Este relato puede ser fruto de la imaginación o puede ceñirse a la realidad. Va dedicado a una chica muy especial, que seguramente se reconocerá en cuanto lo lea.
Nos despertamos que ya casi era de noche. Estábamos acostados totalmente desnudos uno encima del otro. Nos vestimos y salimos a dar una vuelta. Era mediados de Agosto y por las calles de Barcelona se conducía la mar de bien. Paré a poner gasolina y al volver te dije:
– Conduce tú! Diste un salto hacia el lado del conductor y preguntaste:
– Hacia dónde vamos? No teníamos ningún sitio especial para ir, así que empezaste a recorrer las calles sin más. Se hacía muy aburrido y te propuse un juego: Por cada semáforo en rojo que encontrásemos, te deberías quitar una prenda de ropa. Aceptaste encantada.
Llegó el primero. Al parar mientras me mirabas y te reías ya te estabas quitando directamente tu diminuto tanga. Debéis recordar que te presentaste en mi casa con un vestidito blanco y sin sujetador. Semáforo en verde y a correr. Al llegar al segundo, la cosa se ponía interesante; y uno de tus zapatos salto directamente hacía mi. Un rato mas tarde salió el segundo.
Paramos en el tercero: Todavía no era momento de quedarse en pelotas, así que te subiste el vestidito hasta la cintura. Sólo de contemplar tus preciosas piernas y tus nalgas ya empezaba a ponerme caliente otra vez.
Sin quererlo estábamos saliendo de la ciudad, y el último semáforo estaba en verde. Una verdadera lástima.
La amplitud del único asiento delantero del Monovolumen, me permitió acercarme completamente a tu lado. Por lo visto la situación te estaba gustando. Especialmente el sentir las vibraciones del coche y la carretera en tu entrepierna. La situación era muy tentadora, y empecé a acariciarte tus muslos y tus caderas. Te gustaba, y para evitar peligros mayores disminuiste bastante la velocidad. Mis caricias iban en aumento, y un agradable olor a hembra caliente empezó a inundar el ambiente del automóvil. Te estaba acariciando por encima de tu coño cuando llegamos al peaje de la autopista. Me volví a posición de acompañante y te dirigiste a la taquilla de cobro manual. Nos detuvimos delante del semáforo rojo, diste un billete al cobrador, y lo prometido era deuda. Mientras buscaba el cambio te bajaste el vestido hasta tenerlo todo recogido en tu cintura. Cuando el hombre te miró para devolverte el cambio se encontró con dos magníficos pechos delante de sus ojos. Fue tal su sorpresa que se le cayeron las monedas por el asfalto, y tuvo que buscar otras. Al arrancar nos reímos a gusto, y no tardé ni cinco segundos en empezar a comerme tus pechos mientras mis dedos, empapados ya por tus jugos te masturbaban deliciosamente. Ya no aguantabas más y en la primera área de servicio te detuviste en un rincón alejado de los otros coches. Fue parar, echar el asiento hacia atrás y poner tus piernas abiertas encima del salpicadero. Todo esto permitió que dos de mis dedos entraran directamente hacia tu interior. Entraban y salían para darte el máximo placer. Ya hacía rato que me venías caliente, porque al poco te corriste de placer en mi mano.
Yo también estaba a tope, y cuando creía que podría liberar mi «tensión». Arrancaste y continuamos la marcha.
Salimos de la Autopista hacia una carretera local que bordeaba la costa, y nos metimos en un camino que se dirigía a una cala. Aparcamos el coche y nos fuimos hacia la playa.
Era casi media noche y no había absolutamente nadie más. Nos quitamos la ropa y nos fuimos a bañar completamente desnudos. Era una sensación de total libertad. Empezamos a jugar cómo críos, hasta que cada vez los juegos se volvían menos inocentes: Caricias, besos con gusto a sal… Nos dirigíamos hacia la orilla fuera del agua, cuando te arrodillaste de golpe enfrente de mí para ofrecerme una sensacional mamada. Estaba apunto de correr-me pero tu también querías tu dosis de rabo en tu coñito. Te diste media vuelta y a lo perrito te la ensarté de golpe. Tu coño estaba que quemaba en contraste con el agua fresquita que se movía bajo nuestras rodillas. Con los ojos cerrados disfrutaba enormemente de nuestro polvazo en la playa, cuando oímos unas voces. Era una pareja que se había acercado hasta pocos metros. Parecían extranjeros. Los dos eran rubios Él era enorme: medía casi 1,90m. y estaba súper cach
as. Ella era bastante más bajita pero tenía un cuerpo con unas curvas muy sensuales. Se habían puesto calientes al vernos. Él se desnudó por completo. Tenía una enorme polla erecta. Su chica le estaba haciendo un trabajito oral de campeonato mientras él no paraba de mirarnos. Estábamos en lo cierto: hablaron entre ellos de una forma ininteligible. Ella se apartó y él se dirigió directamente hacia ti. Yo me asusté un poco, pero creo que tú ya estabas deseando comerte ese pedazo de verga. El muy chulo sin decir nada plantó su polla delante de tu cara. No dudaste ni un instante en continuar con el trabajito de su compañera. Yo nunca había hecho un trío. Era increíble estar follando-te mientras un desconocido se follaba tu boca. No tardé mucho en llenar-te de leche. Pero tú no tenías suficiente. Empujaste a tu otro hombre para que se estirara en la arena. Su tranca apuntaba ardiendo hacia el cielo, y tú te sentaste encima. Una bonita variedad de flujos se mezclaba en tu interior, ayudada por tus desenfrenados movimientos.
La otra chica se había alejado un poco y observaba con cara de pocos amigos. Yo estaba recuperando-me sentado a vuestro lado y sin perderme detalle. Ibas camino de tu segundo orgasmo cuando él te dio media vuelta, te cogió por las piernas y martilleó con un mete-saca brutal. El semen de su corrida resbalaba por tu concha con cada movimiento de su polla.
Estábamos los tres bien pringados de arena sudor y sexo. Nos metimos en el agua para limpiarnos. Ellos traían toallas, nos secamos y nos vestimos. No nos habíamos todavía y con un gesto nos invitaron a seguirles con el coche.
Nos dirigimos hacia una población costera cercana. Tu estabas súper entusiasmada con la idea de poder gozar de ese semental. Llegamos al club Náutico. Había una barrera que nos impedía el paso. Se acercó un portero y habló con ellos. Abrió la barrera y nos dejaron pasar. Aparcamos los coches y nos dirigimos hacia el muelle. Una gran colección de yates estaba en frente nuestro. Creo que estábamos alucinando los dos. Finalmente pasamos por una pasarela y entramos en uno. No era el más grande pero estaba cuidado con todo lujo de detalles. En ese momento me di cuenta que estaba viviendo el fin de semana más sex-espectacular de mi vida. Se avecinaba una orgía tremenda. Pero esto te lo voy a contar con todo detalle próximamente.
Autor: Pizzi
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