Todo lo que voy a relatarles sucedió hace ya casi 2 años, en ese entonces tenía 23 años y después de 3 años de casada, mi vida podía decirse que era estable y tranquila. Mi esposo y yo acabábamos de conseguir buenos empleos y de comprar nuestro departamento y lo único que faltaba era que me embarazara, pero sin preocuparnos demasiado por esto, vivíamos nuestra vida muy a gusto. En la parte sexual no podía quejarme, mi esposo era un año mayor que yo, había sido mi único novio formal y hasta entonces el único hombre con quien había tenido relaciones sexuales…y no me quejaba de él, dos o tres veces por semana mi joven esposo cumplía bien sus deberes conyugales y aunque tenía un pene, digamos pequeño (11 a 12 cm.), lo mantenía firme un buen rato y los dos disfrutábamos nuestra vida sexual porque, es cierto, me considero realmente caliente.
Pero justamente voy a relatar lo sucedido aquella ocasión, mi esposo trabajaba para una empresa papelera y un día llegó diciéndome que se iba a Canadá por dos semanas, a un curso de capacitación. Al despedirlo en el aeropuerto, les pidió a mis suegros que estuvieran en comunicación conmigo, mi suegra, una mujer fina y ciertamente clasista, me dijo que esperaba ir a verme o que fuera a su casa cuando quisiera. Pero mi suegro, sin decirme nada, simplemente me vio con su eterna sonrisa suspicaz y le dijo a su hijo que se fuera tranquilo. Diez días después no había habido más que una llamada, mi esposo estaba bien y me anunció que unos días después ya estaría de regreso, así que un viernes que regresé de trabajar me dispuse a arreglarme para salir a visitar a una amiga e irnos a cenar y platicar; mientras me bañaba me di cuenta que ese día estaba ansiosa, semana y media sin sexo me había puesto así, era la primera vez en todo ese tiempo en que no me tocaba mi esposo y ahí comprobé que en efecto, era muy caliente y que ya me andaba que pasaran otros cinco días para volver a verlo y hacer el amor con él.
Terminé de bañarme, me puse solamente una pequeña tanga que apenas ocultaba mis rasurados vellos casi rubios y un sostén que cubría solamente los pezones de mis enormes senos (la fascinación de mi marido), luego me puse una bata de baño mientras terminaba de arreglarme, pero en ese momento sonó el timbre, era mi suegro, con su sonrisa de siempre aunque no pasé por alto su mirada recorriendo mi figura, a diferencia de mi esposo que más bien se parecía a su mamá, mi suegro era de mediana estatura, fornido, bigotón, velludo y un poco más blanco que mi marido; sus muchos años en el fútbol y el karate le habían dejado un cuerpo que a sus 45 años estaba bastante bien conservado.
De inmediato empezó el interrogatorio, que si el calor, que si iba a salir, que cómo estaba y pues yo esperaba que se fuera pronto…pero no fue así, estábamos en la plática insulsa cuando comenzó una de esas tormentas de primavera típicas del centro de México, donde hay mucho viento y polvo y poca lluvia, pero fue tan violento el viento que a los pocos minutos vino un apagón; mientras la lluvia golpeaba los cristales, mi suegro se acomodó en un sillón y me aceptó una cerveza, que luego fueron dos y una tercera porque no volvía la electricidad y ya empezaba a oscurecer; cuando Ricardo (mi suegro) me sugirió ya no salir, no sé por qué acepté sin chistar, le hablé a mi amiga porque de verdad era complicadísimo salir con la lluvia y varios semáforos sin luz; mi suegro sonrió y creo que la cerveza lo puso más amable…
– Ni modo Liz, ya será otra vez, con esta lluvia no vas a avanzar mucho…oye, ¿me puedo quedar un rato más, no te molesta? – Por supuesto que no suegro, como creé, pero creo que el apagón va para largo…
– Me espero, tu suegra ya sabe que yo no tengo hora de llegada…oye, ¿y nada más pensabas salir con tu amiga?
La pregunta no sé en que; sentido iba, pero preferí ignorarla. Luego de tres cervezas mi suegro se sentó con toda la comodidad del mundo, ahí vi que era más fornido de lo que me parecía antes, tanto sus brazos como sus piernas eran gruesas y musculosas; no pude evitar verlo con detenimiento y tampoco pude evitar cierta reacción inconsciente al llegarme su olor masculino y ciertamente notorio, aunque no desagradable. Yo me sentía aún desnuda y le comenté que me permitiera vestirme, así que me fui a la recámara mientras él iba a la cocina a tirar las latas de cervezas, estaba en la recámara con apenas mi tanga y mi breve sostén a la luz de una vela cuando un rayo cayó muy cerca (me dan miedo, lo admito) y grité al oír el fuerte tronido, al reaccionar, mi suegro ya estaba ahí – ¿Qué pasó?, ¿estás bien? – ¡Don Ricardo!, ¡estoy casi desnuda!
Mi suegro no dijo nada, pero sentí su intensa mirada sobre mis senos y lejos de molestarme, en cierta forma me hizo sentir un calorcillo que comenzaba a subirme por las piernas y la espalda; durante un minuto no dijimos nada y solamente sentí su mirada recorrerme de arriba abajo, era una mirada lasciva, caliente, no podía creer que mi suegro me mirara de esa forma…pero me estaba gustando muy a mi pesar. A la luz de las velas le mostré mi cuerpo joven y bien formado, mis enormes senos apenas cubiertos en los pezones por un sostén blanco y por abajo, el poco aire que se colaba por la ventana del baño corría entre mis piernas y entonces sentí que mi vagina ya estaba humedeciéndose al sentir la mirada escudriñadora, la respiración contenida y el olor de un hombre que era mi suegro y que literalmente me estaba quitando esas dos prendas…
– ¿Y así ibas a salir a la calle?…
– Solamente iba a cenar, ya le dije…
– Dime la verdad Liz, ¿no andas con otro cabrón? – Qué pregunta suegro, solamente iba a cenar con mi amiga Silvia, hemos sido amigas toda la vida…
Mi suegro se acercó a la cama sin dejar de verme, su mirada ya no era amable, sino totalmente lujuriosa, lo oía respirar y no era tan tonta como para no darme cuenta que se estaba excitando conmigo, pero hasta entonces no dejaba de pensar que era el padre de mi esposo y que no estaba bien que yo estuviera casi desnuda y a unos pasos de él… aunque en segundos ya lo tenía frente a mí, instintivamente me senté y cerré las piernas, pero su mirada estaba centrada en mis enormes senos y entonces mis pezones comenzaron a crecer pese a mi cada vez más débil pensamiento de que ese hombre era el padre de mi (hasta entonces) único compañero sexual. Ricardo se sentó junto a mí y su primera pregunta me demolió: – ¿Y por qué estás tan excitada si solamente ibas a cenar con tu amiga? – No es que…como creé…
Me sentí una tonta al no poder contestar algo que le hiciera pensar que no estaba excitada, pero mis pezones estaban cada vez más duros y mi vagina cada vez más húmeda, obviamente un hombre maduro y experimentado como él no pasó por alto mi reacción y entonces en lugar de salir de mi recámara se sentó junto a mí, se quitó sus lentes y sentí como una descarga al ponerme su mano derecha en mi rodilla, aunque lo que le llamaba la atención sin duda eran mis enormes senos…
– ¿Estás ansiosa, verdad?, ya quieres hombre…
– Yo solamente espero que regrese mi esposo…
– Pero falta casi una semana y la verdad no creo que aguantes hasta ese día… ¿O tú piensas que no se va a dar cuenta algún cabrón lo ansiosa que estás?…
– Pero no, no es eso…
– Faltan cinco días Liz, cinco, y mira nada más como estás…
El metió su mano entre mis piernas y palpó mi vagina, en efecto, ya estaba mojada y mi ropa interior se impregnaba de mis jugos, era como un sabueso oliendo mi ansia de hombre, aunque no se equivocaba: ya no aguantaba más… Pero su mano dejó mi entrepierna y en un instante aflojó mi sostén, muy a mi pesar me gustó sentir mis senos totalmente desnudos a la vista de ese hombre que en pocos minutos me había calentado ya, y claro, él no pudo ocultar su admiración – Mira nada más, qué tetas tan enormes, ¿te digo algo Liz? desde que te conocí quise saber si eran naturales o te ponías algo…
– Desde que estaba en la secundaria ya estaba así…
– ¡Qué cosas tan grandes!, ¿las puedo tocar un poco, verdad?Por única respuesta me dejé
caer hacia atrás y entonces sentí las manos de mi suegro apretar mis enormes senos, era una caricia exenta de cariño, pero su deseo era enorme, instantes después grité al sentir primero su lengua en uno de mis pezones y luego su espeso bigote frotando mis senos, sus chupadas y lengüetazos eran fuertes, con ansia, comenzó levemente y un par de minutos después sentía sus manazas apretándomelas con fuerza y su boca y lengua alternándose mis enormes tetas, yo no soy de piedra, así que de leves gemidos iniciales al cabo de un rato gemía con fuerza mientras oía la lluvia en la ventana y veía los relámpagos que iluminaban la recámara.
Después de varios minutos soltó mis senos y entonces me recosté bien sobre la cama y abrí levemente las piernas, aún tenía mi prenda inferior puesta y alcancé a ver su mirada lasciva sobre mi entrepierna, tal vez miraba mi pubis rasurado cubierto apenas por una minúscula tela delgada; uno de sus dedos empezó a frotar mi vagina y entonces me calentó más, abrí más las piernas para dejarlo ver mi cuerpo delgado y casi desnudo, pero no duró mucho, en ese momento se incorporó y se despojó solamente de su camisa, debo admitir que su olor a hombre me encantó y me puso frenética, ahí me di cuenta cuanto me gusta y excita el olor de un macho; y no solo eso: sus pectorales marcados y sus vellos espesos entre castaños y algunos plateados en su pecho atraían mucho mi vista, ya que mi marido es muy lampiño.
Entonces mi suegro regresó a deleitarse con mi cuerpo y empezó a besarme las piernas, desde las pantorrillas hasta las ingles, pero dejándome aún mi última prenda, el cosquilleo de su espeso bigote fue algo nuevo para mí, pero disfruté sus besos a lo largo de mis extremidades, luego avanzó y empezó a besarme y pasar su lengua por mis ingles, yo volví a retorcerme y gemir de placer auténtico, ese hombre era fabuloso, sabía perfectamente como excitar y preparar una mujer. Un instante después sentí la punta de su lengua presionando la tela de mi bikini, podía sentir como mi vagina se abría por la excitación y se volvía a humedecer, de un rápido movimiento me quitó ese pedazo de tela y entonces me abrí completamente para que me viera totalmente desnuda, no pude ver su reacción, pero a los pocos segundos sentí su bigote pegado a mis vellos recortados y su lengua frotando los labios de mi vagina ya húmeda, pero luego entró dentro de mí y los dos casi gritamos, yo sentí casi un orgasmo al darle paso a su gruesa y ágil lengua sorbiendo mis jugos vaginales, a él seguramente le gustaba probarlos a juzgar por sus gemidos intensos.
Durante varios minutos siguió moviendo su lengua, mi marido hacía eso ocasionalmente y por un lapso corto, pero su padre me tenía ahora atrapada por un buen rato, sus manos me agarraban las nalgas y no cesaba de mamarme mi ardiente vagina; no le fue difícil encontrar mi clítoris y entonces pasé del gemido al grito sin control, casi llegué al orgasmo y mi suegro redobló el ritmo de sus lamidas, entonces entendió que en ese entonces lo único en que pensaba era en ser cogida por mi propio suegro y en mi propia casa, un tenue «ya», fue suficiente para entender que me tenía ya a su disposición y que me había convertido en una hembra ansiosa, como nunca antes lo había estado.
Se incorporó y lo oí arrojar sus zapatos, luego desabrochó sus pantalones y me gustó ver sus enormes piernas, no pasé por alto el enorme bulto que se veía tras sus ajustados boxers y al quitarse éstos no pude evitar sorprenderme al ver lo que mi suegro tenía entre esas enormes piernas: una verga grande, gruesa, nada que ver con la de mi marido; él mismo recorrió hacia atrás la piel de su enorme instrumento y dejó ver un glande muy grueso y ya totalmente lubricado por su propia excitación, a sus 45 años mantenía una erección firme aunque por el tamaño, su órgano se curvaba ligeramente hacia abajo; una enorme mata de vellos negros ocultaba en parte un par de testículos igualmente grandes.
Evidentemente y como cualquier otro hombre con semejantes atributos, mi querido suegro sonrió mientras tomaba con su diestra el enorme miembro que seguramente me iba a clavar, aunque una cosa era recibir el pene de mi marido y otra ese enorme trozo de carne, pero estaba ansiosa, muy caliente y ya t
otalmente lubricada… Sin tiempo que perder mi suegro se subió a la cama y a la luz de las velas y de los ocasionales relámpagos lo vi colocarse de rodillas frente a mí, con sus piernas abrió las mías y entonces puso un brazo al lado mío y con su otra mano dirigió la verga hacia mi húmeda rajita, al contacto con mis labios vaginales no pude evitar un estremecimiento, entonces empezó a frotar su glande contra mi entrada, dejándome mojada con su líquido que no cesaba de salir. Era imposible no hacer comparaciones, pero, ¿por qué mi amado esposo no había heredado semejante herramienta?
Su glande se abrió paso y lo recibí con una descarga de jugos, verdaderamente estaba loca y ese tipo había olfateado perfectamente mis ansias de macho y de sexo; cuando sintió que la punta de su falo estaba ya dentro, colocó sus enormes brazos en la cabecera de la cama y apoyado en sus rodillas empezó a empujar sus caderas poco a poco, a pesar de mi calentura sentía un poco de molestia al irme abriendo centímetro a centímetro, pero en esa posición pronto pude percibir su olor a hombre, tanto el de su transpiración como el que me llegaba desde su entrepierna; eso me ayudó a mantenerme sumamente excitada porque para mí era algo nuevo y sumamente delicioso.
Pese a la enorme calentura de ambos, Ricardo tuvo la delicadeza de penetrarme poco a poco, como un experto que era sin duda, fueron varios minutos en los que mantuvo su lenta pero constante penetración, para mí era fabuloso sentir como era ensanchada por la vergota de mi suegro, primero sintiendo como casi me ardía pero a medida que me acostumbraba, verdaderamente lo disfrutaba.
– Eso es Liz, esto era lo que querías, ¿verdad?, ¿no te duele? – Un poquito, es que es muy grande…
– No mucho, pero veinte centímetros sí tiene…por ahora es tuya linda, nada más tuya…
Un gemido me indicó cuando mi rasurado pubis entró en contacto con su enorme mata de vellos largos y negros, paralelamente sentí en mi culo sus henchidas pelotas. Entonces pegó en mis tetas su firme pecho y al frotar los vellos mis pezones añadieron un estímulo adicional. Estaba convencida de que siempre había querido esto: ser cogida por un macho maduro y experto…aunque ahora fuera el padre de mi marido. Cuando lo tuve todo dentro se mantuvo así, sin moverse, pero cuando sentí su espeso bigote en mi cuello y mis hombros, fui yo la que empezó a mover las caderas, entonces ya fuera de sí, me abracé a su musculosa espalda y moví mis caderas y mi vagina frenéticamente, estaba loca – Cójame, cójame…
– Pues eso estoy haciendo Liz…
– Pero muévala, muévala fuerte su verga…
– ¿Qué?, a ver dímelo otra vez Liz, dímelo…
– ¡Qué mueva fuerte su vergota!
Mi lujuria surtió efecto, de inmediato mi suegro empezó a meter y a sacar su enorme instrumento con furia, ya estaba totalmente adaptada al tamaño y mis jugos y su chorreante líquido se mezclaron para lubricar mi rajita, así que el vaivén fue delicioso, me agarré a su cuerpo y empecé a besarlo, su olor masculino me impregnaba, me estaba comportando como una puta, como una perra en celo; los dos gemíamos y gritábamos de placer, Ricardo sacaba su enorme falo y luego lo dejaba ir dentro con furia mientras yo gritaba al sentir como se abría paso hasta pegar sus bolas en mi culito. Los relámpagos habían pasado, algunas gotas caían en los cristales, pero el mundo había desaparecido, solamente existía ese macho que tenía encima; mi suegro deportista y bonachón había dejado paso al macho más excitante que hubiera imaginado, el segundo hombre en cogerme resultaba ser una maquinita sexual de larga duración.
Fui yo quien se vino primero, mis piernas empezaron a cosquillearme, mi abdomen bullía y sentía que mis senos crecían al anunciarse mi orgasmo…fue delirante, un choque eléctrico auténtico mientras la enorme verga de mi suegro estimulada por los jugos de mi orgasmo aceleraron su vaivén. MI suegro siguió cogiéndome, para entonces él estaba empapado de sudor y por consiguiente yo también, yo sabía que mi segundo orgasmo no tardaría en llegar, mientras era cogida sin piedad, mis manos tocaban ese cuerpo todavía firme y musculoso, acariciaba sus hombros, sus bíceps, su espalda y sus caderas; estaba encantada de tener encima un macho tan atractivo y caliente.
A los pocos minutos se
ntí mi segundo orgasmo que venía, el segundo para mí era siempre demoledor y esta vez no fue distinto, grité, me agité, gemí y apreté sus brazos al sentir como me estremecía por este segundo orgasmo y cuando seguía disfrutando ese placer incomparable, adiviné que mi suegro iba a hacer lo mismo, su cuerpo se puso más rígido, varios gemidos ahogados se sucedieron y entonces su enorme verga empezó a dispararme una avalancha de semen espeso y caliente, una y otra vez sentía en mi interior el golpeteo de ese líquido saliendo con fuerza de su enorme órgano mientras seguía estremeciéndome por la intensidad de mi segundo orgasmo; fue increíble que los dos casi hubiéramos terminado al mismo tiempo, no sentía ni su peso y me importaba nada haber quedado empapada de su sudor, yo estaba perdida en el placer del orgasmo aunque sentía perfectamente uno a uno los disparos de su verga.
Ricardo terminó de eyacular hasta la última gota de su semen en mi interior y cuando su verga comenzaba a perder su erección la sacó de mi interior, era evidente el orgullo que sentía al haberme cogido con semejante falo, me golpeó con su glande en mi rajita y me impregnó la última gota de semen que afloraba en su instrumento, como una rúbrica a la fenomenal cogida que acababa de darme. Aún en ese estado era enorme, había sido una experiencia fenomenal haberla tenido dentro. Mi suegro se levantó y se vistió rápidamente, teníamos casi dos horas desde que había llegado a mi recámara; yo quise levantarme al ver que se disponía a marcharse, pero me dijo que descansara, ví que tomó mi diminuta ropa interior y la guardó en su pantalón, lo dejé ir y quedé dormida como tronco, totalmente desnuda y empapada por dentro y por fuera con su semen, sudor y saliva.
Fue maravilloso, pero no la única vez…pero eso será material para un segundo relato.
Autor: Lizbeth
OMG me vivi este relato.
Tengo una fantasia muy fuerte con mi suegro.
Es Alto, fornido, de piel café tostado, con unas bembotas, y una voz tan de macho. Me encanta que es joven, esta por llegar a los 40.
Tu relato me hizo imaginarme haciendo todo eso con el.
Ay Diosito como me encantaria pecar con ese hombresote.
Hola Liz sabes soy un suegro que también disfruta su nuera no me orgullese pero es algo unico. Solo lo que los hemos vivido lo entendemos espero volverte a leerte o escribir.
que buen relato Liz me imagino como lo disfrutastes es portento de polla me calenté a mil sigue escribiendo tienes mucha imaginación y describes muy bien el ambiente las emociones y los deseos
Muchas felicidades Liz!
Muy buen relato, bien redactado y con una hilacion adecuada de los acontecimientos, seguro los siguientes mejoraran y estare pendiente de leerte.
Te invito a que leas algunos de mis relatos y me dejes tus comentarios, tienes un buen estilo y morbo.
Un saludo de Eduardo