Me besó dulcemente, luego me siguió acariciando con sus dedos, me metió uno en la boca y yo le sujeté la mano para chupárselo bien. (Dios mío, su dedo era más grande que el pene de mi marido, no sé, al menos me dió la impresión). Él apartó el dedo y se acercó, me besó con lengua, larga y profundamente. Notaba su respiración, su gran lengua batíendose con la mía. Yo le mordía el labio, tan gordo, tan carnoso (como lo suelen tener los sementales de raza negra) y él mientras tanto manoseándome el culo cómo le venía en gana. Besaba de lujo, lo hacía de locura, desde luego. Yo desviaba la mirada esporádicamente para ver cómo reaccionaba Carlos. Allí estaba, con su vestido de lolita, sus medias de corazones, con esa peluca tan femenina de flequillo y ese maquillaje tan logrado. Humillado y viendo cómo me daba el lote con mi Jefe.