Puedes leer la primera parte de este relato:
Aún estaba asombrado por lo que me acababa de ocurrir con el «ruso», cuando el nuevo personaje incógnito me deja pasmado. No he abierto aún los ojos por temor a que se dé cuenta que no estoy dormido, sin embargo siento a través de sus pasos como que se va alejando hacia el baño donde está el «ruso» duchándose, momento en que abro los ojos para verlo y me doy con la sorpresa de que se trata de nuestro instructor. Lo sigo con la mirada hasta que abre suavemente la puerta del baño y entra. Mi libido está a mil, no puedo dejar de pensar que ambos hombres están en un mismo sitio y quien sabe que suceda allí. He decidido levantarme e ir hacia ellos y lo hago, con un poco de temor, pero con mucha excitación, también.
Abro la puerta muy despacio, entro con sigilo y veo algo muy hermoso, el «ruso» está completamente enjabonado, de cabeza a pies, y mi instructor está de espaldas a mí desnudándose poco a poco, mostrándome un espectáculo increíble, un cuerpo firme de hombre que va aproximándose a los cuarenta años, una espalda amplia, marcada y bronceada, una cintura reducida y un par de nalgas blancas que hacen contraste con el otro tono oscuro de su piel, para terminar en un par de deliciosas piernas fuertes y velludas. Luego, se aproxima poco a poco hacia el «ruso», lo toma por sorpresa, él no lo ha visto por el champú en los ojos, es besado con pasión, veo como el «ruso» tiende a resistirse por no saber de quien se trata aún así su enorme falo va creciendo y ensanchando a un tamaño descomunal, si yo había calculado antes 20 cm. esta vez mediría por lo menos 25 cm, viéndose aún más hermoso. Balta, así apellidaba el instructor, lo empezó a besar en las orejas, lo tenia cogido de la cintura, y ayudado por el mismo jabón que se escurría cómplice por el cuerpo del «ruso» lo empezó a penetrar, situación que lo logró, pues ante mi asombro vi como el pene de Balta, de unos 17 cm. se perdía entre las nalgas del «ruso» para luego volverlo a ver, pero esta vez con la capucha casi morada de la excitación, al mismo tiempo que el «ruso» gozando de la cogida recién se daba cuenta de quien se trataba y gozaba de la situación. Sin embargo, a pesar de estar allí ninguno de mis músculos emitía movimiento alguno, salvo el de mi pene que de vez en cuando se retorcía de placer. Al poco rato, el «ruso» se dio vuelta y se agachó de tal manera que quedó con la cara directamente a la cintura de Balta, tomó su pene y se lo introdujo entero en la boca provocando en él varios espasmos, cuando el «ruso» vio que Balta estaba predispuesto e indefenso, se levantó lo tomó de los hombros, le dio un beso de esos que salen de la lujuria y dándole vuelta lo colocó en una perfecta posición de 45 grados, enganchándole sus 25 cm de golpe, bombeándolo con esa fuerza que solo da la excitación, para esto a Balta ya no le importaba emitir grito alguno, que lo hacía con placer y dolor al mismo tiempo, poco después el «ruso» emitió un ruido exquisito señal de que se estaba viniendo dentro de Balta, luego se salió de él y lo miró con el temor de haberse venido en su superior, salió de la ducha, cogió una toalla y se dirigió hasta su ropa, fue en ese instante en que nuestras miradas se cruzaron. Me miró avergonzado, y yo más porque tenía aún mi pene erguido entre mis manos.
Varios fueron los días que pasaron hasta que me dieron de alta, y para cuando retorné a mi escuadra me di con la ingrata noticia de que el «ruso» se había dado de baja. Por supuesto que yo nunca comenté nada de lo que pasó entre él y Balta, más aún cuando por momentos sentía que la mirada de éste me quemaba el cuerpo. De hecho, el tipo no me era del todo indiferente, y para el gusto de cualquiera que quisiera algo formal cumplía con los requisitos necesarios incluyendo el de vivir solo, pero aún así no podía olvidar la escena que había tenido con «el ruso» y la cara de miedo que puso éste al terminar el acto y esa misma sensación me dio a mi.
Mi vida en el cuartel en los siguientes
meses fueron casi tan normales como me lo había imaginado, de hecho mi hora favorita era la de las duchas, pues de todas maneras podía disfrutar de la visión de cuerpos cada día más perfectos por los ejercicios, pero nadie aun se podía comparar con el del «ruso», sentía que hacía falta.
Faltando poco más de un mes para concluir el año de servicio nos cambiaron de instructor de un momento a otro argumentando que el Mayor Balta había sido cambiado a una zona de emergencia, poniéndonos en su lugar a otro Mayor de mucho más edad, más regordete, calvo y mandón.
Finalizado el año y dos días antes de la retirada fuimos participes de la llegada del nuevo grupo de servidores de la patria, momento que lo viví con mucha felicidad.
Mi vida después de ese año de experiencia fue de lo más normal, ingresé a la universidad y estudié una carrera de administración, cuando terminé logré ubicarme en un buen trabajo como parte del staff de profesionales. Una de las tantas mañanas acostumbradas a llegar a la empresa dejé mi carro en el estacionamiento como de costumbre y caminé hacia la puerta principal siendo ésta abierta por un nuevo vigilante.
Cual no sería mi sorpresa al encontrarme cara a cara con el «ruso». Lo miré casi incrédulo, pero si lo reconocí inmediatamente por esa media sonrisa que siempre lo caracterizó. «Hola!» Le saludé con alegría, y fue en ese instante en que levantó la mirada hacia mí y me reconoció, poniéndose entre alegre y nervioso. «Cómo estas, después de tanto tiempo!», agregué, pregunta por demás obvia, pues no es que alguien esté de lo mejor como para ser vigilante. «Allí vamos», me contestó entre cortado. «Sabes?, me gustaría poder hablar contigo después, puede ser?». «Así será», fue su respuesta.
Al llegar la hora de salida, lo hice por primera vez en mucho tiempo justo a la hora en punto, bajé rápidamente las escaleras y lo vi nuevamente, le indiqué donde estaba mi auto y lo esperé allí. Quince minutos después el se presentó ya sin el uniforme de vigilante y entró en el auto y con las mismas salimos hacia un café alejado del lugar.
Me parecía increíble tener al «ruso» frente a mí después de casi diez años de haberlo visto por última vez, los años habían hecho mella en él, ya no lucía tan joven y por el contrario se le habían marcado las arrugas de la frente, y sin embargo estaba tan guapo como siempre, con ese tipo de hombre rudo que a cualquiera cautiva. Después de comentar nuestras vidas, por fin me animé a tocar el tema de su salida tan intempestiva del cuartel, contándome de cómo Balta lo había amenazado primero con hacerlo desaparecer si comentaba algo de lo sucedido, para luego después chantajearlo con favores sexuales a cambio de no maltratarlo, entonces él prefirió retirarse por las buenas del lugar, pero su salida fue sin honores, quedando en él un resentimiento muy fuerte.
Después de varios meses, un sábado por la noche salió con destino a la casa de Balta, esperó a que llegara del cuartel como todos los fines de semana, lo enfrentó y le dio la peor de las palizas que cualquier hombre haya podido sufrir, lo golpeó con toda la rabia del mundo por haberlo sacado del mundo militar con que él había soñado para toda su vida. Luego se fue del país para evitar cualquier represalia.
Yo le conté la versión que el cuartel nos dio con respecto a la salida de Balta, situación que le hizo gracia, pues él sabía muy bien que Balta se había dado de baja por haber quedado traumatizado.
La noche cayó rápidamente, siendo ya casi las doce nos retiramos del local, lo llevé hasta su casa y al momento de despedirse me miró fijamente a los ojos y me dijo «lo peor que Balta me hizo fue el haberme alejado de ti, pues aun no te he olvidado», saliendo de mi carro rápidamente.
Yo me quedé mirando como caminaba derecho hacia un edificio, entró en el, lo seguí con la mirada hasta que se perdió, poco después se prendió una luz en uno de los departamentos, era el de él, seguí allí esperando alguna señal, más lo que vi fue que él se acercó a la
ventana se quitó la camisa que llevaba puesta y me miró.
Lo que sigue ya forma parte de otra historia.
Autor: TEHEPA
Buen relato, hizo recordar a algunos del ejercito que conocí e hice amistad y algo más…
Muy buena historia. Veo, por el comentario de Rafael, que hace un año no se publica la continuación. Qué lástima!
Lo disfruté muchísimo y me gustaría conocer el final de la historia!