Esta historia comienza cuando mi padre fallece, en un accidente automovilístico, él se llamaba José y tenía 43 años. Mi madre y yo quedamos desbastados, de un día para el otro nos quedamos solos.
Me llamo Mauro, tengo 18 años . Vivo solo, con mi mamá, que se llama Laura y tiene 37 años. Mi madre, nunca había trabajado en su vida, se había dedicado a criarme y a las tereas del hogar ya que mi padre ganaba muy bien como abogado. Cuando ella trató de conseguir trabajo, no lo consiguió, por lo que se le hizo muy difícil mantener el hogar. Además, ella quería que yo termine la secundaria, por lo que no quería que trabaje. La solución, provino de mi abuelo paterno, Oscar, él nos propuso mudarnos a su casa y vender la nuestra para usar ese capital en algún negocio. La casa de mi abuelo es enorme, tiene muchas habitaciones, garaje para dos coches y un gran patio. Antaño, esa casa estaba ocupada por mis abuelos y sus 6 hijos, pero hoy, solo era ocupada por mi abuelo y por Franco, el menor de mis tíos, por lo que podríamos acomodarnos sin ningún problema allí. Es así, que seguimos los consejos de mi abuelo y pronto nos mudamos.
La convivencia, desde el principio fue muy buena. La casa era tan grande, que todos teníamos nuestra privacidad, pero a la vez cenábamos juntos todos los días, por lo que, también, éramos muy unidos. Yo, en particular, me hice muy compinche de mi tío Franco, él tiene 31 años y es un tipo muy divertido, soltero, pero siempre con alguna novia. Franco es muy fachero, rubio y de físico atlético, tiene mucho excito con las minas y nunca falta una en su alcoba los fines de semana.
Un sábado, como a la media noche, caminando por el pasillo escuche un gemido que provenía de la habitación de mi tío. Me acerqué y estaba la puerta entreabierta, miré hacia adentro y estaba, mi tío culeando a una mina, le estaba dando con todo. Me quedé mirando esa tremenda escena erótica y me excité mucho, a tal punto que me empecé a pajear. De repente, Franco levanta la mirada y me descubrió observando. Inmediatamente me retiré hacia mi cuarto y seguí masturbándome, pero de pronto mi tío abre la puerta.
– Mauro, puedo pasar?
– Si, tío.- contesté.
– Que hacías?
– Nada.
– Te vi, espiándome.
– Perdón tío, justo pasé y no me pude resistir mirar.
– Si, pero, te estabas pajeando.- me dijo.
– Eeeehhhh, buenooooo…- me puse colorado, de vergüenza.
– No te preocupes, no me importa, además, la mujer es una prostituta. Te la querés coger?- me preguntó.
– Qué?
– Se que sos virgen y quiero que debutes.- me dijo.
Acepté la propuesta y fui solo a su habitación, donde estaba la puta. Ella desprendió mi cremallera y saco mi verga, la cual se puso a chupar, pero yo estaba muy nervio y no se me paraba.
– Que te pasa nene, no queres debutar?- dijo ella.
– Es queeee.- no sabía que decir.
– No te preocupes que te voy a dar un estimulo visual.-dijo mi tío entrando al cuarto.
Sacó su verga y se la puso de un empujón dentro de su vagina. Luego de dos minutos, yo ya estaba completamente empalmado, me puse delante la mina y le di mi verga para que la mamase. Después mi tío salió e hizo que ella se siente en mi verga, así me la empecé a coger con ganas. Luego de unos minutos, mi tío le ensartó su verga en el ano y le dimos los dos juntos, hasta que acabamos al mismo tiempo.
– Quién iba a decir, que después de un rato, el pendejo cogía tan bien. Es de seguro que está en los genes.-dijo la puta.
– Sí, estuviste muy bien Mauro.-agregó mi tío.
– Y tiene la verga tan grande como la tuya.- dijo ella.
– Como tu lo has dicho, está en los genes.- dijo Franco.
En efectivo, mi verga era tan grande como la de mi tío, un poco menos cabezona, quizás. Siempre supe que yo estaba bien dotado, dado que comparaba, el tamaño de mi pija, con las de mis amigos. Era habitual, juntarnos a ver películas porno con un grupo de amigos y siempre terminábamos haciéndonos una paja, mi verga era el doble de gruesa, en comparación con las vergas de casi todos ellos y también un poco más larga. Mis amigos nunca podían evitar hacer comentarios sobre el tamaño de mi verga.
La prostituta se marchó y nos quedamos hablando con mi tío.
– Y? te gustó?- preguntó.
– Me encantó tío. Que lindo que es coger, pero cuando se la clavaste por el culo, fue increíble.
– La doble penetración es lo mejor. Che, tenés la verga tan grande como la mía.
– Es verdad, debe ser la herencia familiar. Nunca había visto una como la mía.-dije.
– Sabes una cosa, con tu padre, una vez hicimos un trío y también la tenía así de grande.
– Que grande mi viejo.- dije.
Me retiré de su habitación y cuando me dirigía a mi cuarto, escuché un llanto. Era de mi madre y provenía del cuarto de mi abuelo. Sin dudar me puse a escuchar lo que decían.
– Es que lo extraño mucho.- decía ella llorisqueando.
– Pero Laura, ahora estamos en familia, todos juntos, tienes que ser fuerte, por tu Mauro.-decía mi abuelo.
– Yo sé, que Mauro va a estar bien acá, vos y Franco son buenos ejemplos para él, pero y yo? Como rehago mi vida? Podré conocer a alguien que me satisfaga?
– Más adelante conocerás a alguien, de eso no te preocupes Laurita, pero mientras tanto, te puedo satisfacer yo.-dijo mi abuelo.
– Pero, Oscar, usted está hablando de lo que yo pienso?
– De eso mismo.- respondió mi abuelo.
– Pero, usted es el padre de José.
– Y quién mejor que yo, para honrar a la esposa de mi difunto hijo.
No podía creer lo que escuchaba, mi abuelo se quería coger a mi madre. Sin hacer ruido, empujé un poco más la puerta, para poder ver. Estaban los dos abrazados y mi madre lloraba, pero con una mano en la entrepierna de mi abuelo. Mi abuelo hace inclinar a mi madre y baja su pantalón. Luego vi movimientos de mi madre, subiendo y bajando su cabeza, era obvio que estaba chupando la pija de mi abuelo.
– Es enorme Oscar, que gran miembro.-dijo mi madre.
– Toda tuya.
Pensé, que si mi madre se sorprendía por el tamaño de la pija de mi abuelo, él la tenía más grande que mi padre, entonces, también más grande que mi tío y yo. Mi abuelo Oscar, tiene 63 años, de contextura mediana, pero muy morrudo, es canoso y tiene pelo por todo el cuerpo. Luego de un rato, colocó a mi madre sobre la cama, boca arriba y la desnudó. Se puso a chuparle la concha a mi madre, que gemía como loca, después se paró delate de ella y la penetró. Mi madre no paraba de gemir y pedir más.
– Te gusta, putita?-dijo él.
– Me encanta! Nunca sentí algo así de grande.-grito mi madre.
– Pobrecita, mi hijo la tenía chiquita. Pero no lo vas a extrañar más, porque yo soy un verdadero macho y te voy a coger como se debe.
– Voy a ser tu conchita Oscar, toda tuya.
Al cabo de un rato, mi madre ya había tenido dos orgasmos y entonces mi abuelo, acaba dentro de ella. De un salto, mi abuelo Oscar, se incorpora y comienza a dirigirse a la puerta. Yo salí corriendo a mi cuarto, para que no me viera, pero fue en vano, él ya me había visto. Me agarró de una oreja y se metió con migo dentro de mi cuarto.
– Pero, como te atreves a espiarme Mauro.-dijo.
– Vi lo que le hiciste a mamá.
– Que yo le hice? Mira mi pedazo de verga nietito, tu madre me la pidió casi de rodillas.-dijo mientras se agarraba la pija, porque seguía desnudo, para mostrármela.
– Igual, está mal, sos mi abuelo.
– Porque soy tu abuelo, tu mamá se siente más cómoda, es la misma sangre. Además, el pobre de tu padre no tenía un gran pene como el mío y tu madre no se resistió a probar algo grande.
– Mi papá, la tenía re grande y yo la tengo igual de grande que él, mamá estaba satisfecha con una poronga igual de grande que la mía.-dije eso agarrando mi verga y mostrándosela.
– Quien te dijo eso? No es verdad, tu papá la tenía mucho más chica que la tuya.
– Me lo dijo el tío Franco, que se la vio una vez y era como la de él y la mía.-dije.
– Tu tío, te mintió Mauro. José, era el único de mis hijos que la tenía pequeña y en esta casa, todos lo sabíamos. Tus tíos, se burlaban a menudo de él. Franco, quiso que estés orgulloso, por eso te mintió.
– De verdad?
– Si. Pero veo que vos no tienes el mismo problema, tu pene es tan grande, como el mío.
– Bueno, pero igual no quiero que te garches a mamá.
– Pero ella me lo pide, prefiere que sea un hombre de la familia.
– Bueno, entonces yo podría cogerme a mamá cuando quisiera y no es así.- dije.
– Perdón hijo, no quería que pasaras por esta situación.- dijo mi madre, que entraba en camisón, a mi cuarto.
– No sé, si perdonarte, madre.-dije enojado y me di vueltas.
– Perdón, perdón, perdón.- decía ella llorando.
Me abrazo desde mi espalda y lloraba desconsolada. Yo me puse a llorar también y volví a ponerme de frente a ella, quedando abrazados y llorando, los dos. Después de un momento, sentí sus senos, junto mi pecho, entonces, se me vino a la mente, una imagen de ella culeada por mi abuelo. Mi pene, comenzó a crecer inesperadamente y yo no lo podía evitar. Mi madre, al sentirlo, paró de llorar de golpe y me miró fijamente a los ojos. Después, puso su mano sobre mi bulto y lo tanteaba, como para saber el tamaño de mi verga. Me miro con cara de asombro y bajo mi pantalón dejando salir a mi verga que estaba a mil.
– Mauro, tu pene es enorme, es el doble de grande que el de tu padre. Es casi como el de tu abuelo.-dijo mi madre.
– Pero, madre.- dije con mi voz temblorosa.
Ella no dijo nada, se arrodillo y se puso a mamar mi verga, que se ponía cada vez más dura. Mi abuelo, estaba parado observando y se masturbaba, luego se acercó poniendo su pene junto al mío, para que mi madre, se coma nuestras enormes pijas al mismo tiempo.
– Tu mamá, necesita que la ayudemos a olvidar a tu padre y creo nosotros la vamos a complacer muy bien.- dijo mi abuelo.
– Tienes razón abuelo, al probar nuestras pijas enormes y experimentar niveles de placer, que nunca había podido alcanzar, con el pene de papá, se olvidará más pronto de él.
– Ese es el punto Mauro.
– Como te la voy a dar mamá.-dije.
La puse en cuatro patas y se la enterré entera en su concha. Le empecé a dar con todo, ella gemía como una loca, después le dio mi abuelo, pero mientras él penetraba su vagina, yo me puse arriba de mi madre y clavé toda mi verga en su ano. Con esa doble penetración, tanto mi abuelo, como yo, descargamos toda nuestra leche en ella.
– Hijito mío, que placer me has dado, nunca sentí tanto placer.- dijo mi madre.
– Te gustó, mamá? Papá te cogía así?
– Mauro, hijo, tu haces quedar a tu padre como a un principiante. Es obvio, que tu sí, heredaste, los dotes de tu abuelo. Eres todo un semental.
– Mamá, te voy a hacer el orto devuelta. Ponte en cuatro.- le dije.
Se la metí en el orto y le di con todo otra vez. Cuando acabé dentro del culo de mi madre, se la puso mi abuelo y le siguió dando otro rato, pero cuando acabó apareció mi tío Franco y se la culeó también. Mi madre tuvo un orgasmo tras otro esa noche, pero no fue la única noche, desde esa noche, la cogimos todos en familia y se pudo olvidar de mi padre en poco tiempo.
que rico placer de esa mujer coger con toda la familia