Quizás los planes no salieron como yo esperaba, pero el desenlace fue desde mi punto de vista muy grato
En los pirineos los paisajes eran realmente bonitos, con una cantidad importante de vegetación, y altas montañas para hacer mi actividad favorita; senderismo.
Salí de un pequeño poblado, próximo al susodicho pirineo catalán. Esa era la primera vez que salía a hacer senderismo yo solo. Mis planes inicialmente contemplaban un viajecito pequeño, sin retirarme mucho de los núcleos de población, y no solamente por encontrarme solo, sino por ser mi primer viaje a esas montañas.
Me levanté por la mañana a las 7:00, y me dirigí hacia el baño. Cuando me encontré frente al espejo, pude comprobar que la naturaleza había sido amable conmigo, pues además de mi 1,90 de estatura, y mis 85 Kg., mi pelo era rubio como el sol, y mi cuerpo estaba formado por una musculatura de culturista, pues además del senderismo, otra parte importante de mi tiempo lo dedicaba al gimnasio. Mis ojos son verdes como olivas. Bajé mi cara y comprobé que a mis 27 años, mis atributos no estaban nada mal; mi polla mediría los 25 cm. y el grosor era proporcional. Como otras mañanas me levanté con una tremenda erección, seguramente propinada por un sueño erótico.
Después de asearme, me dirigí hacia la habitación del hotel, y miré por la ventana. El cielo estaba despejado, con un sol radiante, nada habitual para el mes de Noviembre. Las perspectivas se tornaron más prometedoras, si cabía la posibilidad. Me vestí y salí para mi excursión.
Los minutos pasaban, mientras caminaba, y poco a poco el día se fue marchando. Visité algunos lagos, y zonas de árboles, observando cada detalle que me sirviera para usarlo de referencia para volver. Acampé para almorzar en un pequeño lago en plena naturaleza, para proseguir mi camino.
Pero el problema no hizo mas que empezar cuando en cuestión de unos minutos, la temperatura del aire bajó radicalmente, que acompañado con una fuerte ventisca, trajo rápidamente nubes de tormenta. Antes de que pudiera reaccionar, comenzó a caer lo que a mi me parecieron unas pequeñas gotas de agua, pero que realmente eran los primeros copos de nieve. Tan rápido como puede, busque una pequeña gruta para resguardarme. Asustado por mi desconocimiento del lugar, solo acerté en llamar por teléfono, y pedir ayuda.
Llamé a mi compañero de trabajo Fernando, que era mi compañero de excursiones en otras ocasiones, pero que no había podido venir en esa ocasión, por estar de viaje en casa de sus padres, enfermos desde hacia algunos meses.
Cuando le intenté describir el lugar la nieve había empezado a cubrirlo todo, y cualquier cosa que le relatase seria inútil para localizarme. Con mi llamada lo único que conseguí fue alertarle de mi situación.
Con dificultad la llamada pudo realizarse, pues la cobertura de mi teléfono móvil, era prácticamente nula. Tras indicarle que poblado fue mi punto de partida, la cobertura se perdió totalmente, y la llamada se cortó. En ese momento recordé haber visto una pequeña casita junto al lago en el cual almorcé. Estaba a tan solo unos 10 minutos de camino. Sin perder un minuto, comencé a caminar rápidamente, antes de que la nieve cubriera el camino.
Cuando llegué al lago, me dirigí rápidamente a la cabaña, que parecía para ese tipo de situaciones. La casa solamente estaba cerrada con un cerrojo de un tamaño desmesurado. Entré y desde dentro, la bloqueé con otro, de menor tamaño. Me giré para divisar el lugar, que parecía estar prácticamente en desuso.
Había una pequeña nevera, con algunos víveres, un armario con mantas, y una cama pequeña, aunque en buenas condiciones.
En una esquina había una chimenea, y junto a ella había madera seca. Rápidamente encendí una hoguera, pues el frío me había calado hasta los huesos rápidamente. Me quité el chubasquero, helado por el viento y la nieve. Me senté frente a la chimenea, y me arropé con una manta.
Giré mi cabeza, y pude ver que la tormenta de nieve iba en aumento, por lo menos desde mi punto de vista. Cuando pasó un rato, encendí una peque&nt
ilde;a radio que había encontrado también dentro del armario. Busque una frecuencia donde dieran noticias y pronto la encontré.
Tras escuchar varias emisoras encontré una frecuencia de una emisora de radio local, perteneciente al pueblo del cual partí. Daban noticias, y entre ellas pude escuchar:
– <….Se ha iniciado la búsqueda de Miguel Sanz Sánchez, perdido en el pirineo catalán hace unas 5 horas. En la búsqueda participan miembros de protección civil, la guardia civil, y voluntarios, aunque las condiciones climáticas amenazan con interrumpir la búsqueda hasta mañana, por la inesperada tormenta de nieve que azota varias comunidades… >.
En ese momento me sentí un poco aliviado, pues mi compañero Fernando había alertado acerca de mi situación.
Afortunadamente, yo me sentía muy bien, y a salvo, aunque un poco asustado por que no me encontrasen, pues la zona era muy extensa. Me acosté e intenté dormir. El viento golpeaba las tejas, y el viento silbaba con furia. Era increíble que el tiempo pudiese cambiar tan rápidamente, pensé.
Perdido en mis pensamientos caí dormido, ayudado por mi cansancio, seguramente. A las 6 de la mañana, desperté, y la hoguera estaba prácticamente extinguida. Eché otro montón de leña para avivarla, y volví a la cama, y volví a dormirme.
A las 10 de la mañana, volví a despertar, me dirigí hacia la ventana y observé el tiempo. Había mejorado considerablemente, y unas pocas nubes, ya sin ser de tormenta, eran lo único que cubrían el sol. Aun así la nieve caída, seguramente perduraría al menos 2 días, o incluso tal vez más. Las horas pasaban, y yo lo único que hacia era rezar para que todo acabase bien. El día se pasaba, yo estaba frente a la chimenea, cuando unos golpes me sacaron de mi aturdimiento. Giré mi cara rápidamente y miré hacia la puerta. En la franja inferior de la puerta, pude ver lo que en apariencia eran unos pies. Me levanté rápidamente y me dirigí hacia la puerta. Cuando la abrí pude ver un hombre de unos 35 años, quizás algo más. Su cabello era moreno, y sus ojos azules oscuros. Respecto a su estatura los 1,95 m. debería alcanzar. De altura, al menos 100 Kg. Sus rasgos eran muy masculinos, típicos de un minero, tal vez un leñador, o un policía, quien sabe.
– ¿Eres Miguel Sanz? -, preguntó el impresionante extraño.
– Si, exacto. ¿Y usted? -, pregunté.
– Soy Francisco, de protección civil -, contestó.
– ¡Gracias a Dios! -, dije sin pensarlo.
La ropa de Francisco era prácticamente como la de un bombero, pero este llevaba un chaquetón, para cubrir su cuerpo, y su cabeza. Aunque el viento había amainado, y la nieve ya no caía, el clima era muy frío. Francisco pasó y se acercó a la hoguera, acercando sus manos para entrar en calor. Yo me quedé tras de él cerrando la puerta.
– ¿No nos vamos de aquí? -, pregunte un poco ansioso.
– Como veras Miguel, es improbable, pues esta casi anocheciendo, y de noche, no podemos intentar regresar -, explicó Francisco.
Un poco resignado, me acerqué y me senté junto a él. Sus manos, que estaban frente al fuego, eran de un tamaño desmesurado, con unos dedos largos, y gruesos. Yo siempre me había fijado en las manos de la gente, y las de ese hombre me atraían sobremanera. Baje mi vista hacia sus piernas, que eran de un tamaño importante, pero muy bien formadas en apariencia. Finalmente, subí mis ojos poco a poco hasta llegar a su paquete, que aparentemente, era más abultado que el mío. Intenté imaginar los atributos de Francisco, pero llegué a la conclusión de que lo que quería era mas bien acariciarlos, incluso masajearlos.
Francisco intentó quitarse el chaquetón, pero en su postura, era difícil. Me levanté y le ayudé a quitárselo. Cuando lo intenté sacar por la mano, pude sentir su fuerza, y su calor. Inmediatamente mi polla respondió a ese calor y fuerzas conjuntas, y tuve una nueva erección. Un poco avergonzado me senté rápidamente, y me cubrí con mis manos.
Francisco me miró de reojo, y sonrió, pero no dijo nada mas. Cuando pasó un rato, la noche se hizo con el día, y rápidamente oscureció. Ahora solo una lámpara de gas, y la h
oguera iluminaban la cabaña. El calor se dispersó por toda la casita, y pronto estuvimos muy a gusto. En ese momento llegó la hora de irse a dormir.
– … Esto… ¿Francisco, como vamos a dormir? -, pregunté intrigado.
– Tendremos que compartirla, si tu no tienes inconveniente -, dijo Francisco.
Yo estaba un poquito avergonzado, pero a la vez, excitado. Intenté imaginar como seria el cuerpo de Francisco, y expectante esperé. Cuando se dirigió hacia la cama, ya empezó a desnudarse. Lo primero que se quitó fue un jersey con el símbolo de Protección Civil, poco después se quitó su camisa, a rayas, y por fin pude ver los tremendos músculos y amplias espaldas del semental. Casi sensualmente los dejo caer en una silla cercana, casi como intentado excitarme, y la verdad es que lo estaba consiguiendo.
Poco después, se quitó una camiseta que tenia a tirantes, y la tiro igualmente a la silla, en esos momentos levantó sus manos en forma de mariposa, para estirazarse, y pude ver sus axilas, con un pelo sensual, sin ser en exceso, que me pareció muy erótico, casi de modelo.
Después llegaron los pantalones, los cuales desajustó cuando se quitó el cinturón que se le ceñía a tan fenomenales caderas. Se sentó en la silla, y se dispuso a quitarse la botas, pero mientras lo hacia, al no tener los pantalones abrochados pude ver la parte mas baja de su espalda, así como el comienzo de su trasero y la marca de su slip, ni mas ni menos que la que mas me excitaba en un hombre: Clavin Klein.
Estaba a punto de desmayarme, aquello había sido todo un espectáculo. En ese momento volvió a levantarse, y moviendo su cuerpo rítmicamente, los pantalones fueron cayendo.
Cuando habían pasado unos minutos estaba ya sentado en la cama, terminándose de quitar los pantalones y el calzado. En esos momentos solo la camiseta a tirantes y su excitante slip le cubrían. Se metió en la cama y cuando fue a arroparse recordó que yo aun estaba de pie, como un imbecil, mirándole. Era una reacción extraña en mí, ser capaz de mirarle como se desvestía sin sentir vergüenza alguna.
– ¡Vamos Miguel, que me voy a helar ¡ – dijo Francisco.
Con un poquito de vergüenza me desnudé tan rápido como pude, dejándome solamente el slip, acongojado por haberlo hecho bajo su atenta mirada.
Cuando me introduje en la cama, su mano rozó mi trasero, y sin prisa alguna fue cuando decidió retirarla. Desde mi punto de vista se había recreado bastante.
No podía articular palabra, me sentía muy, muy extraño. Era la primera vez que dormía con un autentico desconocido, y la sensación era como de tensión. Tuvieron que pasar unos minutos para que los problemas comenzaran a aparecer. El colchón, cediendo bajo la presión de tanto peso, se estaba hundiendo hacia abajo, y cada segundo que pasaba, mi cuerpo y el cuerpo de Francisco se acercaban más y más. Intenté sujetarme un poco, pero aquello era imposible, cuando sólo habían pasado unos minutos, nuestros cuerpos estaban en total contacto. Yo me encontraba en posición fetal dándole las espaldas a Francisco. Este empezó a suspirar fuertemente, como si estuviera dormido. En ese momento hizo un movimiento rápido, y colocó su mano sobre mí, rodeándome con sus amplios brazos. Su mano se colocó en mis pectorales. El calor de su cuerpo volvía a producirme una tremenda erección. Los minutos pasaban, y su mano se movía involuntariamente, afirmando mi erección. Cuando habían pasado unos minutos, su mano estaba casi aferrada a mi paquete, en total plenitud en esos momentos.
No sabia como reaccionar, quizás quitarle la mano, tal vez girarme para así liberarme; no sabia que hacer. Finalmente opté por girarme y darle la cara a Francisco. Este estaba con los ojos cerrados, y con la boca abierta un poquito. Mi cara estaba muy cerca de la suya, y su aliento golpeaba mi cara. Mis manos estaban rodeando mi paquete, e inconscientemente se posaron en el suyo, a la misma altura que el mío en esos momentos; ¡Ostia que pollon!! -, pensé. Debería ser de un grosor y longitud de campeonato. A partir de ahí, cogí un poco de confianza y comencé a subir mi mano desde su paquete hasta sus pectorales, explorando en la profunda oscuridad de la noche toda su anatomía; pasé desde su paquete el ombligo, trasero, cintura, axila, hasta llegar a sus pectorales. El olor de su aliento era
dulce, y el poco reflejo de luz de la chimenea mostraba su boca un poco mas abierta. No pude resistirme por más tiempo, y con mucha suavidad junté mi boca a la suya. Fue un beso corto, casi ínfimo, pero que produjo en mí un torrente de sensaciones. Volví a acercar mi cara a la suya y volví a besarle, pero en esta ocasión un poco mas de tiempo. Aquello me estaba gustando mucho, y pensaba que aquello de allí no podía pasar, pero cuando por tercera vez acerque mi cara a la de Francisco, y me arrepentí de lo que estaba haciendo, mi aliento casi fue lo único que rozó el rostro de Francisco, pues decidí no volver a hacerlo.
Y la sorpresa llego; la mano de él se aferró a mi barbilla, y la volvió a atraer hacia su rostro, dándome un calido beso en mi labio inferior.
Mi primera reacción fue la de retirar mi cuerpo del suyo, pero Francisco introdujo su mano entre mi cintura y mi brazo y me atrajo hacia él.
– ¿Por qué te retiras ahora?, ¿Acaso no te ha gustado? -, preguntó Francisco.
– Yo, esto…, perdona…., – intenté explicarme.
Era inútil, antes de que pudiera hacer nada, sus piernas estaban rodeándome, y sus manos aferrándose a mi cuerpo. Igualmente su cara buscaba mi boca, dando pequeños besitos para adivinar su exacta localización.
Cuando hubo adivinado su exacta localización, me beso pero esta vez con pasión. Unos minutos más y su cuerpo se estrechaba contra el mío, y se colocaba sobre mí. Yo sin miedo ya alguno, metí mis manos bajo su camiseta y la levanté para que saliera por su cabeza. Para a continuación acariciar todas sus amplias espaldas. Bajé mis manos a su trasero, y bajo sus calzoncillos de Calvin Klein, introduje mis manos. Durante todo ese proceso, su boca no se retiro de la mía, salvo para respirar en algunas pero leves ocasiones.
Cuando había masajeado bien su trasero, Francisco retiró su boca de la mía, y se terminó de bajar el slip, pero ahora fuera de la cama.
A oscuras, y sin poder adivinar su ubicación, pronto sentí como se posaba algo sobre mi boca. Pensé que se trababa de su boca, pero no, en esta ocasión era algo mas húmedo, y rígido. Su polla pedía paso a mi boca, y sin conocer sus dimensiones, me decidí a tragarla.
Cuando llevaba la mitad de la polla introducida en mi boca, ya estaba atragantándome. ¿Cuánto quedaría?, me preguntaba. En ese momento empezó a retirarla, pues pudo percibir mi sensación de atragantamiento. La sacó para que tomara aire, y esta vez la metió al fondo. Aquello era increíble, debería medir al menos 27 ó 28 cm. de largo, y proporcionalmente de ancho.
Los chicos de Protección civil se han ganado mi distinción de machos, pensé para mi mismo.
Las embestidas eran cada vez mas rápidas, y certeras. Cuando habían pasado a penas unos 3 minutos, ya me dolía la comisura de los labios, debido al esfuerzo por abrir la boca. Pasaron otros pocos más, y la sacó por completo.
Respiré profundamente, y sin tiempo de reaccionar, y él ya estaba besando, lamiendo y mordisqueando mi cuerpo que yacía sobre la cama. Se entretuvo unos minutos en mis pezones, produciéndome un placer de indescriptible sensación. A continuación pasó a lamer mi ombligo. Cuando llegó a mi slip, lo masajeó lentamente con la mano, y tras retirarla, de un mordisco bajó el slip lo suficiente para que mi polla saliera disparado contra su cara.
Con una maestría digna de un Dios, abrió la boca y mi polla fue a parar en su mayoría hacia esta. En cuestión de unos segundos, ya frotaba con sus labios toda su longitud con frenesí. Otra característica de su inigualable mamada, es que no notaba ni uno de sus dientes sobre ella, todo lo que la rodeaba era puramente piel, y saliva. Estaba claro que me encontraba ante un experto.
Fue con diferencia la mejor mamada que habían dado en toda mi vida.
Para continuar con tan magistral polvo, Francisco me llamo la atención para que lo siguiera. Me levanté de la cama, con un poco de frió y de la mano me guío. Me llevó hacia la chimenea. Cogió unas mantas y las coloco en el suelo, junto a la misma, para finalmente tumbarme sobre ellas.
Me quedé mirándole, ahora claramente por el fuego. En sus ojos pude ver que me iba a hacer gozar. Flexioné mis rodillas y separé mis piernas, invit&aacu
te;ndole a que me hiciera suyo. Por desgracia no había ni preservativo, ni crema para ello, pero aun así estaba dispuesto a entregarme a él.
En ese momento Francisco se colocó sobre mi cabeza, y se dejó caer. Pensé que íbamos a hacer un 69, y casi acerté, ya que su polla acabó en mi boca, pero en lugar de tragarse la mía, cogió mi trasero con fuerza y lo levantó, para con total facilidad poder hundir su lengua en mi culo.
¡Guau!, y a mi que me parecía que la mamada iba a ser insuperable. El placer que me produjo su beso negro, consiguió que mi cuerpo vibrara casi sin poder soportar la sensación. Francisco al notarlo, bajo de intensidad sus caricias con la lengua, para volver a subirla, pero de una forma más controlada.
Allí estaba yo, unas horas antes, con miedo, e incertidumbre, y en esos momentos pasando el mejor rato de mi vida.
Cuando mi culo estuvo bien lubricado, Francisco empezó a dilatarme con sus dedos, poco a poco, a la vez que hundía su polla un poco mas profundo. Se notaba que la penetración estaba muy cerca; y así fue. Unos 2 minutos más tarde, Francisco sacó su polla de mi boca, y se tumbó sobre mí. Mis piernas lo rodearon inconscientemente, y mi culo se coloco tan perpendicular a su polla como me fue posible.
– ¿Miguel? -, fue lo único que preguntó.
Yo asentí con la cabeza como respuesta, e inmediatamente después su glande se posó sobre mi culo, para lentamente empezar a hundirse en mis entrañas.
Un fuerte lamento escapó de mi boca, él cual intenté reprimir para no inquietar a Francisco, en vano, concluyentemente. Él hizo el intentó de retirarse, pero como lo había hecho él antes, estiré mi mano hacia su trasero, y evité su retroceso.
– No, no…., Francisco. Sigue por favor -, fue lo único que articulé a decir.
Yo sabía que iba a ser doloroso, pero deseaba que Francisco fuera dueño de mí, más que nada en el mundo. Obedeciendo Francisco volvió a empujar, hasta que introdujo la mitad de su pollon en mi estrecho culo. Su beso negro había hecho milagros, pues el dolor estaba desapareciendo. Cuando la polla hizo su tercer intento por entrar, toco fondo, pero ya con muy poco dolor. Por fin me encontraba clavado a ese monumental mástil. Mi culo rápidamente empezó a adaptarse a sus dimensiones, y cuando el dolor hubo desaparecido, le di una palmada en el trasero a Francisco, que empezó a bombear. Mis manos se posaron en su espalda, y su boca se posó en la mía. Era un polvo esplendoroso. Su polla se tornaba suave, y calida. Mi cuerpo empezó a saber lo que era un tío de verdad. Sus besos ganaban en fuerza, y pasión, y sus embestidas también. Me estaba haciendo gozar como una perra.
Empujé el cuerpo de Francisco, pidiendo un cambio de posición. Este puso las rodillas en el suelo, y sin sacarla de mí, introdujo sus manos tras mis espaldas. Yo me aferré a las suyas, y como una pluma de pájaro, me levantó sin dificultad alguna. Era el macho perfecto.
Francisco se tumbó en el suelo, donde yo había estado, y fui yo el que comencé a cabalgar sobre su enorme polla. Me imaginé verme en una película porno, clavado en semejante falo, y casi quise correrme, pero logré contenerme. Sus manos se posaron en mis pectorales, dándome un calido masaje.
Inmediatamente después, exigí otro cambio; coloqué mis rodillas sobre el suelo, como lo había hecho él, pero esta vez no para agarrarle, sino para levantarme.
Su polla se liberó, y se quedo extrañado por mi desclavarme de él, ya que tanto me había costado su primera penetración. Continué tumbándome a su lado, como lo había hecho en la cama, pero esta vez para ser follado de costado. Francisco nuevamente volvió a hundirla en mi culo, esta vez sin dificultad, para rápidamente volver a bombear. Su mano se poso en mi pectoral, al igual que lo hizo mientras estábamos en la cama, pero esta vez, apretaba y pellizcaba mis pectorales y tetilla respectivamente, produciendo una sensación muy agradable.
El siguiente cambio volvió a hacerse sin sacarla de mí, Giró mi cuerpo y me colocó a cuatro patas, para follarme a continuación como si de un perro se tratara. Era una sensación muy placentera, sentir solamente su polla hundirse en mi culo, sin apenas rozarnos nosotros dos, salvo cuando sus ma
nos se colocaban en mis pectorales, de vez en cuando.
La excitación se hizo tal, que sin el mas mínimo acuerdo, mi polla empezó a despedir grandes chorros de leche, al mismo tiempo que él se descargaba en mí. Fue una sincronización perfecta, casi imposible de realizar, pero que me había enganchado a Francisco para siempre, pues me había enamorado de él.
Esa noche, nos acostamos en la cama, y nos besamos y acariciamos durante todo el tiempo que faltó hasta amanecer. Por la mañana, y en a penas dos horas, estábamos en lugar poblado a salvo.
Francisco y yo, somos pareja y vivimos juntos desde hace años. El placer de esa ocasión, se repitió en muchas otras ocasiones.
Este relato lo quiero dedicar a aquellas personas que anhelan tener su primera experiencia con alguien en particular, o tal vez a aquellos de los que estén enamorados, que se acerca San Valentín. Un fuerte
Autor: JP
jp280278 ( arroba ) hotmail.com.
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