Me llamo Daniel, soy un chico de unos 36 años y hasta hace muy poco tiempo sólo había tenido relaciones heterosexuales. Siempre he tenido un buen cuerpo, fibrado y con músculos marcados; me cuido bastante. Tengo el pelo oscuro, ojos marrón claro, gafas y perilla que ya empieza a encanecerse.
La historia comienza una mañana de Agosto. Yo disfrutaba plácidamente de un sueño reparador en mi cama cuando me despertó un ruido atronador. Me recompuse y miré por el ventanal; los vecinos del bloque de enfrente estaban de obras. No daba crédito. Soy fotógrafo profesional y ese mes es el que menos trabajo suelo tener, así que aprovecho al máximo para descansar y dedicarme a mí mismo. Había dos obreros que estaban montando los andamios. El día pintaba de lo más entretenido (nótese cierta ironía); para no desanimarme quería aprovechar el día realizando algunas tareas. Me obligué a limpiar y a recoger un poco la casa. Ordené los armarios, la cocina, tiré trastos viejos, etc. Al llegar el mediodía no tenía muchas ganas de ensuciar la cocina que había dejado impecable, así que pedí un poco de sushi y me lo comí viendo la tele.
Ya bien entrada la tarde me pegué una buena ducha. Mientras estaba bajo el agua me asomé por la ventana y vi como uno de los obreros me miraba disimuladamente. Mi baño también tiene ventanal a la calle con una zona opaca para que no se vea desde fuera pero al estar la obra en un piso superior del edificio y con cierto ángulo; desde el andamio se debía de ver todo. Bien limpio y descansado me puse una película y al terminarse me fui a la cama. Al día siguiente me volvieron a despertar las obras. Lo mejor es que me venía bien, así aprovechaba la mañana. Ese día fui a comprar varias cosas, arreglé una estantería que llevaba bastante tiempo rota y fui a dar un paseo al parque para sacar algunas fotos. Al volver, me metí a la ducha y volvía a estar mirando el mismo obrero. Se le veía bastante atractivo, aunque había una distancia considerable como para estar seguro. Esta vez me recreé en mis movimientos mientras me frotaba el jabón, quería darle un buen espectáculo. Al salir noté que el obrero tenía la mano en el paquete. Aquel jueguecito me estaba poniendo mucho.
Llegó el fin de semana y con él la tranquilidad. Me pase los dos días viendo series y leyendo. El lunes me volví a despertar; realicé algunos recados y llegué temprano a casa. Esa tarde iba con ganas a la ducha para comprobar si el obrero estaría mirando. Abrí el grifo y empezó a correr el agua sobre mi cuerpo. A los pocos minutos comprobé que, efectivamente, me estaba observando. Esta vez no dudé en hacerme notar y que supiera que sabía que me miraba. Comencé a masturbarme frente a la ventana lleno de jabón, el obrero me miraba desconcertado, tenía de nuevo la mano en la entrepierna pero esta vez se sacó su miembro para masturbarse bien. Incluso se tumbó encima de una estructura de madera encima del andamio para estar más cómodo; su polla parecía ser bastante grande desde esa perspectiva. Nos poníamos cachondos mutuamente y disfrutamos ambos de aquella paja en la distancia.
Aquel obrero había conseguido despertar un deseo en mí muy grande en pocos días. Por la tarde, todavía seguía cachondo pensando en ese hombre y en qué podría llegar a pasar. Planeé una estrategia para el día siguiente para ver que nivel alcanzaba aquel juego con la esperanza de poder follar con ese hombretón. A la hora del descanso él se quedaba sólo comiendo en el andamio, justo en frente de mi salón, y su compañero se iba siempre al bar de abajo. Esperé a que llegase tan ansiada hora y ni corto ni perezoso me desnudé y me fui al ventanal. Allí estaba él sin esperar verme así. Me marqué unos movimientos y me puse a cuatro patas dejando a la vista mi culo. Jugaba con mis dedos en mi ano y me incorporaba de vez en cuando para comprobar que se estaba haciendo una buena paja mirándome. Rápidamente, eché las cortinas y por una rendija observaba su reacción. Parecía enfadado, se abrochó los pantalones y se bajó del andamio. No habían pasado ni 3 minutos cuando sonó mi timbre. Abrí la mirilla antes de abrir y como yo había planeado, ahí estaba frente a mi puerta ese obrero. Le abrí y entró malhumorado:
– ¿Qué pasa contigo? ¿Te parece bonito ir provocando así y encima dejarme a medias?
– Sí, me encanta.
– Vas a tener que aprender buenos modales.
– ¿Tú me vas a enseñar?
– Sí, ahora te vas a convertir en mi putita.
– ¿Sí? ¿Qué pasa que vas por la vida de macho dominante?
– … (hizo un gesto de asentimiento mientras sonreía con malicia).
Le dio un golpe fuerte a la puerta, se desnudó rápidamente y me puso de rodillas. Ahora que lo tenía en frente podía afirmar que mi vista no me engañaba. Era un auténtico chulazo madurito. Tendría unos 45 años, super varonil, muy moreno de piel, con un cuerpo esculpido bajo el sol y una polla de unos 23 cm. muy dura y curvada hacia arriba. Estaba bastante fuerte por su trabajo y tenía una barbita de tres días que acrecentaba su hombría. Tenía bastante bello corporal y desprendía un olor a hombre que me ponía muy cachondo. Me cogió las manos y me las puso en su culo, me dijo que abriese la boca y me introdujo aquel falo enorme para que se la chupara. Su culo estaba duro como el acero y me encantaba su tacto mientra le comía la polla con ganas. Sabía salada y a la vez dulce, empezaba a echar líquido preseminal que confirmaba el nivel de excitación que tenía. Era una polla magnífica, oscura, durísima y con una cabeza rosada y grande. Me esmeré bien chupando ese rabo hasta que me paró. No podía aguantar más y me llevó a la encimera de la cocina, me puso a cuatro patas y lubricó mi agujerito con sus dedos mojados en saliva. Sin pausa me introdujo aquella polla que me ardía dentro, estaba muy caliente. Yo no paraba de jadear, apenas se movía y el placer era inmenso. Cuando comenzaron los vaivenes me corrí sin poder remediarlo. ¡Como follaba el hijo de puta!, se notaba su experiencia, la forma de colocarse para llegar más a dentro, sus pausas, todo era una delicia. Llevábamos ya un buen rato y el muy cabrón seguía como nada, aguantaba lo más grande. Me incorporó y me cogió en volandas. Me agarré a su cuello y comenzó a embestirme en el aire como nadie nunca me había hecho, su polla soportaba mi peso perfectamente y con cada embestida me entraba dentro completamente. Tenía muchísima fuerza, lo hacía de forma brusca, salvaje, ¡animal!. La sensación de sus huevos chocando contra mis nalgas, la indiferencia que me mostraba al no mirarme ni pronunciar palabra alguna, y el calor que desprendía su cuerpo fueron suficientes para que me volviese a correr. Era algo inaudito, el placer que me estaba dando superaba lo físico. Me asombraba que él todavía no se hubiese corrido, entonces me sugirió que fuéramos a la cama. Se tumbó y me dio a entender que era mi turno de realizar esfuerzos, así que me coloque encima y me metí su polla de nuevo. Yo sentía la necesidad de sentir su cuerpo y de besarlo pero él me alejaba constantemente y sólo quería follarme duro. Ya estaba harto de esa actitud; así que hice uso de mi fuerza, le inmovilicé los brazos y le comí la boca. El sabor de su lengua era delicioso, aumenté el ritmo y explotó dentro de mí. Su corrida fue tal que al levantarme me salía a chorros del culo. Me dijo que tenía que irse, ya llegaba demasiado tarde. Mientras se vestía en el salón entraba por la puerta su compañero (no se cerraría del todo la puerta con el golpe que había dado):
– José, ¿qué haces aquí? Un vecino te ha visto entrar… ¿quién es…?
– Fede, te lo puedo explicar, este tío me dijo que viniera a mirarle una grieta y… (lo cortó rápidamente)
– No hace falta que te excuses, ¿acaso crees que no lo sé? Te he estado observando mientras te hacías pajas estos días, y ayer subí antes de tiempo y entonces lo confirmé.
– Eso no…, yo…
– Eso no ¿qué? ¿No te he pillado nunca mirándome y mordiéndote el labio? Está todo bastante claro…
– Fede… no le digas a mi mujer… por favor, yo no soy maricón pero…
– Sí que lo eres, y no pasa nada en admitirlo, yo también lo soy…
– ¿Tú, Fede? ¿Desde cuándo…?
– Sí, eso es lo de menos. Estoy muy enfadado contigo José.
– ¿Por qué? No digas nada por favor…
– Que por qué, porque no he sido yo el primer hombre en disfrutar de ese pollón.
– … (se quedó boquiabierto).
– Quítate eso otra vez, que la fiesta acaba de empezar.
Yo estaba atónito. Ahora entendía ese rechazo hacia las muestras de cariño. Yo estaba agotado, pero no podía quedarme fuera de esa fiesta. Cerré bien la puerta y nos dirigimos a mi cama. Fede se desnudó y para sus apenas 20 años, tenía un cuerpo bastante bonito. Un poco marcado, delgadito, de pelo castaño y muy blanco de piel. Su polla mediría no menos de 17cm. José seguía un poco impactado pero Fede y yo lo íbamos a traer de nuevo a la realidad. Con nuestras bocas a la vez le recorrimos cada parte de su tremendo rabo. El entusiasmo que mostraba Fede reflejaba las ganas que había tenido de hacer aquello desde hacía tiempo. Siendo generoso le cedí aquella herramienta para él sólo, que la pudiese degustar como es debido, y yo me fui a mi parte preferida. Me coloqué debajo de las pierna de José y lo apoyé sobre mi cabeza para saborear su culo peludito. Se notaba que era tierra inexplorada, movía mi lengua arriba y abajo y a él parecía encantarle. Su culo era duro, redondo, respingón y su ano era una delicia salada. Una vez quedé satisfecho me volví a unir a Fede. Él quería también comerme a mi la polla, así que para que negarme. La escena era tal que José estaba de rodillas en la cama, yo estaba a cuatro patas disfrutando de aquel nabo gigante y Fede debajo de los dos con la cabeza entre mis piernas chupándomela como un experto, era joven pero su técnica denotaba experiencia.
José se desprendió de complejos y se metió de lleno en la acción. Se tumbó a lo largo y me cogió para colocarme sobre él y poder comerme el culo. Yo me sentía extasiado. Probablemente, mi culo era el primero que estaba comiendo en su vida. Fede sin ni siquiera tener que decirlo se volvió a aferrar con su boca al mástil duro de José. Aquello si que eran unos preliminares. Nuestras pollas estaban a punto de caramelo. Se levantó José y preguntó que quien quería ser el primero, Fede se descartó y confesó que nunca había practicado sexo anal. Con el tamaño que tenía el falo de José era obvio que para una primera vez no sería muy buena experiencia; aunque mi primera vez fue con la polla más grande que me han metido hasta ahora, pero eso es otra historia que ya os he contado. Nos colocamos de tal forma que José me follaba el culo a la vez que yo me comía el culito virgen de Fede. La forma de follarme de José era muy dura; puro sexo por placer. No había estado nunca con un chico tan joven, pero me estaba empezando a gustar mucho, esa ingenuidad y ternura me ponían a mil. Le fui lubricando su agujero y empecé a penetrarlo con mis dedos. Con un dedo todo iba bien, cuando ya metí el segundo notaba la estrechez de su ano. Le pedí que cogiese de la mesilla el bote azul de lubricante y le apliqué una buena cantidad. Poco a poco su agujerito se fue dilatando y empezaba a gemir de gusto. Era hora de desvirgar ese culo con mi polla. José seguía follándome a un ritmo muy fuerte, el muy cabrón no tenía límite.
Con la punta fui haciendo espacio lentamente y la metí poco a poco. José no se quejaba así que todo parecía ir bien, al seguir penetrando hacia dentro Fede empezó a llorar y gritarme que la sacara. El llanto de Fede provocó que José se volviera como loco, me apartó de un empujón y hundió su cara en el culo de Fede. Este gemía como loco mientras todavía le duraba el llanto, unos minutos más tarde José se untó una buena cantidad de lubricante e intentó meter su pollón en el estrecho ano de Fede. Yo los miraba expectante, Fede se quejaba un poco pero para mi sopresa José pudo metérsela hasta dentro. Tardó un poco su ano en dilatarse ante aquel monstruoso pene pero una vez lo hizo, José comenzó a follárselo a base de bien. En un intervalo de cinco minutos Fede se corrió tres veces. No paraba de gemir como un poseso. Se notaba que iba a ser todo un pasivo. Yo no pude parar quieto y sin hacerme notar mucho me unté otro poco de lubricante e intenté metérsela a José a la vez que seguía follándose a Fede. A Jośé le pilló por sorpresa pero inesperadamente mi polla entraba sin problemas, seguramente motivo de su nivel excitación. Su culo ardía, estaba estrecho, me estaba costando mucho no correrme dentro. Formamos un trenecito de lo más pornográfico, aumenté mi ritmo y a José parecía encantarle, sus gemidos parecían ahogar los de Fede. Nos separamos justo a la vez y los dos nos corrimos sobre Fede.
Jamás había tenido una sesión de sexo tan intensa, desde que llegó José hasta que terminamos había pasado una hora. Al mencionar el tema del tiempo que aguantaba José los dos cayeron en la cuenta que tenían que volver a la obra, se asearon, se vistieron rápidamente y se marcharon.
Al día siguiente unos chicos vestidos de verde empezaron a desmontar el andamio, entendí que la obra había sido terminada, y yo me entristecí mucho. Pero al recoger el correo me encontré en mi buzón un sobre que ponía “Para mi putita”. Yo sabía perfectamente de quién era:
“Lo del otro día hay que repetirlo, no puedo creer que todo este tiempo me hubiese estado perdiendo experiencias así.
Muchas gracias por todo, tú has sido mi primero en varios sentidos y eso no lo olvidaré jamás, seguiré practicando con Fede y la próxima vez que nos veamos te daré lo que te mereces”.
Me emocionó su carta, dentro del sobre venía también la tarjeta de su empresa de construcción. A veces, llamo preguntando para pedir presupuesto para ampliar mi dormitorio. Pero esas veces no las contaré.
Buen relato, felicitaciones y buena suerte con José