no la había oído gritar lo cual me dio más fuerza para seguir cogiéndomela, embestí con mayor rapidez y fuerza cuando sentí que iba a terminar ya ella había llegado a varios orgasmos antes de acabar. Cuando llegó el momento le llené la vagina de leche que salía por torrentes.
Esta historia fue ya hace algún tiempo, era un domingo a las dos de la madrugada cuando aconteció la historia que les voy a contar. Antes que todo soy Ángel Montilla, vivo en Maracaibo, Venezuela, tengo actualmente veintisiete años de edad, soltero y sin compromiso.
Esta historia comienza cuando visito la agencia de festejos de mi cuñada (la novia de mi hermano), donde mi madre trabaja como cocinera y veo todo el movimiento que se produce en la organización de una fiesta de 15 años. En ese momento me interesó involucrarme en la agencia y le digo a mi mamá y a mi cuñada para trabajar en algunas de las fiestas en las cuales estuvieran escasos de personal. La respuesta no se hizo esperar, el jueves de la siguiente semana (era viernes cuando visité la agencia de festejos) me llaman para trabajar el sábado próximo.
Mi primera labor era para una fiesta en donde se celebraba la boda civil de una pareja, esta comenzaba a las 9:00 p.m. y se extendía hasta las 2:00 a.m. del domingo, generalmente las fiestas contratadas duran cinco horas de extensión temporal.
Mi labor en esta primera oportunidad era la de estar en la puerta del salón atendiendo a la gente que entrara y saliera, así como también coordinar a los conjuntos musicales que se iban a presentar esa noche. Bueno me presento en la agencia a las 7:00 p.m. (los mesoneros y porteros de la agencia se tienen que presentar dos horas antes de cada faena), para coordinar todo lo relativo a la fiesta y sus detalles. Preparar la mesa del buffet, pulir los cubiertos y envolverlos en las servilletas, terminar de adornar las mesas, lavar los vasos y las copas, tener a la mano todo cuanto se pueda necesitar en medio de una fiesta, como cuchillos, saca corchos, pica hielo, destapador de cervezas, etc.
Después de esto los empleados de la agencia (mesoneros, porteros y el que atiende la barra) tenemos que vestirnos para la ocasión, traje negro, camisa blanca y hallaquita negra (el corbatín que se pone con el smoking). Yo no había llevado la hallaquita, así que tuve que recurrir a una táctica que siempre me ha resultado para estos casos: doblo el cuello de la camisa hacia la parte interior de la misma y cuando abotono toda la camisa parece un cuello Mao, deberían probarlo cuando estén en una situación parecida.
Ahhh otro detalle que deben conocer, es que el salón de fiestas queda en un primer piso de un edificio que alberga las oficinas del sindicato de maestros en Maracaibo. O sea que los invitados tienen que subir unas escaleras para llegar al salón de fiestas y bajarlas cuando se quieran retirar.
Todo transcurre con normalidad sale y entra gente, se presentan los grupos musicales, las bellas mujeres se miran ante el espejo, etc. Llega la hora de la retirada y comienza el espectáculo de la bajada de las escaleras. Hombres y mujeres pasados y pasadas de tragos tratando de lidiar con el único modo de retirarse a sus casas, bajar unas escaleras sin pasamanos. A más de uno les dieron risa los resbalones y el cuidado de la gente tomada a la hora de bajar las escaleras.
En ese momento llegan dos señoras de unos 45 ó 50 años de edad que están bastante pasada de tragos y me piden que les ayude a bajar las escaleras, yo con toda la amabilidad y delicadeza del caso les ayudo a bajar las escaleras, estuvieron comentando lo linda que estuvo la fiesta y su organización, además de lo atento que habían sido los empleados de la agencia de festejos.
Cuando llegamos al destino las dos señoras me dan las gracias y la más guapa de las dos me da una propina de 5.000,00 Bolívares (unos 5 dólares para ese momento) y me estampa un beso a la francesa que me deja en una pieza, totalmente sorprendido y hasta excitado.
Me repongo de la propina monetaria y labial para volver a tomar mi puesto en la puerta. En el camino no dejaba de pensar en la excitación que me produjo el beso de una guapa mujer que nunca me conoció y que hasta los momentos no nos hemos vuelto a topar. Ya cuando queda muy poca gente se acerca a la puerta una mujer de unos 40 ó 45 años de edad, de tez morena, con el pelo negro recogido en un peinado que debió costar mucho tiempo realizar. Llevaba un vestido azul oscuro muy ajustado que hacía notar un cuerpo muy bien cuidado el gimnasio y otros tratamientos de bellezas.
A pesar de su edad no llevaba muchas arrugas, pero se hacía notar su transitar por la vida gracias al deterioro que se notaba en sus manos. Cuando llega a la puerta se sorprende de que hay una escalera (como si no la hubiese subido al entrar) y lanza un comentario: .- ¿Será que me tire como tobogán para no caerme? A lo que le contesto:.- Bueno señora esto no es un tobogán, pero con mi ayuda podrá llegar a su destino.
Y ella me responde con una sonrisa de aceptación. A todas estas la excitación se me subía aún más por la situación que se me presentaba. Le ayudo con el centro de mesa que se llevaba, una costumbre muy maracaibera el llevarse la decoración de la mesa para su casa y hasta hacen sorteos para ver quien se la lleva, en una mano y el otro brazo se lo ofrezco para que se apoye a falta de pasamanos.
A la mitad de la escalera se resbala, no sé si fue verdad o intencional, y me pide que la tome de la cintura. Ya el corazón se me salía de la excitación y sólo veía la hora de ver como podía tener sexo con esa mujer mayor que se me presentaba ante mí; mis ojos trataban de descubrir las curvas de su cuerpo, la sensualidad que debe estar debajo de ese vestido azul oscuro, el prominente culo que tenía, y esas tetas, aunque no muy grandes, que se veía que no se le caían. Cuando llevamos tres escalones más abajo lanza el siguiente comentario: .- Oye mi amor si tienes esas manos fuertes.
A lo que le contesto agarrándole el culo: .- Y eso que no has visto nada.
En ese mismo instante su cara adopta una expresión que yo nunca había visto jamás y que después descubrí que era la cara lujuriosa que sólo las mujeres en celo que no han tenido sexo por mucho tiempo ponen cuando quieren acción sexual. Instintivamente doy una revisión visual para ver si nadie nos esta viendo, al ver que no hay moros en la costa me arriesgo a darle un beso como nunca lo había dado en mi vida, ella lo recibe con muchas ganas y siento que me quiere arrancar la garganta.
Mi corazón latía tanto que sentía que se me salía, la mujer daba grititos de placer. Ya en el escritorio, ella me empezó a quitar el saco y a desabotonar la camisa, yo por mi parte trataba de subirle el vestido. En ese momento lanzo mis lentes (sufro de miopía) hacia donde ella tiró mi saco, le bajo el cierre del vestido para descubrir que no lleva ropa interior, ¡Gran sorpresa para mí!, mucho después descubrí que hay mujeres que no usan ropa interior cuando tienen vestidos ajustados para que no se les noten.
En ese instante mi excitación subió muchísimo junto con mi pene que no aguantaba mas, ya cuando me bajó los pantalones con los bóxer que llevaba puesto, término de levantar la falda, y se presenta ante mi una mujer mayor con un cuerpo de sirena tal cual como me lo había imaginado.
En este momento mi boca estaba besando el par de tetas que se me presentaban y una de mis manos estaba explorando en su vagina para descubrir que estaba totalmente mojada. Yo no aguanté más, le abrí las piernas lo más que pude y le introduje el pene con una fuerza descomunal, ella respondió con un gran gemido.
Yo bombeaba con un gran ritmo que sólo una excitación tan grande como la que tenía me podía permitir. Ella sólo gritaba y gemía de placer, su cara era de una puta con ganas de culear, que sólo elevaba mi excitación aún más de lo que podía soportar.
Yo por mi parte hice algo que sólo la excitación del momento me llevó a realizar, le metí uno de mis dedos en el culo a la mujer y en ese instante, aunque hubo un pequeño momento de sorpresa para ella, gritó como no la había oído gritar lo cual me dio más fuerza para seguir cogiéndomela con más fuerzas que antes. Ya nuestros cuerpos estaban llenos de sudor y por terminar la faena sexual que comenzaba minutos atrás.
Embestí con mayor rapidez y fuerza cuando sentí que iba a terminar ya ella había llegado a varios orgasmos antes de acabar. Cuando llegó el momento le llené la vagina de leche que salía por torrentes, como nunca antes lo había sentido. Nosotros dimos un grito de placer y nuestras caras tenían esa expresión de cansancio que una situación como la que acabamos de vivir podía producir.
Nos quedamos unos momentos besándonos y acariciándonos. Nos reponemos de la faena y nos vestimos, asegurándonos cada uno de que el otro esta sin el menor rastro de lo que había pasado. Yo salgo primero para asegurarme que no hay nadie que nos vea, pero me di cuenta de que no tenía los lentes, en el instante salí a buscarlos los encontré me los limpié con un pañuelo que siempre cargo para esas ocasiones, al ver que no hay moros en la costa le hago una señal a ella para que salga. Recogemos las cosas que dejamos en la entrada y nos dirigimos hasta su auto.
En el recorrido le comento lo bien que la pasé con ella haciéndole saber que ha sido el mejor sexo que he tenido, lo cual era cierto, para ver si nos volvemos a reunir y repetir la experiencia. Ella sólo se limita a darme besos en boca y a regalarme una sonrisa de satisfacción, pero mi desesperación crecía a medida que nos acercábamos al estacionamiento en donde estaba su carro, al ver que no me decía nada ni hacía nada al respecto.
Al llegar al auto yo acomodo en el asiento de atrás el centro de mesa y le pregunto si nos podemos ver otro día, para conversar y volver a vivir lo sucedido. Ella sólo enciende el motor del carro y toma su cartera del cual saca un billete de 20.000,00 Bolívares (unos 20 dólares para la época) y me los da, estampándome un beso en la boca y se alejó del salón de fiestas.
Aunque no trabajo más en la agencia de festejos, ya llevo casi un año que no estoy en el negocio, me abrió una puerta que nunca me imaginé que podía existir. El trabajo era mal remunerado y sucedía cosas que sólo en un trabajo mal remunerado pasa. Pero mi retribución era más carnal que monetario así que hacía mi trabajo con mucho gusto, satisfacción, responsabilidad y respeto, lo cual nadie de los empleados comprendía.
Sólo me queda decirles que el escribir esta anécdota sexual me retrotrajo a ese grandioso momento de mi vida que me permitió desde ese momento conocer más a las mujeres y saber que ellas están dispuestas a todo con tal de darles un toque de vitalidad a su rutinaria vida, sobretodo a las mayores que buscan jóvenes para sentir la vitalidad del sexo.
Nos veremos en otro relato.
Autor: Ángel