Ella estaba llegando a su segundo orgasmo y yo al primero, retiré mi pene, la llevé a la tapa del inodoro y apunté a su frente. Fueron tres tiros de leche caliente en su cara. Nunca había hecho eso antes, y había sido estupendo. Si bien, no le gustó a mi tía como terminé, se llevó con gusto mi leche a su boca, y luego se lo tragó, poniéndome la mejor cara de turra posible al hacerlo.
Yo soy Gabriel (nombres alterados para el relato), un hombrecito de 20 años, 1,70 m, 69 Kg., pelo castaño, y con un miembro de 18 x 4,5 (algo decente)
Mi familia (no entra en este relato su participación, pero si en los próximos) está compuesta por mis padres, mi hermana y yo. Somos de Buenos Aires, Argentina.
Estábamos cenando con mi familia, mientras que en la tele salió la noticia de que en algunos países estaban haciendo comidas a base de semen de hombre. Tras esta noticia, todos empezamos a bromear con los tipos de comidas que podían llegar a preparar. Como toda charla, terminó en cualquier otro tema y perdió la gracia. Pero dentro de mí no había terminado.
Esa noche me fui a dormir pensando en que podía llegar a dejar mi leche en cualquier comida mientras que las mujeres podrían degustarlas. Esa idea me comía la cabeza, por lo que tuve que hacerme una frenética paja y así dormir como un angelito.
Los días pasaban y el morbo seguía, más la suma de otros morbos tales como faciales e incestos con la familia.
Un día fui a la casa de uno de mis primos, cosa que hago casualmente una vez cada dos meses. En la casa de mi primo Daniel viven mi tía y mi tío, Daniel y mi prima Jimena. Ese día, mi tía estaba ausente. Había ido a un congreso de psicología (ella es psicóloga) y volvería esa misma noche. Mi prima estaba de vacaciones en la costa con sus amigas, y mi tío estaba con mi tía.
Mi tía Cristina es una mujer de 44 años, rubia, ojos verdes, grandes pechos, delgada, su cola no es su fuerte pero no está nada mal. En un momento de la tarde, paso al baño y observo la delicada bombacha de mi tía, roja y negra, tan delgada que excitaba tan solo verla.
La excitación fue momentánea, y mientras me masturbaba, me surgió la idea de dejar mi leche por algún producto que mi tía usara, ¡que solo ella usara! así es que busqué algún tipo de crema para las arrugas, y mientras pensaba en su culo con esa tanguita, vacié mi leche en el pote de crema y luego lo mezclé un poco con un cotonete.
Al caer la noche, llegó mi tía junto con mi tío. Me invitaron a cenar y a quedarme a dormir, y yo acepté a gusto. Post cena, pude observar la habitación de mi tía desde el pasillo y como ella se aplicaba la crema facial en su rostro, mi lefa en su rostro. Lo que me provocó otra excitación extrema que terminó en una gran paja en el baño.
Ese había sido el gran paso para mi morbosidad familiar.
Al día siguiente, los recuerdos de aquella imagen de mi tía seguían en mi cabeza, pero trataba de no recordarlo para no tener que salir corriendo al baño.
Luego de almorzar, mi tío Javier partió hacia Uruguay donde tenía que confirmar unos negocios de su empresa, y mi tía había llamado a una de sus amigas para tomar un café y charlar sobre la vida cotidiana. Al caer su amiga, esta era una mujer de estatura media, delgada, con rasgos finos, un precioso escote y una potente cadera, bastante provocativa la señora.
Así que decidí dar otro paso más. Incité a mi primo que se vaya a bañar, y le propuse a mi tía, hacer el café para ambas. Ellas aceptaron. Ellas fueron a la sala de estar, mientras que yo puse a calentar el agua, y tomé dos tazas y fui directo al baño de la cocina a dejar gotas de mí en sus respectivos cafés.
Rápidamente, y con abundante excitación, dejé borbotones de leche en cada taza, salí del baño a apagar la hornalla donde calentaba agua y empecé a preparar el café, que serví alegremente diciendo que era una receta que había aprendido de los indígenas en mi tour por Bolivia.
Observaba detalladamente como bebían de las tazas, ambas dijeron que el café estaba delicioso y que tenía un toque de algo que conocían pero no se acordaban bien. A este comentario, mi sonrisa se empezaba a tornar «picaresca», y creo que mi tía percibió que algo había hecho, pero justo bajó mi primo de su baño y terminó ahí la pequeña situación.
Con mi primo salimos a caminar y volvimos para la hora de comer. La Sra. amiga de mi tía se había ido y mi tía estaba preparando la cena. Cenamos y casi ni emití palabras, solo miraba la cara de mi tía pensando de bañarla en semen. Así fue que aproveché que mi primo se fue a dormir temprano para ir al baño y dedicar lo que parecía ser la última paja en casa de mi tía. De golpe se abre la puerta.
Era mi tía que quedó paralizada al verme con el «amigo» en la mano, tan rojo, tan vigoroso. Rápido de mente, le dije que cerrara la puerta, que me ayudara psicológicamente. Ella, atónita, hizo caso. Me le acerqué hasta que mi pene tocase su pancita y le dije al oído si le había gustado el café de hoy, y que en ese café había dejado mi leche para ella. Y llevando su mano a mi miembro, continúe diciéndole que «eso» era lo que provocaba en mí una mujer como ella.
Noté que su respiración se aceleró y que lentamente jalaba mi pene hacia arriba. Respondí a su excitación desabrochando su blusa y quitándole el corpiño. Ella me dijo que lo que estábamos haciendo estaba mal, pero que debido a nuestro grado de excitación, no podíamos volver a atrás, y que todo terminaría esa noche, así que debía aprovecharla a ella al máximo.
La desnudé por completo y bajé hasta su conchita, y comencé a devorarla lentamente. Los leves gemidos de mi tía me ponían a mil, así que apuré un poco el trámite y colando un par de dedos dentro de ella, le regalé un orgasmo.
Ella me dijo que hacía rato que ya mi tío no le regalaba orgasmos orales y que por eso, merecía que ella me devolviese el favor, cosa que había fantaseado hacía rato. Estaba como en el «limbo». Sentir los labios de mi tía succionarme la pija era un sueño. Y más aun cuando retiraba su boca hacia atrás, recorría con sus dientes los costados de mi miembro. Eso me llevaba al máximo.
Pero no pretendía acabar así. La levanté y la incliné sobre el lavabo y haciéndome lugar suavemente comencé la penetración. Primero fue lenta y luego continué acelerando el paso, podía ver la cara de placer de mi tía en el espejo del baño que estaba empezando a empañarse. “Ooohh…, Siiiiiiiii, Gaby, asiii, ¡dame rico! ¡No pares! ¡No pares! ¡No pares!” Nunca había oído a mi tía gemir y tampoco pensé que lo haría de esa manera, como una verdadera gata en celo.
Ella estaba llegando a su segundo orgasmo y yo al primero.”¡Acábame adentro!” me dijo, pero yo no quería. Le pedí eyacularle en su cara a la altura de los ojos. Ella me dijo no, pero creo que la excitó más aun, ya que llegó al orgasmo.
AL darme cuenta, traté de aguantar y retiré mi pene, la tomé de los pelos y la llevé a la tapa del inodoro y apunté a su frente. Fueron tres tiros de leche caliente en su cara. Nunca había hecho eso antes, y había sido estupendo. Si bien, no le gustó a mi tía como terminé, se llevó con gusto mi leche a su boca, y luego se lo tragó, poniéndome la mejor cara de turra posible al hacerlo.
Nos recompusimos, nos limpiamos y fuimos a dormir a nuestras respectivas camas con un gran beso de buenas noches.
A la mañana, debía partir hacia mi casa. Al despedirme, me dijo que la pasó genial y que no tenía sexo así desde hacía años; que estaba invitado a quedarme cada vez que quisiera y que mi madre debería estar orgullosa de tenerme como hijo (algo que me perturbó la cabeza durante mucho tiempo).
Yo le di las gracias, y le dije que debería probar tener sexo con otros hombres si mi tío no la complacía lo suficiente, o hasta con mi primo mismo. Ella se empezó a reír; me dijo que era un pervertido, me dio un golpe en la cola y me dijo adiós.
Este es mi primer relato. Espero que les haya gustado. Cualquier comentario será bienvenido.
muy buen relato ,, muy excitante dino si hay algo despues
Gabriel muy bueno el cuento, espero poder leer los otros que haz referido!
Rafael