Lo monté y vi su cara como desfigurada. Supe que estaba a punto de venirse. Gritá, le ordené, y él obedeció. Así tuvo su primer orgasmo, estuve a punto de darle mi cola, pero pensé que debíamos ir despacio. Nos acariciamos hasta que volvió a tener una erección, después de ponerle otro forro, le enseñé cómo moverse. Aprendió rápido y tuvimos otro orgasmo espectacular.
Hola a todos, soy María, la empleada pública que les cuenta a todos los lectores de esta página mis andanzas con Rubén (“Terminó en un motel”), un periodista que primero me hizo una nota por un conflicto salarial y con quien ahora hago “entrevistas íntimas”. Ya les hablé de las veces que me cogió en mi casa y en la oficina. No va en la página la primera historia, en fin… Ya la mandaré de vuelta.
Pero ahora quiero contarles otra cosa. Desde que volví a estar activa sexualmente, me siento mejor. Mis amigas me dicen que me ven más linda y recibo más piropos que antes. Es realmente cierto que el sexo mejora a una persona en todos los sentidos. Pero lo que me pasó fue impactante: ¡Tuve una historia con un amigo de mi hijo!
Primero les cuento: sabrán que estoy separada y tengo dos chicos, uno adolescente y el otro pre adolescente. Como tal, vienen a casa muchos compañeros de estudio y amigos, en especial del mayor. Uno de ellos es Luis. Es un chico de 18 años, como de 1,70 metros de alto, rubión, muy lindo. Prácticamente vivía en mi casa, pues venía todos los días… Finalmente me di cuenta que yo era la causa, porque más de una vez lo sorprendí mirándome a escondidas, en especial cuando me ponía pantalones ajustados o remeras que resaltaban mis tetas.
Yo estaba muy bien “atendida” por Rubén. Sabíamos como venía la mano y simplemente nos dejamos llevar por nuestras ganas de tener placer, no había compromisos ni ataduras. Pero realmente me daba cosa pensar en tener algo con otro, y encima un chico de la edad de mi hijo. Varias noches me masturbaba pensando en cómo sería estar con Luis, hasta que finalmente dejé de hacerme dramas y decidí que, si no me generaba líos, iba a darle para adelante.
Esa ocasión llegó de casualidad. Un día que salí al centro a hacer unos trámites, decidí relajarme un rato y me metí en un bar a tomar un café.. Por la ventana ví que pasó Luis, golpeé el vidrio y entró a sentarse a mi mesa. Hablamos un rato sobre diversas cosas (los estudios, los exámenes futuros, qué carrera quería seguir en la universidad), hasta que, de alguna manera, llevé la conversación hacia temas más íntimos.
Así me enteré que tenía una novia, pero no era nada serio porque “sólo transamos”, según me contó. Me hice la boluda y le pregunté qué quería decir “transar”. Colorado, Luis me dijo que se besaba con esta chica. “Le metés mano también?”, le pregunté. Sorprendido, se quedó callado, pero le insistí suavemente y me dijo que sí. “No te preocupes, si querés contarme hacelo. Entiendo lo que te pasa porque yo también lo viví”, lo tranquilicé. Esto parece que le dio atrevimiento, porque me preguntó como eran las cosas entre chicos y chicas cuando yo estudiaba (les aclaro que tengo más de 40 años). Ahora, la que estaba un poquito acalorada era yo y le conté, eligiendo bien las palabras, cómo era en mi adolescencia.
La conversación se fue haciendo más intensa, nos reíamos por las cosas que nos decíamos y así estuvimos largo rato. De pronto, Luis me tomó una mano. Me quedé callada pero no se la quité, sólo lo miré con mi mejor cara seductora. El chico no sabía cómo reaccionar y le pregunté si yo le gustaba.
Me dijo que si. Decidí ir a fondo y le pregunté si había estado con una mujer. Me dijo que no y le pregunte si le gustaría estar con una mujer. “Con quien?” me preguntó. “Conmigo”, le dije. Se quedó quieto, a tal punto que me dijo que si con un hilito de voz.
Lo tranquilice, le dije que confiara en mí que yo iba a decirle qué hacer. Lo primero fue salir del bar. En la calle me acordé de un telo al que me llevó Rubén un par de veces y que estaba más o menos oculto. Le dije que íbamos a ir a otro lado (sin ser específica) y que íbamos a parar en un kiosco. Le dije que debía comprar forros; me sentía como su maestra y pensé que, si lo acostumbraba así, no iba a sufrir enfermedades ni otros problemas por tener relaciones.
Una vez que volvió con los forros, seguimos hacia el telo y entramos, pedía una habitación y pagué. Dentro de la pieza, Luis se quedó paralizado. Le dije que no se preocupe y lo abracé. Le di pequeños besos en el rostro, piquitos y muchas caricias. Como no se aflojó, volví a jugarme y le metí la lengua en su boca, mientras le acariciaba el bulto.
El chico se soltó al fin. Me metió mano con desesperación, riendo le pedí que se tranquilice, que había tiempo y que no iba a irme. Entonces siguió más despacio. Tomé la iniciativa. Poco a poco le saqué la remera, le bajé los pantalones y lo dejé solo con el slip. Le pedí que me sacara la ropa y así lo hizo. Mi blusa y mi pantalón quedaron en el suelo. Lo hice sentar en la cama. De a poco me quité el corpiño y la tanga (me di vuelta para que viera en primer plano mi culo) y después lo abracé, desnuda.
Lo besé en todo el cuerpo, mientras miraba su bulto. ¡Tenía una erección bárbara! Le quité el slip y le besé la pija con mucha dulzura durante unos minutos. El gemía como loco y pensé que estaba a punto de acabar. Entonces me la metí y se la chupé. Luis parecía que iba a morirse, pero se recuperó rápido y me acariciaba la espalda mientras yo me devoraba su pedazo.
Después de un rato, dejé de hacerle el pete y lo hice acostar. Le acaricié la pija con la mano mientras al mismo tiempo me preparaba con unos dedos en mi conchita para estimularla. Le enseñé a colocarse un forro y, cuando estuve lista, me senté encima suyo.
¿Cómo explicar lo que sentí? No era un pedazo muy grande pero tampoco pequeño (Rubén la tiene más larga); quizás fue la tentación de lo prohibido, saber que cogía con un chico de la edad de mi hijo, fue lo que me hizo gozar como loca. Lo monté durante unos minutos, hasta que vi su cara como desfigurada. Supe que estaba a punto de venirse. “¡Gritá!”, le ordené, y él obedeció. Así tuvo su primer orgasmo, como me lo contó después, mientras nos abrazábamos desnudos en la cama.
Le dije que no se sintiera mal porque el sexo era normal en un chico, pero le expliqué que no podía contarle a nadie para evitar problemas. Creo que le quedó claro que no debía decir nada a sus amigos (para que mis hijos no se enteren) ni menos a sus padres. Estuve a punto de darle mi cola, pero pensé que debíamos ir despacio. Nos acariciamos un rato más hasta que volvió a tener una erección. Le dije que ahora él iba a estar encima y, después de ponerle otro forro, le enseñé cómo moverse. Aprendió rápido y tuvimos otro orgasmo espectacular.
Le dije que nos bañáramos y vistiéramos para salir. Tuve la precaución de guardar el forro que quedaba. Afuera, nos despedimos con un beso en la mejilla. Volví a recordarle que no contara nada y le dije que era un chico precioso. Sonrío y se fue en un taxi. Yo me quedé sola y pensando lo que había hecho. No había caso; Rubén había despertado a la puta que estaba oculta dentro de mí, pensé.
Después de eso, me volví a calentar. Llamé a mi amante fijo y le pregunté dónde estaba. En mi departamento, solo, me contestó. “¿Querés que te visite?”, le pregunté, y me dijo que vaya rápido. Así terminó… Tuve que inventar varias excusas en casa, pero valió la pena: un pendejo y mi amante me habían dado un montón de placer y me encantaba… Además, utilicé el forro que me quedaba.
Autora: María
La primera vez que meti a mi cama a mi yerno pense que le iba yo a enseñar, que va, me metió tremenda follada y así sucede desde hace muchos años.
maria me gustaria conocerte paa entablar algunas conversaciones, espeor tu pronta respuesta
Pobre chaqueterito pendejete.
Maria, me encantaria conocerte, dale para adelante..beso