Mi esposa es la dueña completa de mi ser, la amo con devoción, y la atiendo como si fuera una diosa.
Esta situación en la que vivimos felizmente mi esposa y yo, fue avanzando lentamente hasta llegar a lo que es hoy en día, yo arrodillado a sus pies, adorándolos constantemente y esperando la más mínima instrucción para realizarla de inmediato sin cuestionar la orden en ningún momento. Ya han quedado atrás esos primeros momentos de mi sumisión en que yo preguntaba ¿Por qué? Luego de recibir alguna orden, o le pedía, no por favor no. Después de varios castigos he comprendido que sus órdenes deben realizarse inmediatamente, sin preguntarme nada, solo escuchar…y obedecer.
Cuando éramos novios, teníamos una relación bastante normal, cotidianamente y en la cama. Aunque era siempre ella la que tomaba la mayoría de las decisiones en la mayoría de los aspectos. Y siempre la noté insatisfecha debido a mi minúsculo pene.
Nos casamos al poco tiempo de noviazgo, y ella rápidamente comenzó a aumentar su autoridad, yo la amaba tanto que no tuve problemas en ir accediendo a cada una de sus peticiones. La casa estaba decorada a su gusto, lo que comíamos era la elección de ella, adonde saldríamos etc.
Al yo asumir esta situación sin ningún pero, la cosa fue aumentando y siendo cada vez más normal, hasta que llegó un punto en el que yo no tomaba ninguna decisión que involucrara a los dos, de hecho, estando con ella ya tampoco decidía nada, ni siquiera la ropa que usaría yo, durante el dia.
Al tener una relación así, esto rápidamente se fue manifestando en la cama, ella era quien elegía cuando hacerlo, donde y como. Si ella se iba y yo aún no, poco importaba, pero cuando sucedía al revés se indignaba y me ordenaba hacerle sexo oral hasta que se fuera. Además, constantemente me recordaba que yo no lograba tenerla completamente satisfecha debido al pequeño tamaño de mi polla.
Yo la amaba tanto y era tan hermosa, que jamás puse problemas ni intenté frenar su creciente autoritarismo, de hecho, me gustaba ver como ella iba adquiriendo cada vez más poder sobre mi persona.
Luego de unos años de esta manera, yo había perdido completamente la capacidad de tomar decisiones, estando con ella, yo no elegía ni decidía nada, mi voluntad era como un muñeco en sus manos. Incluso, cuando salía solo a la calle comenzaba a tener miedo y confusión, prefería siempre estar a su lado, mas bien, a sus pies.
El poder que ella fue adquiriendo sobre mí, fue sucediendo de manera natural, jamás me decía que era su esclavo o que ella era mi dueña, ella tan solo decía algo, y yo partía a realizarlo de inmediato.
Hasta que un dia llegó a la casa con una mini de cuero, unas sandalias tipo tacón y una apretada y escotada blusa. Se veía deslumbrante. Se sentó en el sofá y me dijo que me acercara, me ordenó que me desnudara, y lo hice.
Se quedó observándome un momento y me ordena: arrodíllate. Casi nunca me hacia arrodillarme así, por lo general era cuando quería que le besara los pies o la concha.
-Sabes, -dijo- ha llegado el momento de que dejes de ser tan rebelde e insurrecto conmigo.
-¿Cómo? Yo no daba crédito a lo que oía, no podía considerarme rebelde si hacia años que no decía «no» a una instrucción de ella.
-si, es así, desde ahora quiero que me trates con el debido respeto que merezco de un perrito faldero de mierda como tú!!Yo quede atónito, pero ante la fiereza de su mirada sucumbí al instante, me fui gateando hacia ella y me puse a besarle sus pies con devoción.
Los besé con pasión durante un buen rato hasta que empiezo a escucharla: «muy bien perrito, muy bien (decía esto mientras me hacia cariño en el pelo), desde ahora quiero que seas un esclavo a mi entera disposición, te dominaré mucho más de lo que te dominaba antes, mi poder sobre ti será total y absoluto.
Al escuchar esto yo me sentí inmensamente humillado pero a la vez caliente a mil, por lo cual, cada palabra que decía mi ahora ama, me hacia besarle los pies c
on mayor pasión y deseo.
Al ver lo caliente que estaba se echó a reír, me empujó con su pie hasta que yo cayera de espalda y se montó encima de mí absorbiendo mi pene. Para ponerse a cabalgar como loca encima mío.
Estábamos los dos calentísimos, y cuando intento agarrarle el trasero, me pega senda cachetada en el rostro -Tú no puedes ni tocarme sin mi permiso!! -Perdón mi amorOtra cachetada.
– Perdón ama… – Eso perrito muy bien, agradéceme que te deje penetrarme, por que los maridos con una vergita tan chiquitita como esa no suelen tener tantos privilegios.
– gracias mi ama, es usted muy comprensiva. La amo muchísimo, gracias -lo se perrito, lo se…yo también te amo mucho, pero tu vergita no me satisface para nada… es tan chiquitita (dijo riéndose), voy a tener que buscarme machos de verdad, con pollas que me dejen satisfecha, como merezco. ¿Te gustaría ver a tu esposa satisfecha? – si mi ama, lo único que quiero es que usted este satisfecha – pero tu sabes que con esa tontería que tienes entre las piernas no vas a lograr nunca tenerme satisfecha, soy demasiada mujer para ti.
Yo a esas altura no daba más, estaba explotando de placer, y mientras eyaculaba dentro de ella le gritaba: si por favor mi amor, tú mereces un macho de verdad, lo único que deseo es verte sintiendo el placer que yo no puedo darte.
Viste mi amorcito, además de tener una cosita chiquitita que no me llena, no duras nada. -me dijo acariciándome el pelo, mientras yo descansaba agotado después de tanto placer- luego se levantó y me dejó ahí en el suelo, exhausto al intentar complacer a esa tremenda mujer-. Se puso a hablar por teléfono y con chasquido de los dedos me indicó que debía lamerle los pies, y por supuesto, eso hice.
Hablaba coquetonamente con un hombre, al cual le decía que necesitaba tener sexo, ya que lo que tenia con su marido no podía llamarse así, era demasiado malo. Yo al escuchar eso me sentía patético, pero no podía evitar el tener una erección.
Al rato sonó el timbre, y me mandó a abrirle a cuatro patas a su «macho». El tipo me saludó haciéndome cariño en el pelo, como a cual perro. Mi amada esposa apenas lo vio, empezó a besarlo y tocarlo mientras yo miraba de rodillas sin hacer nada, ella no me tomó en cuenta durante un buen rato mientras se tocaban en todos lados como amantes apasionados.
Se sentaron ambos en el sofá, y mientras mi esposa le acariciaba la polla por encima del pantalón me llamó a su lado y con una voz llena de ternura me dijo.
-mi amor, agarra con una mano esa cosita minúscula que tienes, ¿es ese el único «órgano» masculino que has tocado cierto? -si mi amor -pues entonces podemos decir que tú nunca en tu vida has tocado una verga, ni menos una polla, por que ciertamente eso que estas tocando no puede llamarse así, ¿tengo o no tengo razón? -por supuesto mi ama, yo nunca he tocado una polla, solamente este pirulín de niñito de 9 años -pues mira querido perrito, te voy a mostrar lo que es una verdadera polla.
Y acto seguido le saca los pantalones a su macho dejando a la vista una polla gigantesca, enorme, no podía creer que fuera tan grande. Agarró mi mano y me hizo tocarle los huevos. -mira mi amor, estos son cojones, no como esas bolitas que tienes en la otra mano, y mira querido, no puedes tomarla con una mano, mientras que la tuya, basta con dos deditos- decía riéndose. Y era verdad, mi pirulín era tan pequeñito que solo necesitaba dos dedos para masturbarme, mientras que la polla que estaba tomando en ese minuto necesitaba de ambas manos para abarcarla entera.
Luego de hacer las respectivas y odiosas comparaciones, en donde quedaba en evidencia que su polla era a lo menos 3 veces más grande, larga y gruesa que la mía, empezó a hacerme cariño en el pelo, y con una sonrisa fue acercando mi boca a la punta de la polla de su macho, diciéndome -admírala cornudito, a esta polla debes rendirle homenaje, ya que es esta polla, y no tu cosita, la que le da placer a tu esposa. Bésala, dale besitos, mímala y agrádesele que mantenga a su esposa satisfecha, cosa que por cierto, tu jamás lograras hacer.
Y que más iba a hacer, su dominio sobre mi es total, completo, no existe margen de dudas. Así que lo hice, arrodillado y desnudo me puse a darle besitos a la polla que se follaría a mi mujer. Le daba besitos y la lamía como un helado, en verdad que sentía respeto y admiraci
ón por esa tremenda polla, sobre todo al estar acostumbrado a mi pequeño pirulín. Luego, su polla empezó a crecer en mi boca y mi esposa agarró mi cabeza y la hacia meterse hacia dentro y hacia fuera, mientras yo intentaba decir como podía: gracias, gracias por satisfacer a mi señora.
Cuando ya estaba en completa erección (parecía monstruosa) mi amada mujer me separó de un empujón y comenzó a follársela. Gritaba como poseída, era impresionante, evidentemente que yo jamás la había visto así. Me miraba, me lanzaba besos y gritaba lo infinitamente mejor que era el sexo con su amante que con su marido.
Luego de un rato me llamó a mi lado, y poniéndose en cuatro para su amante, me hizo ponerme debajo de ella, y así me gritaba en la oreja los orgasmos que le producía su amante.
Pasó el tiempo y las cosas continuaron de esta manera, nos seguíamos amando mucho, pero ella follaba con quien se le viniera la gana, y yo evidentemente que tenia sexo solo cuando ella lo estimaba conveniente, lo cual era casi nunca por que evidentemente que mi desempeño era lamentable.
Para dejar esto en claro, se le ocurrió una idea bastante ingeniosa, filmó una de sus maratónicas sesiones de sexo con uno de sus amantes más dotados. Terminó siendo un video de sexo brutal, con gritos y estruendos de placer, realizado en todas las posiciones y en todos los orificios.
Después de esto, filmó una sesión de sexo nuestra, en la cual yo traté de hacerlo lo mejor que pude, pero no logré sacarle el más mínimo gemido, estaba impávida, incluso para humillarme más, se puso a ojear una revista mientras me comentaba que apenas lograba sentir un poco, su vagina era demasiado ancha para mi estrecho pene, y solo la rozaba de vez en cuando.
Cuando eyaculé, se quedó mirándome con una risa burlona. Y mientras me acariciaba la cabeza, me decía – ahora ha quedado claro, y con pruebas de video que no tienes idea que se hace con una mujer, desde ahora ya no me follaras casi nunca, no lo mereces y para mi es demasiado aburrido, podría quedarme dormida perfectamente. Tú solo atenderás a mí y a mis machos y la única parte de mi cuerpo a la que tendrás acceso sin mi permiso, serán mis pies. ¿Queda claro?
No era necesario decir palabras, me arrodillé y me puse a besarle los pies con devoción.
Como mi amada esposa se preocupa por mí, y me ama mucho, quería verme eyacular de vez en cuando, aunque sean esas poquitas gotas que sueltan mis diminutas bolitas. Por lo que le pedí que me masturbara de la manera más humillante posible, y haciendo uso de la única parte de su cuerpo a la cual yo puedo acceder.
Mientras ella esta sentada de piernas cruzadas, hermosa y superior. Yo me arrodillo y meto mi pequeño pene entre el dedo gordo y los otros deditos, es un espacio pequeño el que hay ahí, pero suficiente para que quepa una cosita tan chiquita como la mía. Entonces me pongo a «embestir». Es una sensación de deleite supremo, ella me mira y se ríe de lo patético y humillado que se siente su maridito, de repente aprieta los dedos y me retuerce de dolor, a ella le gusta saber que con el simple movimiento de los dedos de sus pies me maneja y domina completamente. Luego los sube y los baja para darme oleadas de indescriptible placer mientras yo succiono su otro pie con la devoción y entrega más absoluta.
Y así es como funciona mi vida, ella folla con todas las vergas que desea, yo se las preparo, las beso y las adoro, para que ella se vuelva loca tirándoselas. Luego de sus sesiones de sexo, me hace limpiarle su conchita y por supuesto la verga de su macho. Cuando este se va, yo le ruego que me deje masturbarme…y ella, con mucha bondad, extiende su hermoso pie para dominarme completamente con el.
Recibo gustoso comentarios (solo de mujeres) de este relato ficticio.
Autor: Pablo pabloantonio100 (arroba) hotmail.com
Un comentario
Dejar un comentario