El siguiente artículo no pretende otra cosa que explicar cómo las distintas religiones condicionan los hábitos sexuales de la gente, incluso la de aquella que se cree poco o nada religiosa.
Para ello vamos a comparar, sin entrar en excesiva profundidad, las distintas visiones que las sociedades tienen sobre el sexo tanto en Occidente como en Oriente. Veremos a grandes rasgos como la moral religiosa apuesta por la represión sexual y el puritanismo en Occidente (el sexo es pecado, el sexo está mal) mientras que en Asia las grandes religiones no han condenado nunca la libertad sexual, lo cual ha derivado en el libertinaje (nada es pecado, todo está bien).
OCCIDENTE.
La grandes religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e Islam) consideran a grandes rasgos que el sexo, en sus múltiples variantes, es pecado. Incluimos aquí el Islam pues aunque geográficamente sea una religión de Oriente (predomina en África y Asia) tiene raíz occidental al estar emparentada con el judeocristianismo. Para estas religiones el único sexo válido es el que se da dentro del matrimonio. Fuera de él, todo es pecado. Ya no sólo es pecado actitudes que se pudieran considerar moralmente reprobables (la pederastia por ejemplo) sino también las que pudieran considerarse aceptables (las relaciones prematrimoniales de dos novios que se aman).
Y no sólo eso; cualquier atisbo de instinto sexual es malo y debe ser reprimido. Masturbarse es pecado, tener sexo es pecado, tener fantasías eróticas es pecado, experimentar deseo es pecado. Es decir, todo es pecado. Hasta no hace demasiadas décadas que la mujer llegara virgen al matrimonio era lo habitual en el cristianismo. Para la Iglesia Católica el único pecado que se cometía en la dictadura franquista era el sexto mandamiento. Así pues, durante cuarenta años se podía asesinar, torturar y saquear en España porque el único pecado grave era que los chicos se masturbaran. Es como si los diez mandamientos se redujeran a uno solo: no practicarás sexo.
Ni decir tiene que el puritanismo es, en general, cosa del pasado. Pocos están dispuestos a seguir una moral sexual que parece obsoleta. La juventud mantiene relaciones prematrimoniales y cohabita sin estar casada. Sin embargo, el sentimiento de culpa permanece en el subconsciente. Si bien el judaísmo fue la primera fe en tratar de imponer una moral sexual frente a prácticas aberrantes generalizadas como el incesto, la cosa ha derivado en un puritanismo del que las naciones cristianas recién se han deshecho y que permanece con fuerza en el islam; la mujer debe taparse y llevar velo para así no tentar al hombre, hay que llegar virgen a la boda, etc.
ORIENTE.
En Oriente, en especial en Asia, ocurre todo lo contrario. Allí ninguna de las grandes fe predominantes –con la sola excepción del Islam- contempla el sexo como tabú. El hinduismo, el budismo, el taoísmo, el shintoismos o el confucianismo son permisivos con la sexualidad, no identifican a priori el sexo con el pecado, no existe el sentimiento de culpabilidad ni de vergüenza como ocurre con las creencias monoteístas. Esto ha derivado con el tiempo en un libertinaje notable (no por casualidad Asia tiene más población que el resto de continentes juntos). Así, prácticas sexuales que en Occidente son intolerables y aberrantes son normales y aceptables en Asia.
Una de ellas es por ejemplo la pedofilia, la pederastia. En Thailandia nadie se extraña porque vengan turistas de Europa, Estados Unidos o Australia para abusar sexualmente de menores. Nadie se escandaliza porque alguien de 30 años se lleve a la habitación de su hotel a un niño de 8. De hecho, en ocasiones puedes encontrar adultos masturbando a niños en mitad de la calle sin que nadie de quienes pasan por allí le reprenda. La gente pasa por al
lado, ve lo que ocurre pero no dice nada. No son infrecuentes los casos de padres que venden a sus hijas de 10 ó 12 años a algún prostíbulo a cambio de algo de dinero, de unas cabras, de un electrodoméstico, etc.
Sería equivocado pensar que esto ocurre solamente en países tercermundistas donde la gente vive en la miseria y hace lo que sea por sobrevivir. En el riquísimo Japón, el 25% de las estudiantes japonesas de entre 13 y 20 años se prostituye para comprarse ropa de marca. O vende sus bragas usadas a precios astronómicos. Las chicas no quieren desentonar ni ser menos que sus amigas en un país en donde e
s vital formar parte del grupo. Y si no tienen dinero para comprarse un bolso de marca, se prostituyen para conseguirlo antes que renunciar a él. En líneas generales la sociedad japonesa ve con buenos ojos la prostitución juvenil o no le parece que sea mala.
Así pues, mientras que en Occidente las religiones monoteístas consideran pecado el solo hecho de desear a una persona, en Oriente la sociedad contempla como normal que un turista francés de 50 años se acueste con un niño de 8 o que la hija se prostituya para comprarse un modelito caro. En mi opinión todas las religiones han errado al tratar de escorarse en posturas extremas («todo es pecado» contra «nada está mal»). Tanto el puritanismo como el libertinaje son actitudes que tienen más de perjudiciales que de sanas. Tal vez, en estos tiempos de insensatez deberíamos recordar a Aristóteles cuando decía aquello de «en el término medio está la virtud».
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Autor: Ferrer
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