Ya desde el día de la entrevista de trabajo supe que mi vida iba a dar un vuelco por culpa de mi nuevo jefe. Por aquel entonces llevaba ya más de seis meses parada y estaba un poco harta de sufrir entrevistas inservibles que sólo terminaban en un «ya la llamaremos». Necesitaba un trabajo y aquel de secretaria estaba hecho a mi medida. Tenía un amplio currículum en labores administrativas, cursos de informática aplicada a la gestión y todo lo necesario para atender los requisitos de un alto ejecutivo. El día de la entrevista había varias candidatas en la sala de espera, todas parecían superimponentes, con taconazos de aguja, trajes de negocios, todo muy sofisticado. Yo tampoco iba nada mal. Me puse una falda de tubo de corte clásica por encima de las rodillas, blusa blanca ajustada, tacones de peep toe con algo de plataforma, punta abierta y taconazo de 10 centímetros. Lo rematé con unas pantimedias negras «Elegancia piel de melocotón» sin costuras y un maquillaje arrollador, además olía al perfume que me había regalado Carlos, mi marido, la semana anterior para mi 31 cumpleaños, por lo que no podía pasar desapercibida bajo ningún concepto. Carlos me dijo esa mañana nada más salir que estaba guapísima y sexy, que le recordaba un poco a Anne Hathaway en «El Diablo viste de Prada». En fin, eso me elevó un poco la autoestima.
Fui la última en ser atendida. Las demás candidatas salieron con unas caras muy raras. Una incluso salió como encendida de vergüenza. No le di mucha importancia. Cuando me llamaron, entré y entonces lo vi… Era un hombre de piel oscura de unos cuarenta años, guapísimo. Para las chicas que estéis leyendo esto y queráis haceros una idea exacta, buscad imágenes del actor Charles Divins, clavadito, uhhh. Con su barbita sin afeitar, ojos verdes y cuerpo musculoso que luchaba por rasgar una camisa blanca ajustada. Se le marcaban los pectorales y los bíceps, tan robustos. Su corbata de terciopelo era total. Cuando habló, descubrí que tenía una voz tan varonil que me derretí de inmediato. Era grave y vibraba oscuramente. Muy «hombre elegante…» No me quise imaginar esa voz diciéndome guarradas… Ufff.
-Hola, me llamo Roberto. ¿Tú eres?
-Tania.
-Muy bien, siéntate Tania. ¿Has trabajado alguna vez de secretaria?
-Sí, digo no. No exactamente, quiero decir -su perfume era de auténtico macho, aunque con un toque muy glamouroso. No lo llegaba a identificar.
-¿Estás nerviosa?
-Un poco.
-Bueno, tu tranquila, ¿a qué te refieres con «no exactamente»?
-He sido recepcionista y he atendido llamadas y eso.
-Claro, pero para ser mi secretaria hay que tener otros dones también.
Siguió un silencio algo tenso. Unos segundos que me permitieron fijar la mirada en su enorme reloj negro Richard Mille. Un hombre que lleva ese reloj tiene mucha pasta, pensé. Eso me atrajo de una manera, cómo decirlo, sexual.
-¿Sí? -me atreví a preguntar.
-Sí, por ejemplo. ¿Estás casada?
-Eh, sí. Lo estoy. -dije algo incómoda, ya que no sabía bien si eso iba a ser algo bueno o malo para él. Imaginé a Carlos en el sofá del salón esperando mi llamada para contarle cómo me había ido. Me crucé de piernas, inquieta.
-Bien, pero… Dime una cosa, Tania. ¿Desde que estás casada no has deseado alguna vez estar con otro hombre?
-¿A qué se refiere? -me noté las mejillas encendidas. Ahora entendía qué le había pasado a la candidata anterior.
-A ver Tania. Necesito una secretaria que esté dispuesta a satisfacerme plenamente. Y no sé si el hecho de que estés casada supone un problema para ti.
Mi corazón empezó a martillearme el pecho, sobre todo al sentir los ojos verdes de aquel hombre clavados en los míos. Nunca creí que podría permanecer sentada ante un hombre que me hiciera semejante proposición, pero algo me retenía allí.
-¿Eso quiere decir que…?
-Que quiero que seas mi putita, Tania. ¿Te gustaría? -me respondió sonriendo.
¿Cómo? ¿Qué había dicho? ¿PUTITA?
-Me parece…
-¿Un escándalo?
-Es usted un… -intenté parecer ofendida, pero en el fondo, en algún lugar de mi interior, el aleteo incontrolado de un montón de mariposas locas me estaba consumiendo de deseo por convertirme en lo que él quisiera que fuera.
-¿Un qué? No me importa, Tania. Puedes decirlo… ¿Un cabronazo, quizás? No lo sabes aún bien, lo cabrón que puedo llegar a ser…
Me mordí el labio solo de pensarlo y me descrucé las piernas.
-Bien, pasemos a otra cosa, Tania. Algo muy importante para mi: la ropa. Veo que tienes buen gusto. Levántate por favor, quiero verte mejor.
Lo hice un poco a disgusto.
-Llevas falda, muy bien. Algo larga, pero es sexy. A veces son más sexy así que demasiado corta, ¿sabes? Aunque las prefiero mini. Taconazos, mmm, son caros, eh. Muy bien. Puntera abierta, mi modelo preferido. Blusa estrecha con escote sutil, excelente. A ver tus medias, súbete la falda un poco.
Lo hice.
-Un poco más, por favor.
Lo hice, ya no podía subir más, de lo contrario le eseñaba directamente las bragas.
-No está mal. Me gustan tus piernas, largas, delgadas. Escucha bien. Siempre quiero que vengas a trabajar con unas pantimedias puestas, ya sean negras, blancas, de color carne, marrones, me da igual, sopréndeme. Te favorecen mucho.
-Comprendo, noy hay problema con eso. A mí me encantan llevarlas.
-Ya te veo más comprensiva y eso me gusta. Aunque aún no te he dicho lo más importante, no admito que ninguna mujer lleve braguitas puestas si quiere trabajar para mí. En tu casa con tu marido puede llevarlas, pero aquí conmigo no.
-¿Perdone?
-Que vengas sin bragas a trabajar… Es innegociable. ¿Qué es lo que no entiendes, nena?
Se acercó y me dió un cachete en el trasero fuerte, rudo, varonil. Aquello me pareció de inmediato una acción intolerable, pero al verle la cara de guapo, con su barba incipiente, la mandíbula ancha de malote, me sentí suya y sumisa.
-Sin bragas… -dije pensativa. Había entrado en un estado de rechazo/atracción que me tenía totalmente desconcertada. Era tan prepotente, tan engreído y tan golfo que estaba consiguiendo encender en mi interior unas sensaciones contrarias a las que hubieran sido normales.
-Eso es Tania, vendrás sin braguitas.
-Pero con pantimedias, ¿verdad señor? -subrayé interrogante.
-Y con falda.
-¿Algo más corta que ésta quizás, señor?
-Sí, no estaría mal.
-Y taconazos de vértigo. Con los deditos a la vista, para los vea así, cubiertos por la suave costura de las medias, ¿no? -le susurré mientras me llevaba un dedo a los labios.
-Así es Tania, así… Aprendes rápido.
-¿Algo más señor? -me tenía a su disposición, entregada.
-Pues me gustaría saber si sabes practicar un buen sexo oral. No me gustaría llevarme un desengaño una vez que te contrate.
No dije nada. Me quedé bloqueada y con los ojos muy abiertos. Lo dijo con tanta naturalidad que no supe cómo reaccionar. Pensé en mi marido, en mi vida matrimonial después de hacer una cosa así, jamás había sido infiel… pero entonces se la vi. Mi Jefe se había bajado los pantalones y unos calzoncillos negros boxers de Calvin Klein ajustados. Ante mi caía un gigantesco pene negro e hinchado de venas, sin circuncidar, mi secreta e inconfesable fantasía hecha realidad. Desde jovencita siempre había tenido fantasías con miembros negros y potentes. De hecho, algunas veces he buscado por internet, a espaldas de Carlos, porno interracial para satisfacer mi secreta curiosidad. Muchas veces me he masturbado viendo cómo gigantescas pollas de negrazos devastaban a indefensas chicas blancas. Y ahora la fantasía podía convertirse en realidad: tenía una de esas piezas delante de mi. No estaba erecta y aún así era el doble que la de mi marido en plena acción. Con esa piel de chocolate ocultando un glande gordo que asomaba tan lleno de tentación, no podía estar mucho tiempo conteniéndome.
-Ponte de rodillas, ahora mismo.
Me acerqué a él. Aún llevaba la falda arremangada con mis pantimedias negras al descubierto. No podía apartar los ojos de su miembro. Era tan majestuoso, tan grande, tan colosal, me moría de ganas por chuparla. Notaba una abundante secreción salival en mi boca. Cuando me quise dar cuenta estaba de rodillas frente a él mirándolo fijamente a los ojos.
-Es inmensa, señor. -le dije admirada. Noté que estaba babeando un poco… Qué pava, Dios mío.
-Venga putita, múestrame de lo que eres capaz.
Sin pensarlo, empecé a lamerle tímidamente, solo con la punta de la lengua, con los ojos cerrados, concentrándome en el contacto con aquel miembro. Justo al notar una de las venas dilatadas con la punta de mi lengua, sentí mi cuerpo estremecerse de lujuria. Su polla empezó a tensarse y a enderezarse poco a poco. El glande se abría paso para salir. Le acaricié los testículos, arañándolos con mis uñas pintadas de rosa. Bajé la cabeza y le lamí el meato. Al retirarme se me quedó pegado un hilito de presemen salado en la punta de la lengua que fue dibujando un arco hasta que se desprendió y mojó mis pechos. Entonces noté su mano en mi cabeza, animándome a seguir.
-Vamos, puta, veo que estás deseando trabajar para mí. Gánatelo.
Cerré los ojos de nuevo y me metí una buena porción de su polla en la boca. Estaba tan calentita, mmmm. Noté algunos pelos sueltos acariciar mis labios, cosa que me puso a mil. Empecé a gemir.
-Oh, zorra, te cabe bastante. Sí, así, gime mientras me la chupas, así. Me gusta sentir esa vibración, ohhh.
Sentía cómo su pollón crecía dentro de mi boca. Abrí los ojos y clavé de nuevo mi mirada en él.
-E tam gwande… -balbucée con la boca tan llena, sin dejar de gemir. Intentaba metérmela entera, pero era imposible, y eso me calentaba más y más. Apenas abarcaba la punta, era inmensa.
-Oh, síiii. Un pollón así es lo que a tí te gusta, ¿verdad?
Asentí como una colegiala estúpida sin dejar de intentar tragarme aquel rabo negro lo mejor que sabía. Entonces me acordé de algunas de esas escenas de mamadas en las que las chicas escupían sobre los penes, cosa que parecía poner a mil a los hombres. Así que me la saqué un momento y le escupí sobre el glande.
-Ohhh, vaya, eres una profesional, cariño. Mmmmm. ¿Le haces esto a tu marido?
-No, nunca. -dije e incliné la cabeza para lamerle los testículos. Los tenía hinchados y tensos. Estaban depilados, suavecitos, y repletos de leche de macho negro. Mi lengua dibujaba círculos sobre su escroto, subía y bajaba, hasta dejarle los cojones bien mojaditos con mi saliva. Para entonces su polla estaba totalmente tiesa, unos impresionantes 24 centímetros de poder masculino frente a mis ojos. Era preciosa así tan brillante y húmeda. De pronto me volví como loca y caí en una humillante sumisión que a su vez me provocaba más lujurioso deseo.
-Oh, Dios mío, el señor tiene una polla increíble. Gracias por dejar que se la chupe, gracias. Soy una puta y no merezco tanto premio. Mmmm, es tan macho que estaría toda una vida con su polla metida en la boca.
El me dio una bofetada en la mejilla, no muy fuerte, lo suficiente para calentarme como a una perra en celo. Jamás pensé que me pusiera tanto que un hombre me pegara en plan dominante. No fue una bofetada real, fue una bofetada erótica, no sé cómo explicarlo. El caso es que me puso toda húmeda. Luego se sujetó el mástil oscuro y ramificado de venas abultadas y empezó a golpearme las mejillas con él. La sentía tan gorda y enorme en mi cara…
-Así es, pequeña zorra, dame las gracias por dejar que puedas disfrutar de mi polla. Creo que nos vamos a entender muy bien.
De pronto, lo miré suplicante.
-Por favor, señor, déjeme lamerle el culo.
-¿Cómo dices, perra?
-El ano, señor, su ano. Necesito lamérselo…
Ni yo misma daba crédito a mis palabras. Le estaba pidiendo a aquel hombre que me dajara lamerle el culo. Jamás se lo había hecho a ningún tío, y menos a mi marido, por supuesto, pero siempre me había puesto aquello y una fuerza irrefrenable de mi interior me empujó a pedírselo. Él sonrió y se volvió. Se inclinó sobre su mesa de trabajo y me mostró su atractivo trasero de naglas musculosas. Se las abrí y vi su agujero depilado y muy sexy. Más abajo colgaban sus dos pelotas de toro bravo, tan exhuberantes. Me acerqué y enterré mi lengua en el agujero, lo rodée con cariño y le lamí todo con lenta y dedicada pasión. Le chupaba los huevos un rato, luego subía de nuevo hasta el ano y se lo mojaba con mi lengua hasta que notaba que se le dilataba y temblaba de gusto. Incluso me atreví a introducirle un dedito dentro de su ano. Ohhh, aquello me puso como loca. No dejé de lamerle los cojones mientras profundizaba con mi dedo lo más adentro que podía, removiéndolo, tan justito dentro de él. Él gemía y gemía.
-Joder, nena. El puesto es tuyo, joder. Mmmm. Asíii, joder, no pares, sigue lamiéndome los huevos mientras…. , el dedo, ufff, ohhh, zorra, ohhh, espera, espera, sácalo, sácalo por Diosss.
Aquel hombre de negocios frío e implacable se dio la vuelta y metió su gran polla de nuevo en mi boca y comenzó a masturbarse sin sacarla. Yo comencé a mamarle la punta, succionando como una aspiradora y eso me puso tan cachonda que tuve un orgasmo. Sí, así… La primera vez que me corrí chupándole la polla a un tío. Gemía y me retorcía de gusto mientras la notaba palpitar con mis labios.
-Me voy a correr en tu boca, guarra.
Yo lo miraba agradecida, asintiendo, entregada. De pronto todo su cuerpo se tensó y noté cómo mi garganta se anegaba de su explosión de semen templado. No tuve más remedio que tragarme la mayoría de su chorro, aunque era tal cantidad que mucho semen restante terminó chorreando por mi barbilla. Mi coño estaba todo agitado y tenía extrañas sacudidas nerviosas, vaya pasada.
-Eres buena, pequeña…
-¿Entonces he superado la entrevista, señor? -le pregunté de rodillas, mientras me retiraba con los dedos los hilos de semen antes de que cayeran sobre mi ropa.
-Por supuesto, nena. Empiezas mañana.
Me levanté, me recompuse la falda y me dirigí a la puerta de aquel despacho tambaleándome. Estaba caliente perdida, muy ardiente, demasiado. Notaba mis bragas mojadas. Me di la vuelta.
-Chuparle la polla me ha provocado uno de los mejores orgasmos que recuerdo… Nunca me había pasado. Ser follada por usted debe ser algo… No sé… Quiero decir… Fólleme, señor, por favor. No me deje así. Se lo ruego, estoy, estoy empapada. Míreme. No puede… hacer que me vaya… así…-le suplicaba mientras me subí la falda para mostrarle una aureola húmeda en mis medias, rodeando toda la entrepierna.
-Hoy no, nena. No me apetece. ¿Te das cuenta? Aún no has empezado a trabajar y ya quieres que te penetre. Vete a casa y dale la buena noticia a tu marido. Mañana será un día largo.
Me bajé la falda, frustada.Crucé las piernas y me presioné los muslos, pellizcándome con una mano mi pobre chochito rechazado. Un día largo, mmmm. Siiiii.
-Lo que usted diga, señor. -dije con la respiración entrecortada, metiéndome inconscientemente el dedo en mi boca, el dedo con el que le penetré su delicioso ano masculino. Ya fuera del despacho apoyé mi espalda contra la puerta y me chupé el dedo totalmente extasiada, mojándolo con mi lengua, apurando su sabor todo lo que pudiera. Acabé con otro orgasmo, con todos los pelos sobre mi cara, hecha una perra encelada, rendida a aquel hombre.
Mi nuevo Jefe iba a cambiar mi vida para siempre, ya os lo dije al comienzo de esta historia. Salí de allí y consulté el móvil. Tenía tres mensajes WhatsApp de mi marido:
¿Cariño?
¿Has terminado ya?
¿Cómo t ha ido? Llmame cndo pueds. Besito.
Le escribí:
Ya tngo trbjo. Ns vms ahora. Ya t contaré.
Al darle a «enviar» pensé que mi nuevo Jefe ni siquiera me había dicho nada del sueldo… Y yo boba ni se lo había preguntado.
Si queréis saber cómo me fue con mi trabajo, si os interesa saber las indecibles humillaciones que me obligó hacer mi Jefe y cómo poco a poco me instruyó para que me convirtiera en su puta sumisa y a mi marido en un cornudo consentidor de nuestros juegos, decídmelo por fi, estaré encantada de contároslo todo, todo, todo… ¡Hasta pronto! Besitos…
Pues resulta que mi esposa era muy recatada y hacíamos sexo muy tradicional. Después de que entro a trabajar se volvió una verdadera zorra en la cáma y comenzó a comprarse ropa sexi.
En la fiesta de fin de año de su empresa nos fuimos al hotel con su jefe para hacer un sándwich y me confesaron que han ido a bares Swinger.
Ahora somos totalmente liberales
A mí me gustaría un jefe a si
ME GUSTO TU RELATO
A MI ESPOSA TAMBIEN SE LA COGIO SU JEFE
MANDAME MAS RELATOS POR FAVOR
SOY DE CHIHUAHUA CHIH
SALUDOS
cuentamelo todo
Hola guapo me gustaria
Probar tu herramienta
Pero vivo en Nuevo Casas
Grandes Chihuahua
Te Amo…….
Hola gracias por ese relato, deliciosooo, me dejaste bien encendido, soy de valledupar y vivo en bogotá, por chapinero,1.70estatura,acuerpado, con 20cms y gruesa es mi herramienta, disponible, con varias experiencias con parejas,escriban,
mmm ,que rica polla debes tener