Me iba a venir se lo dije, ella se arrodilló en el piso y esperó a que todo mi semen saliera y se lo tragó y lo ungió en su cara y cuerpo, después de eso hicimos el amor durante todo el fin de semana
Para comenzar mi nombre es Juan Carlos, quedé huérfano de padre y madre siendo muy joven, por tal razón mi tía Angélica, hermana de mi madre, asumió mi custodia aunque seguí viviendo solo en mi casa.
Angélica era una mujer soltera, nunca deseó casarse por que decía que los hombres molestaban mucho. Medía un metro con sesenta centímetro, tenía un cuerpo proporcionado para su estatura y sobre todo unos senos redondos perfectamente torneados, los cuales excitarían a cualquier hombre.
Yo tenía 18 años recién cumplidos, ella rondaba los 45, un sábado nos encontramos en la casa de mi tío Carlos Manuel, en un almuerzo familiar, después de algunas copas de vino, ella me dijo que se iba para su casa, pero yo la noté muy embriagada, entonces el destino se jugó su carta, yo le dije que no la podía dejar ir así, por lo cual la acompañaba hasta su casa, eran como las 8 de la noche.
Al llegar a su casa, me brindó un trago de ginebra con tónica, me lo bebí mientras ella entraba en su cuarto a cambiarse. Luego de unos eternos diez minutos, regresó al salón principal vistiendo una provocadora y sensual pijama transparente.
Me preguntó si quería comer algo, le dije que sí que tenía hambre, mientras me la devoraba con la mirada, situación de la que ella se percató.
Sin embargo no dijo nada, se dirigió a la cocina y comenzó a preparar unos emparedados, de repente entré en la cocina y estando ella de espaldas la abrace, besándole su cuello y mordiéndole las orejas, en principio trató de detenerse, pero no resistió mucho a mis caricias, metí mi mano en su camisa y le apreté con fuerza sus pechos redondos como dos melones, los sobé, apreté y aflojé hasta ver que ella estaba totalmente excitada y mojada.
Me atreví a tocar sus nalgas y a jugar con mis dedos entre su ano, eso le hizo perder la razón, y me pidió que le introdujera mi pene en su trasero, así lo hice no sin sentir que el mundo se acababa por el gran placer que sentimos ambos, la verdad era la primera mujer que yo enculaba y me encantó.
Seguidamente se volteó y me exigió con desenfreno que se lo metiera en su vagina, accedí y tuvimos un segundo orgasmo del otro mundo.
Luego vino la calma y nos sentamos en un sofá para conversar sobre lo sucedido, ella me dijo que nunca más podría suceder esto, que ella era mi tía y es más como mi segunda madre, lo que me excitó mucho más, pues sus palabras eran dulces y llenas de pasión.
Nos acostamos en su cama a ver televisión, de pronto no resistí más la tentación y volví a besarla en su boca, le di un beso como nunca, y continúe con todo su cuerpo, nos desnudamos nuevamente, y procedí a hacerle sexo oral, ella me preguntaba como una niña ingenua ¿Qué haces? A lo que contestaba que estaba jugando con su cuerpo.
Ella se dejó finalmente, lamí y mordí su clítoris hasta que tuvo un orgasmo en mi cara, todavía recuerdo esos olores deliciosos segregados por sus genitales, ella me aseguró que ningún hombre le había hecho eso, pues ella es muy tradicional en el sexo, aunque le fascina.
Luego me tumbó sobre la cama y con la mayor delicadeza tomó mi gran pene entre sus manos y lo acarició con ternura y dulzura, y me preguntó ¿Qué quieres que haga con el?
Le dije comételo entero quiero que mi leche llene tu boca y tu cuerpo, y procedió a realizar la mejor mamada que me han hecho en la vida, lo juro, la mejor y son muchas las mujeres que lo han realizado.
Cuando me iba a venir se lo dije, y me hizo arrodillar en la cama y ella se arrodilló en el piso y esperó a que todo mi semen saliera y se lo tragó y lo ungió en su cara y cuerpo. Después de eso hicimos el amor durante todo el fin de semana, yo calculo que fueron como quince a veinte coitos.
El lunes
temprano salió ella para su trabajo, no sin antes volver a mamar mi pene y hacer el amor conmigo; yo salí para la universidad.
Durante toda la semana hablamos telefónicamente de lo sucedido y decidimos que no podía volver a suceder, hoy tengo 38 años y siempre nos saludamos de beso en la boca, claro disimulado si estamos en público.
Confieso han sido los mejores polvetes que me he echado en mi vida, aún los recuerdo y de vez en vez me masturbo pensando en mi tía Angélica.
Autor: Carlos