. A sus 19 años todavía era virgen y nunca había tocado el pene a ningún muchacho, aunque todos sus novios se lo habían pedido. Solo había accedido a que se lo mostraran e incluso uno de ellos solía enseñarle cómo se masturbaba hasta llegar al orgasmo. Por lo demás ella se masturbaba todos los días , y pensaba qué se sentiría hacer el amor, pero estaba esperando al hombre indicado para entregarle su virginidad.
–¡Diablos, Nathaly! ¡Ten más cuidado con lo que haces! –gritó Luis cuando Nathaly accidentalmente volcó la taza de café que le había servido hacía un instante.
–¡Lo siento! –dijo Nathaly preocupada– ¿Te quemé?
–No, pero ahora tendré que cambiarme el pantalón.
–¡Voy por una servilleta para limpiarte!
Luis llevaba unos jeans claros y un polo de algodón. La mancha de café se extendía desde la bragueta hasta la entrepierna. Nathaly mojó un trapo de la cocina en el fregadero y se acercó a limpiarle el pantalón.
Puso el trapo sobre la mancha presionando ligeramente con la mano para absorber el café. Lo pasó por entre las piernas de Luis y secó lo mejor que pudo el líquido que había en las piernas del pantalón, tallando con el trapo húmedo. Había un poco de café en el asiento del banco donde estaba sentado. Luis abrió las piernas para que Nathaly lo secara.
Nathaly acababa de levantarse para preparar el desayuno y llevaba todavía el camisón de satín que Luis le había regalado y una bata encima. Cuando se acercó a Luis, no pudo dejar de mirarle los pechos suaves y turgentes bajo el camisón. Como no llevaba sostén, se le marcaban los pezones.
Nathaly era muy bonita, sin duda. Tenía una boca pequeña, de labios carnosos, y grandes ojos marrón. Su piel morena hacía muy buen contraste con el camisón claro, y Luis no pudo evitar imaginarse cómo se vería desnuda mientras ella se afanaba en limpiar su entrepierna.
–¡Límpiame bien aquí! –dijo Luis con firmeza, señalando la bragueta.
Nathaly puso el trapo sobre el sitio indicado y lo pasó por el pubis de Luis. Luis puso su mano sobre la de ella, y la presionó contra su pubis.
–¡Así, sécalo bien! –indicó Luis levantando un poco la pelvis.
Nathaly sintió el bulto de su mentor bajo el pantalón y no pudo evitar sonrojarse. A sus 19 años todavía era virgen y nunca había tocado el pene a ningún muchacho, aunque todos sus novios se lo habían pedido. Solo había accedido a que se lo mostraran e incluso uno de ellos solía enseñarle cómo se masturbaba hasta llegar al orgasmo. Por lo demás ella se masturbaba todos los días , y pensaba qué se sentiría hacer el amor, pero estaba esperando al hombre indicado para entregarle su virginidad.
Mientras pasaba la mano por encima de la bragueta de Luis, Nathaly sintió de pronto que el bulto de Luis comenzaba a pararse y se ruborizó. Pero no quería dejar de acariciárselo, y fingió no darse cuenta mientras hacía como que estaba concentrada en la tarea.
–¿Te das cuenta de todo lo que provocas, Nathaly? –dijo Luis.
La pregunta parecía un poco ambigua. Nathaly asintió tímidamente con la cabeza.
–No volverá a ocurrir, te lo prometo. Había preparado el café como a ti te gusta. Quería darte una sorpresa y lo he echado todo a perder. ¡Soy tan torpe! –dijo casi sollozando apretando sin querer el sexo de su mentor.
Nathaly envolvió con su puño el pene de Luis, como si fuera un bastón. Al momento sintió que tenía un extraño poder al darse cuenta de que ella era la que había provocado la excitación de su protector solo con ponerle la mano sobre su pene.
–No te preocupes. Ya harás más café. Solo ten más cuidado la próxima vez –dijo Luis, tomándola con las dos manos por las caderas para consolarla.
Nathaly rodeó con sus brazos el cuello de Luis, y pensó en su propio sexo, que había comenzado a humedecerse, y sonrió al imaginar que Luis no debía de pensar en otra cosa en ese momento.
–¿Ya desayunaste? –preguntó Luis.
Nathaly negó con la cabeza haciendo un puchero.
–¿Qué quieres para desayunar?
–¿Quiero tomar leche?
–¿Todavía tomas leche? ¿A tu edad?
–No es precisamente leche lo que tomo, pero sí es leche… –contestó Nathaly, sonriendo con coquetería.
–¡Ah! ¿Y es buena?
–¡Mucho, si lo haces con amor!
Luis se puso de pie y se quitó los pantalones y se sentó de nuevo en el banco.
Traía unos boxers de algodón y también estaban llenos de café.
–Ven –le dijo a Nathaly– ¡Límpialos!
La tela de algodón dejaba adivinar la erección de Luis. Nathaly abrió el botón del bóxer y se lo bajó con las dos manos hasta los muslos. El pene erecto se irguió con fuerza como impulsado por un resorte apuntando hacia el techo. Como Luis estaba ahora sentado en un banco alto y Nathaly estaba de pie junto a él, entre sus piernas abiertas, la punta de la cabeza le rozaba el ombligo. Nathaly bajó la mirada hacia la entrepierna de su mentor y suspiró excitada. Su sexo era más grande y grueso de lo que se había imaginado y estaba ligeramente curvado hacia un lado. Tenía la piel más morena y el glande de color marrón asomaba insolente la cabeza, palpitando. Luis era muy velludo y una tupida mata de vellos ásperos y rizados negro azabache sin recortar le cubría el pubis desde el ombligo hasta el escroto enmarcando su verga que se erguía en el centro como el mástil de un velero. Más abajo los testículos redondos parecían hinchados. Nathaly los acarició suavemente con una mano, levantándolos como si estuviera calculando su peso, y con la otra se recogió el pelo que le caía sobre la mejilla, acercó la cabeza a la punta del pene y abrió los labios. Al instante percibió el aroma penetrante a macho en celo que emanaba de la verga de Luis y se estremeció de deseo: pensó en que se sentiría chuparla y meterla en su boca y sintió unas punzaditas en el clítoris. Debía de estar empapada y tenía ganas de masturbarse, pero se controló. No quería que Luis adivinara que lo hacía cada vez que se quedaba sola en la casa desde que se mudó a vivir con él.
Luis le pasó la mano detrás de la nuca y acercó su pene a su boca. Nathaly se estremeció.
–Chúpamelo –dijo en voz baja.
Nathaly se moría por lamerlo y metérselo en la boca y descubrir a qué sabía. Su propio deseo la turbaba anticipando el placer que le esperaba. Con una mano recogió la trenza de pelo negro azabache que le cubría la cara. Y con la otra mano tomó el sexo de Luis rodeándolo con sus dedos. Estaba duro y caliente. Parecía un bastón de acero envuelto en una funda de terciopelo. Acercó su boca a la cabeza que asomaba erguida y palpitante y la besó apasionadamente.
Continuará