Mientras que el que jugaba con mis pechos bajó hacia mi boca y comenzó a besarme con un beso de lengua al que tuve que responder porque ya no podía más, deseaba que me usaran hasta el último rincón de mi cuerpo y que me demostraran que una hembra como yo estaba para dar placer y dejarse humillar a gusto del cliente, nací putita y putita sigo, es algo que traigo en la sangre.
Un día me encontraba caminando por una calle de la ciudad por la cual cortaba camino para llegar a mi casa. Tengo 34 años y soy una mujer muy ardiente, me encanta sentir y saber cómo mi cuerpo llama la atención de los hombres y cómo puedo excitarlos.
Ese día llevaba un top bastante pegado y escotado y no llevaba brasier, porque me gustaba como mis pezones se marcaban en el, bien paraditos por el roce constante y eso me mantenía constantemente sintiendo delicioso.
Llevaba una mini negra, sin medias y unas sandalias de tacón muy alto, marcando bien los músculos de mi pierna y pantorrillas, pues siempre he tenido unas piernas muy bien formadas y como me gusta hacer ejercicio, pues las mantengo ricas y fuertes. Llevaba unas bragas bien chiquititas, negras también, de hilo dental y así que se imaginarán lo rico que me rozaban mi rajita al caminar.
De repente, dos tipos se me acercaron y me comenzaron a decir de cosas y yo caminé más rápido pues no había mucha gente y uno de ellos llegó, me tomó del brazo y me dijo «Ven chiquita, que tenemos ganas de jugar».
Yo le dije que no, que qué le pasaba, pero él sacó una navaja y me la puso en mi espalda. Al oído me dijo:
«No te hagas la que no le gusta bebé, si se nota que te fascina ser gozada» y esa frase comenzó a ponerme nerviosa y al mismo tiempo excitada, porque era verdad.
Me dijeron que no tratara de luchar, porque si no, me lastimarían, pero que si cooperaba, entonces me llevarían a la luna… uysh… eran dos perfectos desconocidos y estábamos en plena calle, nos podía ver mucha gente! Qué vergüenza!
Pero qué placer el ser utilizada y observada al mismo tiempo. Traté de zafarme de su brazo, pero en vez de dejarme ir, me tomó el otro y me puso ambos brazos atrás, deteniéndome.
Su amigo, llegó por delante y comenzó a meter su mano en mi top, diciéndome que tenía unos pechos espectaculares, que eran grandes y que me los iba a masajear todos sin piedad… y así le pidió la navaja al de detrás mío, que ya estaba acariciando mis muslos por detrás y subiendo hacia mis nalgas, para apretármelas a su placer y comenzar a abrírmelas bien rico…
Era una lucha constante entre lo que se debe y lo que no se debe, sintiéndome sucia y humillada, pero disfrutándolo y al mismo tiempo con la culpa de saber que estaba haciendo algo muy malo… yo veía en sus ojos la lujuria y el deseo, la sensación de poder que les estaba dando el tenerme así, a su completa disposición…
El de adelante, ya con la navaja, cortó mi top y dejó mis hermosas tetas al aire y disfrutables. Y de pronto me comenzaron a jalar hacia un coche que estaba estacionado. Me tumbaron en el, así, toda al aire, enseñando mis cositas y sin nada que pudiera hacer para detenerlos.
Me pusieron boca arriba y mientras uno gozaba con mis pechos, el otro terminó de levantarme bien la falta, me hizo a un lado mi tanguita para dejar bien expuesta mi conchita y solo dijo: «te aseguro nena, que eres tan golosa que ya estás empapada y te lo voy a probar»…
Yo solo trataba de zafarme, pero mis movimientos de cadera solo los ponían más calientes. Y bajó hacia mi concha y comenzó a olerla, para luego comenzar a pasearme un dedo de arriba a abajo, abriéndomela. ¡Ahhh!
¡No podía creer lo mucho que me estaba excitando! Estaba sintiendo mis juguitos bajar y él se agachó y comenzó a lamerme, mientras yo veía las ventanas abiertas de los edificios y a los vecinos se habían comenzado a alborotar y gritaban cosas como:
«Eso Pepe, cómetela toda, lámele su chochito que se ve que lo está deseando» o » Juan, qué buenas tetas te estás comiendo, apriétalas, jálale bien los pezones, enséñale lo putona que es!»
Mientras que el que jugaba con mis pechos bajó hacia mi boca y comenzó a besarme con un beso apasionado y de lengua al que tuve que responder porque ya no podía más, deseaba que me usaran hasta el último rincón de mi cuerpo y que me demostraran que una hembra como yo estaba para dar placer y dejarse humillar a gusto del cliente…
Ni modo, nací putita y putita sigo, es algo que traigo en la sangre.
Y mientras este Juan me besaba, comenzó a sacarse ese paquetón que me esperaba y que vi gigantesco… cuando lo vi me quedé embobada, ¡era precioso! Mientras me meneaba en el cofre del coche, de arriba a abajo mientras el tal Pepe me chupaba mi conchita a su antojo y me hacía gemir sin parar…
Me abalancé sobre la gran verga del tal Juan y comencé a chupársela con unas ansias como no había sentido hacía tiempo, le pasaba la lengua por la cabeza, luego le chupaba el tronco y después me la metía enterita en mi boca, luego de a poquito hasta que logré sentir cómo se iba hinchando cada vez más y se iba poniendo más venuda y más caliente y él me empujaba y me empujaba, diciéndome:
«Eso putona, ahora sí estás hablando, qué delicia ser poseída mientras todos te miran lo puta que eres»
Con su mano me seguía apretando mis pechos, que ya estaban rojos de tanto apretujón, pero cómo me encantaba que me los manoseara así. Pepe, mientras tanto había dejado de lamerme y me decía:
«Prepárate nena a tener una verga en el coño y otra en la boca y aprovecha para ver las caras de todos viéndote ser usada por dos cabrones»
Me tenían ardiendo al saberme utilizada, gozada, humillada y además, puesta a la vista de todos aquellos vecinos que los conocían…
Eso me hacía sentir todavía más puta y ya estaba descontrolada y empapada, deseando sentirme penetrada por Pepe y queriendo sacarle su leche caliente a Juan…
Pepe comenzó a empujármela de a poquito, haciendo ruiditos debido a que ya estaba bien llenita de mi leche… uysh!! y me decía:
«Qué rico coño de putana buena tienes mamita»
Me la comenzó a meter más hasta que topé con sus huevos y me movía con unas ansias deliciosas porque estaba a punto de venirme, seguí a un ritmo desaforado, excitada por la situación y por el gran sexo que me estaban dando estos muchachos.
Y terminé viniéndome en esa gran verga deliciosa, a borbotones…
No paso mucho por esa calle, porque ahora sí, se lo que pasa, pero a veces, siento unas ganas incontrolables de regresar y encontrarme a Pepe y a Juan.
Autora: Afrodita
Que relato mas exitante cuanto no daria x tener una pita asi