Hola a todos… Me llamaré Arturo, y mi bella esposa se llamará Paula. Ella es descendiente de ucranianos, es rubia como el sol, y sus ojos celestes son llamaradas en la noche. Tiene un cuerpo voluptuoso… soberbias tetas, magnífico culo, apenas una matita de pelos dorados le cubre la concha. Y que deliciosa es su almejita. Cuando la conocí… la desnudé con la mirada. Me imaginé posesionando su cuerpo, en forma salvaje, penetrándola por todos los orificios disponibles… concha, culo, boca… lo que no desnudé fueron sus gustos y preferencias personales. Cuando lo hice, ya era tarde… ¡pero me gustó! Y descubrí una parte de mi sexualidad oculta, de esas que todos lo hombres tenemos y no queremos admitir nunca.
No me considero un tipo rudo, pero si bien formado. Ya de adolescente vivía en el gimnasio, y pude cultivar un cuerpo atlético, saludable, varonil. Sin exagerar, sin tomar esteroides… supongo que eso también cautivó a Paula, que desde un primer momento me clavó la mirada. Como ya les contaba, yo no solo le clavaba la mirada… imaginaba clavarle otra cosa.
El noviazgo fue relativamente corto, en menos de un año estuvimos casados. No me paraba de asombrar en la cama y fuera de ella, el sexo era algo que irremediablemente vestía todos los días, en forma desenfrenada y creativa. No había lugar de mi casa o de la casa de ella donde no hubiésemos adoptado las posiciones más eróticas y degeneradas. A Paula le apetece el juego sexual en toda su extensión. Le encanta imaginar que es una huerta, y me deja enterrar en su culo zanahorias, pepinos, choclos… en sus labios vaginales suelo colocar rodajas de tomate o manzana, mientras se lo arranco con la boca y ella goza como una ensaladera.
Pero todo cambió una vez casados. El juego sexual se convirtió en rutinas agobiantes, apenas yo tenía fuerzas para levantarme al día siguiente. A Paula la excitaba enormemente el título de señora, y cuando yo volvía de trabajar ella estaba fresca y lista para empezar… a mi me encantaba al principio, pero luego empecé a aterrarme un poco. Tenía miedo de no satisfacerla, de no servirle como hombre, y los polvos iban sucediéndose uno tras otro, en forma irrefrenable… cada noche… todas las noches, sin descanso. Alguna vez sugerí un paro… pero no había paro, excepto el de mi pistola, que se paraba en su boca, en sus mágicas mamadas. Alguna vez balbuceé un dolor de cabeza, pero ella me dio una aspirina y me cabalgó locamente, por su culo, por su concha, chupándome con la boca hasta el último poquito de semen como el más exquisito licor… y si quedaba insatisfecha, me clavaba sus ojos de lince en la cara, mientras se pajeaba con uno de los barrotes en los que remataba la cama.
Si, mi esposa Paula es muy puta. Pero solo conmigo.
Una vez le sugerí de hacer un trío, pero se ofendió. Dijo que yo solo era de ella y ella era mía, y que nadie más podía compartir nuestras maratónicas sesiones de sexo… pero algo hizo clic en su cabeza. Empezó a dialogar más conmigo, y allí le confesé que no dormía bien, que necesitaba descansar un poco, que me encantaba el sexo pero que al otro día debía trabajar… imagínense que yo ya había dejado el gimnasio, pues no podía soportar el ritmo de mi acaparadora hembra. Paula pareció comprender esto, y comenzó a mimarme un poco más, controlando momentáneamente su furia sexual. Me hacía mimos, me daba masajes en la espalda todas las noches… pero lejos estaba yo de suponer que se estaba excitando con nuevas ideas.
Solía ponerme de espaldas en la cama, completamente desnudo, pasando aceite por mi cuerpo musculoso y bronceado. Sus manos, acariciándome el deltoides, los omoplatos, la columna, los glúteos… me excitaban. Mi mujer lo sabía, y me abría el culo, y me daba deliciosos besos negros. Me hundía su lengua de víbora en el ano, y esto me excitaba. Me ponía a mil. Se me paraba y ya era incómodo, pues la pija se me ponía como una brújula marcando el norte. Y ella me chupaba las bolas, me pajeaba, me daba vuelta…. me la chupaba salvajemente, hasta que explotaba sobre sus labios, tragándose la mitad, dejando la otra mitad escapar sobre su cuerpo también desnudo. Le encantaba lametear los restos de semen… Paula es muy golosa con mi leche de hombre, le encanta su sabor, siempre me lo dice.
A veces, mientras me daba suculentos besos negros, yo sentía como gozaba, jadeaba como una perra. Se masturbaba. Me daba mordisquitos en el culo, mientras lo masajeaba y clavaba sus uñas. Había encontrado un juguete nuevo, mi lindo y carnoso culo varonil. Y yo comenzaba a gozar como nunca ante sus besos de lengua profundos en mi ano.
-Arturo… que gusto a caquita…. tendré que limpiarte el culito, mi amor…
Y cuando su lengua no alcanzaba, me ponía su dedo índice en el culo, remojado en su flujo vaginal o en su saliva… mientras yo me retorcía de placer. Los días fueron así transcurriendo, mientras Paula empezaba a prepararme unos tragos, me hacía masajes en la espalda, y poco a poco, me iba quedando dormido. Empecé a notar como Paulita se obsesionaba con mi culo al extremo, pero a mi solo me causaba placer, así que la dejé hacer. En las noches siguientes, Paula incluyó en el juego cuatro esposas. Me abría como un pollo, boca abajo, me ataba a cada uno de los barrotes de la cama… y yo quedaba a su merced. Colocaba algunos almohadoncitos bajo mi vientre, y gritaba:
-Este culito es míooooo… ¡y me lo voy a comer todo!
Y a veces me decoraba el culo con crema, o me ponía alguna frutilla en el recto, mientras me lameteaba la zona o me comía la fruta. Un día se le ocurrió ponerme una banana, pero mi ano aún era estrecho… y a mi me molestaba un poco. Por suerte Paula no era muy violenta en todo esto, además, yo atado boca a bajo… estaba a su completa merced. Así que un día apareció con unas cremas para dilatar los músculos, mientras me preparaba un Daikiri y yo quedaba profundamente dormido, atado boca abajo… Al día siguiente, el culo me dolía enormemente. Yo estaba desatado, como todas las mañanas… Mi esposa dormía a mi lado, desnuda y sonriente. Demasiado sonriente. Ella siempre me desataba cuando yo me quedaba dormido. Pero esta vez tenía un ardor en el culo muy particular.
-Debe ser la cremita… a lo mejor hay que acostumbrarse. -Me decía Paula.
Y yo la dejaba hacer, y me reía con ella. Me excitaba pensar que mientras yo dormía, gracias a la crema, Paula me ponía cremita en el culo y el agujerito se abría lo suficiente como para meter una banana. Yo le pedí a Paula que me despertara, porque quería sentir la fruta en mi culo, mientras ella se la comía. Y ella me decía que bueno… pero las noches pasaban, el culo me ardía cada vez más, y Paula no me despertaba. Juraba que lo intentaba… pero yo seguía durmiendo, y no quería despertar.
Una de esas mañanas, cuando fui a cagar, noté un ligero hilo de sangre entre la caca. Asustado, pensando en algún tipo de hemorroides o herida, busqué en el botiquín de primeros auxilios alguna crema para frenar esto… y me llamó la atención un frasquito con gotas para dormir. ¿Paula me estaría drogando para dejarme dormido? Pensé en los ricos Daikiris que me preparaba… y luego que me quedaba dormido… maniatado… esposado… así que tiré el contenido del frasco y lo cambié por agua.
A la noche siguiente, todo transcurrió normalmente. Paula me sirvió un Daikiri, me esposó boca abajo en la cama, untó aceite por todo mi cuerpo, comenzó a masajearme con su propio cuerpo desnudo, centrándose en mi culo, abriéndolo, cerrándolo, metiendo su lengua larga… yo me hacía el dormido, mientras con los ojos entrecerrados la dejaba hacer, y miraba un espejo que teníamos al lado de la cama, donde se podía ver perfectamente todo lo que sucedía.
-¿Estás dormido, amorcito? -La escuché decir mientras frenaba un poco.
Yo no le contesté para nada. Vi por el espejo como se levantaba, iba hasta el placard, y sacaba algo de uno de los cajones donde yo nunca revisaba, pues era su cajón de ropa íntima… y de allí sacó un objeto extraño, una especie de arnés que se sujetó por la cintura… ¡simulaba ser una pija enorme y gorda, gigantesca…! ¿Me la iba a meter por el culo?
-Nooo, Paula…. paraaaaa…. -le dije, abriendo los ojos, moviéndome como una rata desesperada. -Mi amor…. ¿estás despiertito? Pero mami está muy caliente… No puedo parar….
Y se puso arriba mío, como una garrapata, mientras me metía de un solo golpe semejante aparato de plástico, y yo pegaba un grito desgarrador…. creía que el mundo se partía en pedazos, veía todo blanco, un sabor extraño se mezclaba en mi boca, junto con el Daikiri que quería salir… era tal el envión, que sentí dentro de mis entrañas algo enorme, poderoso, que me llegaba casi hasta el estómago…. Paulita me metió su juguete en el culo, mientras me lo revolvía lentamente sin sacarmelo, mientras me apoyaba sus tetas en mi espalda…
-Ya te acostumbrarás mi amor… todas las noches lo has tenido en tus entrañas… no dejes de gozar como yo te gozo en este momento…
Y poco a poco, el dolor fue cediendo, y se transformó en placer. La pija se me puso de piedra, pero jamás alcanzaría los veinticinco centímetros de plástico que tenía metidos en mi culo varonil.
Paula era feliz… yo era feliz… tenía el culo en llamas cuando desperté al día siguiente… pero estaba contento. Le pedí solo que no quería estar atado, que me dejaría sodomizar cada vez que ella quisiera, que tampoco quería que me drogase, que me gustaba ser culeado… había descubierto esa sexualidad reprimida que todos los hombres llevamos dentro.
Y no soy gay, porque solo Paulita me mete su pija plástica por el culo. Amo a Paula, y solo ella me excita con sus juegos, aunque hayamos invertido los roles. Últimamente estoy vistiendo sus braguitas y corpiños… Y ella se pone un bigote postizo, se ata el pelo y parece un macho ruso… y yo una hembrita argentina.