El jovencito
Desde el lunes hasta el viernes, después del descanso del domingo en mi florido chalé, que llaman «El rincòn del paraiso», yo recibo mis numerosos Y distinguidos clientes para mis tan pedidas prestaciones sexuales. No pienses que mi trabajo se desarrolle sin constante impeño fìsico y mental. La competencia està al maximo: las putas hoy en dìa son un mar, incluso las niñas de unos catorce años, que piden entrar en la lista de las trabajadoras del sexo. Por supuesto, pues que Eva fue la puta original ( del cual atributo, como no estoy totalmente segura, preguntaré al cura) y que el refràn dice «de tal madre tales hijas», por lo tanto totas las mujeres màs o menos seràn putas, excepto yo que hasta casi dieciocho años vivìa solo para mis bonitas muñecas. En frente de las colegas tengo que inventar continuamente nuevas actracciones, las cuales se divulgan de inmediato por el mundo meretricio; pero mi inventiva es como la tecnologìa que hace continuos progresos y mis iguales se cansan para aprender y adoptar mis continuas invenciones.
Bueno! Un dìa fui de mala gana obligada a una prestaciòn a domicilio. Un tìo sumamente distinguido, el director general de un importante banco de España, querìa que yo fuera de una manera u otra a su torre para gozar, yo me negaba y él acrecentaba de dìa en dìa mi parcela. Finalmente me confesò que él tenìa que hacer eso porque su mujer, detràs de un vitrio a travès del cual se podìa ver sin ser vista, deseaba saborear por sus ojos todos los contorcimientos sexuales màs llamativos para deliciar, por supuesto, su morboso coño con sus aristocràticos dedos.
Yo tengo un cierto asco por la masturbaciòn masculina, porque decid. » » hay al mundo cosa que sea màs bella / que darse entero en brazo a una donzella?» Segùn mis noticias, exclusos los niños, que los maldidos pedòfilos halagan. y los viejos de màs de cien años, dado que el viagra ha sumamente alargado la duraciòn de la vida sexual, deberìamos ser cerca seis mil miliones de personas, midad varones y midad mujeres, cada uno y cada una con su propio atributo. Cuàl tonterìa es esta de hacerce pajas dispersando el semen por lo suelo como si tuvieran nacer flores? Y ademas esos jovencitos quedan insatisfechos y aturditos y no aprovechan de los estudios.
Volvemos al hecho. Me preparé para esta prestaciòn especial tratando aparecer lo màs puta posible, porque yo intuìa que esto fuera lo que aquella muy aristocràtica hembra màs deseaba. Por lo cual me puse una camiseta blanca transparente de modo que fuese perfectamente visible mi sostén de encaje perforado, una minifalda roja muy llamativa hacia los medios muslos y abierta hasta la cadera izquierda, un panty color carne, zapatos negros con tacones de nueve y todos otros accesorios negros. Por otro lado toda la operaciòn habìa da quedar secreta para la protecciòn de la debida reputaciòn de esa aristocràtica pareja, por lo que yo tenìa da coger el àutobus hasta las afueras de la ciudad, donde un coche negro ma habrìa esperado para conducirme a la torre del pecado.
Cuando fui a la parada del àutobus todas las mujeres y algunos tìmidos hombres se alejaron de mì. Otro se acercaron para verme mejor y oler mi delicioso perfume. Como llegò el àutobus y yo subì los dos escalones para entrar, el silencio de los viajeros fue general y profundo: creo que cada uno mirandome imaginara como podrìa desfrutarme sexualmente.
Yo me senté en frente de un chico de unos dieciséis o diecisiete años, seguramente un estudiante porque tenìa un paquete de libros cerca. Enseguida me arrepentì de la elecciòn del asiento, porque me di cuenta que estàndole tan vecina yo le habìa procurado una impresìòn fatal. El tenìa su rostro de angel bajado, mas en el mismo tiempo miraba fijo todo lo que tenìa que ver. Observé que sobre sus pantalones aparecìa un bulto que de rato en rato se acrecentaba de modo que temìa que de golpe y porrazo se disparara. Yo me puse inmòvil como una statua. Habìa por cierto que cualquier movimiento mìo habrìa podido ser la centella por el disparo. Unas colegas mìas se habrian deliciado en tormentar aquel jovencito con sus movimientos sexuales como acariciarse las piernas o arreglarse el sostén. Yo me levanté de pronto y salì del àutobus: esperaba que mi plano para ayudar aquel angelito conseguiera éxito. En efecto él saliò atràs de mì y me seguiò a larga distancia: creo que él me hubiera seguido hasta el Océano Atlàntico.. De golpe me parè, me volvì, me acerqué a él, enrojecido como un tomate, y le dije de prisa: «Toma aquella calle, llega a los campos y cerca de la capilla abandonada: espérame allì». Me imaginaba que a él le caerìa la cara de vergûenza de ser vist
o conmigo.
Cuando volvimos a encontrarnos en el lugar fijado, yo le tomé una mano que temblava y lo conducì en el medio de algunos àrboles sobre un tierno césped verde. El estaba tan colorado que parecìa teñido.
«No tengas vergûenza de mi ni de este sitio ni de lo que te diré o haré».
Pausa.
«Cuantas pajas te haces por dia?» El bajò su cabeza sin atraverce a levantarla.
«Yo soy una puta,» le dijo suavemente.»Tu puedes confesarte conmigo mejor que con un cura. Las putas son muy comprensivas. Revistas eròticas, sitios prohibidos, pelìculas porno, verdad?» No necesitaba ninguna respuesta.
«Dime, porqué existen las hembras? No tienes dinero? Angelitos como tù no necésitan dinero. Yo estoy aquì y no quiero dinero de un mozo de dieciséis años. Es esa tu edad?» «Casi diecisiete» murmullò.
«Yo no alabo la masturbaciòn; claro que no hablo por mi propios intereses. Hoy tu tendràs un goce gratùito por lo que tu olvidaràs para siempre tus pajas"» Aunque mi sermòn fue serio, mi proximidad a él producìa en el mismo tiempo un efecto impresionante dentro de su ropa, por lo que, diciendo «tengo que pasar de las palabras a los hechos», le desabroché los vaqueros y saqué de sus braquetas una estupenda polla que se levantò en el aire como un mastil de bandera. Le hice una caricia inocente y le di dos o tres pequeños besitos para evitar una explosiòn; después con una mirada pìcara arranqué un tallo de flores y rocé de abajo arriba y de arriba abajo toda su polla hinchada. El se agitaba y jadeaba. De pronto me di cuenta que el momento fatàl se acercaba, por lo que con una mano le apreté los huevos para impedir que se corriera. El emitiò un gémito, al que respondì:» a pequeño dolor mucho goce consigue. En este momento refuerzos espermàticos estàn acudiendo». Dejé el apretòn, acerqué mi lengua y fueron suficientes algunas lingueadas encima de los huecos por que aquel misìl produciese un fabuloso chorro hacia las nubes blancas y rosas en el azul de cielo, seguido de otros chorros màs y màs menores. El se arqueaba como un ponte sobre de un rìo. Bastante parte de aquel leche volviò a caer sobre mi cara y mi ropa y sobre él tambièn.
«Lo siento!» dijo a media voz.
«Yo también», respondì limpiandome la cara.
Este incidente anticipò mi programa de desnudarme y de extenderme sobre la hierba.
«Tu eres esplendorosa!»me dijo.
«Desnudate tù también» le dijo con una sonrisa insinuante. «Relàjate un poco extendiendote cerca de mì y prepàrate a ver mil soles».
Yo no soy una pornògrafa por lo que no tendrìa que describir masajes, lingueadas, mamadas chupadas y al fin folladas, salvajes las primeras, las siguientes suaves. No relataré detalles: pero por la vedad històrica tengo que declarar que en un dado momento el chico tomò la iniciativa y yo corrì el riesgo de ser comida enteramente. El se corriò una, dos, tres, cuatro veces; yo de mi parte estaba toda una corrida. Consideré que dada su edad esto fuese bastante para no dañar su salud, lo abracé, lo atraje hacia mì sobre la hierbita. Volvì a predicar: «Ahora tù eres un verdadero varòn , pero los hombres después de tan gozar necésitan un descanso, mientras las hembras pueden continuar sin fin. Tù conoceràs otras mujeres, seràn vìrgenes o solteras o casadas y un dia tu encontraràs tu verdadero amor».
El protestò:»Tù eres mi ùnico amor. Mi pàjaro quiere viver siempre dentro de tu nido».
«Las hembras crean los poetas», contesté su frase y agregué:»No digas tonterìas, Tu tendràs novia y ambos descubriréis que el amor es enemigo de la lujuria. Tù estudieràs volviéndote un personaje importante y tendràs que contribuir al renacimiento de España que hoy en dia està en la cola de todas las naciones de Europa, excepto los tontos Portugueses».
El se callaba pensativo.
«Y ahora», grité excitada, haremos un ùltimo esfuerzo: una gloriosa española!» Cuando después algunos minutos él volviò a caerse desde el cielo hasta la tierra me confesò:»Yo no imaginaba que una cubana fuera la mejor cosa del mundo. Fue suavisima».
«Joder,tìo, que dices?» lo reproché. » Cubana? Esa es una mentira. Las jovencitas españolas en los siglos pasados tenìan que guardar su virginidad para no ser abandonadas por los novios o deslojadas de casa o cerradas en un monasterio. Las pìcaras españolitas entonces concibieron la follada en el pecho para gozar los novios sin consecuencias, otros hombres y ellas mismas. Revela en todos los sitios que esta es una gloria española y que solamente muchos siglos después llegò a Cuba» Pausa.
«Ahora ponte tu ropa, regresa a tu casita sin vòlverte atràs y vaya con Diòs» Cuando él disaparec
iò me volviò a la memoria la cita con la pareja aristocràtica.
«No me importa un pito», dije a mi misma.Sabìa que aquella esperiencia frustrada implicaba la reduplicaciòn de mi parcela.
Pasando delante de la frente de la capilla vi a los dos lados de la puerta, tallados, unos angelos orantes con los brazos extendidos hacia el cielo. No parecìan ni masculinos ni femeninos: pregunté a mi misma si tal vez pertenecerìan al tercero sexo. Yo sé que ellos son espìritus, mas, como està escrito en las Sagradas Escrituras, toman algunas veces formas humanas: en esos casos seràn hombres, mujeres o neutros? Me vino de pensar en mi angel de la guardia: se habrìa alejado de mì porque soy una puta o se queda en mi oficina indiferente en cuanto espìritu o teniendo asco o volviéndose excitado/a? Todos estos pensamientos me interesaban.
«Preguntaré al cura», me dije.
Como sucediò que, en lugar de preguntar al cura, terminé preguntandole a unos padres de un monasterio, os relataré otra vez.
Autor: SIR
venturaenzo ( arroba ) virgilio.it