La sorpresa que me llevé fue mayúscula cuando una mañana, cuando termino de hacer la casa suelo entrar en Internet, a chatear con algunas amigas, y también con alguno que se mete por ahí, y al abrir el ordenador me encontré un e-mail que mi hijo le había mandado a un amigo y que se había olvidado borrar. En el, le contaba, como el día anterior se había hecho una paja pensando en mí después de haberme estado espiando.
Le decía: «tú ya sabes lo buena que está mi madre» lo cual me descubrió que se lo mandaba a alguno de los que vienen por casa, «la tenías que haber visto, cuando dijo que iba a salir y fue a cambiarse para marchar, yo la seguí hasta su dormitorio, me quedé en el pasillo mirándola ya que no cerró la puerta pensando que yo estaba abajo viendo la tele. Se quitó el vestido que llevaba y se quedó en bragas y sostén, y después se desnudó entera para cambiarse la ropa interior, tenías que haber visto esas tetas que tanto te gustan, y la mata de pelo que tiene en su chocho. En cuanto se marchó, me hice una paja que no veas»
La verdad me quedé sorprendidísima al leer esto, y además ser motivo de conversación con sus amigos sobre mis tetas. En ese momento no supe que hacer, pensé en hablar con él, luego pensé que mejor contárselo a su padre y que fuese él quien hablase, en fin que me dejó hecha un lío el conocer esto. Luego pensé que lo mejor era dejarlo pasar que son cosas de adolescentes propias de su edad, mi hijo tenía ya 18 años, y así lo hice.
Pero no hacía más que darle vueltas. Incluso me sorprendí observándome desnuda frente al espejo del baño pensando en que aquellas tetas eran motivo de pajas de los chicos de la edad del mío. La verdad es que siempre he tenido unas tetas de las que sentirme orgullosa, las tengo grandes, uso una 100, y bien tiesas aún, con unos pezones grandes y oscuros y la verdad siempre me ha gustado presumir de ellas y nunca hago nada por ocultarlas así que suelo llevar buenos escotes. Pero luego pensé que quizás no fuese una chiquillada y resultase con el tiempo un problema. Que igual no era normal. Así que decidí observar con más atención los comportamientos de mi hijo.
Una tarde que iba a salir y él estaba allí dije, para que me oyese, que me iba a vestir y que estuviese en el salón atento por si llamaban al teléfono. Subí y dejé adrede la puerta entreabierta. Nada más meterme en el dormitorio abrí una puerta del armario que tiene espejo dentro y la dejé de tal forma que pudiese ver el pasillo.
Enseguida vi que mi hijo no me había hecho caso y en lugar de quedarse en el salón estaba allí espiándome ya. Me desnudé lentamente y una vez desnuda me paseé por el dormitorio recogiendo las cosas y ordenando ropa y observando que hacía mi hijo. Con las tetas al aire y de frente a él para que me pudiese ver bien él «esa mata de pelo que tiene en el chocho», como le ponía a su amigo, empecé a doblar ropa y agachándome sobre los cajones enseñarle bien el culo de su madre con los muslos abiertos para que pudiese también verme el chocho por detrás.
Yo seguía observándolo por el espejo del armario, y la verdad no sabía si aquello que estaba haciendo estaba bien, si dejándole ver todo con tranquilidad le iba a quitar aquella fijación, ni tampoco que quería conseguir con ello, y que reacción provocaría. Bueno la inmediata ya la veía porque se había empezado a tocar y se restregaba la mano por un bulto enorme que tenia en el pantalón. Seguí desnuda y sacaba vestidos que me los ponía delante para ver como me quedaban y los volvía a guardar para que se hartase de ver a su madre, luego empecé a hacer lo mismo con los sujetadores, y me asusté cuando vi que se había sacado la polla del pantalón y se la estaba meneando.
En ese momento no supe que hacer. Pensé en vestirme rá
;pidamente y marcharme, pero luego pensé que así no lograba nada. Confiado porque me veía hacer cosas se había bajado el pantalón por debajo el culo y se la meneaba con fuerza. Y pensé que lo mejor era salir y sorprenderle para que tuviese que decirme algo y poder hablar sobre el tema. Y así lo hice salí de golpe y allí le pillé. «¿Qué haces aquí? No te dije que estuvieses abajo por si llamaban, y además ¿Qué estás haciendo?» No sabía que decir allí plantado en el pasillo con su polla fuera y espiándome no le salía palabra.
«¿Dime, que estás haciendo aquí a la puerta de mi habitación y en esas labores?» «Mamá lo siento, perdóname» Venga dime ¿qué té pasa?, ¿Que hacías? «Cogiéndole del hombro lo pasé a la habitación «Venga siéntate, ¿qué hacías ahí parado? » Mamá es que me gustas mucho» «Hijo las que te tienen que gustar son las chicas de tu edad, ¿no tienes amigas?» «No mamá no tenemos ninguna amiga» me contestó.
«Venga, soy tu mamá y puedes contarle todo lo que te pase» y le abracé tratando de consolarle. Y él abrazado a mi no se consolaba.
«Hijo tranquilízate, es normal, eres un joven que le empiezan a gustar las mujeres, y yo soy una mujer eso es todo, lo que pasa es que tienes que ir por ahí y relacionarte con chicas de tu edad».
Así abrazados notaba que la polla de mi hijo seguía muy dura bajo el pantalón, la sentía sobre mi vientre, y en ese momento me di cuenta que seguía desnuda notando enseguida que las palmas de las manos de mi hijo se posaban abiertas del todo sobre mis nalgas apretándolas Se estaba tranquilizando, en ese momento no sabía que hacer, si separarme o dejar que se terminara de tranquilizar, estaba violentísima y lo había provocado yo.
Sus manos se habían movido hacia la raja y sus dedos se hundían en ella apretándome contra él. Sentía su polla cada vez más dura en mi vientre y una sensación entre violenta y agradable me recorría. Enseguida fui consciente que contra mi voluntad los pezones se habían puesto duros y notaba en mi vagina fluir líquidos.
No puede ser, me decía a mi misma, no puede excitarme mi hijo, y en esta situación. Pero mi inconsciente no respondía y cada vez estaban más duros y cada vez estaba más mojada. Rezaba para que se separara y se fuese a su habitación, pero no lo hacía se pegaba más y más y sus manos estaban ya clavadas en mi raja y me abría con ellas el culo separándome las nalgas. Sentía su cara sobre mis pechos sentía su aliento entrecortado, y deseaba que me los besase que me los comiera. No podía ser. Sentía como movía sus caderas y suavemente restregaba su pene en mi vientre, sentía su calor en mí.
Me notaba muy mojada, notaba que pronto caerían por mis muslos los jugos de mi vagina. Me repetía no puede ser no puedes. Pero mi cuerpo no respondía. Cogí entre mis manos la cara de mi hijo, le besé en la mejilla, «¿Estás bien cariño? ¿Estás más tranquilo? No me contestaba y apretándome del culo se pegaba de nuevo a mí.
No podía casi respirar de la angustia, mis tetas pegadas a él parecían reventar, notaba mis muslos mojados, me repetía no puede ser, terminemos con esto, pero no me respondían las fuerzas. Bajó su cabeza y me besó los pechos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo hasta terminar en mi vagina. No me podía mover, y de nuevo bajando la cabeza me los volvió a besar pero esta vez en los pezones. Creo que era ahora yo la que me apretaba contra su verga. Notaba mis labios abiertos, notaba como caían mis jugos. Sentía calor por todo el cuerpo. Y deseo sentía muchísimo deseo. Pero no podía desear a mi hijo, no podía ser. Sentí que había abierto mis muslos para sentir su polla más cerca de mi vagina.
Trataba de buscar justificación a aquella situación era una locura no podía ser. Le deseaba, deseaba sentir su polla entrar en mi vagina, deseaba ser follada por aquel muchacho con una polla enorme y dura aunque fuese mi hijo. Mis manos se agarraron al elástico del pantalón deseaba bajárselo, pero no. ¡Siiiiii!. Tiré del el. Sin poder contenerme se lo empecé a bajar mientras apretaba mis pechos contra su cara, no podía mirarlo cerraba mis ojos, se los bajé, enseguida not&ea
cute; el calor de su polla en mi vientre. ¡Ummmm que rico! Que sensación más rica. Sentía la polla joven, tiesa, dura, grande de aquel muchacho que era mi hijo. La sentía clavarse en mi vientre mojármelo, ¡Ummmm me estaba volviendo loca!. No pude más, bajé mi mano y lo cogí, lo rodeé con mi mano, sentía la fuerza de aquella polla, la deseaba, deseaba sentirla llenar mi vagina.
Como una zorra caliente, lo empujé hasta la cama, cayó de espaldas, le terminé de bajar los pantalones, miraba su polla levantada como un mástil, gorda, dura. «¡Mamá! ¿Que haces?» Pero mamá no podía pensar no oía, me arrodillé sobre él con los muslos abiertos colocando mis labios, mi vagina, sobre aquel palo grande y duro, y bajando, fui bajando hasta que abriendo mis labios se fue clavando en mi. ¡Ummmmm agggg!.
Sentí fuego en mi vagina, me quemaba, que placer sentir aquella polla llenarme entera ¡Ummmmmmm! Empecé como una loca subía y bajaba por aquel mástil, subía y bajaba y él me cogía y apretaba las tetas, se agarraba a mis caderas, gemía.
Estaba a punto de correrme cuando un chorro de leche golpeó mi vagina y un suspiro ahogado de pudor y vergüenza salió de la boca de mi hijo, en ese momento un latigazo me azotó todo el cuerpo corriéndome en un orgasmo como nunca había tenido y un grito salió de mi boca como una poseída.
No nos podíamos mirar a la cara. Los dos sentíamos vergüenza. Yo no sabía que decir, no sabía que hacer. Aún inmóvil, con su polla dentro de mí, sintiéndola aún dura, me levanté, sentía como iba saliendo.
Le dije, que su madre debía velar por él, enseñarle todo lo que la vida le iba a exigir, y que por eso había ocurrido aquello. Que lo había hecho por él. Que era algo que nadie, ni ningún amigo de aquellos que se pajeaban con sus tetas, debía saber.
Salió en silencio de la habitación, y yo me quedé sentada allí al borde de la cama. Avergonzada, confundida, con la sensación de haber hecho algo horrible y de haber echado el polvo de mi vida.
Autor: Arturo P. Pasión
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