Mi nombre es Emmanuel, de cabellos negros, ojos celestes, de buenas piernas y lindo culo. Tengo 23 años y soy amante del padre de mi mejor amigo. Obvio, es un secreto que nadie imagina.
A él le llamo por su edad: 43. Es un maduro hermoso y muy viril, con él hemos pasado malos y buenos momentos propios de la clandestinidad. Sus dos hijos se le parecen, uno de ellos es mi gran amigo, se llama Nicolás, tiene mi edad. El hijo menor se llama Uriel y tiene 18 años recién cumplidos.
He tenido distintas experiencias con los hombres de esa casa. Con Nicolás conocí a esa familia. Es mi compañero de facultad, y me gustó desde los primeros días en que lo vi. Pero «Nico» es decididamente heterosexual. Tiene novia y la ama. Me hice entrañablemente amigo y así entré a su hogar y a sus vidas.
Si bien, los hermanos tienen un gran parecido, Nicolás tiene una notable semejanza física a 43, y Uriel tiene rasgos como Salomé, su mamá.
Este hijo menor, es algo más alto que yo, delgado pero marcado. Es un buen jugador de fútbol. Lo caracteriza una sonrisa constante y simpática. Posee una chispa permanente en sus pícaros ojos verdes.
Uriel es extrovertido, una polvorita, lleno de vida. Está en esa edad que es grande para algunas cosas y chico para otras. A causa de su temperamento vive «metiendo la pata» (equivocándose).
Mi llegada a su casa le fue indiferente, no le llamé la mínima atención. Con el pasar del tiempo, y cuando mi amistad con los suyos crecía, a Uriel le comenzó a invadir unos celos tremendos.
Un día con Salomé estábamos fritando pastelitos para una feria en la que se recaudaba fondos para ayudar a un hospital pobrísimo, y en un momento me dijo: «si llega Uriel se va a enojar», no supe interpretar la frase y le pregunté el por qué, y ella continuó:
«Te tiene unos celos tremendos. No sabe disimularlos. Con (43), hemos notado todas las agresiones que te hace y tuvimos que llamarle la atención. Hablé con él, y allí no tuve más dudas. Por ser el menor, ha sido el mimado y te considera una competencia».
Si, me he dado cuenta que me celaba con sus padres. No perdía oportunidad para agredirme: ya sea con una frase, con un gesto, o haciendo justamente lo que sabía me molestaba.
Hace más o menos un mes atrás estábamos en el patio 43, Uriel y yo limpiando la piscina que tienen. Uriel trabajaba inquieto como siempre. Nos tiraba agua y hacía bromas. De repente me dio una palmada en pleno trasero; instintivamente le miré a su padre, y éste miraba hacia la pileta, sonriendo y evidenciando que había visto la acción.
Lo que 43 no sabe, que no es la única vez que Uriel me tocó el culo. Desde ese día se volvió una broma constante. Me tocaba el trasero ya sea cuando me descuidaba o cuando pasaba cerca de él. Noté que lo hacía cuando nadie lo veía. Un día lo corté, pero lo hice con sobrado motivo.
Dos noches antes que lo reprendiera, yo me quedé a dormir en la casa de 43. Su casa es grande, tienen habitación para huésped, por lo que no es necesario compartir dormitorio. Al ser casi todos varones, acostumbran a salir de sus habitaciones con ropa interior y además como tengo mucha confianza con ellos, hago lo mismo.
Cuando ya todos nos habíamos acostado y había silencio en la casa, me dio ganas de tomar agua y me dirigí a la heladera que está en el living. Iba desnudo, tan solo tenía un slip negro que como siempre me marca el culo.
Les recuerdo que tengo un trasero muy redondo y parado. Cuando abro la heladera me di cuenta que alguien veía televisión, me di vuelta para saber quien era y me di con Uriel que me estaba mirando fijo al culo. Cuando se dio cuenta que lo estaba viendo, se hizo el distraído y se tiró al sillón a continuar con lo suyo. Volví a mi habitación.
A la hora, cuando yo ya estaba durmiendo, siento que se abre la puerta de mi habitación. Al principio pensé que era 43 y creí que estaba loco con semejante exposición,
simplemente desde la oscuridad miré de reojo y para sorpresa total, el que había entrado era su hijo, el menor.
Yo estaba de vientre hacia abajo, es decir con la cola hacia arriba, decidí fingir que dormía porque pensé que él había ido a sacar algo suyo de esa habitación, pero los segundos pasaban y no se escuchaba ni sus pasos ni su retirada.
Otra vez miré de reojo, y Uriel estaba de pie cerca de mi cama y se refregaba el miembro por encima del bóxer que llevaba. Quedé inmovilizado. No quería ponerlo en evidencia aunque estaba decidido a no ceder a nada extraño y a echarle de allí.
Desde la oscuridad a la que estaba acostumbrado porque hacía una hora que había apagado la luz, vi como se bajaba el bóxer hasta los muslos y como saltaba libre su pene ya erguido. Escuché que se salivaba la mano y se la llevaba a sus genitales, observé que me miraba el culo y comenzó a masturbarse.
Su pene estaba al palo, y su paja se hacía evidente tanto en el ruido característico de las manos frotando, como por algunos gemidos que hacía.
No sabía que hacer. También a mi se me había puesto durísima, pero ¿cómo cometer una infidelidad nada más y nada menos que con su propio hijo?, me pareció una locura y contuve la calentura que invadía todo mi cuerpo.
Al rato, lo miré retirarse, llevaba la mano en su miembro, y con la otra cerró la puerta. Esperé unos minutos y entonces prendí la luz, analicé el lugar donde había estado Uriel y encontré gotas de semen tanto en mis sábanas como en el piso. Su eyaculación debe haber sido abundante. Se notaba.
Apagué la luz, y caliente como estaba, liberé mi pene que buscaba salir, y me entregué a la tarea de una regia masturbación, no pasó mucho tiempo hasta que disfruté de un tremendo orgasmo.
Desde esa noche, me rondaron muchas preguntas: ¿Uriel era homosexual? ¿Sólo estaría caliente? ¿Era una calentura propia del adolescente? ¿Lo habría calentado yo al aparecer casi denudo en el living?, y otras preguntas que me llenaron de inquietud esos días: ¿sospecharía el muchacho lo que yo hacía con su padre?, o peor todavía: ¿sabría algo?
Pensé en 43 machista, medité acerca de su decepción ante la posibilidad de tener un hijo gay. También lo pensé furioso, si se enterara que su hijo estaba compitiendo con él. Que su benjamín había tenido un placer solitario espiándome desnudo.
Al otro día, cuando desayunábamos, Uriel bajó se sentó con nosotros sin la más mínima preocupación o gesto que delatara lo que había hecho esa noche. Hizo las bromas de siempre y fue el primero en irse al colegio. El está terminando la secundaria.
No sé que le ocurre a Uriel. No lo conversé ni con él, ni con sus padres, y no voy a hacerlo. Estoy decidido a evitar este tipo de relación con él. Por eso, dos días después, cuando otra vez me tocó el culito, le dije enojado que no me gustaban esas bromas y que no volviera hacerlo. ¡Si supiera 43 que en su propia casa fui causa de una soberbia paja de su hijo, el menor!
Autor: Emmanuel sebastianmemoria (arroba) hotmail.com