Esta es otra historia que me pasó hace varios años. Contaba con unos 18 y estaba de novio con una muchacha de mi edad, compañera del colegio de nombre Mónica. En esa época los novios eran bastante sanos, unos besos, un atraque a escondidas en la oscuridad de un parque, una calentura total de ambos y luego al llegar a casa una paja, para aliviarse.
Un día tomé un bus hacia mi casa. Iba bastante lleno de gente y casualmente quedé justo detrás de una señora, no pudiendo evitar el contacto de mi cuerpo con el suyo, mi miembro quedó justo en sus nalgas, las noté bastante grandes. Mi verga semi erecta, con el movimiento del bus empezó a acomodarse, quedando justo entre esas grandes nalgas. Ella era, al parecer, una señora madura de cuerpo grueso, con una fragancia muy especial. Noté que ella no hacía nada por impedirlo, casi al contrario, como que se acomodó para que mi verga se ubicara bien en su raja. Esta situación provocó que mi aparato se parara por completo y comencé a empujar suavemente esas ricas nalgas, lo que mi compañera de viaje no evitó, sino que también se movía imperceptiblemente. Estuvimos así unos momentos y en la siguiente parada, con el bajar y subir de pasajeros, tuvimos que reacomodarnos, quedando ambos de frente. Ella era una dama, calculo de unos 60 años, bastante atractiva, pero también bien madura. Me miró sonriente.
-¡Tanta gente, por Dios, yo no estoy acostumbrada a estos atochamientos! –me dijo con una voz melodiosa.
-Sí –le respondí algo nervioso- a esta hora siempre es igual.
Quedamos de frente, igualmente apretados. Era un poquito más baja que yo, vestía un vestido de seda bastante escotado y al estar tan cerca y por mi altura, yo podía verle el nacimiento de unas hermosas y grandes tetas, que muy luego y por el vaivén del bus, quedaron apretadas contra mi pecho. Sentía sus muslos pegados a los míos y mi miembro apretado con su estómago también algo abultado. Seguimos pegados y a causa de un frenazo, ella no tuvo donde afirmarse y yo la abracé por sus hombros para sujetarla, mientras ella se aferraba a mis brazos.
-Perdona que me afirme de ti –murmuró sonriente- pero ya vez no hay de dónde.
-Oh descuide –le respondí con más confianza.
Continuamos el viaje y ella se pegaba más a mí y como que su cuerpo se movía apretando mi verga en su estómago y sus tetas en mi pecho, lo que me tenía más que excitado. Ella me miraba sonriente con sus ojos claros pegados a los míos.
-¿Cómo te llamas? –me preguntó de pronto.
-Luis –le respondí.
-Mucho gusto, Luis –continuó- yo me llamo Mercedes. Espero verte en otra oportunidad. Me bajo en la próxima parada. Fue realmente un gran gusto conocerte –y me dio un beso en la mejilla a modo de despedida. Tardó unos segundos más en separarse de mí y haciendo un guiño se alejó sin dejar de mirarme cuando descendió del bus.
Ese episodio me quedó dando vueltas y pasaron varios días y cada vez que tomaba un bus, la buscaba, pero nunca más la vi. Un día mi novia Mónica, me invitó a su casa a tomar onces, pues sus padres querían conocerme. Como llevábamos varios meses saliendo, acepté encantado. Y aquí es donde uno se da cuenta que la vida está llena de sorpresas, y que estas llegan a cada momento, sólo que muchas veces no nos damos cuenta. Llegué a casa de mi novia ese sábado por la tarde. Mónica me presentó a sus padres y a su hermana mayor, a quien yo conocía. Al parecer les causé buena impresión, como aceptándome para su hija.
-En cuanto baje mi mamá al comedor serviremos la once –me dijo la mamá de Mónica, una señora bastante simpática y que se notaba había sido muy bella- Siempre a mamá le gusta atrasarse para impresionar –terminó riendo.
-¡Ya estoy aquí! – se sintió una voz melodiosa desde la escalera. Al mirar hacia arriba… ¡Oh sorpresa!… era Mercedes, la señora que conocí en el bus… Me puse un poco nervioso y traté
; de disimular.
Mónica me la presentó, ella puso cara de sorpresa, pero la cambió enseguida.
-Abuela Mercedes –dijo- él es Luis mi novio. Luis –continuó- ella es mi abuela regalona a quien quiero muchísimo.
La señora se acercó a mí y actuó como si nunca me hubiera conocido.
-Mucho gusto, Luis –me dio un beso en la mejilla- veo que tu novio es muy buen mozo… tendrás que cuidarlo mucho –terminó sonriendo con una mirada penetrante hacia mí.
Nos sentamos en la mesa y nos servimos una exquisita once. La abuela me miraba y sonreía encantadoramente. Luego nos levantamos y nos sentamos en el salón, el papá de Mónica frente a mí conversando de cualquier cosa y su suegra, la abuela a mi lado. Mónica y su mamá recogieron la mesa. El papá se levantó a atender el teléfono, y quedamos solos los dos por breves instantes. Ella cruzó sus piernas, mostrándome medio muslo, mientras con sus manos acomodaba su escote más pronunciado que la vez anterior.
-¿Cómo me encuentras esta vez? –me preguntó calladamente, mirándome con cara pícara.
-¡Muy hermosa! –le respondí también en un susurro.
-¿Te gusta este vestido? ¿O lo encuentras muy provocativo? ¡Es que siempre me ha gustado lucir lo que tengo! –y arregló nuevamente sus senos en el escote.
-Es muy hermosa –respondí- me ha impresionado realmente.
-¿Hablan de mi hija? –Preguntó el papá de Mónica acercándose- sí, mi hija es muy hermosa y espero que sepas comportarte a su altura, mira que soy muy celoso –terminó riendo amistosamente. En eso volvió Mónica de la cocina con su mamá.
-Bueno papito –le dijo- ¿Nos das permiso para ir al cine? -Bueno –respondió- pero no vuelvan tarde.
Nos despedimos y la abuela nos dejó en la puerta. Al darme el beso, aprovechó de refregar disimuladamente sus grandes tetas en mi pecho –Espero verte pronto –me dijo y me dio un apretón de mano bastante significativo.
-Simpática tu abuela –le comenté ya en la calle.
-Sí –respondió Mónica- yo la quiero mucho. Es tan… tan juvenil… imagínate, tiene 65 años y todavía piensa que puede conquistar varones… claro que se cuida mucho y se arregla bastante… es muy coqueta, pero es muy tierna.
Pasaron varios días y otro día sábado, nuevamente fui invitado a casa de Mónica. Pero al llegar había un ambiente algo preocupado. Le pregunté qué pasaba.
-Lo que pasa –me contó la mamá de Mónica- que un familiar de mi esposo sufrió un accidente esta mañana y vamos a su casa a verlo. Queda en una ciudad próxima y regresaremos mañana.
-Cuanto lo siento –respondí- espero que no sea nada grave.
-Luis –me dijo de pronto el papá de Mónica- ¿Tú te podrías quedar acompañando a doña Mercedes para que no quede tan sola. Nosotros volveremos mañana. Si no es mucha la molestia, claro está.
-Por mí no se preocupen –me apresuré a responder- será un placer acompañarla.
-¡Gracias mi amor –me dijo Mónica con un beso en la mejilla- espero que no te moleste mucho la abuela…
Subieron al coche los cuatro y yo quedé en la puerta con doña Mercedes despidiéndolos.
-¡Yo creí que te ibas a negar! –me dijo alegremente- que rico, tendremos todo el tiempo del mundo para nosotros solos… Vamos entremos a la casa –y tomándome del brazo me condujo hacia adentro- Yo creí que después del episodio en el bus no te vería más… lo que son las cosas… ¡donde te fui a encontrar! ¡Si supieras cómo me dejaste esa vez! -Señora Mercedes… -balbucee- la verdad es que yo pensaba lo mismo… -Si supieras… -continuó ella- llegué tan excitada a casa que me encerré en mi pieza y… bueno… tú sabes… -¿Qué señora Mercedes? –le pregunté sabiendo su respuesta -Llegué tan excitada… que bueno… en mi pieza sola… tenía mis calzones empapados y tuve… que… masturbarme… ¡por tu culpa! -Yo también –le confesé- también me pasó lo mismo… Pero usted… ¿es cierto que lo hizo… también?… ¿lo hace..
-¡Por supuesto… no tan seguido como tú… pero a veces… mmmm… ¡es tan rico…!Me abrazó y me dio un beso en la boca abrazándome.
-Mijito, quiero que me hagas lo mismo que en el bus… quiero que me claves tu cosita en mis nalgas y me hagas sentir lo mismo… aprovechemos ahora que estamos solitos- y con
una sonrisa pícara se arregló sus tetas en el pronunciado escote- ¡aprovechemos de hacer esas cochinaditas ricas que tú debes saber y que yo hace mucho que no hago!
Me tomó de la mano y me puso detrás de ella, se afirmó en el marco de la puerta de la cocina como si fuera en el bus y puso su gran culo contra mi miembro, que a esas alturas estaba completamente parado, se acomodó y quedó entre sus grandes nalgas, comenzando un movimiento muy rico que yo le seguía.
-Así… así… así mijito… como en el bus… clávame con tu cosita dura en mi culito… así clávame… ¡aay que rico..! –y seguía moviéndose cada vez empujando más- sigue… dime qué me habrías hecho si no nos hubieran estado mirando… haz cuenta que vamos en el bus y no hay nadie mirando… hazme lo que hubieras hecho allí y que yo estaba deseando… estoy caliente… ¡estoy caliente..!
Yo la abracé y agarré sus grandes tetas con mis manos sobándoselas. Por primera vez tenía esas masas grandes suaves y blandas en mis manos, bajé los tirantes de su vestido y las dejé libres, pues no tenía sostén, me entretuve acariciando esos deliciosos pezones duros que crecían entre mis dedos, sin dejar de clavarla por el culo. Bajé una mano sobándole las ricas nalgas y comencé a subir su vestido por sus muslos, llegando a esas ricas redondeles, abultadas y duras… ¡tampoco se había puesto calzones! como esperando este momento… le agarré todo el culo y liberé mi pico parado poniéndoselo entre esas nalgotas, refregándolo en ese canal caliente y exquisito. Ella lanzó un gritito cuando sintió la verga desnuda entre sus también desnudas nalgas y empujó más aún su culo. Con mi mano avancé hacia delante, encontrándome con una mata abundante de vellos que adornaban su vagina… entreabrí los vellos y me encontré con una concha mojada, de labios grandes y suaves, acariciándola con mis dedos, lo que provocó nuevos gemidos y suspiros de la abuela que comenzó a moverse circularmente, disfrutando de mis dedos en su zorra y mi pene entre sus nalgas.
Me dejé caer de rodillas y comencé a besar y lamer esas ricas nalgas, que como era algo rellenita, estaban aún duritas, pasando mi lengua por esa raja caliente y madura… ella intensificó sus gemidos y sus movimientos, con mis manos le abrí los cachetes y dirigí mi lengua hacia su orificio posterior ante los gemidos y grititos de la abuela que quizás no esperaba eso… Se apoyó en la mesa de la cocina, dejando su culo en pompas con el vestido arrollado a su cintura, abriendo lo que más pudo sus piernas… allí pude ver desde atrás su exquisita concha, peluda y con un olor muy especial, mi lengua cambió su rumbo y me dediqué a lamer esos gruesos labios, encontrándolos mojados, ella se acomodó de manera que pudiera llegar con mayor facilidad al centro de esa zorra tan rica… Se agachó más para dejar más espacio a mi lengua que comía esa concha en forma frenética haciendo gozar a esa madura mujer como hacía tiempo no gozaba… ella gemía y me decía palabras soeces.
-Así mijito… cómale la conchita a la abuela… así hágame todas esas cochinadas ricas que tanto deseo… cómame… chúpele la zorra a esta vieja caliente que se la está dando… así mijito… ¡por la puta! ¡Que rico! Aay… aaaaaaaay… ¡Tanto tiempo esperando esto!… Ooooh que rico… uuuuuufff… Estoy…. acabando… toma mis jugos mijito…. Aaaaay por la puta…. ¡Que rico! ¡Aaaaaaaay me estás haciendo acabar….! Hacía tanto tiempo… que no me comían… la concha… ¡aaaaaaaaaaaaaaaay… aaaaaaay!
Apoyada en la mesa de cocina, la Sra. Mercedes movía su culo como loca, sin dejar de gemir, suspirar y dar grititos, inundándome la cara con sus jugos que brotaban de su concha en forma exquisita.
-¡Gracias mijito…! Veo que usted sabe hacer gozar a una vieja como yo… ¡Gracias! –Y dándose vuelta me besó en la boca desesperada refregando su estómago abultado contra mi verga que estaba como fierro- ¡vamos a mi cama, vamos para que sigamos haciendo cochinaditas ricas, mijito!
Tomados de la mano subimos la escalera, mientras yo le manoseaba su rico culo, parece que lo encontraba más grande ahora que lo tenía en mis manos. En la cama, me tendió boca arriba y comenzó a desnudarme, ella con el vestido arrollado a la cintura estaba prácticamente desnuda, tenía un cuerpo gordito, que para su edad estaba bastante apetecibl
e y calentador, sus grandes tetas colgando sus rollitos en el estómago y sus anchas caderas de nalgas redondas y sobresaliente, le daban un aspecto erótico increíble, como invitando a gozarlo. Terminó de desvestirme y comenzó a darme besos y lamidas a todo el cuerpo, bajando por mi pecho hasta mi vientre, llegando rápidamente a mi verga que apuntaba al techo parada y dura… la tomó con sus manos, la acarició como si se tratara de un gran tesoro, besó repetidamente la cabeza y lamió todo el tronco, produciéndome escalofríos de calentura. En la posición que se encontraba, yo alcanzaba a tomarle sus tetas las que me dediqué a acariciar y a apretar. Luego de unos momentos degustando con la lengua y labios de mi verga, lentamente la fue metiendo en su boca, para comenzar una mamada lenta, pero deliciosa… al parecer no se le había olvidado después de tantos años y lo hacía de maravillas. Con todo lo hecho anteriormente y con esa mamada, no aguanté nada y sin darme cuenta comencé a lanzarle chorros de caliente leche que rebotaron en su paladar y pasaron por su garganta hacia adentro… ella degustó su sabor y continuó mamando hasta dejármelo seco, continuando unos segundos más hasta que comenzó a perder su erección.
-¿Le gustó mijito? –Preguntó con una sonrisa de caliente- ¿le gustó como se la mamó la abuela? Creí que ya lo había olvidado, pero al tener esta rica tranca en mis manos, lo único que quería era tragármela toda… ¿Te cuento? ¡Es primera vez que me los trago…! Nunca mi marido me dejó… ¡solamente dos o tres chupaditas y me lo metía al tiro!
Me besó cariñosamente, se arregló un poco su vestido y bajó a buscar un refresco, pues ambos habíamos transpirado. Cuando volvió nos bebimos un vaso de cerveza y nuevamente nos besamos y ella comenzó a acariciar mi miembro con sus manos, bajó su cabeza y lo lamió hasta dejarlo duro nuevamente.
-Yo arriba… me gusta arriba mijito –se apresuró a decirme cuando lo vio duro. Puso una pierna a cada lado mío y comenzó a bajar, rozando la cabeza de mi pico por lo labios de su concha que ya estaba nuevamente mojada, la frotó un ratito gimiendo y con los ojos entornados, mientras yo le amasaba sus grandes tetas, apretándole los pezones, poco a poco fue bajado e introduciéndose todo el pico en su caliente concha que lo recibió como un guante, lanzando un pequeño gritito de triunfo y placer cuando lo tuvo totalmente clavado. Comenzó una cabalgata rica sobre mi verga, acompañándola yo en sus movimientos y con mis manos la sujetaba de sus nalgas para que le entrara más aún si se podía… a los pocos minutos de loca cabalgata, Mercedes comenzó a mover su cabeza para ambos lados, lanzando gritos y gemidos anunciando que estaba acabando otra vez… gritaba y se quejaba con los ojos cerrados, nuestros movimientos se tornaron violentos, mientras yo le agarraba y acariciaba con mis manos esas grandes nalgotas y ella se ensartaba en mi parado pene…
Fueron momentos de delicia inenarrables… estaba cogiendo a la abuela de mi novia… a una mujer madura sesentona… a una mujer caliente y deseosa de que la cogieran y la hicieran gozar por todos lados… ella gritaba y se movía mojándome los muslos con su abundante flujo… no aguanté más y levanté lo que más pude mis caderas, metiéndole el pico no sé hasta dónde y con un último grito de la abuela, acabé lanzándole chorros de semen que llenaron su concha, resbalando por los bordes mezclándose con sus jugos… Se dejó caer sobre mi pecho con la respiración entrecortada gimiendo y besándome en la boca. Se bajó de mí y se tendió a mi lado respirando agitadamente.
-¡Gracias mijito! ¡Qué forma de hacerme gozar…! Hacía tanto que no gozaba así…Nos abrazamos y quedamos acostados en su cama desnudos. Total como dijo ella, teníamos todo el tiempo del mundo para recuperar el tiempo perdido de esa abuela que nunca me imaginé que podría ser tan caliente.
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Autor: Pepe pepe9969 (arroba) starmedia.com