Cada cual tiene sus fantasías y a mí no me avergüenza reconocer que los sex shops diversual me ponen muy cachondo. Me encanta la variedad de juguetes y artilugios que existen, así que me ayudan a echar a volar la imaginación sobre lo que podría hacer en la cama.
Desde jovencito he vivido de forma muy reprimida mi sexualidad. Fui a un colegio de curas y mi familia era muy conservadora en ese sentido, así que hasta que no me fui a vivir fuera no comprendí de todo lo que me podía aportar una vida sexual abierta y sana.
Conocer chicas en un sexshop
La vida en la gran ciudad ofrece numerosas oportunidades para conocer gente nueva. Además de las apps e Internet, solo con pasear por la calle ya te cruzas con todo tipo de personas. Así es mucho más fácil fantasear. Y tengo controladas todos los sex shops, ya que cada una ofrece productos diferentes.
Cuando estoy aburrido en casa, en lugar de abrir una web porno y cascármela, como hacía antes, me gusta acercarme a un sexshop para imaginar todo lo que haría con esos juguetes. Alguna vez he traspasado los límites de mi timidez preguntando a la dependienta si me recomienda diversos juguetitos, pero ayer di un paso más: me la follé sobre el mostrador.
Siempre que iba a mi sexshop favorita intercambiaba miradas lascivas con esta chica pelirroja. Yo pensaba que formaba parte de su trabajo ser atenta y sensual, pero en realidad se volvía loca por echar un polvo conmigo. Así que ayer cogí una polla de plástico y se la enseñé, haciendo un gesto como que la mía era más grande. No pretendía seducirla con eso, claro, pero sí al menos relajar un poco el ambiente.
El encanto sexual de los sexshops
Quien haya entrado alguna vez en un sex shop sabe que puede parecer un entorno intimidante, pero lógicamente ella estaba acostumbrada. Se mostró interesada ante mi gesto, y es que a toda mujer le intrigan las pollas de más de 20 centímetros. Ella salió de detrás del mostrador y fue directa a tocarme el paquete. Yo no me eché atrás, porque a pesar de mi timidez natural, mi rabo enorme es lo único que me hace sentirme seguro de mí mismo.
Quedó sorprendida de que no fuera un farol y cerró con llave la puerta de la tienda. Yo pensé que cualquiera que entrara quedaría encantado de ver a semejante diosa follando, pero un poco de intimidad tampoco vendría mal. Después de tocarnos con deseo, me bajó los pantalones y se arrodilló para metérsela en la boca. «Le gustan los retos», pensé, pero su habilidad para el deepthroating hizo que me pusiera dura de inmediato.
Creí que me tocaría humedecerla un poco a base de lengüetazos, pero le metí los dedos y chorreaba, así que la subí al mostrador y empecé con unas embestidas rítmicas pero llenas de lujuria. Ella estaba muy caliente y yo disfrutaba con mi nueva versión de macho alfa. Y todo gracias a una polla de plástico…que no utilizamos, por supuesto.