La señora también se acercó a nosotros, solo que ella agarró la polla de su marido y comenzó a meneársela
Ayudándole para terminar encima de nosotras. El señor estaba que no cabía dentro de sí por tanto placer. Entonces el jovencito se acercó también a nosotros, con la polla entre sus manos, dispuesto a también descargarse sobre nosotras. No tengo ni que decir que él fue el primero en correrse. Lo hizo soltando un chorro caliente que pegó directo en mi boca, con tanta fuerza que casi me atraganto. Y desde luego que no perdió la oportunidad de echarle un poco al rostro de su hermana. Después se corrió el señor siguiendo la misma rutina. Cuando ellos terminaron, la jovencita se llevó la polla de su padre a la boca, succionándola, para tratar de sacarle un poco más de su lechita. Yo hice lo mismo con la polla del muchacho que, a decir por su rostro, me lo estaba agradeciendo mucho.
-Feliz cumpleaños, papá-, dijo la señora mientras le daba un tremendo beso en la boca. Yo quiero tener una familia igual cuando me case, se ve que son todos muy felices.
-Muchas gracias mujer. Eres la mejor de todas-, le contestó mientras le apretaba sus nalgas. * * * Después de que nos bañamos todos juntos y nos divertimos un rato bromeando me despedí de ellos. Yo ya tenía lo que vine a buscar así que dirigí mis pasos hacia los vestidores. Ya en ese lugar, mientras me vestía, volví a toparme con las dos chicas miedosas que vi al llegar. Ya bajo la luz de las lámparas y sin tanto vapor en el ambiente me percaté que ambas no debían pasa de los diecinueve.
-¿Cómo les fue?- pregunté de la manera más amable que pude.
-¡Sensacional!
-¡Este sitio es increíble! ¡Hubieras visto cómo nos follaron todos esos hombres! Yo hasta perdí la cuenta de cuantas pollas me metieron en el chocho. Sin pensar mucho, supe que se estaban refieriendo a los señores del Baño Turco, a los que dejé calientes al enseñarles mi culo. Me sentí orgullosa de mis alcances exhibicionistas.
-Es más… pensamos regresar la próxima semana.
-Que bien. Espero que nos volvamos a ver- les dije. Me puse mis pantalones blancos apretados, un top color rosa, mis sandalias y me despedí de ellas dándoles dos besos en el cachete. Al salir del establecimiento me doy cuenta de algo: siempre es gratificante venir a pasar una tarde a las Regaderas Mixtas.
Autor: Sol
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