Un miércoles por la tarde. Mes de julio. Estaba de vacaciones, ya había terminado los exámenes un par de semanas antes. Mis padres también estaban de vacaciones, pero se habían ido fuera de la ciudad. Mi tía vino a hacerme una visita, para ver que tal estaba yo solo y si necesitaba algo. La verdad que lo que necesitaba era descansar, llevaba desde el viernes anterior de juerga sin apenas pisar la casa.
Mi tía es joven, comparado conmigo, me saca sólo 9 años, tiene 32. Siempre hemos pasado mucho tiempo juntos y ha cuidado de mí. En ocasiones me ha tenido que aguantar más bien. Y nunca nos ha faltado confianza para decir cualquier cosa.
Eran ya cerca de las 8 de la tarde, cuando llegó. Nos sentamos juntos en el salón y estuvimos hablando mientras veíamos la tele. Yo estaba pensando en lo bien que se había quedado después de tener a su niña. Seguía teniendo su tipito y aparentemente los pechos bien firmes.
No podía evitarlo, desde que me fijaba en las chicas, ella había sido mi icono sexual.
A mi me empezó a entrar hambre, así que le dije que si se quedaba conmigo. No puso pegas, me dijo que su suegra tenia a la niña y su marido estaba fuera. No era nada extraño, a menudo se quedaba a cenar en mi casa.
Como no había estado mucho, no tenia nada en la nevera, por lo que tuvimos que pedir unas pizzas.
Después de cenar, vimos un rato la tele. La verdad que no echaban nada interesante, íbamos cambiando de canal sin dejar nada fijo, llegamos a esos canales locales que no se captan muy bien. Salían las brujas echando las cartas… y como no, videos de sexo. Ahí nos miramos y empezamos a reírnos. Lo dejé en uno que salía una chica tocándose ella sola, a lo que dije: – Me apuesto lo que quieras a que casi todas os tocáis y pocas lo reconocéis, o ¿no? – Claro que nos tocamos, pero no lo soltamos tan alegremente como vosotros.
– Entonces, ¿tú lo haces? – ¿Tú que crees? – Si me lo pones así…, yo creo que si, pero ahora con tu marido menos.
– Pero sabes que viaja mucho y a veces estoy solita… – Mejor no sigas… – ¿Te pongo nerviosa? ¿Te crees que no me doy cuenta cuando no me miras a la cara? -Eres muy descarado y ya nos conocemos bastante, jajaja.
– Pero seguro que no soy el único que te mira.
– La verdad que no… – ¿Y tu te fijas en alguno? – … sí.
– Seguro que te tocas pensando en él.
– Y tú ¿te pajeas pensando en mí? – Me pones en un apuro… – El que calla otorga, eso es que sí, y ¿sabes? Me excita. ¿Te cuento un secreto? – Sorpréndeme… – El otro día, la semana pasada, te vi… – ¿Como que me viste? – En tu habitación, cuando estabas… masturbándote, pero no quise molestarte, te dejaste la puerta entre abierta…
Me puse rojo como un tomate, menuda vergüenza pasé.
– Bueno, ¿te gustó lo que viste? – Sí… te ha crecido bastante desde la última vez que te la vi.
– Pues pensándolo… no me parece justo, tu me has visto y yo a ti no.
– Pero eso tiene solución… – No te atreves.
A lo que ella se levantó, me cogió de la mano y me llevó a mi cuarto. Me dijo que me sentara en la silla, mientras ella se tumbaba en mi cama. Se quitó los pantalones que llevaba dejándome ver su tanga de color verde que llevaba. No me podía creer lo que veía, era mejor que mis fantasías. Se tumbó del todo y empezó a acariciarse las tetas por encima de la camiseta mientras con la otra mano se rozaba por encima del tanga. Me miraba con cara de morbo. Se fijó en mis manos, las tenia encima de mi paquete. Me estaba excitando por momentos, no podía evitarlo. Ella se incorporó y empezó a quitarse la camiseta, me la tiró encima, igual que en una peli porno. Se quitó el sujetador y me mostró sus preciosos pechos, con sus pezones oscuritos muy duros. Los cuales empezó a pellizcarse para mi deleite.
– ¿Piensas estar ahí parado aguantándote? Seguro que estarías mejor si haces como yo.
No dudé más y me quité mi camiseta, abrí mis pantalones y me la saqué. La tenía realmente dura.
– Así me pones más…Ya se despojó de su última prenda, se deshi
zo rápidamente del tanga, dejándome ver un precioso coñito cuidado, rasurado, sin un pelo.
– Venga, túmbate a mi lado y masturbémonos juntos, el uno junto al otro.
Así lo hice, me desnudé del todo y comencé a hacerlo a su lado. No nos tocábamos, solo nos mirábamos, con deseo… Nunca me había imaginado de esa forma, estaba muy caliente. Ella acerco su mano a mi húmedo capullo, se mojó los dedos y se los chupó, luego me hizo chupárselos a mí para pasarlos por sus pezones. Me estaba poniendo malísimo.
Me atreví a un poco más y me acerqué a chupar esas tetas. Se dejó sin problemas, me cogió del pelo con una mano mientras la otra no salía de su coño. A los pocos segundos buscó mi mano para que le masturbara yo, ella me guiaba. Estaba realmente mojada. Rozaba su clítoris, sus labios… metí dos dedos, pero me pidió más, con tres dedos la estaba penetrando mientras le comía las tetas. Notaba como se estremecía de placer. Saqué mis dedos y comencé a estimular más su clítoris. De repente me agarró fuerte de los brazos y pegó un gemido más fuerte, me seguía apretando, gemía… más fuerte, no se lo que duró, pero desde luego fue un gran orgasmo. Aflojó por un instante y dijo que era estupendo, me agarró de nuevo y me dijo que me tocaba a mí. Me empujó para ponerme boca-arriba, me agarró mi polla dura y mirándome a los ojos se la metió en la boca. Comenzó a hacerme una de las mejores mamadas que me han hecho. Jugaba con su lengua, me acariciaba y besaba los huevos… Hasta ese día nadie me había metido nada en el culo, comenzó a bajar un dedo, me acariciaba la entrada de mi ano y mi polla estaba gorda como nunca, de repente metió su dedo poco a poco. Nunca había sentido nada igual y a los pocos segundos le dije que iba a reventar, se la sacó de la boca, me miró y me dijo que adelante y se la metió de nuevo. Ante eso no aguanté más, reventé dentro de su boca, ella seguía mamando como si quisiera exprimirme. Noté su gesto de tragar y se la sacó relamiéndose los labios.
Me quedé extenuado.
– Espero que hayas disfrutado, vas a dormir como un bebé.
– No creo que duerma mucho.
– Bueno, mañana te llamo y me lo cuentas. Me voy a ir ya a casa, que no me gusta mi niña esté con mi suegra.
Se vistió rápido. Me dio un pico en los labios y se fue.
Al día siguiente, casi a la hora de comer me llamó: – ¿Como has dormido? – A los 10 minutos de irme ya estaba dormido.
– Te lo dije. Hoy no creo que pueda ir a verte, pero ¿te parece si nos vemos mañana? Estoy con ganas de probar más cosas contigo.
– ¿En serio? Todavía no me creo lo de ayer.
– Yo tampoco, pero disfruté como hacía tiempo que no lo hacía. Mañana por la tarde voy a tu casa, besitos.
– Besitos…
Lo que ocurrió será tema de otra historia.
Autor: Javier