Mi juego de luchitas con mi prima Magdalena había sido fantástico, yo seguía con la llama de la pasión encendida, por primera vez había estado en la cama con una mujer, los dos desnudos, disfrutado de su cuerpo aunque hubiese sido solo con mis manos y boca, por primera vez me habían acariciado mi cuerpo, mi pene. Nos habíamos provocado orgasmos con nuestras manos y bocas en un banquete de amor sexual, fue sensacional, yo hubiese querido introducirme en ella, pero me detuvo por su temor a quedar embarazada, chica lista mi prima.
La llamé más tarde para escuchar su voz y decirle lo mucho que la quería. Ella me contestó que su novio estaba con ella y que mejor la llamara al día siguiente. Medio desilusionado y celoso me fui a mi cuarto para recordar lo sucedido. Yo estaba en la luna, no dejaba de pensar en ella y en nuestro juego en la cama, también pensaba en los besos y caricias que en ese momento ella estaría recibiendo de su novio. Lógico, mi pene tenía erección permanente esperando la siguiente sesión de amor y pasión. Sensaciones placenteras me llegaban al recordar lo sucedido, mi corazón latía con fuerza y una alegría extraña llenaba mi cabeza, como cuando tuve mi primera novia, emociones parecidas, pero más intensas al primer beso que di a una chica mientras la abrazaba. Ahora también mi pene estaba muy emocionado y se hacía notar levantándose pidiendo atención, claro que se la di, recordando que ella había estado conmigo en esa misma cama, me estaba masturbando despacio disfrutando la dureza de mi pene y las sensaciones que causan los instintos básicos del hombre.
Disfrutaba yo de mi sana recreación, cuando mi mamá me llamó por teléfono pidiendo que los alcanzara en la reunión, que todavía podría estar un buen rato con la familia. Yo accedí y en pocos minutos estaba en la fiesta saludando a mis abuelos, tíos, amigos de la familia y a mis primos. Mi hermana Leticia ya se había ido con su novio a la disco y con algunos de mis primos. Mi prima Rosalía platicaba con los primos pequeños, cuando me vio, me llamó para que estuviese con ella.
-Miguel, que ojerotas tienes.- Sonriente me dijo.
Yo todo apenado le contesté que era por las horas de estudio.
-Si claro, debe ser por eso.- Afirmó. Me preguntó que donde había dejado a Magda, yo le respondí con tristeza que estaba con su novio en su casa. Rosalía mi prima, es de mi edad, teníamos entonces 19 años. Siempre alegre y con esa chispa que caracteriza a las chicas muy guapas siempre en dominio de la situación.
-¿y tu novio?- Le pregunté.
-El baboso se fue de vacaciones con sus amigos, regresa dentro de una semana.- Dijo Rosalía, y a ti, ¿cómo te fue con Magda?- había pasado era un acto de amor y para ella solo era diversión.
-Estas rojo como un tomate, no lo tomes así Miguelito, ya no te voy a decir nada para que te tranquilices.- Me dijo muy seria.- -¿Te lo volvió a parar?- Preguntó soltando la carcajada.
-Pinche Rosalía, que mala eres, estás tocando cosas íntimas que me lastiman con tus burlas.- Le contesté muy serio.
-No estoy tocando nada íntimo. ¿Te gustaría que lo hiciese?- Dijo entre risas.
Yo sorprendido guardaba silencio. ¿Era un ofrecimiento o una burla más de mi primita? -Vamonos de aquí- Me dijo sonriente.-Vamos a divertirnos a otro lado.-Nos despedimos de la familia diciéndoles que íbamos a la disco. En la calle me pidió que fuésemos a su casa, que la fiesta iba para largo y que ahí nadie molestaría por muchas horas.
-Pero ahí esta Magda con su novio- Alegué.
-Eso es lo interesante.- Me dijo.-Vamos a ver que están haciendo.-
Caminamos un poco tomados de la mano, después me abrazó por la cintura, yo la abracé también y así caminando como pareja llegamos a su casa. Mi excitación crecía a cada momento, como no traía sostén sentía sus pechos recargarse en mis brazos, oleadas de placer recorrían mi cuerpo. Mi prima Rosalía es una mujerzota, de niños era mi compañera inseparable, pero al llegar a la pubertad y adolescencia nos empezamos a distanciar, ella consiguió amigos de más edad que la mía, ella era una señorita, yo un muchachito. Fina y hermosa de cara, alta, rubia con sus cabellos al hombro, pechos grandes, cintura pequeña, nalgas levantadas, su piel blanca y rosada la distinguía en cualquier lugar. Mis dos primas son como modelos de barbie, la muñequita que todos queremos. De su carácter solo puedo decir que son despiertas, ocurrentes, muy inteligentes, bromistas y muy coquetas, saben que son bonitas y disfrutan siéndolo. Todos en la familia se sienten así, soñados y muy orgullosos, el único tonto de la familia soy yo.
Llegamos a su casa, con el dedo en su boca me indicó que no hiciéramos ruido, entramos en completo silencio, solo se oía el ruido de la televisión en la sala, pero nadie estaba ahí, subimos con cuidado a su cuarto, el pasillo estaba a obscuras, sin hacer ruido avanzamos hasta la puerta de su habitación que compartía con Magdalena, giró la perilla de la cerradura y entreabrió la puerta. El cuarto estaba en penumbra, ya que solo entraba la luz de los faroles de la calle por la ventana. Yo seguía a Rosalía que me jalaba de la mano, yo no quería ver nada de lo que ocurría en la habitación, mi corazón latía con fuerza, yo quería huir de ese lugar, pero mi curiosidad era mayor. En la cama yacían dos cuerpos desnudos, identifiqué a Magda inmediatamente por su belleza que irradiaba luz a la habitación, ella estaba de espaldas a la cama, con las piernas abiertas, su novio a su lado recostado de lado dándonos la espalda, besaba sus senos entre gemidos de placer que dejaba escapar Magdita, no veía claramente lo que ella hacía, pero me imaginé que le agarraba y acariciaba su verga. Cuando me acostumbré a la oscuridad del cuarto vi que Magdalena tenía los ojos cerrados disfrutando de la mano que estaba en su entrepierna acariciándola suavemente, sus dedos en momentos se perdían dentro de la vaginita de mi amor que dejaba escapar suspiros de placer.
Mi cabeza me ardía, viendo como se regocijaban en la cama esos dos cuerpos desnudos, morbosidad por una parte, celos porque otro tocaba a mi prima tan deseada y tan querida por mi, vergüenza por invadir la intimidad de o daban, su mano buscó mi pene y sujetándolo empezó a darle apretoncitos que soltaron la pasión reprimida en mí. Yo la apreté contra mí sujetando sus pechos con una mano mientras la otra frenéticamente acariciaba su pubis, ella respondió echando su cabeza hacia atrás buscando mis labios, yo la besé con pasión, pero sin dejar de ver a Magdalena que ahora nos veía con los ojos bien abiertos sin dejar de mamar la verga de su novio. Rosalía sujetaba mi mano entre sus piernas y la movía pidiendo más fuerza y velocidad, terminado el beso, también volteó a ver a su hermana que nos sonreía sin dejar de acariciar el miembro de su novio. Rosalía sonriente se volteó a verme, puso su dedo índice en mi boca, cerró la puerta de la habitación y me jaló escaleras abajo. Ya en la cocina, abrió la puerta del refri y me dio una cerveza, yo la bebí casi toda porque tenía la garganta seca.
Me llevó al sofá de la tele y nos sentamos, ella divertida y sonriente, yo no sabía que sentía, me sentía como un zombi, aturdido.
-Vamos a jugar a las luchitas como hiciste con Magda.- Dijo, mientras se desabrochaba su blusa dejando ver sus bellos pechos rosados en los que sus pezones destacaban como capullos de la más bella de las flores. Yo aturdido y todo, pero no tanto, puse mi mano entre sus piernas, sobre su vagina y empecé a frotarla con fuerza, de arriba abajo. Ella levantó su pubis pidiendo más caricias. Coloqué mi otra mano sobre su pecho y lo estrujé con cuidado, luego el otro, acerqué mi boca y empecé a mamar suavemente el pezón que quedaba libre, tenía que descargar mi estado de ánimo y lo estaba haciendo en el cuerpo de mi prima, levanté su falda, moví a un lado su calzoncito para tocar sus labios, los separé, sentí su humedad y su calor, encontré su clítoris y lo acaricié como me había enseñado Magdalena. Mis labios dejaron su pezón y buscaron su boca, nuestras lenguas se encontraron en un beso largo y húmedo, mis dedos bajaron a la entrada de su cueva de amor y jugué con ella sintiendo como me apretaba mi dedo la piel tan suave, tan diferente de esa parte de su cuerpo.
Regresé al clítoris, mi boca a sus pechos que un poco más grandes que los de Magda apenas podía abarcar con mi boca y con mis manos, su pezón duro y un poco más oscuro que el resto de su pecho, destacaba en la punta de su aureola, como la nieve en la cumbre de las montañas en una belleza exquisitamente sensual. La suavidad de su piel, de su aureola, de su pezón, tan diferentes y al mismo tiempo tan suaves, inclusive con su dureza, mi lengua disfrutaba su textura y la ternura que solo pueden dar los senos de una mujer. Miré a Rosalía: Estaba radiante, con una sonrisa pícara en la boca, respiraba en pequeños jadeos, me miraba divertida, pero pidiendo más, su mano agarraba mi pene por encima de mi pantalón y lo manoseaba con fuerza. Bajé el cierre de mi pantalón, ella introdujo su mano para sacarlo de su prisión. Mi pene salió erecto en toda su longitud entre sus dedos, sin dejar de mover su mano, Rosalía lo observó sonriente.
-Que bonita está tu verga, tamaño grande como me dijo Magdalena, yo diría extra grande, muy linda primito.- Me dijo Rosalía en un tono de voz tan dulce que excitó aún más todos mis sentidos.
Mi mano trataba de bajar su calzoncito y con un poco de ayuda de mi prima lo logré, el cuál puse en el bolsillo de mi chaqueta.
-Que hermosos pechos tienes mujer, para perderse en ellos una vida.-Le dije con un suspiro de deseo. Mi mano vo ahora te tengo a ti y espero que sea por mucho tiempo.-¿Y Magda?- -También a ella la voy a tener por mucho tiempo, a las dos las quiero para mi, ¿Quieres tú que yo sea para ti?- -Sí, me haces muy rico y me siento muy bien, caliente, cachonda con tu verga linda, la voy a disfrutar mucho.
-¿Eres virgen Rosalía?- -No Miguelito, ya no soy virgencita. ¿Quieres perder tu virginidad en mi agujerito?, ¿quieres saber que se siente hacer el amor? Si quieres no se lo decimos a Magda.
-Sí, sí quiero Rosalía preciosa.-
Me bajó el pantalón y los calzoncillos, acercó su boca a mi pene y lo empezó a mamar despacio, tratando de introducirlo todo en su boquita, yo introducía mi dedo en su vagina y acariciaba una de sus tetas al ritmo que ella me marcaba, la excitación era insoportable, mi pene quería estallar.
-Me parece que estás más que listo para lo que quiero.- Se levantó del sofá, se quitó su blusa, se levantó la falda, se puso en cuclillas sobre mi, tomó mi pene con su mano, lo frotó en sus labios vaginales, lo colocó a la entrada de su vagina. Sentí como la punta de mi verga se abría paso en el principio del paraíso o el infierno por el calor, el fuego que sentía. Que maravillosa sensación sentía mi pene cobijado cada vez más por su vagina en una suavidad exquisita, un calor húmedo delicioso, un apretón suave y dominante que aumentaba conforme mi miembro se hundía más en su agujero, en su cuerpo. Mil pensamientos giraban en mi cabeza como pájaros alborotados en una jaula, junto con el placer se revolvían tabús y prejuicios, el pecado ganaba la batalla, por fin sabía de la dicha del amor sexual, estaba perdiendo mi virginidad pero estaba ganando mucho en sensaciones, emociones y placer, mucho placer.
Yo sujetaba sus pechos. Mis ojos la recorrían de arriba abajo fascinados por su belleza pero mi atención estaba en su vagina que poco a poco en movimientos suaves de entrar un poco y retirarse, se iba tragando mi pene. Cuando llegó al fondo gimió con suavidad.
-Me vas a matar con tu verga, me atraviesa todito mi cuerpo.
-Rosalía, que rico, te siento parte de mí, ¿Qué quieres que haga?Ella me sonrío.- Nada, yo voy a hacer todo hoy.- Se llevó sus manos a su cabello invitándome a tomar sus pechos que desafiantes se erguían majestuosos, los apretaba con fuerza, con suavidad, pellizcaba sus pezones, todo lo que se pudiese lo haría, los besé, los chupé, los mordí. Mis manos recorrían su espalda, sus nalgas, sus pechos, sus hombros, su cabello, su cara, en un banquete que no me saciaba, que quería más y más de todo. Mi pene apretado todo por su piel, la más delicada piel, estaba henchido como roca, como una lanza vibrante que quería crecer, nunca antes fui tan conciente de mi masculinidad y su dureza que dolía agradablemente. Yo apretaba a Rosalí contra mi pecho, la hundía en mi pene. Estuvimos así unos segundos sintiéndonos, los dos uno. Yo sentía cada segundo que pasaba, incrédulo ante tanto placer, me sentía vivo, como nunca había estado, de regreso a la mujer.
Ella se empezó a mover de arriba abajo en un vaivén celestial, sus jadeos aumentaron, sus gemidos subieron de tono, sus movimientos fueron más largos, más profundos en el roce de nuestros cuerpos, yo acariciaba sus nalgas redondas de piel exquisita, toda su piel que me quemaba las manos, chupaba sus senos y sentía en mis labios y lengua su suavidad única. Sus jadeos eran como música para mis oídos que crecía en intensidad, su vaivén se incrementó para convertirse en un trote y luego en una cabagada empaladita, nunca había sentido tan rico, muy rico, me llevaste al cielo. ¿Tú como estas?, mi virgencito hermoso.
-En el cielo corazón, me tienes en el cielo de tanto placer.- Contesté.-Pero ya no soy virgen. Tú me enseñaste el pecado.
-Tú siempre vas a ser mi virgencito para mí y te voy a desvirginar muchas veces. Y no es pecado tener sexo, pero sí es; no importa. Ahora quiero que te vengas en mí, quiero sentir tus jugos. No te preocupes, yo sí me cuido con pastillas, no te contengas, quiero que me des todo.- Me decía mientras empezaba de nuevo sus movimientos ascendentes y descendentes suavemente sin perder la sonrisa pícara de su boca.
-Rosalía hermosa, preciosa, déjame estar arriba de ti para sentir diferente, para poder moverme, déjame marcar el ritmo.-
Se levantó de mi pene, sentí que perdía algo de mí, que mi cuerpo se salía del cielo y mi afán de volver a él era desesperante. Me levanté y la coloque a ella de espaldas en el sofá, abrió sus piernas y me llamó con sus brazos. Un ángel me llamaba, su vagina esperando, sus senos suculentos, su cara anhelante, nunca podrá ningún poeta o artista describir o plasmar lo que veía con mis ojos, menos aún lo que yo sentía; el amor carnal desbocado. Mi deseo era inmenso como un mar embravecido, mis únicas palabras fueron Que hermosa. Y me lancé como un loco, un amante enardecido con la verga por delante, la cual froté con sus labios para llenarla con sus perfumes, de sus líquidos, la coloqué a la entrada de su agujerito, la introduje un poco para retirarla también un poco, la introducía como mis instintos me mandaban, con cuidado y despacio para disfrutar más este momento mágico que es la penetración. Cuando sentí que estaba dentro de su cuerpo, cuando nuestros cuerpos se unieron, sencillamente enloquecí, no supe más de mí.
Como toro embravecido la embestí con toda la fuerza de mi alma, mis manos la tocaron toda, su cabello, su cara, sus hombros, sus pechos que seguían desafiantes a mi masculinidad, a mi deseo, la jalaba y la empujaba, yo embestía y embestía en movimientos desenfrenados. Mi boca no paraba de besar todo lo que fuese ella. Ella con sus piernas me abrazaba fuertemente mi espalda, mis nalgas, sus manos me tocaban sacando chispas de placer por todo mi cuerpo, sentí sus uñas clavadas en mi que me pedían seguir y seguir hasta el infinito. Jalaba sus cabellos, Apretaba sus senos, los besaba, tocaba su cara, su cabello, su cuello. Yo sentía que mi pene pedía el final, que quería su clímax, yo no se lo permití. Yo quería llegar al máximo del amor, de mi humanidad, de mi resistencia física, me quedaban fuerzas para seguir. De mi boca salían palabras que decía mi alma: Mi amor, Belleza, hermosísima mujer, corazón y Rosalía. Todas dichas en orden y en desorden. Veía su cara en gozo y eso llenaba mi corazón. Veía su cuerpo y trataba de racionalizar lo que veía, ¿pero cómo se puede racionalizar tanto placer y belleza? Yo seguí con mis embistes reprimiendo mi orgasmo, pero disfrutando todo lo que es una mujer. Los sonidos que producíamos eran música para mí, inclusive mis jadeos, sus gemidos me estimulaban para seguir. Sentía sus músculos, los veía, cada parte de su cuerpo me excitaba, cada centímetro de su piel tenía su encanto y mi piel quería sentir y tocarla toda.
Todo estaba lleno, mis ojos, mis manos, mi piel, mis oídos, olores nuevos combinados con su perfume me envolvían en una nube de sensaciones maravillosas que llenaban mi cabeza en un nuestros cuerpos satisfechos. Tuvimos que separarnos porque el tiempo pasaba muy rápido, se vertieron nuestros perfumes líquidos que limpiamos con cuidado mutuamente, con amor, con esa devoción que se le debe a un ser amado, con respeto, con admiración y no sé que más cosas. Nos vestimos alegres y tristes porque queríamos que nuestro juego continuara, solos los dos en intimidad por toda la noche. ¿Que puedo decir de cómo me sentía? Me sentía pleno, hombre, querido, amado, lleno, feliz. Fuimos por unas cervezas y juntos, muy juntos nos sentamos a ver televisión, platicamos entre besos y caricias de lo maravilloso que había sido nuestro encuentro prometiéndonos otros en el futuro. Quince minutos después bajó Magda con su novio y los cuatro estuvimos platicando tonterías un rato, el novio de Magda se despidió pues era ya tarde. Después que se fue, Magda nos preguntó.- ¿Les gustó el show que le di, par de mirones?-
Rosalía me dijo que yo contestara a su pregunta, yo contesté. Mucho Magda, te veías lindísima caliente, mamando verga, también nos calentamos viéndote como te diste cuenta, ¿te gustó que te miráramos?- -Mucho, me excitó muchísimo verlos par de cabrones, manosearse y pensar que era por mi, por mi desnudez y calentura, me excitó mucho que nos vieran desnudos masturbándonos. También me gustó verlos acariciándose bien calientes. ¿Hasta donde llegaron ustedes dos?, ¿cogieron? Me preguntó.
-Sí, no pude guardarme para ti, estaba muy, pero muy caliente.- Le contesté turbado y con la cabeza baja.
-Está bien, no te apures, si es con Rosalía está bien., yo se lo sugerí, aunque no creí que fuese a ser hoy, son ustedes muy rápidos.- Me dijo abrazándome y dándome un beso en la boca.-Te perdono.- Decía divertida mientras su mano me agarraba el pene.-Sigo queriendo que tú me desvirgues con tu hermosa vergota, pero no es por eso que lo quiero, es porque contigo siento diferente, me siento tan bien cuando estoy contigo, más sexy, más mujer y te excitas tan bonito. Me gustas mucho Miguelito.
-Sí.- Dijo Rosalía- Eres diferente, tierno y dulce, pero tu verga es sencillamente excelente, yo quiero volver a estar contigo muchas veces Miguel, ya te lo dije.-
Me despidieron mis primas abrazándome y besándome las dos al mismo tiempo, que placer sentir sus cuerpos hermosos pegados al mío, yo con mis manos jugué con sus nalgas, pechos y pubis. Y así caliente de nuevo me fui a mi casa, contento porque había encontrado un placer que no sabía que existía, porque me sentía más hombre no solo físicamente, mi autoestima estaba por las nubes, y mi corazón más lleno por el amor que recibía de mis primas.