Los dos pugnaban por el vergajo, de tal forma que cuando salía de una boca, rápidamente estaba metido en otra. A mí, esta lucha que mantenían los dos por la verga, me ponía todavía mas cachondo.
A partir del primer polvo con Beto, (que ya conté en el primer relato), yo lo buscaba casi todos los días. Cuando empezaba a anochecer ya estaba yo en la calle dando vueltas para ver si lo encontraba. Me había hecho de algunas revistas porno y cada día sacaba una distinta para usarla como cebo cuando lo viera. Por aquellos tiempos era dificilísimo poder ver algo erótico, así que mucho menos pornográfico.
No era yo el único que lo buscaba, sino que también había otros, sobre todo Pedro, y uno al que llamábamos el Indio. Había noches de verano que a los tres nos daban más de las doce de la noche dando vueltas para ver quien encontraba primero a Beto o a Nino..
Un día de verano lo vi sobre las once de la noche. Levaba en el bolsillo unas páginas de una revista porno. Fue él quien vino hacia mí diciéndome:
–¿Vamos a la fábrica?
–¡Bueno!, (dije yo que ya llevaba dos horas dando vueltas)
–Yo me voy por la carretera, tu vete por otro lado para que no nos vean.
Cuando yo llegué, él ya se había desnudado completamente y estaba meneándose la polla.
–Estoy muy cachondo, necesito una verga (me dijo)
Desabroché mis pantalones bajándomelos junto con los calzoncillos. Mi polla apareció tiesa. Beto no esperó nada, la cogió y, arrodillándose delante de mí, se la metió en la boca, aprisionándola con sus labios, succionando y jugando sin sacar un centímetro. Al mismo tiempo movía la lengua dando lengüetazos en el capullo. Se notaba que estaba cachondo y que tenía ganas de verga. Me daba un gusto increíble.
Beto, mientras tanto, se la estaba meneando sin descanso. Yo tuve que ir echándome para atrás y poner mi espalda sobre la pared, porque con la pasión que Beto estaba poniendo en la mamada estaba a punto de perder el equilibrio. Aunque yo me movía para recostarme sobre la pared, Beto no sacaba ni un centímetro de polla de su boca, sino que me seguía de rodillas para no soltar el «caramelo».
Tan extasiados estábamos los dos, que casi no oímos una voz que nos dijo:
–¿Qué hacéis?
Beto no me arrancó la verga de un mordisco de puro milagro, porque el susto que nos llevamos lo dos fue de campeonato. Al oír la voz Beto se puso en pie de un brinco a la vez que corría para recoger sus pantalones que tenía tirados por el suelo. Yo, del susto que tenía, no era capaz ni siquiera de subirme los pantalones, tiraba de ellos pero no subían, estaba pisando el cinturón y no me daba cuenta.
Mientras tanto, el que nos había sorprendido se estaba partiendo de risa, era Nino. Cuando Beto se dio cuenta de quién era no escatimó palabras para dirigirse a él, manteniendo entre los dos un intercambio de «piropos»:
(Beto)–¡Cabronazo! ¡Eres un hijo de la gran puta!
(Nino)–¡Y tú una maricona chupa pollas!
(B)–¿Maricona yo? Túi si que eres maricona, que te gusta que te la metan por el culo.
(N)—A ti si que te gusta que te den por culo y cuanto más grandes sean mejor.
(Yo)–¡Dejaros de dar voces! Que nos va a oír alguien.
(N)—No hay nadie más. Yo os he visto hablando en la plaza y cuando he visto que ibais cada uno por un lado me he imaginado que veníais a follar.
(B)—Pues nos ha cortado el rollo, pedazo de cabrón.
(N)—Habrá sido a ti, porque a éste no se le ha cortado nada.
Se refería a mí, porque estaba con los pantalones por las rodillas y con la picha tiesa. Nino se acercó y me la cogió acariciándola. Beto lo empujó diciendo:
–Quieto ahí, esta polla es mía. Tú si quieres chupar polla, cómete la mía. Y tú (dirigiéndose a mí) tiéndete en el suelo.
Me tendí en el suelo, tal y cómo me habían indicado, con los pantalones por los tobillos. Beto me sacó el pantalón y el slip de una pierna, colocándose de rodillas entre mis piernas. Comenzó acariciándome los huevos, para pasar después a lamerlos y chuparlos. Nino, que ya se había desnudado, se arrodilló a mi lado, cogió mi
verga cubriendo y descubriendo mi capullo. Después agachó su cabeza para darle con la lengua al glande, como paso previo para, agarrando la poya por la base, metérsela entera en la boca, realizando un mete y saca rápido, apretándola fuertemente con los labios.
Beto se cansó de lamer huevos y, quitando la mano de Nino, de la base de mi polla, comenzó a darle lengüetazos mientras que Nino seguía chupando. Cada vez que Nino subía su boca, Beto le seguía con la lengua por toda la longitud de mi vergajo. Poco a poco Beto fue ganando terreno con sus lamidas, hasta que consiguió meterse toda la polla en la boca, después de empujar con su cara la de Nino obligándole a soltar el trofeo.
Los dos pugnaban por el vergajo, de tal forma que cuando salía de una boca, rápidamente estaba metido en otra. A mí, esta lucha que mantenían los dos por la verga, me ponía todavía mas cachondo.
Beto era más fuerte, así que Nino desistió, por lo que se fue buscando la picha de su compañero. Beto se tendió entre mis piernas para que Nino pudiera mamársela a placer. Todo esto sin soltar mi aparato, que tan pronto estaba completamente metido en su boca, como estaba recibiendo una lamida circular por la punta del capullo o lamiendo y chupando los cojones que ya estaban prietos y cargados de leche. Supongo que Nino estaba aplicando el mismo proceso a su polla, porque yo no veía nada, eché la cabeza hacia atrás y dejé trabajar al maestro.
(N)—Quiero que me la metan
(B)—Primero te la voy a meter yo. Ponte aquí, donde estoy yo, así puedes ir chupando mientras que te rompo el culo.
Nino se colocó a cuatro patas entre mis piernas y, agachando la cabeza se metió mi verga en la boca. Mientras Beto se colocó detrás suya buscándole el agujero del culo con la mano, primero se chupó el dedo medio para llevarlo al ojete de Nino e írselo metiendo y sacando. Después se agarró la picha y metiéndosela de un solo golpe le dijo:
(B)–¡Cabrón, te has estado metiendo el dedo mientras que me la chupabas, porque ya tienes el culo abierto!
Nino soltó un gemido, pero no sacó mi polla de su boca. Yo movía la pelvis hacia arriba, follándome su boquita caliente. Mientras Beto le follaba con fuerza el culo, de tal forma que Nino se sacaba la picha de la boca para dar gritos que no se si eran de placer o de dolor. Yo estaba viendo la cara de Beto y conocía aquella expresión, se estaba corriendo, pero no dijo nada porque a Nino no le gustaba que se corrieran dentro de él. Por eso siguió bombeando como si nada hubiera pasado.
Beto sacó por fin la porra del culo de Nino diciéndole:
–Ya tienes el agujero bien abierto, ahora que te folle otro.
Nino se incorporó y sin darme tiempo a nada se sentó sobre mi picha empalándose hasta los huevos. Su culo además de abierto estaba bien lubrificado por los jugos que Beto le había soltado antes, por lo que mi verga entró fácilmente por aquel agujerito caliente y húmedo. Para mi aquello era el delirio, no tenía que hacer nada, solo estar acostado en el suelo recibiendo placer.
La escena era de película de porno duro. Yo acostado en el suelo, Nino sentado sobre mi poya, empalado, moviendo su culo arriba y abajo meneándose la picha mientras que chupaba la verga de Beto que, después de habérsela limpiado un poco, se había puesto delante de Nino para que éste pudiera comérsela bien. Nino estaba recibiendo placer por todas partes, así que no tardó en correrse. En cuanto se corrió se desenfundó de mi polla, cuando estaba a punto de correrme, por lo que me cortó el orgasmo.
Pero mi polla no estuvo mucho tiempo al aire libre, porque Beto se sentó enseguida sobre ella. Le costó un poco que entrara, porque él no tenía el ano bien dilatado, pero consiguió entrar un buen trozo y moviéndose arriba y abajo, se la metió entera, hasta que de una culada se la enfundó hasta los huevos mientras que sobre mi barriga iba soltando chorros de leche. Se levantó sacándose mi verga cortándome de nuevo el orgasmo.
—¡Joder, quiero correrme! ¿meneádmela por favor! (dije yo)
Se tendieron en el suelo uno a cada lado. Uno me cogió la polla y el otro me acariciaba los huevos, haciéndome un pajote y magreándome las pelotas, tirándome despacito de los pelos y acariciándome con el dedo
el agujero del culo.
No tardé en correrme, soltando chorros de leche que, con el meneo, iban salpicando por todas partes. Cuando me corrí limpiaron con sus manos los restos de mi corrida de la punta del capullo para después, alternativamente, irse metiendo de nuevo la verga en la boca, uno la sacaba y otro la entraba, chupando y lamiendo como si fuera un helado. Quedé como muerto. Cuando quise darme cuenta ya se habían ido los dos y yo estaba allí, desnudo y con salpicones de semen por todo el cuerpo. Cogí el pañuelo que tenía, me limpié y lo tiré. Cada vez que me juntaba con Beto tiraba un pañuelo. Mi madre ya empezaba a mosquearse porque los perdía todos. Entonces no existían los pañuelos de papel como hoy.
Me vestí y me fui a casa. Nunca más volví a estar con los dos juntos, pero más de una paja me he hecho recordándolo.
Si os ha gustado y queréis compartir alguna impresión podéis mandarme un email
Autor: Luis
asturextrem ( arroba ) hotmail.com