Para empezar me presento, me llamo Aldo tengo 25 años, soy chileno, mido 1.82, soy moreno, pelo negro, velludo de pecho, buen físico, debido a mis años de trabajo. Trabajo en construcción, de edificios, casas, etc….
Mi historia parte hace 1 año, cuando me tocó trabajar en la construcción de una casona en una parcela, en la localidad de Rengo, al sur de Santiago en Chile, allá llegamos alrededor de 8 maestros, a construir esa casona, llegamos, y salió un empleado, y nos hizo pasar, en la parcela, ya había una casa pequeña, pero la querían ampliar, no conocíamos al dueño, y todos estábamos intrigados, de saber quien era. Hasta que apareció, una señora de unos 48 años, gordita, bajita, pelo castaño oscuro, corto, con unos grandes pechos, y un culo muy redondo, andaba con un vestido floreado, que acentuaba lo rellenita que era, y un escote que me calentó.
Para muchos, una mujer que no causa la menor admiración, pero a mi, me puso a mil, les confieso me calientan mucho las maduras gorditas, y aunque mi novia es delgada y muy caliente, me fascina tener aventurillas con mujeres maduras. Nos empezó a hablar se llamaba Graciela Vergara y nos dijo que era la dueña de la parcela y que la había heredado de sus padres, que habían fallecido recientemente, y que quería agrandar la casa, porque iba a recibir a sus familiares, que cuando estuvieran de vacaciones, la fueran a ver y quedarse allá.
Explicó lo que quería, yo casi no la escuchaba, estaba embobado con eso abultados pechos, y ese culo grande y redondo, ella lo intuía, me miraba y se reía, aparte de ser yo el más joven y de buen cuerpo que ahí estaba, los demás gordos, y feos.
Terminó la charla y comenzamos a trabajar, pasó el día y una semana, con doña Graciela hablamos todos los días, así fue como el capataz decidió irse por problemas que tenia en su casa, y Doña Graciela me dejó a cargo de la obra, levantando la envidia de mis compañeros, el capataz se quedaba en una pieza al fondo de la parcela, yo me alegré, estaría siempre cerca de ella.
Esa noche llegó a mi pieza, fue a conversar un rato conmigo, estaba hermosa, con un vestido negro parecido al otro que llevaba cuando la conocí, igual de escotado, me dijo que se sentía sola y necesitaba hablar con alguien, yo como no esperaba su visita duermo desnudo, así que solo me puse un slip, y la recibí, vi como sus ojos se fueron a mi pene, y lo miró un buen rato,
Empezamos a hablar, era separada, su marido la dejó por una mujer de 20 años, que nunca le había faltado algo, si amor, que tenia tres hijas, y que nunca más se volvería a enamorar, -porque?-le dije, -ustedes los hombres solo dan dolor-, -placer y amor también-le respondí, se sorprendió , -mejor me voy, se puso rara esta conversación- me dijo, -porque, por decirle la verdad-, – usted me gusta mucho-le dije, se puso nerviosa, no sabia que hacer, -me voy-dijo, y yo me puse en la puerta, sin dejarla salir,-es verdad doña, usted me encanta-, – ¿yo tan gorda?, por algo me dejó el imbécil de mi marido-, -él era un estúpido que no sabía lo que se perdía-,le respondí, y lentamente me acerqué y le di un leve beso en sus labios, no quería pero de a poco se fue entregando, la volví a besar, me correspondió el beso, y después nos fundimos en un beso largo y caliente.
Así la empecé a desnudar, quité su ropa, y quedó solo en ropa interior de color café, estaba hermosa, yo me quité el slip, y desnudo caminé hacia ella, la besé, y arranqué su sostén, salieron dos hermosos y grandes pechos, con pezones rosados, muy ricos, le comencé a besar el cuello, luego sus pechos, le chupé un pezón, y bajé a su calzón, se lo quité, y apareció su chocho, sin mucho vello, pero rico, quería apoderarme de el a toda costa.
Me besó y agarró mi pene, lo apretaba y acariciaba mis testículos, nos acostamos, no podía creerlo, yo estaba en mi cama con esa doña, que me encandiló desde el primer día que la vi, d
esnuda, gordita y caliente, entre mis brazos, besé sus pechos enormes, chupaba sus pezones, doña Graciela solo gemía de placer y de locura, mientras con mis dedos acariciaba su concha mojada, ella solo se dejaba llevar, acariciaba mi espalda, mis duros glúteos, nos besamos con desenfreno, juntábamos las lenguas, era una rica noche de sexo, en medio del campo chileno.
Recorrí su cuerpo con mi lengua, y llegué a su vagina, se la besé y comencé a lamer su clítoris, doña Graciela, jadeaba, yo sabia que estaba gozando, no es por dármelas de potro, pero creo que gozaba como nunca había gozado en su vida.
Mientras le chupaba el clítoris, salían de su concha sus fluidos, néctar de los dioses que lamí y tragué con mucho gusto, doña Graciela me despeinaba, estaba como loca, así acabó por primera vez, dando un grito de éxtasis que me calentó al triple, me encantan esos gritos de placer que dan las maduras cuando acaban.
Luego se subió encima de mí, comenzó a besarme la boca, el cuello, mi velludo pecho, el ombligo, y llegó a mi pene,-nunca lo he chupado, perdona si no lo hago bien-dijo y comenzó a lamerlo y se lo metió en la boca-para ser primera vez lo hace muy bien patrona-le dije.
Al rato dijo –Métemela Aldo. Hazme tuya de una vez-dijo con la voz entrecortada, -lo que usted diga mi patrona-le respondí. Acerqué mi pene a su concha y se la metí de un solo golpe, doña Graciela gimió entre dolor y placer, empecé a moverme dentro de su concha, estaba caliente húmeda, no me costó nada meterla, la besaba con pasión me sentía en la gloria, apretaba sus piernas gruesas y sus nalgas gordas, redondas y blandas.
Fue así como acabé dentro de su concha, llenándosela de mi leche espesa y abundante, al terminar nos quedamos acostados, le pedí que nos quedáramos a dormir juntos esa noche y que mañana saliera temprano para que nadie se diera cuenta, aceptó, hablamos que nunca pensó, volver a tener sexo, que su ex marido, fue un canalla que la cambió por carne fresca, y que desde que me conoció le atraje y que se reprimía por que no era correcto.
Esa noche volvimos a culiar, se lo metí por el culo, nunca se lo habían metido por ahí, gritó de dolor, pero de a poco ese dolor se transformo en placer, sudaba como loca, yo lamía ese sudor rico, no producido por trabajo excesivo, sino que por el exceso de placer,
La besé y le dije -Usted me gusta y mucho, si quiere lo dejo todo y me quedo con usted aquí, no, no dejes nada por mí, se merece ser feliz, respondí,
Y así fue, llevamos 1 año y medio viviendo juntos, para los empleados que construyeron la casona, fuimos patrona y capataz, pero entre las paredes de ese cuarto, éramos amantes clandestinos y calientes.
Autor: ALDO