Hola, me llamo Sara y tengo 36 años, bueno, casi 37, pero todavía 36. Vivo en una ciudad del sur de España aunque soy del norte, de las orillas del Cantábrico. Vine aquí a estudiar y me quedé, aunque no me planteo quedarme aquí eternamente ni irme. Simplemente estoy porque lo que hago me apetece y me motiva. Me queda poco para terminar la tesis y pasar a otro estadío en la carrera académica, se supone que a mejor, pero esa es otra guerra.
Hace unas semanas tuve que desplazarme a una ciudad de la meseta española porque se celebraba un congreso al que debía asistir. Para desplazarme y después de mucho meditar, decidí utilizar el tren. No es un medio de transporte que me guste, ni mucho menos, pero era la opción más ajustada con el tiempo y presupuesto que contaba. Así que un miércoles por la noche, aparecí en la estación de trenes con mi maleta azul y una vestimenta cómoda para pasar la noche lo más cómodamente posible. No fue posible adquirir un pasaje de coche-cama pero si encontré una litera.
El vagón que me tocó en suerte no estaba demasiado concurrido. De hecho, no había nadie cuando llegué aunque se veían unas maletas y signos evidentes de haber utilizado ya ese vagón. Coloqué mi maleta en la parte superior de las literas y me senté con mi libro mientras el tren comenzaba su serpentear hacia tierras más altas…
No había pasado media hora de la salida de mi ciudad cuando una pareja apareció en el vagón. Los dos venían riéndose y bastante pegados por lo cual deduje que eran pareja. Me saludaron muy alegremente y pasaron a sentarse en los que yo consideré que habían sido sus asientos. Les pregunté si estaban sentados ahí antes de que yo llegara y me dijeron que si, que no me preocupara. Inmediatamente después hice lo de siempre, sumergirme en la lectura. Fueron bastante discretos durante un rato y ni siquiera me percaté de que estaban sentados enfrente de mí, pero de repente escuché un gemido, bajito, contenido, profundo….y alcé la vista. Fue el momento preciso, por lo visto llevaban un rato besándose y la cosa se les había ido de las manos. En ese momento, el chico estaba tomando posiciones y recostándose encima de ella, que tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta. En ese momento, y notando que no estaban para nadie más que para ellos mismos, me tomé la molestia de fijarme bien en los dos.
La chica era morena, melena lisa, con los ojos claros, entre verdes y azules, un cuerpo menudo, apretado, bien proporcionado, en realidad me recordaba a alguien y no sabía a quién. En ese instante, ella volvió a gemir y desplazó su cuerpo quedando su cara en mi ángulo de visión. Y entonces me di cuenta a quién se parecía, a Elsa P. Era de esos cuerpos bien hechos, perfectos, manejables y era de esas caras angelicales, sin mácula, bellas. Un ángel moreno.
El chico era altísimo, atlético, con un cuerpo que quitaba el hipo, marcados los músculos sin exageración. No era precisamente guapo, pero era muy atractivo. Era moreno y tenía el pelo liso y algo largo. Su aspecto en general recordaba a un elfo de Tolkien, y luego me di cuenta que esta percepción era absolutamente acertada.
Pensé que hacían una pareja bárbara, fantástica y me di cuenta que yo también me estaba calentando. De hecho, la temperatura del vagón se había elevado varios grados. Tenía calor y quería quitarme la chaqueta pero sin ruido, mi pareja estaba muy concentrada y pasándoselo bien y no quería interrumpir. Así que despacio, y procurando no hacer ruido, me quité la chaqueta y me quedé en camiseta. Me di cuenta que realmente estaba pasando calor porque el borde superior de la camiseta estaba mojado. ¡Pues si que empezaba bien la noche!
Seguí fijándome en la película que estaba pasando a menos de dos metros de distancia. En el tiempo en que tardé en quitarme cuidadosamente la chaqueta, la situación había mejorado, o por lo menos, eso parecía. De los besos habían pasado al tacto. Él recorría con la palma de la mano la carretera de las curvas de mi Elsa. Su mano ascendía desde la parte inferior de las piernas hacia
arriba, por la cara externa, la que yo controlaba. Con la otra mano sujetaba firmemente las manos de mi Elsa por encima de sus cabezas. Al contacto con la mano que recorría su cuerpo, Elsa caracoleaba y se movía lentamente, disfrutando de cada caricia. La amplia mano seguía su ascensión inexorable, llegando a los muslos, que se veían bien proporcionados debajo de un ceñido vaquero claro de cintura baja. Enseguida llegó Elfo a las caderas y se paró unos segundos, la cinturilla del pantalón quedaba muy baja y pudo meter unos dedos y tocar la cálida piel de Elsa. Ella volvió a caracolear y a gemir, dejando su boca un poquito más abierta. Mientras Elfo estaba besando despacio y acompasadamente su cuello… pero sigamos con el recorrido que palmas, y ahora dedos largos, estaban realizando.
Ya le resultó muy fácil a Elfo seguir tocando la piel de Elsa. La camiseta rosa que llevaba la chica se había recogido por debajo de su pecho y quedaba su vientre y cintura al descubierto. Me encantó la imagen de esa piel dorada con un suave vello que brillaba y brillaba según Elsa caracoleaba.
Nunca he tenido sexo con mujeres, y aunque si he fantaseado con imágenes lésbicas, en la vida real no he sido capaz de relacionarme con mis pares. Por eso, además de mirar, estaba fascinada por lo que la inusual situación estaba despertando en mí. A pesar de que Elfo era un tipo por el que hubiera dado un brazo por estar con él, Elsa era la persona que estaba despertando mi pasión y mis fluidos. Si he de ser sincera, no era Elsa, sino lo que Elfo estaba consiguiendo en ella.
Y hablando de mis fluidos, estaban emanando como de un pozo hacia fuera. Me di cuenta que el olor del vagón era impresionante: a los efluvios que emanaba la pareja enamorada, se sumaban los míos, la soltera salida. Porque eso fue lo que pensé en ese momento. No fue hasta poco después que me di cuenta que en realidad los que se estaban comportando algo desmedidamente, eran ellos. Yo solo me dejaba llevar, que ya era.
Y fue después de hacer esa reflexión cuando en la historia se produjo un cambio de inflexión. Por lo visto estaban realmente incómodos, retrepados en el estrecho asiento, y en uno de los movimientos del baile que estaban ejecutando, Elsa casi se resbala hacia el suelo. Eso hizo que los dos abrieran los ojos y se percataran de la situación. Elsa se incorporó y con una sonrisa encantadora me dijo:
-Casi me caigo!!
Yo tragué saliva, no sabía que contestar. Mi libro hacía un rato que yacía debajo de la chaqueta que me había quitado, era imposible disimular que no estaba mirando. Yo también, como Sara, estaba sonrosada y con mi frente perlada por el sudor. Elfo se giró y también me sonrió. Y me dice:
-Perdona
Yo seguía sin saber que decir, pero contagiada por las cálidas sonrisas que los dos me dedicaban, les sonreí a su vez. En ese momento, Elfo se levantó del asiento, ayudó a incorporarse a Elsa y dijo:
-Vamos a abrir las camas y nos ponemos más cómodos -Perdonad -dije yo- esta es mi litera, voy a buscar al revisor para que me cambie y así estáis más cómodos -Pero a dónde vas a ir? -dice Elsa- Venga, venga, aparta tus cosas del asiento que hagamos de este vagón una verdadera cama
No supe que decir, ya sé que pensaréis que no estaba haciendo un papel muy brillante pero todo esto me estaba pillando un poco de sorpresa. Mientras ejercí de voyeur, yo pensé que era invisible para ellos, pero según se estaban desarrollando los acontecimientos, me daba la sensación de que me habían querido introducir por la puerta grande en sus juegos.
Mi cara de boba tenía que ser impresionante, porque Elfo se acercó y con la misma atención que a Elsa, me ayudó a levantarme del asiento, me besó en la mano, me soltó y quitó mis cosas del asiento, me aparté un poco y entonces de forma diestra, abrió también esa litera. Yo pensé que la cosa tenía mala pinta, que me tocaba otra vez el papel de voyeur, pero esta vez, estirada en mi estrecha cama. Pero no habían acabado las sorpresas.
De un saquito, Elsa sacó un colchón auto-hinchable, nos retiramos a la parte de fuera del vagón, puso el mecanismo a funcionar y en menos de dos minutos, en los cuales yo habría seguido con la cara de boba si no fuera porque Elsa se pegó a mi como una lapa, hincando sus pezones enhiestos en la parte baja de mi pecho.
Bueno, ahora toca contar como soy. Mi
estatura es normal para la media de mujeres española, 1,65, peso unos 60 kilos, soy rubia oscura y tengo dos buenas tetas. No es que sea un bellezón como Elsa, que roza la perfección, pero quiero imaginarme que tengo mi público.
Por eso los pezones de la pequeña Elsa llegaban justo a al parte baja de mis pechos, pero era lo suficiente para notarlos taladrando la liviana camiseta rosa. Era tan liviana que me percaté de que no llevaba sujetador. Una de las manos de Elsa empezó a recorrer mi culo, primero despacio, describiendo grandes círculos (grandes como mi culo) y luego más rápido y más fuerte, apretando a puñados mis carnes. Nunca en la vida me había puesto alguien tan rápidamente a tono. Es verdad que llevaba un rato calentándome, pero esto fue de 50 a 950 en menos de dos segundos. Mientras Elfo le seguía la pista al gran colchón. En cuanto terminó de inflarse, sacó una sábana del mismo saco donde estaba el colchón y la extendió por encima. En ese momento me di cuenta de que no había pasado el revisor todavía, y nosotros ya teníamos montado el chiringuito.
Lo comenté y me dijeron que no pasaba nada, que era mejor salir a buscarlo al vagón restaurante, que, por lo visto, era donde estaba. Elsa quiso acompañarme para que no me perdiera. Iba delante de mí, sin perder el contacto corporal, y cuando alguien quería pasar por el estrecho pasillo, se pegaba a mí y buscaba con su mano el lugar donde mi cuerpo había decidido que era el sitio adecuado para empezar a derretirse. Porque mi excitación era tal, que esa era la sensación… tenía tanto acaloramiento, estaba tan ardiente que me estaba fundiendo, derritiendo como un helado en agosto a través de mi coñito…
Seguimos nuestro periplo hasta llegar al vagón restaurante y allí, bien sentado en un taburete estaba el revisor charlando animadamente con la barman. La chica era de estilo vulgar, pero sus dos bellos pechos intentaban salirse de la camisa blanca del uniforme. El revisor no atendía a más razones que los movimientos de los enormes pechos de la camarera. Le acercamos el billete y le dijimos que íbamos a dormir ya que no queríamos que nos molestara, y sin dedicarnos más de dos pestañeos a nuestros pechos, siguió con su actividad visual.
Regresamos por el mismo camino, pero intercambiamos los puestos. No sirvió de nada, la pequeña Elsa estaba muy juguetona y poniendo sus manos en mis caderas iba empujándome hacia delante. Cada vez que venía alguien de frente, forzaba mis caderas para que chocaran con las caderas del susodicho y de paso mis pechos lo rozaran. Aprendí a poner la sonrisa más encantadora cada vez que sucedía algo de esto y mi compañera de juegos igual, con lo cual, nunca sabía si había sido verdad que me había restregado, o su imaginación.
Llegamos a nuestro vagón y allí estaba Elfo, terminando de instalar el tálamo del amor del tren de Eros. A esas alturas yo ya no reflexionaba, lo único que hacía era sentir e intentar no perderme ni un ápice de sensaciones. Elfo nos sonrió y nos invitó a entrar. Mi nueva pequeña amiga, saltó al colchón y sin esperar a que yo pasara y cerrara la puerta empezó a desnudarse. Eso me obligó a entrar rápidamente, cosa que hizo que tropezara con una de las almohadas y cayera de bruces muy cerca de las rodillas de Elfo. Levanté la vista y supe lo que tenía que hacer exactamente. Cerré con los pies la puerta y levanté mi cabeza y la parte superior de mi tronco. Estiré los brazos, hasta alcanzar el pantalón del Elfo, y mirando a Elsa, desaté todos los botones del pantalón, de un tirón se lo bajé, y de paso, el slip. Elfo seguía sonriendo, esta vez con picardía e invitándome a empezar con una suave mamada. No me hice rogar. Su pene no era muy grande, ni siquiera mediano, pero pensé que todo podía cambiar con la adecuada motivación. Como yo misma estaba cambiando.
Introduje su glande en mi boca y con la lengua empecé a trazar círculos alrededor del mismo. Al final de cada círculo intentaba meter la punta de mi lengua por su conducto urinario. Parece que eso le gustaba porque enseguida empezó a emitir unos grititos, no muy masculinos, pero si altamente motivadores. Mientras, la pequeña Elsa no había perdido el tiempo. Se terminó de desnudar y se colocó debajo de mí. Empezó a masajear mi vulva con sus manos,
el pantalón estaba empapado, pero el tanga estaba absolutamente perdido. Mis caderas empezaron a acompasarse a los movimientos que mi lengua profería al pene de Elfo. Elsa, intuyó que esto debía ser un baile y sus movimientos manuales también se ajustaron al ritmo. Al poco tiempo, empecé a bajarme el pantalón, no soportaba más el calentón, en realidad yo también quería desnudarme, y paramos para desnudarnos Elfo y yo. La verdad es que más que desnudarme, me quité la ropa a tirones, por supuesto, ayudada por Elsa, mi pequeño duendecillo. Su cara se había transformado, ya no tenía aspecto angelical, una de sus cejas estaba algo más elevada que la otra y su sonrisa también se había ladeado. Esto le daba un aspecto absolutamente arrebatador. Sin pensarlo, me acerqué a ella y le di un beso enorme, profundo, con lengua. En realidad me apetecía mucho seguir con Elsa, pero el bello Elfo reclamaba mis servicios.
Volvimos a la posición inicial. Mi amigo tenía ya cierta prisa, y sus manos se perdían entre mis pechos para ayudar al cunnilingus tan espectacular que me estaba haciendo Elsa. Mi boca empezó a recorrer transversalmente el pene de Elfo. En la ida eran mis labios los que recorrían el pene, y en la vuelta era la punta de mi lengua, que seguía intentando penetrar en su conducto urinario. Mis manos iban masajeando la bolsa de sus huevos, grandes y cada vez más duros. De vez en cuando, uno de mis dedos recorría el espacio comprendido entre sus huevos y su ano. Y cada vez que mi dedo se acercaba a su ano, intentaba penetrar, más adentro, más fuerte. Notando que Elfo estaba totalmente entregado, incrementé el ritmo.
La suave Elsa, que lo percibió, empezó también a ir más rápido y localizó mi ano para ir penetrándolo también con su dedo. Yo estaba a punto de tener un orgasmo, el calor era insoportable y el sudor bajaba refrescándome la espalda y los pechos. Elfo me cogió de la cabeza e imprimió más ritmo a mis movimientos. Sus gemidos habían cambiado de tono, haciéndose más profundos y rápidos. Mis carnosos labios succionaban su pene cada vez con más fruición. La lengua de Elsa había conseguido entrar en mi vagina y sus deditos masajeaban mi clítoris y mi ano. Y en ese instante y no en otro, me vine. Intenté gritar, pero mi boca estaba llena, así que de mi garganta sonó un ruido gutural, mientras mi cadera se movía acompasadamente a los movimientos de lengua de Elsa. Cuando acabé, seguí succionando el pene de Elfo y además, empecé a pegarle pellizquitos en las nalgas. Mi dedo horadaba cada vez más profundamente su ano y él también se vino, gritando como un macho satisfecho y regándonos a Elsa y a mí con su semen. Fue impresionante.
Nos quedamos amontonados en el colchón intentando recuperar el ritmo respiratorio, la dulce Elsa nos acariciaba y cuando intuyó que ya estábamos más recuperados, se puso de rodillas para reclamar su parte. Elfo y yo nos miramos, sonreímos y nos tumbamos, colocamos a Elsa entre los dos. A Elfo le daba la espalda y a mi la cara. Nosotras empezamos a besarnos ardientemente, y las poderosas manos de Elfo recorrían el cuerpo de las dos indistintamente. La mano de Elsa cogió la mía y la llevó hacia su sexo. Húmedo, palpitante, caliente, su clítoris era lo más parecido a un pequeño pene. Empecé a recorrer con un mi dedo índice esa maravilla anatómica y con dos dedos de la otra mano penetré en la pequeña vagina de Elsa. Me di cuenta de lo bien equilibrada que estaba esta pareja. Los órganos genitales de los dos eran pequeños, así que encajaban a la perfección. El pene de Elfo iba buscando su sitio y encontró lugar en el redondo y prieto culito de Elsa. Separó sus cachetes dulcemente y puso la punta de su glande en la entrada del orificio. Estábamos tan acompasados que cuando Elsa empezó a mover su cadera de delante hacia atrás, para ir buscando su orgasmo, en el movimiento posterior, su ano encontró el pene de Elfo dispuesto y con un mínimo esfuerzo, Elfo penetró a mi amiga.
Ella suspiró largamente. Empecé a besarle el pelo, que olía a romero y rosas, mientras mis dedos masajeaban el glande de Elfo a través del cuerpo de Elsa. El sudor de nuestros tres cuerpos se mezclaba, el olor a sexo era impresionante, y mis sentidos estaban totalmente receptivos a cualquier estímulo. Control&
eacute; una postura a través de la cual, con el canto de la mano que penetraba a Elsa podía darme golpes acompasados en mi hendidura. Cada vez estaba más excitada. El cuerpo de Elsa buscaba el placer en dos lugares distintos, y su aliento, cálido, me llegaba directamente a la cara. Así que mientras ella buscada su primer orgasmo, yo iba encontrando mi segundo.
Durante un minuto dejé de besar el cabello perfumado de la damita para encontrarme con una lengua ávida que no había probado todavía. La boca de Elfo, grande, amable, generosa, estaba receptiva para que mi lengua la explorara, así que mientras Elfo y yo conocíamos nuestros respectivos labios y jugos, la pequeña Elsa encontró un pecho mío y empezó a succionar.
Fue más de lo que yo podía esperar, Elsa se corrió salvajemente dando sacudidas con su cuerpo hacia delante y hacia atrás, mientras Elfo y yo la penetrábamos de forma bestial. Esas sacudidas, más la succión en mi pecho y la boca de Elfo hicieron el resto en mi, y soltándome de la lengua enroscada de Elfo, grité, esta vez si, desde lo más profundo de mis entrañas con uno de los orgasmos más fuertes que he tenido nunca. Mis músculos vaginales se contraían salvajemente produciéndome unas oleadas de placer indescriptibles.
Nos quedamos entrelazados, exhaustos, sudorosos, pero felices. Realizamos unos gestos básicos de higiene y bebimos algo de agua. Elfo se cambió de lugar, se colocó entre las dos y dormimos largamente cada una apoyada en un lado de su pecho.
Autor: Sara xara_goza (arroba) hotmail.com