Por fin. Había llegado el momento. Acababa de cumplir los 18 años y había decidido terminar de una vez con esa palabra que preocupa a la mayoría de los chicos de mi edad: mi virginidad. Lo primero que pensé fue en ligarme a alguna chica de mi edad, pero existían dos problemas: primero, no tenía ni idea de cómo echar un buen polvo, y segundo, mi éxito entre las chicas era nulo, porque soy un chaval del montón y por mi extrema timidez.
Evidentemente sólo me quedaba una solución a ambos aspectos y era una profesional. Mi visión ante una puta barata de club de autopista me ponía nervioso, por lo que empecé a buscar en los periódicos de mi ciudad anuncios de prostitutas con piso propio. Curiosamente los mejores los encontré en los diarios más conservadores o de derechas. Uno en concreto llamó mi atención. Decía lo siguiente: «Tania mulata. Recién llegada, cuerpo de escándalo, servicio completo. Tfno. 6…»Tardé tres días en decidirme, pero por fin llamé.
-Sí, ¿dígame? -Ho…hola. Llamaba por su anuncio del periódico X.
-Claro, cariño. Toma nota de la dirección…
Mientras tomaba los datos me di cuenta que me temblaba todo el cuerpo. Intenté tranquilizarme.
-Muy bien. Pues me pasaré esta tarde, si no tienes inconveniente-. (Temblor en el cuerpo. Ligero temblor en mi voz) -Cuando tú quieras. Aquí espero, cariño.
Cuando llegué al edificio observé que era de reciente construcción y que todas las viviendas eran pequeños apartamentos. Llamé al portero automático y, para mi sorpresa, nadie contestó. Se abrió la puerta, entré y subí los escalones. Comencé a temblar no de miedo, sino de puros nervios. Llegué a la puerta, situada en uno de los extremos del pasillo. Respiré hondo y toqué el timbre. Ruido de pasos y la puerta se abrió. Me quedé allí plantado sin saber qué decir ni hacer. La chica, joven, que desde luego era mulata, me invitó a entrar con una expresión sonriente en su cara.
-Pasa, no te quedes ahí.
La miré, la observé y la volví a mirar. Y enseguida comprendí que en su anuncio por palabras se había quedado corta. La hembra que me abrió la puerta tendría veintialgún años. Más o menos 1m 60cm de estatura disimulados por unas sandalias con tacones, cuyas cintas le llegaban hasta media pantorrilla. Sus muslos rellenos le subían en perfecta simetría hasta las caderas y el culo más grandes y anchos que jamás he visto, cubiertos, además, por unos pantaloncitos cortos extremadamente ajustados de color azul claro. Justo encima, su prominente abdomen, con algo de barriguita, ascendía hasta unos enormes, desmesurados y aflanados pechos apenas cubiertos por un top blanco de tirantes y de generoso escote. Su bonito cuello sostenía la cabeza con la cara franca y algo ancha, de prominentes pómulos, sensual boca, labios enormes y carnosos, nariz pequeña y respingona, y grandes ojos negros y rasgados. Su pelo, del color del azabache, lo recogía en una casta cola de caballo.
Mi visión ante semejante diosa de ébano me dejó sin respuesta y boquiabierto sólo acerté a decir: -S…s…sí.
Entré y examiné el apartamento pequeño, nuevo y limpio.
-Me parece, papito, que es tu primera vez, así que te diré los precios y tú me dices lo que quieres. ¿Vale, mi amor? -Vale.- Respondí.
-Mira, una mamadita son 30€. Si sólo follamos, 50€. Y el completo, 70€.
-Creo que me decido por el completo.
-Muy bien, papito. Venga, desnúdate que te voy a lavar y ya verás que gustito. ¿Me pagas ya, cariño? -Sí, claro-. Le pagué.
Me desnudé, fuimos al baño y me lavó los genitales y sus alrededores con dulzura. Cada vez me gustaban más aquellas sensaciones.
-Vamos al dormitorio, papi.
Nos encaminamos a la habitación, donde no había más mobiliario que una silla, una cama y, encima, un desnudo colchón.
-Siéntate, mi amor.
Me senté en la silla y al tene
rla enfrente y ver lo buenorra que estaba, me corrió un escalofrío por la espalda. Me extrañó que, mientras yo estaba en pelota picada, ella, aún estando con poca ropa, no se había quitado ninguna prenda de las anteriormente descritas.
Ahí supe que comenzaba lo bueno. Se puso frente mí, se apoyó en mis muslos, me miró de forma pícara y se inclinó mostrándome gran parte de sus preciosas ubres que peleaban por saltar del minúsculo top. Se arrodilló y me abrió las piernas. Me descapulló la polla con la mano izquierda, se llevó la palma de la mano derecha a los labios, se la lamió mientras me miraba a los ojos y comenzó a pajearme con la mano lubricada, transportándome al Nirvana.
-¿Te gusta, papito? Te la voy a poner durita.- Su acento era inconfundiblemente centroamericano.
-Sssssíiii…
Siguió así unos momentos, pajeándome lentamente. Cerré los ojos y de repente sentí una sensación extraña en el glande. Los volví a abrir y vi que se lo estaba pasando por los labios mientras le daba besos. Después comenzó a refrotarse mi polla por toda su cara y a darse pequeños golpecitos con el amoratado glande. Mientras lo hacía, susurraba: -Ay, mi papi… Qué polla más grande tienes, papito.- Yo sabía que mi polla tiene un tamaño normalito, pero me puso a cien igualmente.
En una de las pasadas del glande por sus labios se lo metió en la boca sin previo aviso y chupó con fuerza. Entre la sorpresa y las guarradas que me estaba haciendo, no pude aguantar más y grité: -¡Ay, mamitaaaaaaah!Después de chupármelo unos momentos, empezó a tragarse el resto de la rígida polla. Me hizo una mamada de ensueño mientras me miraba fijamente a la cara.
Al cabo de un rato, que a mí me pareció corto, paró de chupar.
-Papi, ¿te gustan mis tetas? -¡Joder, sí!Sonrió y se tiró del escote hacia abajo lentamente.
-Pues venga, mi «amorsssito», que te voy a «hacccer» una cubanita.
Sus gigantescos senos saltaron al librarse de su estrecha prisión. Eran un poco caídos debido a su gran peso, con una gran aureola marrón claro y coronados por grandes pezones.
Se echó hacia delante y me aprisionó la polla entre aquellas moles de carne. Se balanceaba hacia atrás y hacia delante con un ritmo lento al principio y más rápido al final. Si seguía así iba a hacer que me corriera. Pero Tania era una gran profesional y justo antes paró. Se puso de pie y yo con ella.
-Vamos a la cama, mi niño.
Yo estaba en una nube y obedecí sin rechistar. Me di cuenta de que no se me quitaba una sonrisa tonta de placer. Tania salió de la habitación y volvió con un preservativo en la mano.
-Túmbate, cariño.
Me tumbé en la cama y vi cómo se quitaba el pantaloncito y me mostraba su enorme y poderoso culo que ocultaba un diminuto tanga hilo blanco.
-¡Espera!- Le dije. Me levanté, me arrodillé a su espalda y le quité la mínima prenda con la boca, dándome el placer de rozar tan fantásticos glúteos con toda mi cara.
A Tania le cogió por sorpresa y mientras reía, me decía: -¡Vaya! Parece que aprendes pronto, papi.-Lo que más me gustó fue el olor a hembra de esa parte del cuerpo. Me tumbó en la cama, me puso el condón y subió a horcajadas sobre mí. Me encantó la visión de su coño rosadito y afeitado.
-Vamos allá, mi amor. Verás qué bien.
Comenzó a bajar lentamente mientras se llevaba la polla a la entrada de su vagina. Después, cuando entró completamente, mis sentimientos se agolparon. Era una sensación desconocida y a la vez conocida. Como si me acariciara la polla con una prenda de terciopelo. Acto seguido empezó a subir y bajar suspirando y jadeando en cada movimiento. Yo, por mi parte, no pude reprimirme. Acaricié y lamí aquellas mamas que se suspendían pesadamente a escasos centímetros de mi cara. Sabían a miel y a chocolate. Tania jadeaba más fuerte. Aquel cúmulo de sensaciones se mezcló en mí. Mis testículos ardían por expulsar el semen retenido durante aquella magnífica sesión y se lo hice saber.
-Vale, papi. Avísame cuando te corras.
A los pocos segundos exclamé.
-¡Ya, mami, ya!
Estaba claro que me aguardaba una sorpresa final y Tania no me decepcionó. En un r&
aacute;pido movimiento se quitó de encima de mí, me quitó el condón, me arrastró hasta el borde de la cama, me puso de pie, ella se arrodilló y comenzó a masturbarme a lo bestia. Yo me negué porque me hacía un poco de daño, pero me abofeteó las manos, me las puso a la espalda y siguió con su acción.
-¡Vamos, papi! ¡Dame tu leccchhhitaaa…!Ahí no aguanté más y exploté en un orgasmo monstruoso. Mi semen empezó a salir a borbotones largos y espesos que ella se esforzaba por recoger con su cara y sus grandiosas y blandas tetas. Con el clímax cerré los ojos y cuando los abrí descubrí que le había llenado la cara con al menos cuatro lefazos pegajosos que goteaban pastosamente encima de sus enormes ubres. Una vez limpios y vestidos no pude dejar de preguntarle por su nombre real y su país de origen. Sonriendo de forma tímida me respondió: -Me llamo Teodora y soy de República Dominicana.
Y jamás lo olvidé.
Autor: Krusty krustophemia (arroba) yahoo.es
Bueno,las dominicanas….fueron mi debilidad entregadas,cariñosas,amables,lo mejor para una primera vez…