Mis visitas a la casa de mi ex jefe empezaron a ser rutinarias, al no estar él, pues trabajaba fuera de la ciudad toda la semana, me cogía casi a diario a Elizabeth, su esposa. Sin embargo, cada vez que llegaba y salía de su casa, me encontraba con el vigilante, esa situación me comenzó a molestar pues podría ser un inconveniente. Se lo hice saber a Elizabeth, quien me decía que recientemente había notado a Don Neto, el vigilante, más amable con ella, incluso se acomedía a ayudarla con las bolsas del mandado, pero no pensaba que supiera algo.
-Es un buen viejito, no creo que le diga nada a mi marido, pues siempre él lo trataba mal.
-Pues, hay que tener cuidado, no lo dejes entrar, le dije.
La relación entre Elizabeth y su marido se fueron, si bien no enfriando, pues ya era un congelador, tal vez olvidando, ella optó por no pedirle nada en el terreno sexual, ya que se lo estaba dando yo cada vez que nos veíamos. Su marido llegaba los sábados por la tarde y se regresaba en la noche del domingo. Me había mudado a una casa relativamente cerca de la de ella, así era más fácil estar juntos, aunque invariablemente en entre semana pasaba a verla a la hora en que los niños ya se habían acostado. Un domingo, que no quiso salir con su marido y los niños, se fue a mi casa que esta a dos calles de la suya, llegó cerca de las 10 de la mañana, entró pues le había dado llaves, subió a mi cuarto en el camino se desnudó, se metió entre las sábanas e inició una mamada que me despertó, ya estaba aprendiendo. Una vez que estaba parada mi verga, se enchufó a ella y comenzó a cabalgarme.
-Buenos días papi, que rica la tienes, me decía.
-Buenos días pequeña golosa, ¿que los domingos no descansas? -Descansé más de cuatro años, así que no voy a perder el tiempo, mi marido se fue con los niños a misa, por lo que aproveché, ¿ya ves como si podemos coger los domingos?
Se encargó de cabalgarme de tal forma que sentía caer todo su cuerpo sobre mí, observando el bamboleo de sus tetas, en ese momento entre cabalgada y cabalgada, me di vuelta, la puse de espaldas a la cama, sus piernas me daban a la cabeza, empujé con tantas ganas que no me di cuenta que estaba viniéndose ella con unos gritos de excitación que me produjo que me viniera de tal forma que le eché tanto semen que sentí me vaciaba. Quedamos agotados, había sido un buen palo, se lavó y regresó, noté que me había hecho caso y se había depilado ligeramente sus vellos, ahora si me iba a comer ese chocho cada vez que quisiera. La visión de ella regresando del baño, con su ligera mata de pelos en su coño, recogiéndose el pelo, sus grandes tetas y perfectas caderas, me provocó otra erección, la vio, sonrió y me dijo:
– ¿Por qué no me acompañas a la ducha?
Como resorte me paré, nos metimos a la ducha, mientras le enjabonaba la espalda, le agarré sus nalgas, se las separé y le metí mi pene entre ellas. Ella apoyó sus manos en la pared.
-Mmm, no sabes el placer que siento cada vez que tengo tu cuerpo pegado al mío, le comenté mientras le sobaba además sus enormes tetas.
-Creo que me estoy enamorando de ti, me había dicho.
No, no, no, eso no quería escuchar, tendría que dejarle en claro que es puro sexo lo nuestro, buscaría el momento más adelante, pues no quería dejar de disfrutarla todavía.
Decidí acelerar el ritmo, los gritos que ella emitía seguramente los escucharían los vecinos y eso me excitaba más, me provocaba cuando veía mi verga entrar y salir de sus nalgas. Parados y recargada ella sobre la pared, continué el ataque introduciendo mi pene, sobándole sus nalgas y manoseándole sus tetas, para evitar que hiciera ruido le metí un dedo en su boca para que me lo mamara imaginándolo como si fuera un pene. Le di vuelta, puse una pierna sobre mi cadera y continuamos gozando de lo lindo en la ducha, no tardé en venirme. Nos t
erminamos de duchar, nos vestimos y la pasé a dejar a su casa. Esa misma noche en cuanto se hubo ido su marido me llamó, y fui a su casa, al llegar al primero que vi cerca de ahí fue al velador, que es un señor como de 60 años, quien me saludó moviendo la cabeza.
Al entrar a su casa, Elizabeth, estaba con una bata transparente sin sujetador y con un bikini blanco, me saludó con un beso y sin hacer ruido fuimos a su cuarto, al entrar vi como la ventana que da hacia el garaje de la casa estaba abierta, pero como ella estaba muy caliente no me dio tiempo de cerrarla. Inmediatamente me comenzó a besar y a desnudar, por mi parte le agarré las nalgas, por un momento sentí que alguien nos observaba, pero por mi calentura no le di importancia. Dejé a Elizabeth, con las tetas al aire y únicamente su bikini puesto, de espaldas a mí la besaba y le agarraba sus tetas, ella se metía una mano a su vagina. ¡En eso lo vi!, ahí estaba ligeramente escondido el famoso Don Neto, el vigilante, quien se asomaba con cierto recelo por la ventana, hábilmente se había metido al garaje y de ahí nos espiaba por la ventana.
Decidí darle una mejor visión, por lo que le quité el bikini e hice que se diera la vuelta y agachada sobre la cama me comenzó a mamar mi verga en lo que yo le abría sus nalgas para darle una visión de ellas al viejo vouyerista. El sentirme observado, me excitó más, le di una vez más vuelta y de a perrito le metí mi verga por su culo, quien primero respingó, pero después cedió, Don Neto, cada vez más excitado comenzó a ser un poco imprudente pues ya descarado estaba completamente asomado por la ventana. Elizabeth lo vio, se asustó, ya no había nada que hacer, mientras continuaba con su penetración a su culo, intentaba decirme algo, pero entre el susto, la excitación mía y sus venidas, no podía decir palabra alguna.
-Ande Don Neto, pase y vea bien, pero quédese callado, le dije.
A Elizabeth, no le di tiempo de que protestara pues se la empujé cada vez más, cosa que le provocó una serie de orgasmos, por lo que no podía articular palabras, además como estaban, en el cuarto de junto, sus hijos no podía hacer sus habituales ruidos.
Don Neto, inmediatamente se metió por la ventana y se sentó en un sofá enfrente a la cama. Elizabeth, no sabía que hacer, se la saqué del culo, me acosté en la cama y la puse sobre mi pene, pero de espaldas a mi para que Don Neto, pudiera ver a Elizabeth, mientras la jalaba de sus caderas, le produjo tal placer a Elizabeth, que empezó a sobarse las tetas y eso excitó aún más al observador.
-Vamos Don Neto, sáquesela pues si no se le va a reventar en sus pantalones, le dije, mientras continuaba el bombeo sobre Elizabeth, quien el sentirse vista por otro hombre, comenzó a experimentar nuevas sensaciones pues estaba excitadísima.
Don Neto no se volvió a hacer del rogar y se sacó un pene de regular tamaño, Elizabeth lo miró fijamente, comenzaba a emitir gran cantidad de líquidos, mientras veía como el vigilante se masturbaba delante de ella, mientras ella se sobaba las tetas, metía sus manos entre mi pene y su vagina y luego se chupaba sus dedos. Le di la vuelta a Elizabeth, para que ahora cabalgara delante de mi, la bajé para besarla y al hacer esto le mostraba el culo ya dilatado a Don Neto.
-¿Qué estás haciendo querido?, me susurró al oído.
-Esto o que le dijera a tu marido, tú decides, repliqué.
Mientras hablábamos, le aventé un condón a Don Neto y le hice señas, para que se acercara, además de que le abría las nalgas a Elizabeth, indicándole el camino a seguir, sin dudarlo se paró, el vigilante, se puso el condón y fue sobre las nalgas de la mujer.
Cómo estaba Elizabeth muy excitada, no sintió cuando Don Neto se subió a la cama, calmando a la mujer, la jalé hacia mi, y la besé, ella alzó sus nalgas y en ese momento aprovechó don Neto, para clavarle de un golpe su verga en el culo. Elizabeth, sólo abrió los ojos, separó sus labios de los míos, iba a emitir un grito, por lo que le puse mis manos en su boca, continué mis movimientos sobre ella y lo mismo realizaba el vigilante, al momento que la agarraba de las tetas. Pareció gustarle a Elizabeth, el hecho de sentir dos falos dentro de ella, pues tuvo otro orgasmo más, y se movía cabalmente al ritmo
de ambos. Don Neto gozaba como un niño, jamás había estado con semejante mujer. Me salí de Elizabeth le ordené que siguiera con Don Neto, pero ahora mamándome mi verga, cosa que aprovechó el vigilante para poder jalarla de sus caderas, se la tenía metida hasta los huevos, por mi parte le pedía que no hiciera ruido pues sus hijos estaban en el cuarto de al lado.
Pero era difícil no hacer ruido sobre todo si Elizabeth comenzaba a gemir con más y más placer cada vez que sentía la verga de Don Neto perforándola, quién no pudo resistir más y se vino gritándolo con mucha fuerza y besando la espalda de Elizabeth, le dije a ésta, que le quitara el condón a Don Neto y le mamara su verga mientras me la terminaba de culear.
-Oh, señora, que rica esta usted, que rica me la mama, le decía el vigilante.
-Vamos Eli, haz que se le vuelva a levantar, le dije, mientras continuaba con la penetración.
No tardaba en venirme, Elizabeth gozaba como niña con juguete nuevo, pues mientras me la cogía, le estaba propinando una mamada al vigilante quien parecía iba a sufrir un desmayo, mientras la tenía agarrada de sus nalgas y jalándola hacía mi me vine inundando su vagina de mi semen.
Como a Don Neto se la había parado de nuevo, ella se sentó sobre su verga y abrazando al viejo de frente ofreciéndole sus tetas lo comenzó a cabalgar aún con mi semen dentro de ella y sin pensar en ponerle un condón al viejo. La cabalgada fue brutal, ambos gritaban de éxtasis. Nos habíamos olvidado de los niños. Don Neto no dejaba de chuparle las tetas, cuello y agarrarla de las nalgas, brincaban sobre la cama con tal salvajismo y violencia que pensé que iba a dar de sí el mueble, en la posición que estaba Don Neto se incorporó, sacando fuerzas de quien sabe donde, quedando arriba de Elizabeth y esta con su cabeza salida de la cama comenzó, el viejo, a embestirla con tal fuerza y ruido que se me hizo una escena digna de una película porno.
Elizabeth, gritaba con tal fuerza que tuve que ir a ponerle mi verga en su boca para callarla, cuando vi que Don Neto dando un sonoro grito quedó recostado sobre ella, supuse que había terminado, mientras Elizabeth continuaba mamando mi verga. Don Neto, se separó, estuvo recostado unos momentos, se vistió, nos agradeció y se fue dándole un beso a las nalgas de Elizabeth quien seguía pegada a mi pene como bebé a su mamila. A pesar de haberse ido ya el vigilante mientras estaba recostado en la cabecera de la cama y Elizabeth mamándome la verga con las piernas abiertas, sentí que éramos observados.
Autor: Rigo_1234