Acompaño a una compañera de su mujer y….
Hola amigos de Marqueze. La historia que les voy a contar, sucedió hace poco más de año y medio y es completamente real por inverosímil que parezca en alguna de sus situaciones.
Mi nombre es Nacho, vivo en Zaragoza ( España ), tengo 30 años y llevo casado 3 años. En este tiempo nunca he sido infiel a mi mujer hasta que, sin buscarlo, sucedió lo que les voy a contar.
Pues bien, como digo, hace un año y medio, una ex-compañera del trabajo de mi mujer le pidió un favor: Necesitaba un «marido» durante un fin de semana. Lo cierto es que meses atrás se había metido en un pequeño lío. Esta chica, Sofía, trabajaba con mi mujer en una tienda de ropa muy conocida y apreciada de la ciudad. Allí conoció a mi mujer y entablaron una buena amistad, basada en muchas horas de trabajo juntas y soportando a una jefa a la que le iba demasiado la «farlopa» lo que la hacía insoportable en muchas ocasiones. Hasta tal punto se degradó la relación con la encargada que Sofía se buscó otro trabajo en otra boutique prestigiosa con tiendas en varias capitales de España, con más responsabilidad, mejor pagado y con mejor ambiente de trabajo. De todo el mundo era conocido el aire conservador de esta cadena, por lo que para acceder al trabajo Sofía decoró ligeramente su currículum evitando lo que hoy en día es normal pero en este caso la habría retirado de acceder al trabajo. Así, Sofía les dijo que estaba casada cuando la realidad es que, a pesar de su juventud, estaba separada desde hacía más de un año y con una hija pequeña a su cargo.
Nada de esto habría tenido mayor importancia hasta que a en el mes de Febrero, celebrando el aniversario de la cadena, decidieron hacer una convención en Barcelona. Lo típico : presentación de novedades, además del consabido que buenos somos… cuanto hemos vendido… y somos los mejores…. Para darle un aire más informal a la reunión se decidió acudir con pareja. Y ahí le surgió el problema a Sofía: necesitaba un marido durante el fin de semana. No podía dar más excusas pues en la tienda ya andaban mosqueados de no conocer al marido, de que nunca la fuera a buscar, …
Sofía es una chica guapísima, rubia, con unos ojos color miel superexpresivos y una sonrisa encantadora. No es muy alta pero está muy bien proporcionada, con un culito redondo y unas tetas pequeñas pero muy bien puestas. A pesar de ser muy simpática con todo el mundo, su situación personal hacía que apenas saliera, ni tuviera amigos. El cuidado de su hija le comía el poco tiempo libre que le dejaba el trabajo. Por eso, desesperada acudió a mi mujer en busca de auxilio. Y sorprendentemente mi mujer accedió. Creo que también influyó el hecho de que acababan de operar a mi suegra y mi esposa debía pasar el fin de semana el hospital acompañando a su madre. Así que tuvo un momento de lucidez y me evitó el sufrimiento de estar todo el fin de semana pringado. El caso es que a mi me vino de perlas y no pregunté demasiado cuando me contaron el plan.
Así pues, tal y como habíamos quedado, el sábado por la tarde, tras cerrar la tienda pasé a recoger a Sofía al trabajo para dirigirnos en taxi a la estación donde cogeríamos el tren hacia Barcelona. El viaje fue de lo más divertido pues en lugar de hablar de las tontería típicas que dos conocidos hablarían en una situación como esta aprovechamos para inventarnos un pasado convincente y coincidente.
Ya por la tarde, al llegar a Barcelona nos dirigimos al hotel. La idea era cambiarnos de ropa y hacer un poco de tiempo hasta la hora de la cena.
Al entrar en la habitación me di cuenta que sólo había una cama de matrimonio. Lógico, pensé, de todos modos. Aunque no comenté con Sofía el tema pasé un buen rato pensando en el momento de acostarnos. La cosa se ponía interesante y quizá no iba a ser un aburrido fin de semana.
La cena estuvo muy animada. Tuvimos la suerte de que nos sentaron con otras parejas bastante agradables y aunque no nos conocíamos de nada y el único nexo de unión era el trabajo de las mujeres, apenas se habló del tema laboral, salvo alguna divertida anécdota, lo que hizo una velada muy amena donde no faltó el vino, el cava y las copas con el café. Conforme avanzaba la noche s
e notaba el efecto del alcohol lo que hacía estuviésemos más locuaces. Yo noté que Sofía, que de por si ya es muy habladora, tenían las mejillas coloradas y hablaba más de la cuenta, exagerando sus gestos, y riendo más fuerte de lo normal. Posteriormente todos los allí reunidos nos dirigimos a una pequeña discoteca que disponía el hotel. En cuanto pedimos una copa, todas la parejas, mezcla de entusiasmo y alegría nos pusimos a bailar en la pista, como quinceañeros que van por primera vez a una disco. Sofía bailaba a mi lado, moviendo sensualmente sus caderas y aireando ligeramente un vestido negro y largo que llevaba. Yo me estaba poniendo cardiaco. Conforme avanzaba la noche se fue retirando la gente. Nosotros aguantamos de los últimos. A eso de las tres de la mañana, le insinué a Sofía el irnos a dormir ya que estaba cansado y al día siguiente no podíamos levantarnos tarde porque las dependientas tenían una reunión. Sofía me guiñó un ojo, me cogió de la mano y me dirigió hacia el ascensor. En el breve trayecto hasta nuestra planta me rodeó con los brazos el cuello, acercó su boca a la mía me dio un tímido beso en la mejilla, muy cerca de los labios, a la vez que susurraba que se lo estaba pasando como nunca. Mi corazón se iba a salir. Quería y no quería estar en esa situación.
Ya en la habitación, su fue al baño a desmaquillarse y cambiarse de ropa. Yo aproveché para ponerme rápidamente el pijama y meterme en la cama. Me situé en una esquina, con timidez, dejando la práctica totalidad de la cama libre. Cuando Sofía salío del baño…. Llevaba puesto un minúsculo camisón de seda negra, semitransparente, que permitía adivinar todas sus curvas. Se dirigía lentamente hacia la cama, acentuando los movimientos de su cadera. Se metió en la cama y se puso a horcajadas sobre mis piernas. Mi primera reacción fue de rechazo pero hizo fuerza por mantener la posición y me dijo :
– Vaya, Nacho… no me digas que no sabes a qué has venido a Barcelona conmigo…
– Por sacarte de un apuro y acompañarte, ¿no?
– Si, y… además.
– Estaba perplejo. Sofía continuó diciendo :
– Mercedes ( mi mujer ) está al tanto de todo esto.
– Imposible, es tremendamente celosa, nunca permitiría algo así.
– ¿ A no ?, entonces como se… Sofía comenzó a darme toda clase de detalles sobre mi anatomía, mis preferencias sexuales, y mis virtudes en la cama.
No me lo podía creer. Mercedes no era de las personas que van contando esas cosas por ahí, ni a su mejor amiga. Pero lo cierto era que Sofía sabía mucho de mí y no era por casualidad.
Y quizá eso fue la excusa que yo estaba buscando, pero no podía dejar escapar una oportunidad así por inverosímil que me pareciera. Así que, ayudado por el pequeño pedo que llevaba encima decidí no pensar más en el tema. Decidí vivir el momento.
Agarré Sofía por la cintura y le saqué el camisón por la cabeza. La imagen de sus sublimes tetas liberándose y apuntándome con sus pezones fue definitiva. Me abalancé sobre ellas y comencé a mordisquear suavemente sus pezones a la vez que hacía pequeños círculos con la lengua en su marcada aureola. Sofía echó la cabeza hacia atrás, dándome vía libre. La tumbé en la cama y la despojé del minúsculo tanga que dejó al descubierto un recortado y muy cuidado vello púbico y una depilada rajita que pedía guerra.
Yo sabía que con lo excitadísimo que estaba me iba a correr muy pronto así que decidí no follarmela hasta el segundo acto. Así que, esta vez yo, me puse a horcajadas sobre su tripa y comencé a juguetear con mi polla (que de toda la noche esperando estaba a punto de reventar) haciendo ligeros masajes en sus tetas. Sofía estaba tremendamente excitada, se notaba en su respiración acelerada. Me incorporé un poco y ella se lanzó sobre mi pija como una loca, trabajándola bárbaramente para alguien que llevaba tanto tiempo sin disfrutar de un buen rabo. Alternaba lametazos en el capullo con chupadas rápidas y profundas. En realidad me estaba follando con la boca !! , No iba a aguantar mucho más… Lancé un fuerte gruñido y me corrí con todas mis fuerzas en su boca. Sofía, fuera de sí, con unos ojos de
vicio que nunca antes había visto en una mujer, tragó con gusto parte de mi leche dejando escurrir el resto desde sus labios hasta su pecho. Aproveché para esparcirlo, como si fuera crema, en sus tetas, con movimientos suaves, jugando con los pulgares en sus pezones. Nuestras miradas se cruzaban cómplices. Sofía pedía guerra y yo ahora necesitaba 20 minutos para recuperarme. Y sabía cual era la mejor manera de hacerlo. Me giré, dándole la espalda y comencé un besuqueo lento desde sus pies, subiendo por sus piernas hasta su entrepierna. Las separé ligeramente y pude observar de cerca la hermosura de su chochito. Estaba muy húmedo, brillante, esperándome. En ese momento formábamos un perfecto 69. Ella no se estaba quieta y trataba de acelerar el reanimamiento de mi polla con unos acertados masajes. Y lo estaba consiguiendo. Por mi parte comencé besando el interior de sus muslos, para terminar saboreando primero sus labios, completamente mojados, para terminar en su clítoris al tiempo que sometía a su agujerito a un frenético mete-saca con dos dedos y con la otra mano mesajeaba su zona perineal y su ano. Tras un buen rato disfrutando del momento :
– Aaaaaaaaahhhhhhh. Si, si, si, siiii !!, gritaba. Me cooorro !!
Entre convulsiones, arqueó la espalda y tuvo un prolongado orgasmo, dejando fluir sus líquidos entre mis labios.
Por aquel entonces mi cipote ya estaba en pie de guerra y preparado para su segunda descarga, esta vez seguro más duradera.
– Ven aquí, le dije, al tiempo que ponía mi polla en la entrada de su chochito, todavía convulso y revolucionado por la reciente corrida.
Y comencé a masajear de nuevo su clítoris esta vez con la punta de mi capullo. Esto le volvió loca. Sofía, como poseída, movía la cabeza de lado a lado de la almohada.
Cogí sus piernas con mis brazos y las elevé apoyando sus pies en mis hombros dejando su agujerito a mi completa disposición. Con suavidad introduje mi polla hasta el final. Estaba tan mojada que no encontró ninguna dificultad. Con completos movimientos comencé a follarme a esa diosa.
– Ahhhhhhhh, gritaba ella de forma sostenida.
– ¿ Te gusta ?
– Dios !, no pares
Aumenté mi ritmo conforme veía que se aproximaba su segundo orgasmo.
– Me voy…… gritó, al tiempo que agarraba con sus manos las sábanas tirando hacia sí y deshaciendo la cama.
– Yo, que todavía tenía mecha, ahora golpeaba con fuerza, haciendo rebotar mis huevos en su culo mientras su orgasmo parecía no acabar nunca.
– Ahhh, Ahhh, Ahhh, SIIIIIIIII….
Bajé sus piernas y le dí la vuelta, colocándola tumbada, boca abajo al tiempo que levantaba su culo flexionado ligeramente sus piernas. Desde atrás, de nuevo le taladré durante unos minutos mientras con los pulgares masajeaba su ano. No oponía ninguna resistencia y en ese momento supe que también me iba a follar ese culito, lo que me hacía tremenda ilusión ya que sería mi primera vez ( ni mi mujer ni mis anteriores novias nunca me han concedido acceso a ese tesoro ). Estaba a punto de correrme y no quería que acabara ya, así que, sin sacarla, paré unos minutos abrazándome a su espalda y pasando mis manos por debajo para amasar sus tetas con una y excitar de nuevo su clítoris con la otra. Cuando ví que Sofía iba a estallar me incorporé a mi posición inicial y agarrándola fuertemente por la cintura reanudé mis embestidas.
– Me co-o-o-o-orro…., exclamaba con voz entrecortada
– Yo también, le dije
– Si, si, siii !!
– Arrggg, grité al tiempo que inundaba su coño de semen.
– Ahhh, gritó ella al tiempo que entre movientos convulsos caía desplomada sobre la cama, casi exhausta.
Los dos quedamos abrazados durante unos minutos, tratando de recuperarnos del esfuerzo. Eran ya las seis de la mañana y a las nueve nos teníamos que levantar por lo que apenas nos quedaba tiempo para dormir, no obstante aprovechamos hasta el último minuto. Cuando el teléfono sonó para avisarnos de la hora Sofía se fue directamente al baño. Yo aguanté unos minutos en la cama haciéndome el remolón. Cuando oí el agua de la ducha me levanté y me metí con ella.
– Buenos días, cariño. Me dijo.
– Hola bonita, supongo que necesitarás de alguien que te dé jabón por la espalda… dije con una sonrisa pí
;cara y una divertida entonación.
Ella, no dijo nada y sonrió a la vez que me acercaba el bote de gel. Eché una generosa cantidad en mi mano y lo extendí cuidadosamente por su espalda. Le di la vuelta y continué extendiéndole el jabón por el cuerpo, haciendo especial hincapié en las zonas más erógenas. Sofía entró en el juego enseguida. Levantó una pierna y la puso sobre el borde la bañera. Yo me arrodillé y comencé a enjabonar sus piernas lentamente, desde abajo hacia la parte superior de su muslos, prestando especial atención a su rajita a la que trataba con especial mimo. Ella, me cogió por el pelo y me levantó. Quedamos cara a cara durante unos segundos, mirándonos fijamente a los ojos, con nuestras respiraciones aceleradas. Sofía se giró, dándome la espalda y agachó ligeramente el cuerpo y separó las piernas lo suficiente para que sin más preámbulos le metiera de forma brusca mi polla hasta el fondo. Se agarró con una mano a una barra fija que había en la pared y se acomodó buscando la mejor posición. Comencé a follarla con movimientos largos, sacando casi la puntita y hasta el fondo con fuerza mientras con una mano aprovechaba para estimularle el ano, haciendo una ligera presión sobre él. Así estuvimos hasta que ella se corrió entre alaridos de placer. Era mi momento, saqué la polla y le apunté al culo. Me eché un poco de gel en la punta, para facilitar la entrada y golpeé con fuerza. Entró todo el capullo. Ella gritó con la boca cerrada y esta vez supe que no de placer. Me mantuve así durante unos minutos mientras su agujero se hacía a la presencia de un nuevo elemento. Aproveché para pasar mi mano por debajo de su cuerpo y masturbarle hábilmente. Ella se iba acelerando y su culo relajando por lo que comencé a metérsela suavemente. La sensación que yo sentía de calor y presión era total, nunca había sentido algo así. Cuando llegué al final del recorrido aumenté la velocidad de mis movimientos. Sofía gemía totalmente entregada disfrutando con la enculada tanto o más que yo. La tenía agarrada por la cintura acompañando mis embestidas hasta que exploté en una brutal corrida que inundó su culo de leche. Fue sensacional.
Terminamos de ducharnos, nos vestimos y bajamos a la presentación. Esta era sólo para trabajadores así que aproveché para tomarme un café y leer la prensa. Coincidí en la cafetería con otro marido que cenó en nuestra misma mesa y casualmente tenía la habitación contigua a la nuestra. Tras intercambiar unas palabras sobre lo bien que nos lo habíamos pasado la noche anterior me dijo:
– Bueno, tú te lo pasaste mejor.
– ¿ Por qué ?, respondí ingenuo.
– Menuda nochecita os habéis pegado, parecía como si fuera la primera vez. Vaya pasión.
Dejé escapar una carcajada y continuamos charlando de temas intrascendentes hasta que salieron nuestras esposas de la reunión.
Nos despedimos del resto de parejas hasta la próxima mientras pensaba que ojalá fuera muy pronto.
En el viaje de vuelta no hablamos nada del tema, sólo intercambiamos alguna mirada cómplice. Sobraba decir lo que era tan obvio.
Ya al llegar a la ciudad, en la estación, antes de coger cada uno un taxi que nos dirigiera a nuestras respectivas casas, nos despedimos con un beso tierno. En ese momento me di cuenta que era el primer beso que nos dábamos. Me tranquilizó. Sólo había sido sexo.
Al llegar a casa, mi mujer apenas me preguntó por el viaje lo que me evitó darle excusas. Y me extrañó tanto que pensé que realmente era cómplice de Sofía. Nunca lo sabré y para evitar males mayores creo que nunca querré saberlo.
Espero que os haya gustado la historia. Yo no hay día que no piense en ese fin de semana. Espero su comentarios.
Autor: perro_gomez