Mis ojos no salían del asombro, mi hermano mayor estaba manoseando las nalgas de aquel muchacho por sobre el pantaloncillo mojado…
Mi hermano Julián sólo venía de visita de vez en cuando con su esposa Nathaly y su pequeño bebé de meses. Con Julián no teníamos muy buena relación, quizá por la diferencia de edad y la distancia, él empatizaba más con mi hermana mayor que era casi de su edad, unos 28.
Pero en éstos días mi hermano mayor venía mas seguido a la casa y casi siempre sólo, dice que está de vacaciones y pasa todo el día posándose en la piscina. A veces me molesta porque siempre que juego con Juanchito, el hijo del jardinero, me corre a mi habitación o me manda a hacer la tarea, y mis papas sólo dicen que obedezca a mi hermano mayor cuando ellos no están. La verdad no le llevaría la contraria a Julián, es que con esos brazotes y sus casi 2 metros de altura a cualquiera se le hace intimidante.
Juanchito viene los fines de semana y festivos a casa a «ayudar a su padre» con las labores jardineras y el aseo de la piscina y el patio. Pero la verdad la mayor parte del tiempo estamos jugando como locos por toda la casa y comiendo de lo que hay en la despensa. Mi amiguito Juanchito es mas bajito que yo, pero me gana por tres meses de edad, mi mamá dice que luego crece, cuando empiece su desarrollo.
Hoy vino como por quinta vez en el mes el pesado de Julián y nos interrumpe justo cuando estamos haciendo clavados en la piscina. Está de más decir lo enojado que me fui al cuarto y las maldiciones que pasaron por mi cabeza y no podía decir porque mínimo y tendría que hacerme una dentadura nueva, y sin poder poner queja al no estar mis padres que me consientan.
Las matemáticas no me agradan y siempre las hago con mi papá, a él si le gustan, es abogado de ejercicio pero estudió ingeniería también. Cuando son cuentas, sumas, restas, siempre espero que regrese del trabajo, no importa lo tarde que llegue.
Mi teléfono celular lo dejé olvidado cerca de la piscina y utilizo la calculadora para copiarme, si quiero terminar rápido necesito copiarme. Esperaba a que mi hermano no me vea desobedeciéndole, por suerte no me escucha bajar las escaleras ni salir al patio, está muy entretenido… ¿Juanchito?
No sabía que se podía hacer eso entre un muchachito y un adulto. Julián estaba sentado en una silla bajo la sombra de un cocotero y frente a él estaba Juanchito dejándose manosear los glúteos, ¡que asqueroso! pensé, aunque debe de sentirse tan rico como aquella vez que…
No pasó mucho cuando Julián se desprende de los pantalones de mi amiguito y ahora lo sentaba sobre sus piernas, pensé en salir corriendo a llamar al jardinero, pero seguramente le causaría problemas a mi hermano y a mi amiguito. Preferí quedarme inmóvil viendo como el joven cuerpo se estremecia ante los besos de mi hermano en su cuello, como entre jadeos se escuchaban unos suaves ‘siii’. ¡Lo están disfrutando!.
Mi hermano se pone de pié e inclina a Juanchito sobre la silla y saca su gran miembro escondido entre el short playero. Juanchito como experto lo engulle de inmediato, casi no pude percibir el tamaño por la premura de mi amigo, pero logré a ver unos buenos 19 cmts de un venoso palo, bien poblado al ser mi hermano todo un oso peludo.
Las grandes manos de mi hermano dirigían la cabeza y los movimientos de Juanchito, de adelante y hacia atrás, ¡Cómo tragaba mi amiguito!, tan pequeño, tan inocente, era obvio que le gustaba, con razón estaba feliz cada que mi hermano se deshacía de mí.
Con cada arcada se me ponía duro el penesito, era una sensación extraña, la única vez que sentí tan rico fue cuando vi aquella escena porno con unos compañeros del salón, pero esta ves era distinto, el morbo era inmenso, no podía pestañar; Juanchito lamiendo el gigante mástil de mi presumido hermano, quien aprovechaba para mojarse unos dedos y luego pasarlos por la colita de mi amiguito.
Sentía que me ponía caliente y aquel momento no terminaba, me toqué y estaba que explotaba, ahora Juanchito apoyaba sus manos al espaldar de la silla mientras Julián le lamía sus nalgas empinadas, supongo que también su horificio, su ano juvenil y lampiño… y sé que estaba lampiño como el mío porque el otro día me pidió mostrárselo y luego él me mostraba el suyo, y usó ese termino, ‘Lampiño’.
De pronto yo mismo acabé el encuentro cuando veo al padre de Juanchito acercarse, venía con algunos de sus instrumentos de mantenimiento al área de la piscina.
-Juanchitoooo!!!!- y mi grito bastó para que mi hermano frenara con su faena y mi amigo se subiera su prenda. Ambos nerviosos sabiéndose descubiertos. Yo no decía nada, ellos no preguntaban nada, y detrás de mí el jardinero acercándose… Les dió gusto que haya sido yo quien los descubriera.
Disfruta aquí de la segunda parte de «El Hijo del Jardinero«