Siempre leo los relatos de marqueze, especialmente los relativos a incesto.
He podido apreciar la cantidad de temores que muchas mujeres tienen en tener sexo con un hijo. Yo lo tengo y he decidido contarles mi experiencia.
Soy psicóloga. Estoy separada y vivo con mi hijo hace algún tiempo. Siempre pensé que mi hijo psicológicamente era muy parecido a mí. Vale decir, lujurioso, caliente y muy sexual. Esta deducción es simple pues mi hija que vive aparte es igual al monstruo de su padre y éste, estaba permanentemente influyendo en mi hijo para que se fuese a vivir con él. Le compraba cosas, le daba mucho dinero y siempre le tenía un espectáculo perfecto. Así es que decidí ir al rescate de mi hijo y lo haría con aquello que yo sabía que ambos deseábamos. Por cierto me ayudó cuando una noche en que estaba terminando unos informes, fui a verlo a su pieza. Era verano y estaba durmiendo sólo cubierto por su calzón. Me fijé en entrepierna y vi que su pene estaba inmenso: pensé que estaba soñando algo erótico. Me senté a su lado, estiré mi mano y suavemente le toqué su pene. Debo confesar que estaba atemorizada, pero al ver el fantástico instrumento que tenía mi hijo, me puse muy caliente y me dieron unos deseos locos de chupárselo. Pero me contuve y sólo le dí un beso con los labios entreabiertos. A mi fui a acostar y les juró que me masturbé ansiosamente pensando en que algún día tendría dentro de mí, en todos mis orificios, el pene de mi hijo.
Al día siguiente me cubrí sólo con una bata de manera de dejar a la vista parte de mis senos que aún son bastante firmes y ligeramente voluminosos.
Cuando fui a despertarlo, me senté a su lado y crucé las piernas desnudando parte de mi muslo; me abrí ligeramente la bata y lo desperté. Cuando me vio, lo primero que hizo fue mirarme los senos y se quedó quieto algunos segundos. Le pregunté si le parecía bien amanecer así, en obvia referencia a lo que estaba viendo. Me respondió que no sabía lo que estaba diciendo. Me pidió que me fuese para que pudiera levantarse. Cuando lo hice observé que su pene de nuevo había despertado. En los días siguientes, fui mostrándome cada vez más provocativa. Andaba en la casa como libre de todo prejuicio.
Usaba la blusa sin sostenes para que se notaran mis pezones. A veces era suelta, otras bien apretadita. Me compré unos pantalones ajustadísimos de modo que mis nalgas sobresalieran. De pronto me ponía unas mini que sólo sentarme mostraban mi triángulo. Yo observaba que mi hijo se fijaba cada vez más en mi cuerpo. Por supuesto, cuando estaba al lado de él siempre le tocaba con algunos de mis senos, o bien le hacía cariño con mis dedos en sus labios. No faltaba la ocasión en que le restregaba mi muslo sobre su pene que siempre estaba visible. Pobre de él, pensaba. Cómo querrá descargarlo.
Un día tomé la decisión. Fui a una tienda a comprar ropa interior. Me compré un juego de más erótico que encontré y una bata transparente. Esa noche daban una película erótica e invitaría a mi hijo a verla. Cuando llegué a la casa me di una ducha y me perfumé exoticamente para lo que sería mi primer incesto. Estaba muerta de miedo pues aun cuando tenía la intuición que todo funcionaría bien, no podía dejar de tener temor al fracaso.
Me fui a la cama y me tendí. Una pierna la estiré y la otra, la doblé hacia un lado. Parecía una verdadera puta y me encontraba estupenda. Llamé a mi hijo y le pregunté si quería ver tv conmigo. Cuando llegó a la puerta, se quedó como petrificado. Dentro de mí, sentí una ligera satisfacción: quería impresionarlo y lo había logrado.
Entonces le pedí que se acostara a mi lado. Le puse un brazo bajo la cabeza y empecé a hacerle cariño en el pelo, en el cuello. De repente le metía la mano en su espalda desnuda. Al mismo tiempo, movía mi pierna hacia adentro y hacia afuera a un ritmo cadencioso, mientras que con mi otra mano me acariciaba el vientre. En ese momento en la tele, el hombre le estaba chupando los pezones a una mujer. Entonces le dije qué rico que era eso y que acordaba cuand
o él me los chupaba cuando era chico y que pena que los hombres no siguieran haciendolo con la mamá cuando crecían. Entonces me preguntó si me gustaba y le respondí que sí. Apreté entonces su cabeza sobre mi seno y le di vuelta la cara para que sus labios se encontrasen con mi pecho.Empezó a besarlos sobre el sostén. Con mi mano libre, lo liberé y comenzó a chupar con verdaderas ansias. Le pedí que me mojase los pezones.
Sacó saliva de su boca y la depositó sobre mi pezón y comenzó a chupar. Yo comencé a gemir de pasión y la calentura comenzó a mojarme. Sentía mi vagina inundada.
Hijo, le decía. Eres maravilloso y no sabes lo feliz que me haces. Yo también te haré feliz y seremos felices hasta que tú lo quieras. Entonces, bajé mi mano y le tome su pene que estaba durísimo. Entonces le pedí que se tendiera pues mamita lo iba a desnudar. Le saqué los pantalones y me tendí a su lado para besarlo en los labios. Nuestras lenguas comenzaron a devorarse mientras le sacaba sus calzones y le apretaba su pene con mi mano.
Lentamente fui bajando. Le besé en el cuello, en sus tetillas, metí mi lengua en su ombligo y comencé a tirarle sus pelitos púberes con mis labios.
Ansiaba encontrarme con su pene. Lo miré. Era hermoso, largo y ligeramente ancho. Perfecto para satisfacer a cualquiera mujer. Pasé mi lengua por su glande mientras lentamente le corría una paja. Bajé chupando su pene hasta llegar a sus testículos. Estaban llenos y anhelaba tragarme la leche que contenías. Le puse harta saliva y se los moje con mi lengua. Mi hijo jadeaba. Parecía que no tardaría mucho. Lleve su pene a mi boca y comencé a tragarlo hasta sentir que llegó al fondo de mi garganta. De repente escuché: "mamá, me corro, me corro, ay…
Fue maravilloso, en mi vida había tragado tanto semen, eran chorros y chorros que no terminaban. Y yo tragaba y tragaba pensando que me ahogaría, pero aún a riesgo de eso, no estaba dispuesta a perder ni una gota del semen de mi hijo. Cuando terminé de tragar, me acosté sobre él y lo besé largamente entragándole su sabor que aún estaba en mi boca. Le pregunté si le gustaba el sabor de su semen. Me respondió riéndose que sí y que quería más.
Después les seguiré contando, pues debo escribirle a una amiga que conocí en marqueze y que está pensando en tener incesto con su hijo.
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