La tía soltó un grito y empezó a jadear de placer mientras mi hijo la follaba y me miraba a los ojos con lujuria; yo empecé a besarla y comerle las tetas, mientras mi hijo cambió de agujero y se la metió en el culo. La tía ya no podía controlarse, gritando salvajemente, y pidiéndole a mi hijo que la reventara; yo le pajeaba con furia su coño con los dedos hasta que se corrió en mi mano.
Al día siguiente fui a casa de la tía. Siempre la llamamos así, es la hermana de mi marido y es sólo dos o tres años menor que yo. Ha tenido ya cuatro hijos, y eso se nota, pero aún así, se conserva estupenda.
Es alta, con grandes caderas y unos pechos estupendos, bastante grandes, aunque ya no demasiado firmes; lleva el pelo muy corto y moreno y siempre me ha resultado muy atractiva. Nos llevamos muy bien, y siempre nos hemos juntado para ir de compras o a tomar café, e incluso hemos salido con más amigas o las dos solas alguna noche a una discoteca. Una noche en su casa, está divorciada y sus hijos viven fuera de casa, no sé cómo empezó, quizá fue el alcohol que habíamos tomado, pero el caso es que empezamos a acariciarnos, las caricias llevaron a los besos, y acabamos la dos desnudas en su cama. Al día siguiente ninguna de las dos se arrepintió de lo que habíamos hecho, no era amor, sólo sexo, y decidimos repetirlo siempre que quisiéramos o pudiéramos, sin ningún complejo.
En mi casa lo hemos hecho alguna vez, pero siempre segura de que no había nadie y teníamos tiempo de sobra. Mi hijo me reveló que nos había visto acariciándonos y besándonos, debió ser algún día que creí que estaba en su habitación y no nos vería. Pero nos vio, nos espió, y ahora me había pedido, me había ordenado, que la convenciera para acostarnos los tres juntos.
Me senté junto a la tía y le expliqué lo que estaba pasando entre nosotros dos; creí que se escandalizaría, pero en su lugar noté cómo se excitaba por momentos, según le contaba cómo mi hijo me follaba cuando le apetecía. Cuando le sugerí si le gustaría unirse a nosotros y le dije que mi hijo lo había pedido, me dijo que hacía mucho que le atraía mi hijo, pero que nunca había intentado nada con él por respeto a mí, así que accedió encantada y excitadísima a hacer el trío.
Mi marido se fue al mediodía a su viaje de negocios, no volvería hasta el día siguiente. Por la tarde mi hijo me dijo que me pusiera un vestido de tirantes exageradamente corto que tengo y muy fino; mis pechos casi se salían fuera y la parte de abajo apenas tapaba nada; por supuesto me prohibió llevar ropa interior, quería que recibiera así a la tía. Cuando llegó abrí la puerta y me saludó con una sonrisa, diciéndome excitada que parecía un putón; ella llevaba una camisa, falda y tacones. Pasamos al salón y allí la saludó mi hijo. Se acercó y la besó en la boca con pasión mientras le sobaba el culo con una mano. La tía le devolvió el beso encantada, como si lo hubieran hecho siempre.
Se separó y nos dijo que nos acercáramos, quería ver cómo nos acariciábamos; nos empezamos a acariciar los pechos, sintiendo la excitación crecer poco a poco dentro de nosotras. Nos dijo que nos besáramos. No tuvo que repetirlo, lo hicimos con gusto, acercando nuestras bocas y sacando las lenguas para rozarlas. Mi hijo estaba excitadísimo, viendo cómo su propia madre y su tía se magreaban y se besaban con lujuria delante de él. Nos dijo que éramos unas putas, y mi tía le miró sonriendo sin dejar de besarme y sobarme. Mi hijo se acercó sin poder contenerse más y se unió a nosotras, acariciando nuestros culos y uniendo su lengua a la nuestra. Me sacó las tetas fuera del vestido y las apretó y sujetó para que la tía las chupara, mientras me besaba en la boca y me preguntaba si lo disfrutaba. Yo estaba como loca de placer, y acepté sin reparos que me llamara puta y zorra, e incluso que me escupiera en las tetas y en la cara, para que su tía lo lamiera.
Estuvimos así un buen rato, hasta que estuvimos completamente desnudas. Entonces nos llevó a la cama, a la mía, a la que compartía con su padre, y allí nos tumbamos y seguimos acariciándonos mientras él se desnudaba. Se acercó a nosotras y le hizo a su tía que se la chupara, luego me agarró del pelo y me unió a ella. Se la chupamos entre las dos, uniendo nuestras lenguas a la vez. Entonces me dijo que quería ver cómo una puta como yo le comía el coño a otra puta; le abrí las piernas a su tía y se lo chupé, arrancándole gemidos, mientras mi hijo le follaba la boca.
La agarraba de la cabeza y la sujetaba con su polla totalmente dentro de la boca, hasta que le daban arcadas y parecía que se iba a ahogar. Entonces la soltaba y mi tía babeaba y escupía saliva, lo repitió varias veces y yo me asusté al ver cómo la tía se atragantaba y le daban náuseas, pero cuando la liberaba le miraba sonriendo con lujuria; lo estaba disfrutando.
Yo nunca había follado de una manera tan violenta, y era mi propio hijo el que me lo estaba enseñando. Vio mi cara de curiosidad: -Tú también quieres probar, ¿verdad perra? Y me metió la polla en la boca y me hizo lo mismo que a su tía, mientras esta me comía el coño. Fue horrible y excitante a la vez. Un par de veces creí que me ahogaba de verdad, me agitaba con violencia para que me soltara, pero eso lo único que conseguía era excitarle todavía más, hasta que me soltaba cuando él decidía. Cuando terminó yo tenía la cara roja y congestionada, y se me habían saltado las lágrimas por las arcadas. Él me besó en la boca: -Lo has hecho muy bien, mamá, como una buena puta.
Me dejó que descansara mientras su tía seguía comiéndome el coño, y se colocó detrás de ella y de un solo golpe se la clavó en su coño. La tía soltó un grito y empezó a jadear de placer mientras mi hijo la follaba y me miraba a los ojos con lujuria; la tenía agarrada con fuerza de las caderas y le daba unas culeadas tremendas. Yo cambié de postura y empecé a besarla y comerle las tetas, mientras mi hijo cambió de agujero y se la metió en el culo. La tía ya no podía controlarse, gritando salvajemente, y pidiéndole a mi hijo que la reventara; mi hijo la llamaba hija de puta, zorra, y mil cosas más, y yo le pajeaba con furia su coño con los dedos hasta que se corrió en mi mano, se los hice chupar, y se los metí otra vez, al poco volvió a correrse, y mi hijo, gritando, se corrió también, llenándole el culo de semen.
Me agarró y me puso detrás de su tía para que la lamiera el culo y le chupara todo su semen. La tía gemía por el esfuerzo y el placer, yo me llenaba la boca de semen y del aroma de su culo y mi hijo nos contemplaba descansando y acariciándose la polla.
Seguimos acariciándonos y besándonos, esperando que mi hijo se recuperara, cosa que tardó muy poco, pues es muy joven, hace ejercicio y la visión de su madre y su tía desnudas besándose le calentaron en un momento. Se acercó a nosotras con la polla otra vez tiesa y nos mezclamos los tres en caricias y besos; era difícil saber dónde empezaba un cuerpo y dónde terminaba otro. Se tumbó encima de su tía y la folló, mientras yo la besaba y besaba a mi hijo; luego me agarró a mí y me folló. Nos penetraba a las dos alternativamente. -Os gusta mi polla, ¿eh putas? ¿Os gusta cómo os follo?
Así seguimos durante un buen rato, hasta que no pudo aguantar más y nos dijo que nos colocáramos de rodillas muy juntas y él se colocó de pie sobre la cama; nos dijo que abriéramos bien las bocas y empezó a machacársela con furia encima de nosotras y entre espasmos y jadeos incontrolables nos echó chorro tras chorro sobre nuestras caras y bocas. Cuando paró nos ordenó en seguida que nos besáramos. Nuestras bocas estaban llenas de semen caliente y viscoso, que se mezclaba con nuestra saliva y nos tragábamos. La tía se separó y lamió el semen que goteaba por mi cara y mis tetas y me volvió a besar para que me lo tragara todo; luego yo hice lo mismo con ella.
Pasamos toda la noche los tres juntos en la cama, durmiendo a ratos y follando el resto del tiempo. Ahora éramos dos las putas de mi hijo, y las dos estábamos encantadas de ser sus putas.
Un día recibí una llamada del instituto de mi hijo. Es bastante buen estudiante y nunca da problemas, por eso me sorprendió la llamada, pero parece ser que hay un par de asignaturas que se le han atragantado, y su tutor quería hablar con sus padres para hablar del asunto. Como mi marido tenía que trabajar, fui yo sola al instituto. Entré en el despacho del tutor y allí me recibió un joven de poco más de treinta años, delgado, con gafas y ligeramente atractivo. Yo me había vestido elegante, con un traje de chaqueta y falda negra, medias y tacones, todo negro, y una blusa blanca semitransparente. El tutor me hizo sentar muy amable en una silla, y él se sentó en otra a mi lado; era un joven muy amable y agradable y hablamos de mi hijo y de sus problemas con las asignaturas, pero me di cuenta que desde el momento en que había entrado por la puerta le había gustado.
Durante la conversación no dejó de mirarme, con mucho disimulo, las piernas, los zapatos, y sobre todo mi escote, él pensaba que no me daba cuenta y yo me hice la ingenua; decidí quitarme la chaqueta, diciendo que tenía calor, pero en realidad quería que admirara mejor la redondez de mis pechos bajo la blusa. Empecé a notarle nervioso, haciendo esfuerzos cada vez mayores para que sus ojos no se desviaran a mi escote y mis pechos. Fumamos un cigarrillo y hablamos de muchas cosas, hasta que me levanté diciendo que era ya un poco tarde; él se levantó rápido y me ayudó a ponerme la chaqueta; me dijo que se alegraba mucho de haber conocido a una madre tan atractiva de uno de sus alumnos, y me dijo medio tartamudeando que quizá podríamos quedar otro día para seguir hablando de mi hijo y las asignaturas. Le sonreí pícara y le dije que por qué no.
Cuando se lo dije a mi hijo se mostró muy interesado, preguntándome si me había gustado su tutor, le dije que un poco, y me propuso que ya que él se había sentido tan atraído por mí, porqué no me dejaba seducir por él y que a cambio mejorara sus notas. La idea me atrajo, y como siempre, no pude resistirme al encanto de mi hijo, siempre hacía conmigo todo lo que él quería. Así que, mientras mi hijo me acariciaba y lamía, llamé a su tutor y le pregunté si le gustaría venir a mi casa para seguir hablando de mi hijo y las clases; pude sentir su excitación cuando me dijo que sería un placer, y que podía venir esa misma tarde si yo quería. Acepté.
Mi marido no llegaría hasta muy tarde del trabajo. Mi hijo me dijo que recibiera a mi tutor muy sexy, con alguna falda corta, un generoso escote y tacones, y me dijo que no nos molestaría, que no notaríamos su presencia, pero que no cerrara ninguna puerta para que pudiera espiarnos fácilmente. Llamaron a la puerta y mi hijo se fue a su habitación; abrí y el tutor me saludó muy educado, casi sin poder evitar mirarme todo el cuerpo sorprendido y excitado a la vez. Nos sentamos en el sofá, y nos pusimos a hablar de muchas cosas; me preguntó si estaba sola, y le dije que sí, que no vendría nadie hasta dentro de muchas horas. Estaba muy nervioso, mirando disimuladamente mi escote y mis piernas, y sin poderse controlar más me dijo que era muy atractiva, que mi hijo tenía mucha suerte de tener una madre tan sensual.
Yo me escandalicé inocentemente, diciéndole que cómo me decía esas cosas, pero por supuesto mi tono no sonaba en absoluto irritado, y él me rodeó con un brazo y posó una mano en mi muslo, diciéndome que me deseaba; le dije que era una mujer casada, que no podía decirme eso, pero él se echó sobre mí y empezó a besarme. Yo protesté tímidamente para seguir con mi papel, pero abrí la boca y le besé con lujuria. Sus manos buscaron con avidez mi escote, abriéndome la blusa y acariciándome los pechos. Conseguí liberar mi boca para susurrarle que fuéramos a mi habitación, me levanté y me siguió casi como un perrito, le tenía totalmente en mis manos.
Nunca vi a un hombre desnudarse tan rápido, se acercó y me desnudó sin dejar de besarme y lamerme. No le habría elegido como amante en otras circunstancias, pero tengo que reconocer que me estaba excitando, y me encontraba mojada. Me tumbó en la cama, se echó sobre mí, y casi sin preámbulos me penetró. Estaba excitadísimo y parecía que llevara mucho tiempo sin acostarse con una mujer, no quería perder tiempo, solo follarme. Pero no lo hacía mal.
Empecé a gozar de su polla entrando y saliendo de mi coño, gemía, él me masajeaba los pechos, sin dejar de decirme lo deseable que era, lo buenísima que estaba, lo maravilloso que era mi cuerpo. Abrí un momento los ojos y vi a mi hijo en el quicio de la puerta, mirándome con su sonrisa diabólica, gozando viendo cómo su madre follaba con un hombre. Yo gemí más y le sonreí, y él se tocó el paquete, me lamí los labios sensualmente, mientras a su tutor parecía que le dieran espasmos y entre jadeos se corrió, soltando una cantidad de leche enorme, supongo que reprimida durante mucho tiempo.
Se tumbó a mi lado agotado, jadeando y sudando, y se disculpó por haberse corrido tan pronto, pero mi cuerpo le había excitado tanto que no había podido controlarse. Le dije que no se preocupara, pero que debería vestirse, no fuera que volviera mi hijo, en el cual tenía ya todos mis sentidos, sin dejar de recordar su imagen acariciándose la polla con lujuria. Se vistió y me preguntó si podíamos repetirlo otro día, que le había vuelto loco; yo le acompañé desnuda hasta la puerta, evitando que tropezara, pues sus ojos no se apartaban de mi cuerpo. Le dije que me encantaría repetirlo otra vez con más tiempo, e ingenuamente le pregunté si no podría hacer algo con las notas de mi hijo. Sin apartar las manos y los ojos de mis tetas, me dijo que no volviera a preocuparme nunca más de eso, me las besó, me besó, y se fue.
Fui rápido a la habitación de mi hijo, que me esperaba desnudo en su cama, con la polla tiesa. – ¿Y bien, puta? –Está loco por mí, no tienes que preocuparte por tus notas. –Muy bien, zorra, ¿has disfrutado? Me tumbé a su lado y le acaricié su maravilloso miembro. –Sí, mi amor, pero estaba deseando que terminara para venir contigo. Empecé a chupársela; cuando estuvo bien mojada de saliva me agarró con fuerza, me puso boca arriba, se tumbó encima y de un solo golpe me la clavó. Aún tenía el coño lleno de semen, y se deslizó fácil y rápida hasta el fondo.
Solté un grito de placer y empezó a follarme como sólo él sabe hacerlo. Me estaban follando dos veces seguidas de la misma manera, pero la diferencia era gigantesca; su tutor me había follado bien, pero mi hijo… mi hijo era maravilloso, su fuerza, su energía, el dominio de su cuerpo y del mío, y su trato hacia mí, todo se juntaba para llevarme a un orgasmo tras otro siempre que me follaba. La cama crujía, mis piernas rodeándole cruzadas empujando para sentirle más dentro si eso era posible. Me estaba follando como nunca, era un polvo increíble, y en ese momento…
…oímos la puerta. Mi marido. Me quedé paralizada, era la primera vez en años que llegaba del trabajo horas antes de lo previsto. Pero mi hijo seguía empujando, y yo estaba a punto de llegar al clímax, no podía parar ahora. Oía a mi marido entrar en la cocina. Mi hijo se inclinó sobre mí y me susurró puta varias veces. Oímos como su padre se servía una cerveza. La cama seguía crujiendo. Ya no podíamos parar, era imposible. Mi marido avanzaba por el pasillo. Mi hijo me susurró lujurioso que nos iba a descubrir, que iba a pillar a la puta de su mujer follando con su propio hijo, que era una zorra que se acostaba con cualquiera; disfrutaba con mi terror y mi excitación. Me corrí. Mi marido se acercaba, oíamos sus pisadas acercándose más y más.
Me mordí los labios con fuerza para no gemir ni gritar. Mi hijo seguía empujando violentamente mientras mi coño se empapaba de mis fluidos. Su padre estaba casi al lado de la habitación de nuestro hijo, se paró. Mi hijo sonreía lujurioso. Se alejó. Entró en nuestra habitación. Debía de estar cambiándose. Por un lado rezaba porque mi hijo se corriera y me soltara y se acabara esa pesadilla, pero por otro lado deseaba que siguiera eternamente, sentía tanto placer que me daba exactamente igual que mi marido nos descubriera. Le oímos salir del dormitorio y alejarse hacia su despacho. Mi hijo me obligó a abrir la boca, y empujó violentamente para obligarme a gemir, jadear, gritar; él también soltó un grito y se corrió salvajemente dentro de mi coño.
Cayó sudando y exhausto sobre mí, besándome y lamiéndome la cara. –Te quiero, mamá. Eres mi puta. Mi perra. –Sí, hijo mío, lo soy, soy tu puta, tu zorra, te adoro, te quiero. Estábamos llenos de adrenalina, jadeando y respirando agitadamente, hasta que poco a poco nos fuimos relajando. Se echó a mi lado, le besé tiernamente en los labios y le dejé descansar. Salí desnuda, comprobando que no estuviera cerca mi marido. Entré en nuestra habitación sin hacer ruido, me vestí, y fui a la puerta de salida, asegurándome que mi marido estaba encerrado en su despacho.
Abrí y cerré la puerta con ruido, y simulé que llegaba de la calle en ese momento. Saludé a mi marido y me fui corriendo al baño. Me temblaba todo el cuerpo, pero todo había salido bien, mi marido no sospechaba nada, había oído ruidos en la habitación de nuestro hijo, pero pensó que estaría viendo alguna película en su ordenador y no quiso interrumpirle. El morbo, la excitación y la adrenalina iban desapareciendo. Esa noche volvería a pasarme por la habitación de mi hijo.
Autor: Galufo
Muy buen relato m hizo que se me parara la verga